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Luis Echeverría Álvarez el hombre que buscó la reelección y el premio Nobel

Ha muerto el expresidente al que siempre, como fantasmas, lo persiguieron las dudas sobre su papel en la matanza de estudiantes y opositores clandestinos en el periodo conocido como "Guerra Sucia". Se fue sin brindar ninguna explicación.

Luis Echeverría Álvarez falleció la noche del viernes con un siglo vivido. Fue el político mexicano más longevo y la figura de la escena pública que más encarnó las contradicciones del sistema hegemónico del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que gobernó México durante 71 años sin interrupción.

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Su administración, de 1970 a 1976, excarceló a los líderes del movimiento estudiantil de 1968, recibió a exiliados que escapaban de las dictaduras de América del Sur y exigió la expulsión de España de la Organización de las Naciones Unidas después de que cinco jóvenes fueron ejecutados en 1975, por orden de Francisco Franco desde su lecho de muerte.

Pero dentro, se escribía otra historia llena de zonas oscuras y de dolor. El gobierno utilizó al Ejército, así como a la Dirección Federal de Seguridad, en contra de los movimientos de izquierda en las ciudades y en el campo. Cuando, en 1970, fue candidato a la presidencia de la República, le gustaba exclamar: “¡Arriba y adelante!” Y el grito lo llevó toda su vida como la marca de su ser político.

Ha muerto el hombre al que siempre, como fantasmas, lo persiguieron las dudas sobre su papel en la matanza de estudiantes en Tlatelolco y San Cosme, así como la táctica llamada “Guerra Sucia” en contra de los opositores clandestinos. La intención de que rindiera cuentas por esas tragedias se esfumó desde 2006, cuando la Fiscalía Especial para Delitos del Pasado –creada ex professo en el gobierno de Vicente Fox Quesada para juzgar sobre responsabilidades de esa época–abrió una investigación que desembocó en la acusación de genocidio.

Un tribunal le ordenó permanecer en arresto domiciliario. En esa condición, en el jardín de su casa, dijo que en México jamás se habían cometido crímenes de lessa humanidad. Ese fue uno de los últimos momentos en que se le escuchó la voz en público. Tres años después, el mismo tribunal lo exoneró de ese cargo y la fiscalía desapareció sin explicaciones y ningún caso concluido.

Su era, como mandatario, fue de la esperanza al desencanto. Cuando se colocó la banda presidencial la inflación estaba en 4.96 y cuando concluyó su gestión, ese indicador era de 27.20. En los muchos estudios que se han escrito sobre ese resultado, se coincide en que la decisión de impulsar el modelo de Desarrollo Compartido en vez de continuar con el Estabilizador de las administraciones anteriores causó un estrago que pagaron los consumidores. Para generar empleo, se invirtió en obra pública que en muchos casos, quedó inconclusa.

El gobierno constituyó la Comisión de Administración Pública que elaboró el diagnóstico “Informe sobre la Administración Pública” en el cual se recomendó que se formaran órganos de control interno en las dependencias, lo que sentó las bases de la Secretaría de la Función Pública actual.

Pero en los hechos, el gasto público aumentó sin que fuera sometido a fiscalización. Entonces, la distancia entre la burocracia dorada y los ciudadanos quedó como una marca persistente en México.

En 1975, el penúltimo año de gobierno, Luis Echeverría Álvarez parecía vivir en una realidad propia. Buscó el Premio Nobel de la Paz y preparó una candidatura para la secretaría general de la Organización de las Naciones Unidas. Pero le tocó inaugurar los cursos en la Universidad Nacional Autónoma de México donde un auditorio atiborrado de estudiantes le exigió a gritos cuentas por el 68 y el 71.

Despedirá

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