DIEGO HIDALGO DURÁN

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DIEGO HIDALGO DURÁN Los Santos de Maimona (Badajoz), 13 de febrero de 1886 / Madrid, 31 de enero de 1961

De todos los escritores extremeños biografiados en este libro, seguramente sea Diego Hidalgo Durán el menos conocido de ellos, dado que su biografía es netamente política y con unas implicaciones en ese campo de bastante envergadura, al alcanzar ser ministro de Guerra durante la Segunda República y el encargado de sofocar los sangrientos enfrentamientos con los mineros asturianos que ha pasado a las historia como la revolución de Asturias, en 1914. Este político radical e intelectual extremeño había nacido un 13 de febrero de 1886 en el pueblo pacense de Los Santos de Maimona, perteneciente al partido judicial de Zafra, en donde realiza sus estudios de bachillerato, para licenciarse en Derecho en el año 1911, obteniendo por oposición la notaría del pueblo zamorano de Moraleja del Vino. En 1918 se traslada a Madrid y entra en política como miembro del Partido Republicano Radical, partido por el que fue elegido diputado a Cortes por la circunscripción de Badajoz en las elecciones de 1931 y 1933. El 11 de febrero de 1933 participó en la fundación de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética. Diputado por la provincia de Badajoz, fue el primer miembro del Partido Republicano Radical que ocupó la cartera de ministro de la Guerra de España entre el 23 de enero y el 16 de noviembre de 1934 en los sucesivos gabinetes que presidieron Alejandro Lerroux y Ricardo Samper. 1


Sin ser experto en asuntos militares, Hidalgo tomó en serio su responsabilidad, con el apoyo de su jefe Alejandro Lerroux, cuyas aspiraciones quedaron frustradas en dos ocasiones, debido a la oposición de Alcalá Zamora. Ante las reivindicaciones de la Unión Militar Española se esfuerza por calmar los ánimos. Así el 20 de abril de 1934, las cortes, con oposición del presidente de la República, aprobaron una ley de amnistía para oficiales procesados por el Tribunal de Responsabilidades Políticas, así como la incorporación de oficiales que habían pasado a la reserva con la ley de 9 de marzo de 1932. Para evitar la preocupación por la consiguiente adición de más nombres a las ya atestadas escalas decretó que su incorporación no alteraría los turnos de ascenso, y ofreció a los amnistiados la opción de retirarse o pasar a la reserva con paga completa. Su participación en la más que controvertida Revolución de octubre de 1934, es la siguiente: Desde agosto de 1932 los socialistas intentaron atraerse el apoyo de las clases de tropa para sus fines revolucionarios, motivo de alarma para el ministro radical, quien decreta el 19 de julio la prohibición de toda actividad política para el personal militar. Como titular de dicha cartera fue el encargado de sofocar la insurrección asturiana de octubre, para lo que contó con el general Franco como asesor personal. La desconfianza del ministro hacia los generales Domingo Batet y Eduardo López Ochoa posibilitó el nombramiento de Franco como jefe de las operaciones militares. En sesión parlamentaria los días 7 y 8 de noviembre sufre el ataque de los monárquicos por la imprevisión ante la intentona de octubre, planteando un velado voto de censura al gobierno. Aunque el gobierno

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logra superar el trance, Alejandro Lerroux, aconsejado por Gil Robles, fuerza la dimisión de Hidalgo y Samper, los ministros más criticados. Al estallar la Guerra Civil y tras muchas peripecias, consiguió salvar su vida refugiándose en París donde permaneció hasta el final de la guerra, tras la cual volvió a España. Todos los que habían tomado parte en la represión, y que la guerra sorprendió en el territorio del gobierno, fueron víctima de la venganza de quienes concentraron en ellos su odio. Pero Diego Hidalgo, que hubiera sido su trofeo más preciado siguió vivo y en libertad hasta el momento de su muerte en 1961. En la parte literaria, que es lo que realmente a nosotros nos interesa, Hidalgo escribiría su primer libro Un notario español en Rusia (que tendría varias reediciones), en 1929, libro que revela su curiosidad por conocer personalmente y sobre el propio terreno, el régimen comunista, por aquellos años una incógnita al alcance de muy pocos europeos. Con soltura pero sin ningún tipo de floritura, como corresponde a un notario, nos va describiendo sus descubrimientos y experiencias, no siendo la menor el encuentro sobre un personaje extremeño nacido en Villanueva del Fresno, Badajoz, en 1790, que llegaría a ser uno de los militares más importantes del ejército del Zar, y sobre el que escribiría un curioso libro titulado José Antonio de Saravia. De estudiante extremeño a general de los ejércitos del Zar, publicado en 1936, en el que cuenta, entre otras muchas curiosidades, el extraño encuentro que mantuvieron el general Saravia y el duque de Osuna, en palabras de José Manuel G. Torga: dos extraños personajes españoles de tan distintas características, que llevaron a la lejana Rusia algunas de las más genuinas singularidades de nuestra raza: el boato, la esplendidez y la fanfarronería, todo ello lleno de buena fe, de que fue portador el Duque de Osuna, y el valor, el arresto y la sencillez, que fue el único bagaje que a aquellas tierras llevó José antonio de Saravia”.

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Entre las fechas que hemos indicado como salida de dos de sus libros, aparece un tercero de memorias políticas titulado ¿Por qué fui lanzado del Ministerio de la Guerra?, en el cual explica su intervención y responsabilidades, como Ministro de la Guerra, sobre los trágicos acontecimientos de la Revolución de Asturias, octubre de 1934. El libro lleva un pórtico con clara dirección sobre el asunto: A los republicanos que sirvan a la República por arraigada y desinteresada convicción. A continuación señala: Para muchos es inútil este trabajo: conocen mi actuación ante durante el movimiento de Asturias, la maniobra del ataque y las armas utilizadas para desalojarme del Ministerio de la Guerra; pero habrá otros deseosos de conocer las vicisitudes del incidente político del que, sin esperarlo, fui uno de los protagonistas. Hidalgo había conocido al comandante Francisco Franco en un encuentro en Madrid y había quedado prendado de sus dotes militares, por lo que confiando en él, no dudó ni un momento en llamarle para que le asesorara sobre el conflicto asturiano. Pero dicha relación o simpatía mutua venía de muy lejos, como nos cuenta el propio Hidalgo en su libro: El día 31 de enero de 1926 ascendió a general de brigada el famosos coronel Franco, jefe de la Legión. Ascendió por méritos de guerra. Aunque Franco debía ser general, por los imponderables, su ascenso se tramitó conforme a todos los preceptos legales. Pero el 28 de enero de 1933 un decreto le anuló el ascenso y Franco pasó a ser uno de los “congelados”. Esto es a la cola de los generales de brigada. En la primera y única vacante de general de división ocurrida durante mi permanencia en el Ministerio de la Guerra ascendí al General Franco. A la letra de la ley, en las páginas del Anuario Militar, el general Franco aparecía en uno de los últimos lugares, pero en mi ánimo estaba el primero. Y hoy, fuera ya del puesto que he ocupado, bien puedo vanagloriarme de que haya sido durante mi actuación el ascenso a divisionario del general Franco.

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En la hora de los ataques a un ministro permítasele que soslaye el escrúpulo del pecado de la vanidad”. Pero ¿cuales son lo verdaderos hechos acaecidos en Asturias bajo la responsabilidad de Hidalgo? El 5 de octubre de 1934 se declara la huelga general revolucionaria en Madrid. El día 6, la angustia se extiende a toda España. En Barcelona, Company proclama el Estat Català siendo sofocada la rebelión separatista por el general Batet. En Asturias los socialistas se sublevan, estallando la revolución. El ministro de la Guerra, Diego Hidalgo Durán no vacila a la hora de buscar al hombre que puede salvar la situación: Francisco Franco. Cuando éste llega al Ministerio de la Guerra, Diego Hidalgo, exclama: “Le esperaba con verdadera impaciencia. He mandado a varios emisarios en su busca… Le necesito”. Franco lee los telegramas que se reciben de toda España y ve que en Asturias la situación es preocupante. Entre Oviedo y Gijón apena puede reunir una guarnición de 1.700 hombres, frente a 20.000 o 30.000 mineros, la mayoría armados. Franco estudia la situación y decide que el Ejército de África tiene que ser llevado a Asturias. El Gobierno da su aprobación. El ministro le cedió su propio despacho y así desde el palacio de Buenavista, Franco dirigió la batalla contra la revolución asturiana. Se pone en contacto con el crucero “Libertad”, que bombardea las posiciones de los revolucionarios. Simultáneamente dispone medidas militares en Madrid, como la ocupación de los edificios más altos para contrarrestar a los “pacos”. El día 12 de octubre de 1934, El Tercio y los Regulares desembarcan en Gijón. Se inicia el avance, que resulta verdaderamente penoso. La revolución es dominada a un alto precio de muertes, incendios y sufrimiento, pero Franco vence, tras duros combates. Años más tarde, cuando Franco alcance el poder vitalicio tendrá muy en cuenta algunas de las disposiciones sobre materia militar diseñadas por Hidalgo, entre la que destaca el decreto del 19 de julio de 1934, por el que se prohibía: a todos los militares, sin distinción, ser socios, afiliados o adheridos a centros, partidos, agrupaciones o sociedades que revistan carácter político y a organizaciones o entidades sindicales.

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BIBLIOGRAFÍA  Organización y régimen del Notariado en la Rusia de los Soviets.Conferencia leída en la Academia Matritense del Notariado de Madrid, el 12 de noviembre de 1928. Imprenta Argis, 1928.  Un notario español en Rusia.- Cénit, Imprenta Argós, Madrid, 1929 y 1930 y Argis. Madrid, 1931.  Proyecto de Ley de Bases para la Reforma Agraria.- Comisión en las Cortes. Argis. Madrid, 1931.  ¿Por qué fui lanzado del ministerio de la guerra?: diez meses de actuación ministerial.- 1934.  José Antonio de Saravia: de estudiante extremeño a general de los ejércitos del Zar.- 1936.  Nueva York: impresiones de un español del siglo XIX que no sabe inglés.- 1947.  El notario en los Estados Unidos y especialmente en el Estado de Nueva York. Conferencia leída en la Academia Matritense del Notariado el día 29 de abril de 1947. Gráficas Valera. Madrid, 1947.

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BIBLIOGRAFÍA SOBRE DIEGO HIDALGO

Álvarez Junco, J.; Espada Burgos, M.; López, E.; Muñoz Tinoco, C.: Diego Hidalgo: Memoria de un tiempo difícil. Alianza Editorial. Madrid, 1986. Boyd, Carolyn P.- La política militar en el bienio derechista, en Historia general de España y América, tomo XVII. Ediciones Rialp. Madrid, 1986. G. Torga, José Manuel.- Diego Hidalgo Durán, el ministro republicano de la Guerra que creyó en el general Franco. Revista Espacios europeos, 31 enero de 2011. Martínez Galán, M.- Un santeño ilustre: Diego Hidalgo. Revista Estrella, septiembre de 1961 (Artículo in memorian) Moa, Pío.- Los orígenes de la Guerra Civil española. Editorial encuentro. Barcelona. Muñoz Tinoco, Concha.- Diego Hidalgo: un notario republicano. Diputación Provincial de Badajoz, 1986.

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