Un cuento original y divertido con un texto juguetón que inevitablemente nos trae a la memoria el conocido refrán "A palabras necias, oídos sordos". Y es que en situaciones como la que aquí se plantea, solo los niños, con su mente abierta y su espíritu libre, ven las cosas como son y, por esa misma razón, merecen ser escuchados.