Cultura no mundo 02

Page 30

Literatura

M

Literatura

arie

N

o dijimos nada mientras un taxi nos llevó al hotel. Imagino que pensábamos en las siguientes palabras. Yo debí haberlo sabido, debí haberle dicho que noal padre Martin, debí haberlo hablado mejor, debí no haber creído. O pude haber sabido la verdad. —Lo siento. Te dije que cada cual su vida y ya ves, pero al no conocer nada y ver esas cerillas… Y si no hubiera sido por ese idiota... —No me tienes que dar ninguna disculpa. No ha pasado ni pasa nada. —Abrí la puerta, la hice entrar. La habitación de repente me pareció un hogar al que había deseado regresar fervientemente—. Soy yo el que debió decirte dónde estaría. —No, pude haber ido a cualquier otro sitio. Pregunté en recepción y luego pensé que, por la hora, ya podrías estar tomándote una copa y quizás no te importara. —Marie, escucha, me parece perfecto que cada uno haga su vida pero supongo que, por tu tío, me siento responsable en la medida que puedo. No eres una cría y puedes ir donde quieras

© Mariola Díaz-Cano Arévalo

pero tienes razón, no conoces la ciudad y no se te ha ocurrido nada más. Ya está. Ella resopló. —No sé si nos vamos a poner de acuerdo. —Eh, es muy tarde. Revisemos el trato mañana, ¿quieres? Marie afirmó, echó una ojeada a las dos camas de la habitación, un acogedor rincón de escritorio y sillón y un armario empotrado al lado de la ventana. —Sí, está bien. Además estoy algo cansada. —Me quedé medio parado de camino al pequeño cuarto de baño a la derecha de la entrada. Retrocedí los pasos dados y ella me vio la cara—. Hemos caminado mucho esta mañana, ¿verdad? Ah, no te he preguntado cómo te ha ido. ¿Has ganado? Los ocho mil de Xavier. De pronto sentí tener que ir a por ellos porque no estaba muy seguro de cuánto me importaban. Mis haberes totales seguían indemnes. Si quisiera, podría dejarlo todo, olvidar a tanto bastardo. La humillación y la ira percibida me bastaban, y aquel dinero también tenía buena parte de limpieza pero lo más importante es que era mío. Las deudas de juego siempre se pagan si no son perdonadas, y yo de repente no sabía lo que quería. —Mucho —respondí. —Vaya, enhorabuena otra vez. Así que mi tío tenía razón: eres de los chicos malos pero con la suerte a su favor —comentó borrando de un plumazo el algo pesaroso gesto anterior y cambiándolo por una duda—. Por cierto, ¿qué parecemos?, ¿de - 30 -


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.