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Función, norma y valor estético como hechos sociales

Función, norma y valor estético como hechos sociales, (fragmento)

¿Qué es el mal gusto? No es en absoluto todo lo que no concuerda con la norma estética del momento dado de la evolución. Más amplio que el concepto de “mal gusto” es el de “fealdad”; es feo para nosotros aquello que nos parece estar en desacuerdo con la norma estética. Del mal gusto hablamos sólo cuando valoramos un objeto producido por las manos del hombre y en el que observamos al mismo tiempo tanto la tendencia a cumplir una norma estética determinada, como la falta de capacidad de realizarla; los fenómenos de la naturaleza pueden ser feos, pero no de mal gusto, aparte de los casos excepcionales en los que un fenómeno natural nos recuerda un producto humano. El desagrado que nos produce un objeto de mal gusto no se basa, pues, únicamente en la sensación del desacuerdo con la norma estética, sino que está reforzado por nuestra aversión hacia la incapacidad del autor. El mal gusto es, pues, la antítesis más aguda del arte, que ya por su denominación indica la capacidad

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Juan Mukarovsky

de logar plenamente el objetivo propuesto. Y a pesar de esto, el arte utiliza algunas veces el mal gusto para lograr sus fines. Un ejemplo instructivo lo ofrece el arte plástico surrealista, que utiliza-como objetos que representa y como piezas para los montajes tanto pictóricos como plásticos- productos del periodo de la mayor degradación del gusto (finales del siglo XIX), imitaciones industriales del arte y de la artesanía artística, láminas de las revistas ilustradas, etc. De esta manera, la norma del arte “superior” está violada de la manera más radical, y el desagrado estético provocado forma parte del efecto artístico. El caso del surrealismo ha sido escogido por lo llamativo de la forma en que se efectúa la violación de la norma estética.

Minerva Cultural 360

Secretaría de Arte y Cultura - Universidad de El Salvador

Aunque en otras épocas y corrientes el desagrado estético no suele estar acentuado de manera tan ostentosa, constituye un componente casi permanente del arte vivo. Si nos preguntásemos ahora cómo es posible que el arte, fenómeno estético privilegiado, pueda provocar desagrado, habría que responder que el placer estético, precisamente cuando debe alcanzar la máxima intensidad, como la que se logra en el arte, necesitas el desagrado estético como contraste dialéctico. Aun violando la norma lo máximo posible, el placer es la sensación dominante producida por el arte, y el desagrado es el recurso de su intensificación; no es casual que precisamente la estética del surrealismo sea manifiestamente hedonista. El valor artístico es indivisible; también los componentes que producen el desagrado se convierte, dentro del conjunto de la obra, en elementos positivos, pero solamente dentro de la obra: fuera de ella y su estructura, volverán a tener un valor negativo.

La obra estética viola, pues, hasta cierto punto y a veces considerablemente, la norma estética válida para el momento dado del proceso. No obstante, aún en los casos extremos tiene que mantenerla simultáneamente: incluso hay periodos en la evolución del arte, en los que el cumplimiento de la noma prevalece visiblemente sobre su violación. Pero siempre hay en una obra artística algo que la une al pasado, y algo que tiende al futuro. Por lo general, las tareas están compartidas por diferentes grupos de componentes, de los cuales algunos mantienen la norma, otros la descomponen.

Mukarovsky, Jean. En Escritos de estética y semiótica del arte. Colec ción comunicación visual, Editorial Gustavo Gill, S.A. Barcelona, España, 1977.

Grabado de Armando Solís

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