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Los fantasmas de la noche

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Los fantasmas de la noche

Raúl Solís

Se puede estar solo de muchas formas, incluso cuando se está en una relación sentimental. Compartir tiempo, la sexualidad y un lugar para vivir con la pareja no necesariamente es un sinónimo de placer o comunión. Muchas veces, de hecho, es el principio de lo contrario: del aislamiento y la insatisfacción. ¿Por qué sucede esto entre los amantes que, se supone, unen sus vidas y cuerpos para acompañarse en un mundo que es muchas veces hostil? La respuesta, como aventura Humberto Guzmán en su libro de cuentos Historias de amantes y otros fantasmas, estriba en el miedo.

Entre los múltiples elementos que conforman los relatos, así como de otros del vasto mundo literario de Guzmán, los predominantes son la oscuridad y la noche. Con un tono gótico, fantástico y de terror, que ha cultivado a lo largo de su larga carrera literaria, Guzmán nos presenta diecisiete relatos de amantes y fantasmas, que no necesariamente son uno u otro. El fantasma tampoco es ese espíritu del más allá recurrente de la tradición popular. Es otro, más aterrador y cercano. Es el hombre ausente, el amante indeciso y temeroso de aceptar al amor y el compromiso. Es la persona que, tarde, siempre tarde, entiende que para amar hay que deponer las armas y confiarse a la otra persona. Pero, como se puede entender, es algo a lo que se resiste. Es el fantasma que recorre la ciudad de noche.

La oscuridad es un elemento que, casi como otro personaje, juega un papel fundamental en los relatos. Por ejemplo, en «La habitación roja», el protagonista se enreda con una mujer excéntrica, medio bruja o hechicera, que lo envuelve en un rito que entiende como satánico. Antes de su encuentro, en la ciudad de Cuernavaca, él viaja de noche por la carretera preguntándose constantemente por qué corre tras ella, si según él le era indiferente, como poseído por una urgencia oculta. Y dice: «La vida está llena de sinsentidos; y su relación con esa mujer era, sin duda, el más inexplicable». La casa, envuelta en la negrura de la noche, a la que se le suma un apagón eléctrico generalizado, es el escenario en el que se desarrollará el rito, y aunque durante el viaje escucha señales que le advierten que está por meterse a la boca del lobo (o de la loba, en este caso), el deseo de poseer el cuerpo de su amante lo hace ignorarlos.

También, envueltos en la oscuridad de la noche, vemos a los jóvenes del movimiento estudiantil de 1968, que han tomado por primera vez la Plaza de la Constitución, el Zócalo: el corazón de la ciudad. Allí, el protagonista, un estudiante del Politécnico Nacional, se percibe como un extraño entre los otros estudiantes. Oye las consignas pero no comparte el discurso político. Está allí como un espectador, más bien, al que los acontecimientos de la Marcha del Silencio condujeron hasta esa plaza. Y de nuevo, un corte eléctrico deja el lugar en la oscuridad. Los soldados se hacen presentes provocando la estampida de los jóvenes. El protagonista huye, y en su afán de perder a los perseguidores, se pierde él también. Es un doble juego: está extraviado en alguna parte del Centro pero también está perdido en algún punto del tiempo. Ha caído en una trampa de la que es imposible salir. El relato es una crónica ficcionada de la experiencia vivencial del autor.

No solo en la noche reside la oscuridad en la literatura de Guzmán; también en el interior de sus personajes. En «La pasión sin nombre», Hernando Núñez, un burócrata de un Estado distópico se pone oscuro después de entregarse a la pasión con Brigitte, su amante alemana, una joven y talentosa traductora que ha venido a parar a México siendo una niña. Hernando es un hombre maduro que, de pronto, no sabe qué hacer consigo ni con su relación con esa mujer, a la que desea con violencia y a la vez teme. Sabe que trabaja para un gobierno al que detesta, autoritario y controlador, parecido al Gran Hermano, de Orwell, que espía, destruye y tortura a propios y opositores por igual. Los amantes, apartados en un cuarto de hotel, viven en medio de una guerra civil que ha llevado a la ruina a la ciudad. Hernando sabe que hace mal al servir a un Estado como ese pero entiende que es la única forma de sobrevivir dentro del país. Por eso Brigitte le sugiere que se vaya a vivir con ella a Alemania. Pero qué puede hacer un mexicano como él fuera de México. Y le dice: «los mexicanos nos quedamos, nos pudrimos en el mismo lugar (…), ¿y sabes por qué (…)?, porque nos odiamos, porque nos odiamos a muerte nosotros mismos». Además, algo lo hace sospechar. ¿Y si es una espía que puede acusarlo de traición? La soledad del personaje es profunda, y ninguna relación vale la pena para él, ni siquiera con la bella alemana que le ofrece la posibilidad de empezar una vida nueva fuera de aquí.

Miedo, soledad y dolor, son las sensaciones que viven con más intensidad la mayoría de estos personajes. Miedo de los otros, a lo desconocido. Miedo de amar y al amor. Pero no, es al compromiso, porque realmente desean amar, y sobre todo, sentirse amados. Pero al no conseguirlo vemos el drama que este juego perverso de poder desata en los personajes: el de unirse a mujeres de las que saben que no podrán fiarse, y aunque lo hacen, a medias, es el miedo el que termina por vencerlos. Es absurdo, sí, pero inevitable. Es una batalla continua de pedir sin dar, y de negarse a recibir lo único que necesitan: amor.

Miedo, soledad y dolor, son las sensaciones que viven con más intensidad la mayoría de estos personajes. Miedo de los otros, a lo desconocido. Miedo de amar y al amor. Pero no, es al compromiso, porque realmente desean amar, y sobre todo, sentirse amados.

Esta recopilación de relatos, que fue prologada por el escritor Lazlo Moussong (1936-2019), se conformó en dos etapas. La primera, como señala el autor en su introducción, data de 1998, con catorce cuentos que permanecieron inéditos, salvo uno: «La espera», relato que fue publicado en distintos momentos, como en las antologías Juntos andan, de Gaëlle Le Calvez y Bernardo Ruíz (2004), y Terror en la ciudad de México (Libros del Conde, 2015). Y la segunda, de 2017, en la que se incluyeron los últimos tres cuentos para ser publicado, al fin, bajo el mismo sello de Libros del Conde. La lectura de estos relatos, además de permitirnos entrar en sus historias y vericuetos, es reveladora. Los personajes que aparecen aquí son tan variopintos como apasionados: bailarines (de flamenco y danzón), deportistas, estudiantes, burócratas universitarios y oficinistas, entre otros. La maestría en la narrativa de Guzmán es innegable. Su narraciones logran llevarnos a profundidades cavernosas, la de los personajes, y la nuestra, para mostrarnos que la oscuridad nos rodea también a nosotros. Y nos recuerda una cosa terriblemente cierta: que el mal, al igual que el amor, siempre nos acecha. Y todavía más: que el amor, al igual que el poder, destruye a quien lo rechaza.

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