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La fealdad según Karl Rosenkranz

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Editorial

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La Belleza y la Fealdad según José Ortega y Gassete La Fealdad según Karl Rosenkranz

Minerva Cultural 360

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José Ortega y Gasset

(Madrid, 1883 - 1955) Filósofo y ensayista español. Su pensamiento, plasmado en numerosos ensayos, ejerció una gran influencia en varias generaciones de intelectuales.

Fue catedrático de metafísica de la Universidad de Madrid entre 1910 y 1936. En 1916 fue designado académico de la de Ciencias Morales y Políticas. Fundó la Revista de Occidente (1923- 1936), la publicación intelectual más abierta al pensamiento europeo del siglo XX español.

Karl Rosenkranz

(Magdeburgo, 1805 - Königsberg, 1879) Filósofo alemán. Fue discípulo de Hegel y profesor en Halle y, desde 1933, en Königsberg. Editó las obras de Kant (1838-1842). Además de sendos estudios sobre Schleiermacher (1836), Schelling (1842) y Diderot (1866), es autor de una célebre Vida de Hegel (1844).

Secretaría de Arte y Cultura - Universidad de El Salvador

Reproducimos fragmentos del ensayo Velázquez, del filósofo español José Ortega y Gasset (Madrid, España, 1883- 1955), que versa sobre la vida, obra y tiempo en que le tocó vivir a Diego Velázquez (Sevilla, 1599- Madrid, España1660). En este ensayo, aparte de otras disquisiciones, el filósofo español discurre sobre la belleza y la fealdad. Esperamos lo disfruten.

Hay, por lo visto, en el hombre un fondo secreto de deseos respecto a la forma de las cosas. No se sabe por qué, preferiría que fuesen de otra manera que como en realidad son. La realidad le parece siempre insatisfactoria. De aquí que se sienta feliz cuando el artista le pone delante objetos que coinciden con sus deseos. Eso es lo que se llama Belleza. El arte italiano fue durante tres siglos una constante fabricación de Belleza. El mundo de las cosas bellas es otro mudo que el real, y el hombre, al contemplarlo, se siente fuera de este mundo, extáticamente transportado al otro. El placer de lo bello es un sentimiento místico, como todo lo que pone en presencia de lo trascendente. Este proceso de “embellecimiento” de las cosas que fue el arte italiano se vio obligado a reducir cada vez más la representación fidedigna de los objetos reales y a sustituir con intensidad progresiva sus formas efectivas por formas estilizadas. De aquí el triunfo del manierismo o estilismo. Pero esta operación sustitutiva tiene un inconveniente: el objeto real de que se partió para la estilización va desapareciendo y en su lugar quedan casi aisladas y como sustantivadas las formas vacías, las puras formas artísticas o bellas. Entonces se produce un fenómeno sumamente curioso. Las formas bellas pierden su eficacia y su valor porque su misión había sido llevar el objeto real a su “perfección”, a su “belleza”. Mas esto implica que el objeto sigue siendo el mismo bajo las nuevas formas. Si el arte se aleja demasiado de él, si quedan de él sólo vagos elementos apenas recognocibles, la operación mágica de “embellecerlos” fracasa y el arte convertido en puro estilismo se desnutre, se convierte en un esquema sin materia. Sobreviene entonces en artistas y público un sorprendente cansancio de la Belleza y girando sobre sí mismo ciento ochenta grados se vuelve de nuevo hacia el objeto real. Esto es lo que ha sido llamado “naturalismo”. Ortega y Gasset, José. Velázquez. El libro Aguilar. Sección: ensayo. Aguilar, S.A. Ediciones. Madrid, 1987. Pp.286, 287.

Más adelante José Ortega y Gasset cavila sobre el elemento contrario a la “Belleza”: la “Fealdad”. Dícenos asi: La nueva generación está harta de Belleza y se revuelve contra ella. No quiere pintar las cosas como ellas “deben” ser, sino tal y como son. En aquel tiempo comienzan en Europa un gran apetito de prosa, de complacencia en lo real. El siglo XVII va a ser el siglo de la seriedad. Es el siglo de Descartes –que nace tras años antes que Velázquez-, de los grandes matemáticos, de la física, de la política objetivamente dirigida (Richelieu). A estos nuevos hombres les parecen los deseos en que la belleza consiste algo pueril. Prefieren enfrentarse dramáticamente con lo real. Pero lo real es siempre feo. Velázquez será el pintor maravilloso de la fealdad. Esto significa no sólo un cambio de estilo en la pintura como los que habían precedido, sino un cambio de misión en el arte. Ahora se ocupará en salvar la realidad que es corruptible, fugaz, que lleva en sí la muerte y la propia desaparición. Esto trae consigo que la pintura renuncia a encantar al contemplador con los objetos “perfectos” que la presenta, y le invita a conmoverse ante la presencia de lo que es lamentable y perecedero. Pero el arte es siempre encantador. Sólo que ahora el encanto no viene a nosotros de los objetos bellos representados, sino del cuadro como tal cuadro. La pintura se hace sustancia o, dicho de otra manera, los ojos del

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contemplador tienen que gozar de la pintura en tanto que pintura. En la fealdad del objeto nuestra atención rebota y va a fijarse en el modo como está pintado. Ortega y Gasset, José. Velázquez. El libro Aguilar. Sección: ensayo. Aguilar, S.A. Ediciones. Madrid, 1987. P.290, Existen otras visiones sobre la fealdad, he aquí una de ellas que figura en Atlas de Filosofía: La primera y más completa Estética de lo feo, la que elaboró en 1853 Karl Rosenkranz, establece una analogía entre lo feo y el mal moral.

Armando Solís Serie Ideario de la vida

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Del mismo modo que el mal y el pecado se oponen al bien, y son su infierno, así también lo feo es “el infierno de lo bello”. Rosenkranz retoma la idea tradicional de que lo feo es lo contrario de lo bello, una especie de posible error que lo bello contiene en sí, de modo que cualquier estética, como ciencia de la belleza, está obligada a abordar también el concepto de fealdad. Pero justamente cuando pasa de las definiciones abstractas a una fenomenología de las distintas encarnaciones de lo feo es cuando nos deja entrever una especie de “autonomía de lo feo”, que lo convierte en algo mucho más rico y complejo que una simple serie de negaciones de las distintas formas de belleza. “Rosenkranz analiza minuciosamente la fealdad natural, la fealdad espiritual, la fealdad en el arte (y las distintas formas de imperfección artística), la ausencia de forma, la asimetría, la falta de armonía, la desfiguración y la deformación (lo mezquino, lo débil, lo vil, lo banal, lo casual y lo arbitrario, lo tosco), y las distintas formas de lo repugnante (lo grosero, lo muerto y lo vacío, lo horrendo, lo insulso, lo nauseabundo, lo criminal , lo espectral, lo demoníaco, lo hechicero y lo satánico). Demasiadas cosas para seguir diciendo que lo feo es simplemente lo opuesto de lo bello entendido como armonía, proporción o integridad. A lo largo de nuestra historia deberemos distinguir realmente entre la fealdad en sí misma (un excremento, una carroña en descomposición, un ser cubierto de llagas que despide un olor nauseabundo) y la fealdad formal, como desequilibrio en la relación orgánica entre las partes de un todo”.

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Armando Solís Serie Dolor de guerra

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