Cuenca de Guapondelig

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Cuenca de Guapondelig

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Derecha: Chola cuencana en el Pase del Niño. Portada del libro: Antigua residencia de Luis Cordero Crespo en el Centro Histórico.






Izquierda: Gabriela Vintimilla con un clásico sombrero de paja toquilla. Página anterior: Panorámica de Cuenca desde Turi. Página siguiente:El Macizo del Cajas.





Patricio Montaleza

Cuenca de Guapondelig Prólogo

Cristóbal Zapata


Cuenca de Guapondelig es una publicación inscrita en el contexto del Bicentenario de la ciudad, patrocinada por la empresa cuencana PLÁSTICOS RIVAL.

Edición y Fotografía Patricio Montaleza Cuidado de la Edición Cristóbal Zapata Producción Ejecutiva Cecilia Montaleza Germán Gacio Barciola Diseño Patricio Montaleza - Isaac Cajas Prólogo Cristóbal Zapata Pies de foto Patricio Montaleza Portadas Dipaggi Traducción al inglés Tania Abad Postproducción Digital Zaga Visual Fotografía Histórica Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) Impresión Imprenta Mariscal Quito – Ecuador, diciembre 2020 Derechos reservados para el Ecuador Patricio Montaleza ISBN: 978-9942-38-711-0 (Todas las fotografías se han realizado en Cuenca entre 2019 y 2020, salvo indicación contraria en el pie de foto).




CUENCA EN SU BICENTENARIO José Fernando Román

Corría el año de 1920, la celebración del Centenario de la Independencia de Cuenca movilizaba a la pequeña urbe, desde todos los sectores sociales surgía el empeño por celebrar y homenajear a esta ¨Arcadia de los Andes¨, como la llamará años más tarde el escritor Gonzalo Zaldumbide. Rebosante de modernidad, la ciudad había “descubierto” paulatinamente el uso del automóvil, la luz eléctrica, la radiola, el telégrafo. Mucho después, gracias al tren, se uniría al distante país del cual era parte. En ese ir y venir de acontecimientos, el fotógrafo Manuel Serrano presentó el Álbum del Azuay, “…para contribuir con estas rápidas impresiones de luz, a la glorificación del idolatrado terruño, donde la acción, el talento y la virtud, merecen vivir no lo que una fotografía, sino lo que el mármol y el bronce perduran”. Lastimosamente, debido a la crítica condición económica del cabildo cuencano, ese álbum no llegaría a ser impreso como los libros de fotografías que, por los mismos años, se habían publicado en ciudades como Quito y Guayaquil. Cien años más tarde, cuando nos preparábamos para la celebración del Bicentenario de Independencia, varios sucesos sociales y económicos fueron marcando el tiempo previo a la celebración hasta qué, la pandemia del Covid 19 sumió a la humanidad en una nueva y desconocida condición de vida, de la que estamos aprendiendo y tratando de sobrevivir. En medio de esa nueva realidad, Plásticos Rival comprometida con el desarrollo de nuestra ciudad y su gente, ha considerado de suma importancia apoyar la publicación de esta hermosa obra que retrata y relata a la Cuenca del 2020, uno de los años más dolorosos para la humanidad, pero del cuál

saldremos avante gracias al trabajo, la esperanza y la grandeza cuencanas, de la cuál este libro es un testimonio imperecedero. A lo largo de su historia, el desarrollo cuencano ha estado ligado a su industria. Inicialmente, en 1844, cuando se instaura la enseñanza del tejido del sombrero de paja toquilla, gracias a lo cual la ciudad entra en una etapa de esplendor y vitalidad, que viene acompañada de un importante crecimiento económico. En 1957 se promulga la Ley de Fomento de Parques Industriales, que tras varios estudios y reformas realizadas en la década de los años sesenta tiene como resultado que, en el año de 1973, se establezca el primer parque industrial que tuvo el Ecuador: el de la ciudad de Cuenca; dotando a los empresarios de las facilidades necesarias para establecer sus empresas, así como del ambiente y la infraestructura que han convertido a Cuenca en un polo de desarrollo industrial y económico del Ecuador. La industria ha jugado un papel decisivo en esta ciudad, cuna de artistas y poetas, deportistas y científicos, industriales y trabajadores, que han construido una urbe con calidad de vida, cultura, trabajo digno, y una empresa responsable. Gracias a soñadores como Manuel Serrano hemos podido comprobar que las imágenes son capaces de perdurar tanto, o más, que el bronce y el mármol; por eso, el mejor regalo que podemos hacerle a Cuenca, en este Bicentenario, es un libro de ciudad que perpetúe su belleza. ¡Que viva Cuenca!

Izquierda: Bajada de El Vado. Página anterior: Traje típico de la chola cuencana.

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SUMARIO

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Cuenca en su Bicentenario Presentación de José Fernando Román

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Cuenca: Continuidad de los puentes Prólogo de Cristóbal Zapata

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La fotografía y la Belle Époque cuencana Patricio Montaleza

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Colección fotográfica de Manuel Jesús Serrano

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El soundtrack de este viaje Patricio Montaleza

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Agradecimientos

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Textos en inglés

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Biografía

Izquierda: Pasaje Tres de Noviembre, a orillas del río Tomebamba Página anterior: Victoria del Portete vista desde Sinín. Página siguiente: Parte baja de la ciudad.




Al milenario asentamiento cañari de Guapdondelig (“llanura grande como el cielo”), a su llegada en el siglo XV, los incas lo llamaron Tomebamba (¨campo de cuchillos¨). En 1557, los españoles lo bautizaron como Santa Ana de los Ríos de Cuenca, ciudad que es un compendio de estas tres culturas: cañari, inca, española.

Derecha: Acordeonista en el Pase del Niño, Paccha, 2012.



Fiesta en la casa de campo de Hortencia Mata, c. 1930. Colección Miguel Díaz Cueva, INPC


CUENCA: CONTINUIDAD DE LOS PUENTES Cristóbal Zapata

cuenca llueve hacia adentro y eleva señales embriagada y sonámbula CATALINA SOJOS

A la memoria de Antonio Lloret Bastidas, biógrafo de la ciudad

Vista general del cuenco: las miradas y las palabras Una decena de puentes atraviesan el Tomebamba y conectan al Centro Histórico de Cuenca con la urbe moderna, otro tanto enlaza a esta con urbanizaciones más nuevas, aquellas que desde fines de los setenta se levantaron entre los ríos Yanuncay y Tarqui. Se diría que la ciudad ha sabido crecer porque ha sabido cruzar sus ríos; y dialogar con ellos. El Tomebamba, la arteria fluvial de la ciudad, atraviesa el tiempo histórico: pasa por los molinos del Batán (un hito colonial), bordea las pintorescas riveras del Barranco y se hunde como una serpiente de agua por las orillas de Pumapungo (el gran sitio arqueológico inca). Venidos desde las alturas, nuestros ríos cantan con el mismo dialecto campesino y agreste de sus habitantes. Como los ríos acarrean piedras y sedimentos, el cantado cuencano arrastra las erres, hace chirriar la lengua. Remigio Crespo Toral lo dijo a su modo: ¡Cuántos rumores en el patrio río, que, despeñado desde el monte umbrío, se deshace en espumas!

( Mi poema , 1885)

En su curso ordinario, el Tomebamba puede ser sigiloso, incluso lento (en periodos de sequía), pero cuando crece puede ser feroz y letal. La noche del 3 de abril de 1950, cuando la ciudad soportaba varios días de lluvias torrenciales, el río arrasó con el legendario puente del Vado (construido en 1811 por el ingeniero italiano Martin Pietri), con la hermosa arquería de Todos Santos (actual Puente Roto), y finalmente devastó el puente Huayna Cápac (frente a la capilla del Vergel). Fue cuando todos recordaron su antiguo y temible sobrenombre, el que traía sobre su lomo encrespado desde la colonia: “Julián Matadero”. De esa noche furiosa nos queda como testimonio el Puente Roto: un balcón para mirar a la otra orilla, un puente para cruzar con la mirada. Pero los puentes cuencanos también llevan las palabras de la ira de un lugar a otro. Lo saben los colectivos de mujeres que han convertido el pretil del puente Mariano Moreno en una gran pizarra pública, pintándolo con leyendas ante cada nuevo feminicidio que indigna a la comunidad. “DEJEN DE MATARNOS”, escriben con enfáticas mayúsculas siempre borradas y siempre reescritas.

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*** El valle que inicialmente se extendía desde Baños hasta la ribera del Machángara se llamó al principio Guapondelig (“llano grande como el cielo”), en el idioma de los cañaris, sus primeros habitantes. Guapondelig, era uno de los mayores curacazgos cañaris junto a los de Hatun Cañar, Chobshi y Yacuviñay. Con la conquista inca, Tupac Yupanqui lo rebautizará como Tomebamba (“pampa o campo de cuchillos”), y se convertiría en centro administrativo del norte del Tahuantinsuyo, “construida bajo el modelo mítico y urbano de la capital del imperio, el Cusco”, según lo señala el arqueólogo Jaime Idrovo Urigüen. Así, la ciudad es el resultado de la confluencia y superposición de tres grandes capas culturales en el tiempo: cañari, inca y española, cuyos signos (edificios, objetos, documentos y vestigios) configuran su fisonomía actual. El mismo Idrovo resume la evolución urbanística y arquitectónica de la ciudad: Cuenca es por igual, una ciudad que ha evolucionado desde las aldeas que formaban el tejido preurbano de Guapondelig, hasta la imperial Tomebamba, segunda capital del Tahuantinsuyo. Luego vendrá la urbe colonial de barro y calles rectas, coronada de iglesias y templos que, en los albores del siglo XX, con la influencia de la arquitectura francesa, verá el surgimiento de grandes edificaciones que reemplazaron al adobe y al bahareque por el ladrillo y la cal. Finalmente, a partir de los años cincuenta, la ciudad comenzará a modernizarse, muchas veces con el sacrificio de su patrimonio arquitectónico pero principalmente histórico. (“Cuenca y la región. Reflexiones sobre su identidad”, 2019)

Aunque hereda su nombre de la Cuenca española, y un cierto parecido con sus casas colgadas sobre el abismo las emparenta, la ciudad es ante todo un cuenco terroso y ocre, como una vasija Narrío. Hay dos atalayas espléndidas para experimentar esa concavidad: el mirador de Turi, y las terrazas de Pumapungo. Desde el primero se obtiene una panorámica espectacular de la ciudad rodeada de montañas azules; desde el fortín de Pumapungo, uno se siente dentro del

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cuenco y tiene una vista de 360 grados: la silueta de los montes sagrados alrededor, la iglesia de Turi al frente, las cúpulas celestes de la Catedral, los torres espigadas y puntiagudas de los templos, el maremágnum de los tejados rojizos, y al lado, la alargada planta del antiguo colegio Borja, los vestigios de las kallankas y los acllawasi (los depósitos de provisiones y las viviendas de la mujeres productoras de tejidos y chicha en el incanato). Todas las épocas y estilos arquitectónicos parecen flotar ante nuestros ojos. Entonces sentimos que estamos en medio de una hendidura prodigiosa, de una cavidad hechizada. Algo similar pareció experimentar el joven poeta Efraín Jara Idrovo, cuando escribió: Aquí el paisaje asume una función absorbente. No rechaza al hombre, sino que le fascina, atrae e insume en su seno cambiante y maravilloso. La única posibilidad de escapar a su sortilegio, buscando definición y perfil entitativo propio, consiste en replegarnos en nuestro interior. (“El paisaje de Cuenca”, 1957)

Años antes, César Dávila Andrade (el gran “Fakir”), desde las alturas de su sensibilidad visionaria diría: ¡Inmensa eres! Entre madejas de trigos y cabuyos te retuerces, ¡dormida! Y te entregas mil veces como una ría ociosa sobre mantos de piedra, devorados por el cielo. (“Catedral Salvaje”, 1951)

Con lo cual feminizaba el paisaje y nos recordaba cómo en ciertas horas traslúcidas el cielo se refleja en los ríos, convertidos en espejos privilegiados del tiempo histórico y natural. Pero no solo los poetas se han ocupado de la ciudad, numerosos artistas plásticos y visuales la han releído y resignificado a lo largo del tiempo, a través de pinturas, esculturas, cerámicas, grabados, videos e intervenciones urbanas: Honorato Vázquez, Luis Pablo Alvarado, Emilio Lozano, César Burbano Moscoso, Oscar Donoso, Lauro Ordóñez, Ricardo León, Carlos Beltrán Laso, Marco Antonio Sánchez, Eudoxia Estrella, Eduardo Vega, Eduardo Segovia, César Burbano C, Manuel Tarqui, Guido Álvarez, Ricar-


do Montesinos, Oswaldo Moreno, Manuel Palacio, René Pulla, Olmedo Alvarado, Diego Jaramillo, Rómulo Burbano, Marco Martínez, Julio Montesinos, Jorge Chalco, Manuel Pulla, Jaime Landívar, Ariel Dawi, Josefina Flándoli, Martha Villavicencio, Patricio Palomeque, Pablo Cardoso, Tomás Ochoa, Juana Córdova, Juan Pablo Ordóñez, María José Machado, Juliana Vidal, Marcela Orellana, Darwin Guerrero… La cámara pionera de Carlos Pérez Agustí y de varios de sus alumnos y sucesores. Todos ellos han interactuado simbólicamente con la urbe y su complejo ecosistema cultural. Rondando las esquinas y la historia

E l 30 de abril de 1830, el Cabildo de la ciudad, dispone que un artista cuencano pinte los nombres de las calles –muy pocas para la fecha–, y encarga la tarea a Hipólito Parra, pintor, tipógrafo y encuadernador. Ya entonces, las calles están dedicadas a los próceres de la Independencia –y con el tiempo, a los hombres ilustres de los inicios de la República–. Esa hodonimia es una lección de historia, otro puente con el pasado que vale la pena revisar rápidamente, focalizando la atención en algunas gestos y eventos, acaso menos heroicos, pero no menos significativos y memorables.

Transversales: Sucre - Bolívar - Gran Colombia - La Mar Sangurima Sucre: En 1822, durante su estadía en Cuenca, el gran estratega militar de las campañas independistas, se ocupa de varios aspectos importantes para el desarrollo de la urbe, y dicta el siguiente decreto: “Los indios serán considerados en adelante como ciudadanos de Colombia; y los tributos que hacían la carga más pesada y degradante a esta parte desgraciada de América quedan abolidos…”. Adicionalmente, en un ejemplar gesto de solidaridad, dispone que la Tesorería pública asigne mensualmente 20 pesos a cargo de sus honorarios, a Juana Soto, viuda de guerra en estado de indigencia. Volverá en 1829, como Jefe del Sur para librar la batalla de Tarqui contra el ejército peruano comandado por el Mariscal La Mar.

Bolívar: A las 10 am del 8 de septiembre de 1822, el Libertador hace su entrada triunfal en Cuenca, que le abruma con honores, banquetes, misas y discursos sin fin. Para escapar de los homenajes deja el centro de la ciudad, y se instala en una vieja quinta en Chahuarchimbana (Gapal), donde permanece hasta su partida a Loja el 4 de octubre. No se conserva la casa donde se hospedó, la actual “Quinta Bolívar” es una construcción posterior. Desde estos extramuros, según algún historiador local, Bolívar empieza a concebir la batalla de Ayacucho (que en 1824 pondrá fin al dominio español en el continente). Es más probable que se limitó a disfrutar de la soledad de su retiro “entre naranjales, pomarrosas y mirables” como lo imaginó el poeta Remigio Romero y Cordero muchos años después. El guerrero aprovecha esta paz bucólica para atender su correspondencia y escribir alguna de sus coquetas cartas a sus amigas “las señoras Garaicoas” (doña Manuela y sus hijas), donde les confiesa que las serranas “me han gustado mucho, aunque todavía no las he visto”, pues “no quieren ver a nadie, por miedo del pecado”. Es leyenda que en alguna de las veladas a las que fue invitado, recibió una bofetada de cierta dama de alcurnia a la que intentó besar. Pero, sin duda, la página memorable de esa estadía la dicta una mañana desde la quinta: “Para compensar el talento natural del Indio Gaspar Sangurima, natural de esta ciudad, de la cual no ha salido jamás, le asigno, durante su vida, una pensión mensual de treinta pesos fuertes, para que, adelantándose y perfeccionándose en la herrería, arquitectura, escultura, dibujo, platería, relojería y carpintería, cuyas útiles artes conoce por puro afecto de su talento inventor, pueda y deba enseñar en Cuenca, a treinta jóvenes, los rudimentos de tan bellas artes”. Gran Colombia: La calle de adoquines que recuerda ese ambicioso y perdido proyecto político de Bolívar y un inmenso número de patriotas de distintas razas y procedencias, es hoy una de las rutas del tranvía: la nave roja del futuro, el puente móvil que conecta la ciudad de Sur a Norte, un tejido eléctrico de transporte que nos permite asistir al espectáculo de la ciudad como en un largo travelling cinematográfico.

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La Mar: Cuencano de rancio abolengo, con formación militar europea, el mariscal José Domingo La Mar es hasta la fecha una de las figuras más controversiales de la historia latinoamericana. Sirvió a dos banderas, a dos causas, a dos patrias. Fue el primer presidente constitucional del Perú, y combatió contra la empresa bolivariana, luego de prestarle a la misma encomiables servicios. Esta ambivalencia la supo captar el poeta Carlos Aguilar Vázquez cuando sentenció “La Mar tiene para mí un no sé qué de tierra morlaca invasora y extranjera”.

Sangurima: Llamado “El lluqui” (El zurdo), por su capacidad ambidextra, Sangurima ofició de pintor, grabador, fundidor, herrero, pero fue, ante todo, un escultor soberbio. Con la misma maestría podía fabricar una guitarra o esculpir una cabeza en mármol. Es el origen de una espléndida tradición de escultores cuencanos que continúa con José Miguel Vélez, Daniel Alvarado, Manuel de Jesús Ayabaca, entre otros exquisitos hacedores de Cristos, santos, vírgenes y bustos. Diagonales: General Torres -Padre Agirre - Benigno Malo - Luis Cordero

El eje urbano: Parque Calderón Abdón Calderón: Entre el 9 de octubre de 1820 y el 24 de mayo de 1822, cuando muere en la batalla de Pichincha, el “Héroe niño” interviene en ocho combates. Tras su muerte, al saber de su valerosa entrega, Bolívar lo confiere el título de Capitán permanente del batallón “Yaguachi”, y dispone que se le pase revista en ausencia. Cada vez que se lo nombre, los soldados responderán en coro: “Murió gloriosamente en Pichincha, pero vive en nuestros corazones”. La frase se lee aún en la placa de bronce que acompaña su monumento en el corazón del Parque Calderón. La escultura es obra del artista ecuatoriano Carlos A. Meyer, quien al momento del encargo residía en Italia como parte de la legación diplomática. El pedestal de mármol es una creación del cuencano Benigno Veintimilla. El conjunto se inauguró el 24 de mayo de 1931 con plaza llena y banda militar. Pocos saben que antes de adoptar el nombre de Calderón, desde su edificación y durante la Colonia, el parque fue conocido como Plaza de Armas, y desde 1895, por decreto ejecutivo, se llamó Plaza Luis Vargas Torres, como lo recuerda un rótulo de escayola que sobrevive en la fachada de un edificio frontal, en la calle Luis Cordero. Era un justo homenaje al mártir del liberalismo, fusilado en las adyacencias del parque, donde se erige el monumento expiatorio con una placa en bajorrelieve de Luis. A. Mideros.

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General Torres: El General Ignacio Torres (payanés) sucedió al militar Tomás de Heres (venezolano), en la gobernación de Cuenca. Desde allí estos patriotas gestionaron acciones públicas relevantes. “Son, en verdad, los promotores del progreso y la cultura de Cuenca en la época de la Gran Colombia”, señala el cronista e historiador Antonio Lloret Bastidas. Heres fundó numerosas escuelas populares en toda la provincia, ordenó la pavimentación de las principales calles de la ciudad, el enlucido de edificios públicos y privados, fomentó la producción agrícola y la iniciativa industrial. Por su lado, Torres trajo la primera imprenta a la ciudad, aquella que utilizará Fray Vicente Solano para imprimir el periódico que inaugura la prensa local: El Eco del Azuay (1828). Pero, además, es un incansable coordinador de campañas para abastecer la causa libertaria. Padre Aguirre: Fray José María Aguirre nació en El Valle, en 1851, y fue un predicador eminente, de una elocuencia proverbial. Las iglesias y catedrales de Cuenca Quito, Callao y Lima se llenaban de feligreses ávidos de escuchar sus interpretaciones del Evangelio. Benigno Malo: Su nombre es el oxímoron perfecto; esa precisa maniobra retórica hace sospechar al extraño que está en tierra de poetas. Luis Cordero: Es el patriarca de la cultura local que conjuga la vida intelectual y política. Tras su accidentado paso por la presidencia de la República, Cordero retornó a Cuenca donde


se dedicó a su vocación literaria y a sus estudios lingüísticos y científicos. Aunque debió atender algunas misiones diplomáticas, nunca dejó de ser un hombre de campo apasionado por la lengua, la agricultura y la botánica. Entre otras obras, le debemos el mejor Diccionario quichua-español, español-quichua (1892), que se haya publicado hasta la fecha. *** El siglo XX está lleno de escritores, poetas y poetastros; de liceos, ateneos y sociedades literarias donde se confunden el fervor lírico y devocional, el catequismo y la pedagogía mariana, y por supuesto, de revistas, magazines o meros panfletos impresos. Entre 1902 y 1991, Lloret Bastidas contabiliza 31 publicaciones. A lo largo de la centuria, los poetas del pago van muriendo temprano y repentinamente: Miguel Moreno, el entrañable vate del terruño y del sentimiento popular, muere accidentalmente cuando cae en un pozo ciego en 1910; en 1925, a los 25 años, Rapha Cordero se ahoga junto a su hermano Luis en las aguas del río Gualaceo; en 1940, antes de cumplir los 40, un ataque cardiaco fulmina a Manuel Moreno Mora, el mayor poeta modernista de la ciudad. Al año siguiente, Héctor Serrano, otro talento perdido y clandestino muere solo, en un miserable cuarto de hotel en la capital. Este recuento trágico se cierra dramáticamente en 1967, cuando Cesar Dávila Andrade (uno de los mayores poetas del idioma español), doblegado por sus fantasmas, resuelve cortarse la yugular en una habitación del Hotel Real, en Caracas. La poesía cuencana es una tina humeante de sangre. Esta saga fúnebre había empezado con la poeta e intelectual Dolores Veintimilla de Galindo, quien, en mayo de 1857, a los 28 años, acosada por el poder patriarcal y clerical dominante, decide ingerir cianuro y acabar con su vida. Esa muerte nos inculpa hasta hoy, como la de tantas otras mujeres asesinadas por la sociedad. La danza de las horas: imágenes pretéritas Con sus episodios luminosos, turbios o cruentos, la película de

la ciudad tiene su propio soundtrack. La compositora y musicóloga Jannet Alvarado, que ha estudiado el periodo de 1870-1930 señala el papel protagónico de la música en la vida diaria, religiosa y mundana: en las misas, en las efemérides patrias, en las veladas literarias, en las recepciones señoriales o en las tenidas populares, los más diversos sones acompañan las fantasías de la teología, o los éxtasis del corazón. Mientras los valses, pasodobles, boleros, mazurcas, polkas y cuadrillas marcan el compás en los salones de la nobleza; los capishcas, sanjuanitos y albazos, animan las fiestas del pueblo. Entre una pléyade de músicos insignes sobresale, por su versatilidad, José María Rodríguez, quien se desempeña como maestro de capilla de varias iglesias, director de bandas y coros de múltiples establecimientos educativos, compositor de obras religiosas y de salón, y profesor de piano de las señoritas acaudaladas. El 4 de diciembre de 1874, en la antigua Casa de Gobierno, usando un aparato llamado “Optorama”, el científico norteamericano Camilo Ferrand mostró un conjunto de vistas del Viejo Mundo: paisajes, palacios, monumentos y obras de los grandes artistas europeos, presentación que los historiadores consideran el antecedente más significativo de una función de cine en el país. La cita estuvo acompañada de un recital poético y de la ejecución de un fragmento de la ópera Moisés en Egipto de Rossini, a cargo de la flamante Sociedad Filarmónica del Azuay. Entre los asistentes se encontraba el polifacético Federico Guerrero Sojos, quien un año después presentará al público sus propias imágenes “optorámicas”, convirtiéndose en el primer fotógrafo de la ciudad. Desde fines del XIX, los fotógrafos no dejan montar estudios para tender a una clientela ávida y curiosa. Los ricos, los pobres, los citadinos y campesinos, los grandes señores y los seres anónimos, todos quieren su perpetuar su imagen para el altar doméstico. Con sus capturas de paisajes naturales y urbanos, con sus retratos vívidos o pictorialistas, con sus registros de la vida ciudadana y familiar, con sus documentaciones etnográficas, un importante grupo de profesionales y aficionados va dando cuerpo a una escuela cuencana de fotografía, es decir, a una forma de ver y entender el objeto de la visión, a un estilo

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de la mirada altamente estetizado. La figura descollante es Emmanuel Honorato Vázquez, el enfant terrible de la aristocracia local, que en las primeras décadas del siglo entreabre el cuerpo femenino bañándolo con una luz sensual y difusa. La ciudad va haciendo su vida con sus héroes y villanos, con la cíclica sucesión de procesiones religiosas y desfiles militares. Poco a poco, el eco de los caballos y los caudillos, y el recurrente rumor de los rosarios es sofocado por el claxon de los primeros automóviles que atraviesan veloces y ruidosos las calles empedradas. Mucho más tarde, se irá apagando el tañido de las campanas. La modernidad y su avanzada tecnológica, la universalización de los estudios y el imperio de los medios habían empezado a erosionar la ciudad eclesial. Las fiestas nuestras de cada día Desde los años noventa, la calle Larga y sus adyacencias se va llenando de bares y discotecas hasta convertirse en un largo viaje al fin de la noche. La rumba había empezado por esas épocas en la avenida Remigio Crespo Toral (“la Remigio”), convertida en el “tontódromo” de los colegiales. Más tarde el Mall del Río y el Parque de la Madre serán el fortín de los adolescentes. Los más avezados se juntan a orillas del río, o en bares escondidos del Centro Histórico. Desde siempre los cuencanos vivimos, comemos y bebemos las grandes fiestas del calendario religioso hasta la embriaguez y el hartazgo. Con una destreza genética sabemos ir del tabernáculo a la taberna, de la eucaristía al banquete, de la cocina a la cantina. Las cinco grandes fiestas de la liturgia son, en orden de aparición: Santos Inocentes, Carnaval, Semana Santa, Corpus Christi y Navidad. Santos Inocentes La Epifanía o Día de Reyes, que se celebra el 6 de enero, fue

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adquiriendo gradualmente en la ciudad un carácter pagano. La cultura cuencana tiene la capacidad de traducirlo todo a imagen de sus deseos y necesidades, a semejanza de sus fantasmas y fantasías. Todavía arrastrando la resaca de lo vivido hasta el fin de año, los gremios, las jorgas, los grupos de estudiantes y amigos organizan comparsas satíricas alusivas a los episodios relevantes de la política y la vida social, a semejanza de los arreglos y montajes del Año Viejo en los distintos barrios de la ciudad. Es la hora del travestismo y el disfraz, de la alegoría y la parodia; la puesta en escena de una otredad que desnuda al poder, y lo pone en entredicho. El día de los Inocentes entroniza un cuerpo que lo burla todo y se empodera del mundo por una noche. El Carnaval Fiesta del derroche, del exceso y la permisión, donde el agua abunda tanto como el alcohol y la comida; el Carnaval es una institución veladamente erótica y quizá allí estriba su potencia gozosa y festiva. Ese filón ya está presente incluso en los tiempos estrictos de la ciudad conventual. Así lo cuenta Honorato Vázquez, uno de los hombres más ilustres de la Cuenca de entresiglos, un artista y diplomático que bordeaba la santidad: La casa regada de flores, la mesa colmada, el vino ansioso de derramarse en copas de cordialidad; mujeres vestidas de trajes blancos provocadores al tinte del ataco, el olor de la congona, hombres listos a llenarlas de pétalos arrancados para enormes canastos de chagrillo… (“Carnaval”, 1903)

Esos cuerpos mojados son la ocasión para atisbar formas, curvas, redondeces que la ropa escamotea y oculta. Es el momento en que los cuerpos húmedos, llenos de espuma y deseo se tocan, se friegan, se encuentran, cuando a través del juego hombres y mujeres transgreden y pecan, quebrantan las tablas de la ley, rompen su aislamiento y soledad. El Carnaval es la fiesta del cuerpo dominado por la carne. Con su embiagador aroma, el motepata y el dulce de higos presiden todas las mesas carnavaleras.


En los últimos años, la administración municipal ha recuperado el tradicional “Jueves de Compadres y Comadres”, donde los elegidos como tales presiden el desfile de Carnaval por las calles céntricas, provistos de agua, carioca y una caminera bien cargada. Una marcha que deviene en una mojadera universal. Corpus Christi El Corpus Christi o Setenario es una celebración que se remonta a los días mismos de la fundación de Cuenca, y tiene dos sedes (contiguas): la Catedral y el parque Calderón. Esta fiesta religiosa, con un poderoso aroma popular, donde los bordes entre lo sagrado y lo profano se difuminan, está dedicada a conmemorar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y tiene lugar durante el solsticio de invierno, de modo que coincide con el Inti Raymi del calendario andino (21 de junio). Todo empieza el jueves siguiente al Pentecostés y se extiende por una semana. Cada noche, los priostes sufragan bandas de pueblo, castillos, vacas locas, juegos pirotécnicos, globos de papel crepé que ascienden cabeceando a las alturas. Durante el día las arcadas alrededor del parque se llenan de pequeños puestos de dulces elaborados por hábiles artesanas (hostias, alfajores, albaricoque, huevos de faltriquera, cocadas, arepas, monjas, suspiros, quesitos y otras delicias) que conforman una polifonía de colores, texturas y sabores. Así, el Corpus es la apoteosis de la repostería y la confitería morlacas. Pero “la fiesta más dulce del mundo” –como la han llamado– no es solo una expresión de la riqueza artesanal de la ciudad y de su religiosidad profunda, sino una genial metáfora popular –en clave barroca–, pues esa explosión de confites y golosinas, ese delicioso repertorio de formas y sabores viene a traducir la corporalidad de Jesús, su naturaleza humana sujeta al hambre, al sueño, al dolor. Diríase aun, en tanto celebra la Eucaristía –es decir el misterio de la transubstanciación–, que se trata de una metáfora al cuadrado. Y acaso nos enseña, también, que no existe patrimonio intangible, pues todo hecho cultural tiene una dimensión material, pasa por el cuerpo.

Semana Santa Antaño la Semana Santa imponía siete días de recogimiento, silencio y oración. Gradualmente se fue acortando la semana y abreviando sus ceremonias. Persiste, no obstante, la celebración del Domingo de Ramos que inaugura la semana y, la ruta de las Siete Iglesias, peregrinaje nocturno y familiar por siete templos para dedicar una oración al Santísimo Sacramento. En una ciudad y un país donde el repertorio de sopas y caldos disputan los primeros lugares de un recetario variado y exquisito, la fanesca –el plato típico de la Semana Mayor–, elaborada con doce granos y coronada con bacalao, lleva la voz cantante, es la ópera mayor de la gastronomía ecuatoriana. Una buena fanesca vale una misa. Navidad La Navidad es sin duda la fiesta capital de Cuenca. Es en principio la fiesta de la familia y de la intimidad, que poco a poco va ganando la calle, y va acaeciendo desde comienzos de diciembre, cuando se erigen los primeros árboles navideños, cuando en las casas se empiezan a construir los pesebres (representaciones de las escenas del nacimiento de Jesús y de la visita de los Reyes Magos), y a escucharse los villancicos por toda la ciudad. En las casas tradicionales aún se puede observar belenes gigantes y laberínticos donde las figuras de juguete se pierden entre musgos, bromelias y espejos gongorinos. El villancico es una primorosa forma musical, que ha tenido en Cuenca cultores excepcionales, configurando un delicioso cancionero que goza de plena vigencia. Uno de sus momentos estelares lo encontramos en esa proeza de la onomatopeya y la hibridez idiomática donde un “indiecito de San Sebastián” (antiguo barrio de indígenas) viene a saludar al Niño Dios sin haber desayunado ni almorzado, pero cuya infinita ternura parece redimirlo por un momento de su miseria:

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En noche tan fría nacizhcanguimí, en la escarcha y hielo Niñito chugchucunguimil!...

(“Hola Huiracocha”) En Cuenca, el corazón de la Navidad es el Pase del Niño, una manifestación que por su magnitud se ha convertido en una de las más relevantes expresiones del folclor religioso nacional. Se trata de un ciclo de procesiones que inicia a mediados de diciembre y tiene lugar tanto en la ciudad como en casi todos los pueblos del Azuay y Cañar, donde sus participantes (mayormente niños) hacen uso de vestidos que representan a personajes bíblicos y profanos, teniendo como centro las figuras de la Sagrada Familia, en la que la madre lleva en sus brazos al Niño Jesús. Los desfiles se extienden hasta el martes de Carnaval, y se realizan con mucha antelación. En su organización desempeñan un papel decisivo los priostes que financian el acto y los mantenedores que se encargan de la logística del evento. Hay pases mayores y menores. El supremo es el Pase del Niño Viajero cuyo protagonista es la escultura de un Niño Jesús que en 1961 viajó por Tierra Santa y fue bendecida por el Papa Juan XXIII. Este pase que comienza en la avenida Ordoñez Lasso, y recorre la calle Bolívar, empieza hacia las 10:00 y concluye sobre las 15:00. La celebración la componen numerosos y vistosos carros alegóricos, hombres, mujeres y niños disfrazados de pastores, gitanos, jíbaros, saraguros, otavalos, negros danzantes y, por supuesto, de indígenas cañaris y azuayos. Sobresalen los cholos, y sobre todo las cholas cuencanas con sus polleras suntuosas y coloridas que se bambolean como si tuvieran vida propia sobre las cinturas de las niñas y las caderas de las mujeres. Mención aparte merecen los caballos cubiertos de finas mantas de seda, dotados de su “castillo” (una heterogénea provisión de cerdos asados, guirnaldas de frutas, legumbres bombones, botellas de aguardiente, juguetes, etcétera), como si a los animales les hubiera caído encima un bodegón flamenco.

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Su abundancia es otra manifestación .del dispendio barroco que anima nuestras fiestas. Acompañan la procesión numerosas bandas de pueblo y grupos de música que propician el baile y la fiesta. Así, en un maratónico desfile, ríos de gente atraviesan la calle neural de Cuenca en una exhibición de fasto y derroche que contradice simbólicamente la austeridad y precariedad del orden cotidiano. Más allá de la ciudad: el campo fecundo

Pero Cuenca no sería posible si no tuviera una extensión rural. De un modo u otro, todos venimos del campo. Algunos de nuestros poetas y escritores fundacionales nacieron allí: Luis Cordero en Déleg, Miguel Moreno en Tutupali, Manuel Muñoz Cueva en Turi; Eliecer Cárdenas en Cañar; el escultor Miguel Vélez creció entre los nogales y naranjos de su natal Milchichig. Nuestra impronta campesina se nota en la primera frase que emitimos, en esas oraciones cantarinas que parecen haberse desviado del monte o del río. Venimos del campo y vivimos del campo. El campo es nuestro gran almacén, nuestra reserva alimenticia y ecológica, nuestro único futuro cierto. En sus territorios reside nuestra salud y soberanía alimentaria porque son fuentes de agua natural, por la riqueza y variedad de sus suelos y productos, por las técnicas agroecológicas que han implementado en su labor de siembra y cultivo. Y lo tenemos siempre a mano.


Hasta el día de hoy nos envuelve un intenso olor a aldea: “un soplo dulzón de yerbaluisa”; “un tufillo de albahaca”, en versos de César Andrade y Cordero, poeta de la morlaquía profunda. El imponente Parque Natural del Cajas, con el oleaje de sus montañas y el silencio de sus lagunas, con su excepcional riqueza biótica y la calidad de sus recursos hídricos que lo convierten en un escenario único en el mundo; las explanadas cuasi metafísicas de Tarqui y Victoria del Portete, donde los la Misión Geodésica sentó su observatorio, y donde se libró una batalla crucial de la Independencia americana. Sinín, Checa, Octavio Cordero, Paccha, parroquias rurales cuyos huertos y paisajes se disputan el territorio palmo a palmo; Barabón, una de las más sabrosas rutas gastronómicas de la zona; San Joaquín, nuestra mayor despensa natural. Estos sitios, con su belleza consustancial y su actividad cotidiana son parte de este libro. Hace varios años, Patricio Montaleza viene dialogando con la ciudad urbana y rural, con sus parajes y su gente. Durante todo este tiempo ha afinado una mirada aguda y fruitiva, voyerista y lúdica, para ver el entorno, sus paisajes, sus edificios, pero, sobre todo, para tomarle el pulso vital al trajín cotidiano, su temperatura emocional. Sus primeros planos capturan brillantemente los momentos más expresivos de nuestras fiestas, las gesticulaciones del cuerpo abandonado al placer del instante. Enamorado de la belleza nos ofrece recortes melancólicos del paisaje natural, ángulos inesperados de la ciudad y de su arquitectura, una galería de rostros inolvidables, y la reverberación de esa luz vespertina de Cuenca que el fotógrafo sabe captar como pocos.

Este libro es una hermosa muestra de la Cuenca indígena y mestiza, migrante y mundana, provinciana y cosmopolita, conservadora y rebelde, ritual y pagana. Esta Cuenca de barro y de barrio, de agua y de fuego; la urbe del patrimonio tangible e “intangible”. Esta Cuenca artesanal y artística, arcádica y olímpica. Esta Cuenca hecha de letras y de imágenes, de señas y de gestos que nos guardan de la muerte. Esta ciudad nos espera siempre, en la silla de un parque, en la sala de un museo, a la orilla del río; aunque lo mejor quizá sea aguardarla en la mesa de un café como en el poema de Rubén Astudillo y Astudillo:

Escúchame. Afuera en media calle se está hundiendo mi barca. Esta es una isla, en Cuenca, trece nudos al sur de la alegría. Se llama Raymipampa. Dime si has de venir un día. Ahora estoy más solo; cada día más solo que la víspera. (“Carta para Saskhya Kovva”, c. 1965)

Solo debemos pasar la calle, cruzar el puente.

Cuenca, noviembre de 2020

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LA FOTOGRAFÍA Y LA BELLE ÉPOQUE CUENCANA Patricio Montaleza La vie n’a joint de rive L’ Homme n’a point de port Elle coule et nous passons” (La vida no tiene rivera. El hombre no tiene puerto. Ella se desliza y nosotros pasamos) SERGE RAYNAUD DE LA FERRIERE

Las memorias y la historia de una ciudad Cuenca es una ciudad que ha conservado, durante más de un siglo, varios de los aspectos fundamentales que la caracterizan; su Centro Histórico en forma de damero; su producción artesanal -sobre todo la del sombrero de paja toquilla-; colecciones fotográficas producidas entre finales del siglo XIX e inicios del XX; y una memoria de ciudad que se fundamenta en el esplendor de esos años a los que muchos denominan como La Belle Époque cuencana. Cuando se plantean las relaciones entre Memoria e Historia, siendo las dos distintas maneras de relacionarnos con el pasado, hay una consideración vital para diferenciarlas: “La información que se obtiene del pasado por los objetos y por la Historia es siempre inferida, en tanto que la aproximación de la memoria es evocativa”1. Y es en ese gran debate en torno a cómo funcionan la historia y la memoria, cuando apelamos a la emotividad y al sentimiento inherentes a la memoria y nos preguntamos: ¿En qué medida esa memoria ha sido direccionada desde el poder? Una referencia importante para nuestra investigación es Foucault cuando afirma que ¨la Historia sujetó y ocupó el lugar de la memoria”2. Lo cual nos remite a una situación de vencedores y vencidos, en la cual los que triunfan son quie-

nes deciden qué y cómo contar la historia, según Benjamin3. Cuando Elizabeth Jelin señala la urgencia de “reconocer a las memorias como objeto de disputas, conflictos y luchas… entre actores…enmarcados en relaciones de poder”4… podemos inferir que esa gran construcción visual que soporta el discurso de la identidad cuencana, tiene varios actores y por ende varias memorias, donde las que han servido como documento oficial para determinar la historia y memoria locales, al mismo tiempo han servido para invisibilizar otras memorias tan presentes y activas en esta sociedad, pero que pertenecen al lado de los vencidos, de los que no pueden ni tienen acceso al poder.

1.Eduardo Ismael Murguia, “Archivo, memoria e historia: cruzamientos y abordajes”, Iconos, Revista de Ciencias Sociales, Núm. 41, Quito, septiembre 2011, p.. 22. 2.Ídem, p.. 28. 3.Walter Benjamin, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica , Editorial Itaca, CONACULTA, México DF, 2003. 4.Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria, Siglo Veintiuno de España Editores S.A., Buenos Aires,

2002, p.. 2

Izquierda: Escuela de pintura de Abraham Sarmiento. Colección Manuel Jesús Serrano, 1920

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La Belle Époque cuencana corresponde al periodo cuando la modernidad llegó al Ecuador. El año de 1900 no solo marcó una nueva temporalidad, sino que nos incorporó a un mundo que se decantaba hacia la razón por encima de los sentimientos, en medio de una renovación tecnológica que implicaba la adopción de una vida citadina, urbana, industrial. Corresponden a este tiempo las primeras carreteras, los primeros autos, las moviolas, el cine, los aviones, los edificios de cemento armado y en el caso cuencano una pequeña industria en torno a la manufactura de la paja toquilla, lo cual permitirá un desarrollo económico que transforma a la ciudad que será reconocida como Patrimonio Cultural de la Humanidad, por la UNESCO, en 1999. Ese impulso económico, tecnológico y anímico ocurría en una sociedad que miraba ilusionada al siglo XX pero que seguía anclada a un modelo de vida propio del siglo XVII y que no daba paso a las necesarias transformaciones sociales ocurridas en otros lugares del mundo. Mucho tuvo que ver en eso el “aislamiento natural” que la caracterizaba; el relato de Gonzalo Zaldumbide cuando visita Cuenca en 1928 para asistir, como invitado de honor, al Festival de la Lira resulta estremecedor y esclarecedor sobre la vida de ese entonces: “Y es que solo a la jineta y tras agobiantes jornadas por tortuosos senderos de herradura podía entonces llegarse a la capital del Azuay ya que ni las carreteras, ni las líneas férreas, peor los caminos del cielo se habían abierto todavía para llegar a ella”.5 La incomunicación propició un sistema privilegiado sustentado, por una parte, en un discurso y pensamiento “de avanzada”; mientras que por otra parte ese apartamiento de lo que ocurría en el resto del país y en el mundo generó una visión arraigada en el “patriarcalismo, religión de la familia y la familia como religión, trabajo hereditario (el del esclavista y el del esclavo), mundo rígidamente valorizado y jerarquizado, señorío y gañanía, moral inexorable”.6 Los elementos de la vida cotidiana de la pequeña urbe, entre ellos la economía, el arte y la política se explican en gran parte, como una tarea culta fruto del ocio de la clase terrateniente.

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El señor hacendado vivía exclusivamente del producto de su hacienda; allá acudía solamente dos veces al año, para la siembra y para la cosecha….Para el ocio quedaban muchos días que, aquí también, eran “los más del año”, y así, mientras a casa llegaban cargamentos de frutos de la tierra que a espaldas de dóciles huasicamas eran transportados, se quemaban abundantes horas en la lectura morosa, en la escritura, en el sueño, en la bohemia, en la chacota erudita, en el diletantismo literario, en fin, en las tertulias cultas a la orilla de los ríos (“Fiesta de la Lira”). El saber literario –mencionado entonces por sus sabidores como gaya ciencia- se había convertido en un distinto de clase superior”.7 La explotación laboral, la manipulación de y por la religión, más la ausencia de elementales derechos del ser humano; temas que estaban en debate y disputa en todo el mundo, continuaron existiendo en la colonial y retraída ciudad de Cuenca de inicios del siglo XX, dando paso a uno de los peores y absurdos sistemas sociales, manejado por una élite que confeccionó un mundo del tamaño de sus viejas costumbres y prejuicios, que en campos como el de la poesía y la literatura marcó “una expresión que de tan manida llevó a sus cultores a un infecundo estereotipo, a una retórica de cliché”.8 Es por eso que en vísperas de la celebración del Centenario de la Independencia (1920) ocurrieron tres hechos fundamentales: La creación de la “Fiesta de la Lira” el 31 de mayo de 1919; la preparación de los festejos del Centenario que arrancaron anticipadamente desde el año 1917 que incluyó la imposición de más impuestos a los campesinos e indígenas para pagar los costos de la celebración centenaria. y el tercer hecho es el levantamiento Indígena del 4 de abril de 1920, como consecuencia de los abusivos impuestos.

5Gonzalo Zaldumbide citado por Juan Valdano en Imágenes, Cuenca 1”. Fotografías de Manuel Serrano, Ediciones del Consejo Nacional de Cultura, Hominem Editores, Quito 2009, , p. 9. 6Ídem, p. 14. 7Ídem, p. 15 8Ídem, p. 19


Tiempos de modernidad Cuenca es una ciudad con un imaginario plagado de mitos e historias, muchas de estas se anclan en torno a las fotografías producidas por un grupo de jóvenes fotógrafos y artistas que vivieron la Belle Ëpoque cuencana, ubicada por muchos historiadores entre finales del siglo XIX y las dos primeras décadas del siglo XX. Antes de ellos algunos fotógrafos viajeros retrataron a las élites, que disponían de los recursos y la curiosidad suficiente para invertir en un retrato fotográfico. La fotografía llegó a Cuenca un poco más tarde de lo que había llegado a las ciudades más grandes del continente americano y si bien existen fotografías realizadas a mediados del siglo XIX, el auge de la fotografía se da durante las últimas décadas del siglo XIX y se extiende hasta los años 30 del siglo siguiente. En esta etapa, la prosperidad económica generada por la comercialización de la quinina y por las exportaciones del sombrero de paja toquilla, a nivel mundial, permitieron que se levanten las edificaciones señoriales que constituyen el actual Centro Histórico. Se construyeron casas y edificaciones, al mejor estilo francés, inglés, alemán, de diseños eclécticos, con materiales y accesorios importados desde Europa y Estados Unidos. Los comerciantes viajeros, generalmente zarpaban en barcos cargados de sombreros de paja toquilla y regresaban con dinero, ropa, joyas, planos y muchos otros accesorios que fueron constituyendo el patrimonio cuencano. La fotografía se puso de moda, había dinero para importar cámaras, químicos, papeles, películas, placas, fondos, trípodes. La ciudad se volvía cada vez más moderna y hermosa. Se construyeron edificaciones como la Catedral Nueva, casas monumentales del centro y la élite cuencana se daba el disparatado lujo de traer vehículos a través de la Cordillera de los Andes sobre los hombros de los indígenas. Construyeron un campo de aviación, llegó la luz eléctrica, los equipos de música, el tren, el telegrama. La prensa impresa entraba en auge. Llegaron viajeros de lugares de los que solo se había escuchado hablar. La modernidad había in-

vadido a la comarca y la fotografía la estaba retratando. Muchos jóvenes se dedicaron a hacer fotos, a retratar gentes, a mostrar como Cuenca se había convertido en ni más ni menos que en la “Atenas” del Ecuador, en la “Arcadia Andina”, porque si Quito se había afrancesado, Cuenca sería la Atenas. Esos eran los afanes de modernidad de nuestras ciudades, mostrarse como urbes señoriales e higiénicas. Ese era el ideal político, en 1920, en esta ciudad de apenas 30 mil habitantes. Fotografiarse era todo un suceso, al que había que llegar trajeados, limpios, elegantes y en ocasiones bañados (hábito no muy usual en esa época). Los retratos de estudio producidos por Manuel Serrano, alrededor de 1920, están dedicados a las mujeres más refinadas y elegantes de la pequeña comarca. Todas son fotos en blanco y negro, con el mismo encuadre, la misma iluminación y la misma técnica, la del bodeville francés en manos de un gran retratista. Sin ser el registro civil, el estudio del fotógrafo bien podía servir como el archivo visual de la aristocracia cuencana de entonces. “El fotógrafo es, de acuerdo a la época, el representante de una técnica mitad magia y mitad revelación. Entonces un estudio es punto de confluencia de clases sociales, a donde acuden toda suerte de gentes a obtener status..a rescatar sus imágenes del paso del tiempo, a conseguir una constancia solemne y digna de transito sobre la tierra”.10 El imaginario visual ¿Pero qué retrataban los fotógrafos cuencanos de la Belle Époque? ¿A quiénes? ¿En qué actitudes? Con qué atmósferas? Con qué vestidos?. En un inicio hubo una imitación -como no podía ser de otra manera- de las modas, peinados y estilos copiados de Francia y los Estados Unidos. Se fotografiaba a las mujeres distinguidas, curas, presidentes, a poetas. La colección de Miguel Díaz Cueva, declarada como Patrimonio Fotográfico del Ecuador, por el INPC en 2013, 9 Tzvetan Todorov, Los abusos de la memoria , Paidós Ibérica, Barcelona, 2013. 10Carlos Monsiváis, “Notas sobre la historia de la fotografía en México”, Revista de la UNAM. ,

recuperado en https://www.revistadelauniversidad.mx/download/ad96b178-06f9-46aa-aa1c53cea90a3a3e

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está constituida por más de setenta álbumes organizados temáticamente, con personajes locales y nacionales que han sido posicionados por la relevancia histórica y social para Cuenca. Poses formales, rostros adustos, altivos y distantes conforman la memoria fotográfica cuencana; en esas fotos, salvo alguna damisela inquieta, no estaba permitido sonreír, incluso los niños lucen formales y serios: “…los niños precozmente adultos revelan la concepción social de la infancia como trámite molesto para acceder a la madurez, el esteta de provincia inicia su liberación gay al desentenderse con un gesto de la rígida ortodoxia machista”.11 La exportación de los sombreros y de la quinina provocaron “un periodo de bonanza económica, de inusitado derroche y despilfarro, de contacto con el mundo exterior, con los centros europeos de cultura, Francia, sobre todo. Fue un hecho, una coyuntura la que vino a revolucionar la vida de una privilegiada élite de la sociedad cuencana, entre la primera y la segunda década del siglo XX…..donde la burbuja de opulencia y progreso de esta élite provinciana buscó en las letras y en las artes un estilo de vida, un refinamiento que le permitió la exclusión del vulgo, una forma de aristocracia del espíritu”.12 De esa manera se fue consolidando esa supuesta superioridad de un sector específico de familias que habitaban el centro de la ciudad, mediante el uso de las autorreferencias y de construcciones mediáticas que instauraron “una memoria de prótesis, es decir, una memoria que no es de origen natural, pero se convierte en parte del cuerpo, como si fuera un miembro artificial”, sostenidas no en emociones ni sentimientos de la población mayoritaria “sino mas bien de diferentes prácticas de conmemoración”.13 A partir de la conmemoración y exaltación de estos eventos, de dudosa calidad artística, aunque de mucho brillo y promoción -como La Fiesta de la Lira- se irán integrando a la memoria colectiva, personajes locales junto a los de los libertadores en nombres de calles, parques, plazas, museos, monumentos. La Cuenca post Centenario se va dibujando

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mediante la consolidación de las memorias privadas de los miembros de una “élite del espíritu” que se irá distorsionando hacia un supuesto elitismo de raza y condición social, en una pequeña urbe, que tenía menos de 40 mil habitantes, en la zona urbana, y 80 mil habitantes en lo rural, hasta mediados del siglo XX.14. La memoria indígena El agitado ambiente político enfrentaba el discurso de las libertades y derechos ciudadanos, promulgado y gestionado por la corriente liberal que había logrado acceder al poder, en Ecuador y otros países del planeta; frente al tradicionalismo religioso del partido conservador. Y aunque en el debate se defendía a sectores excluidos como el de las mujeres y el de los indígenas, en la práctica se seguían manteniendo y aplicando mecanismos contrarios al espíritu libertario y renovador promulgado por los liberales. Muestra de ello son los impuestos a la luz eléctrica ordenados pagar a los indígenas de la zona rural de Cuenca, pero que servía solamente a quienes vivían en el centro de la ciudad. Aunque en 1920 la institución del Concertaje es abolida de manera oficial en el Ecuador, en Cuenca esta se mantendrá durante varios años, como parte de los privilegios de una sociedad “tradicionalista, atrasada y pacata”15, siempre dispuesta a encontrar las mejores maneras para recibir el mayor beneficio con el menor esfuerzo, de ahí surgió el “hacendazgo”, en esta tierra de terratenientes y patrones de hacienda, dueños de un “estilo autocrático y autoritario de ejercer el poder que se trasladará hacia el ejercicio del poder político en la vida nacional”.16 Los terratenientes solían valerse de las “deudas por beneficios” para perpetuar una dependencia indisoluble de los indígenas hacia sus patrones, dueños de hacienda. Incluían nuevas tran11Carlos Monsiváis, Op. cit. .p 18. 12Juan Valdano, Op cit.,p. 20. 13Peter Burke, ¨Historias y memorias: un enfoque comparativo¨ Isegoría. Revista de Filosofía Moral y

Política, N.º 45, julio-diciembre, 2011, p. 491 . Recuperado en http://www.acuedi.org/ddata/11070.pdf

14https://www.ecuadorencifras.gob.ec/documentos/web-inec/Bibliotecas/Fasciculos_Censales/Fasc_

Cantonales/Azuay/Fasciculo_Cuenca.pdf 15Juan Valdano. Op. cit., 23. 16Boletín ICCI, publicación mensual del Instituto Científico de Culturas Indígenas, Año 1, No. 3, junio de 1999 http://icci.nativeweb.org/boletin/junio99/davalos.html


sacciones, con dinero por trabajo, pero que tampoco lograron eliminar la explotación, discriminación y empobrecimiento permanente de los campesinos e indígenas: “Las relaciones económicas internas eran básicamente de tipo pre-capitalista y en la cual la renta en especie y renta en trabajo, eran las modalidades más importantes”.17 Primer levantamiento indígena, 1920 Sobre los sucesos ocurridos entre 1920 y 1925 casi no existen imágenes fotográficas. Sin enunciarlo abiertamente, es como si la sociedad cuencana hubiese decidido olvidar estos hechos, activar esa parte de la memoria que es la capacidad de eliminar los recuerdos, quizás porque estos sucesos protagonizados por los indígenas no se acoplaban a los cánones establecidos como identidad local; “…Quizás sea, como ya se ha dicho, que la memoria indefectiblemente nos remita a la identidad y que ambas se sustenten de manera recíproca, como alegaba Elie Wiesel”.18. Aunque quedan aún algunos datos importantes, referidos de manera escueta: “Al grito de “sal o sangre” los indígenas se tomaron Cuenca en 1925, años antes habían protestado porque se pretendió que pagaran con sus impuestos la celebración del Centenario de la Independencia, ahora clamaban por sal…”19. Imbuidos como estaban con el esplendor de la Belle Époque, los cuencanos acomodados de esa época, no se afectaron mayormente cuando vieron que debido a la I Guerra Mundial, hubo una merma en las ventas del sombrero de paja toquilla, así como por los años de baja producción agrícola provocados por factores ambientales; y estando próximos a cumplir el primer centenario de independencia, su prioridad era la celebración; por eso “pidieron que los campesinos contribuyeran con su mano de obra, a través de mingas organizadas por los tenientes políticos, sino que también (decretaron que) a través de impuestos deberían pagar los costos de la fiesta, así es que se había elevado el impuesto al aguardiente y otros”.20

La reacción indígena fue casi inmediata, en marzo y abril empiezan a tomarse algunos puntos alrededor de Cuenca, hecho que se desencadena dramáticamente cuando “…para el 4 de abril, unos 5000 indígenas se reúnen en el Tablón de Ricaurte, que deciden avanzar contra Cuenca y las autoridades. Algunas noticias de la época hablan de unos 10.000 a 12.000 indígenas. El diario El Progreso publica los nombres de los cabecillas de las huelgas, algunos de ellos con sus mujeres, que también incitaban a la huelga”.21 Los indígenas no iban armados, apenas si blandían algunos instrumentos de trabajo de su faena diaria, cuchillos y pedazos de madera tallados en forma de lanzas, mientras que los cuencanos del centro eran quienes disparaban y se apertrechaban como si fueran a una guerra; sin embargo, el relato periodístico de El Progreso, nos remite a una cobertura marcada por un discurso de superioridad y benevolencia hacia los indios; y, además se declara abanderado de la “prensa católica de Cuenca” y defensor de la religión y la voluntad divina; en clara oposición a la maledicencia y maldad de los liberales. Al editorial del 6 de abril de 1920 lo titulan como: raza vencida y en una nota del 13 de abril titulada: “Después del Conflicto”, al defender que los habitantes de Cuenca hayan asesinado a más de 30 indígenas, por “el peligro que representaban” señalan: “Hasta algunos señores de raza pura se han presentado en contra de sus hermanos los indios, cuando la ciudad estaba amenazada por estos: con más razón los blancos han debido rechazar una supuesta redención que les venía del peligroso fondo de la anarquía”.22

17Ídem 18Guillermo Bustos citando a Eli Wiesel en “Memoria, historia y testimonio en América Latina”, Histo-

ria crítica, Universidad de Los Andes, núm. 40, Bogotá, enero-abril 2010, p.. 19. . 19 Ana Luz Borrero Vega, “El levantamiento indígena de 1920 y la Huelga de la Sal de 1925”., en Claves de la Historia de Cuenca,: Municipalidad de Cuenca-Dirección de Cultura/Universidad de Cuenca/Cátedra Abierta de Historia de Cuenca y su Región, 2017, p. 322. 20Ídem, p. 323 21Alfonso Andrade Chiriboga, citado por Ana Luz Borrero Vega, Op. cit., p. 324. 22Archivos de diario El Progreso, Tomo 2, Año 1920. Museo Pumapungo, Cuenca.

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El manejo informativo sobre el Levantamiento Indígena y la toma de Cuenca, no tuvo una cobertura extensa en el tiempo, apenas si duró un mes; a lo largo de la cual se señalaba a los liberales del gobierno como los instigadores de la revuelta. Más, a pesar de la denodada defensa de la religión católica y la verdad divina, por parte de la prensa, el 10 de mayo de 1920, se publica en “El Progreso” una noticia que desdice todo lo enunciado anteriormente por el periódico.

Y aunque solo cinco años después, en 1925, los indígenas provocarían una nueva revuelta conocida como “La Huelga de la Sal” y se volverían a tomar la ciudad de Cuenca, ambos sucesos fueron desconectados de la memoria de la ciudad, incluso por parte de los descendientes de los campesinos e indígenas que protagonizaron estas revueltas.

Esta nota en mención se titula: “La Revolución de Cuenca, Detrás de los indios…..está la Cruz. La verdad de los hechos. El Partido Liberal está en peligro”. Aquí se señala como el autor intelectual de la revuelta a Remigio Crespo Toral, a quien se le responsabiliza de haber armado una campaña a nivel nacional, con la finalidad de derrocar al gobierno y en la cual estaban involucrados los más reconocidos jerarcas del conservadurismo, quienes azuzaron a los indígenas de Riobamba, Latacunga y Cuenca, pero que no funcionó; siendo Cuenca el único sitio en el cuál los indígenas se rebelaron.

La manera en la cual las élites cuencanas, del boom económico de inicios del siglo XX usaron la fotografía para crear la impresión de una ciudad moderna, culta, higiénica, elegante, ha sido parte de las estrategias y circunstancias propias de los avances económicos y tecnológicos que ocurren en todas las ciudades importantes del mundo.

Más allá de la disputa entre las dos tendencias políticas, lo que impresiona es la mirada discriminatoria, compasiva y despectiva que tienen éstas sobre los indígenas, a quienes describen como una “criatura” indigna e ignorante, cuya responsabilidad exclusiva es la de trabajar para bienestar y fortuna de sus patrones: “No nos formemos ilusiones: el peligro no es tanto para los liberales, cuya mayor parte viven de un sueldo que no les faltará. Las víctimas seremos los conservadores que nos alimentamos del sudor de nuestras frentes, allá en los campos, surcando la tierra por medio del indio. Hay que proteger a éste y procurar la paz”, advertía El Progreso en su primera plana del 9 de abril de 1920. Tras los acontecimientos ocurridos en 1920, que desencadenaron este primer levantamiento, en contra de los impuestos y el maltrato de las autoridades fiscales, los indígenas consiguieron que su reclamo sea escuchado; al punto que desde el gobierno central se autorizó la publicación de un comunicado, en español y en quichua, dando respuesta favorable al reclamo popular.

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En conclusión

Quizás, muchos piensen que la fotografía nos legó el testimonio de una ciudad atenea enclavada en los Andes, aunque habría que preguntarse si no fue al revés; es decir que fue esta ciudad, enriquecida gracias al comercio y a la exportación de la quinina y el sombrero de paja toquilla, la que finalmente nos permitió acceder a la modernidad y con ella a la fotografía. Las fotos que existen de la Cuenca de la Belle Époque son más parte de la Historia de la Fotografía en Ecuador, que la historia del Ecuador propiamente dicha, porque no necesariamente la historia de la ciudad de Cuenca está contada a través de las imágenes conservadas en colecciones, muchas de ellas no eran sino maneras de inmortalizar momentos o expresar ideales de un grupo de personas: Las imágenes de la Fiesta de la Lira son la mejor demostración de la teatralidad exaltada a niveles de posicionamiento jerárquico: estamos en los Andes pero parecemos Atenas. En los años previos a la II Guerra Mundial ese movimiento cultural que algunos autores insisten en denominar como “la Escuela Cuencana de Fotografía” casi había desparecido. El desplome de la Bolsa de valores de Nueva York (1929), provocaría una recesión económica a nivel mundial, de la cual Cuenca y el Ecuador no pudieron librarse. Todo ese mundo de sofisticación


y glamour se iría apagando lentamente, es una época casi invisible de Cuenca, como si las cámaras hubiesen dejado de fotografiar, como si se nos hubiese velado la película, como si el alma hubiese estado sufrida y en silencio. Varias de las mejores colecciones fotográficas del Ecuador pertenecen a Cuenca. Hasta la fecha solo se ha divulgado una parte de esos archivos, que han sido presentados como si fueran álbumes de familia, destacando en ellos únicamente los momentos felices y más bellos de la historia familiar cuencana, aunque como lo señala la psicología: “Las familias construyen una pseudonarrativa que realza todo lo que fue positivo y agradable en la vida, con una sistemática supresión de lo que fue sufrimiento”... quizás vaya siendo momento de conocer también los otros lados y actores de nuestra historia. Todo puede ser posible en este mundo y más si para ello contamos con la fotografía, ya que el universo de los fotógrafos está repleto de verdades, ilusiones y fantasías.

Cuenca, octubre de 2019

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Vista aérea de la ciudad. Colección Museo Pumapungo, c. 1940


Casa Comercial de Carlos Tosi. Colección Manuel Jesús Serrano, 1929


Avenida Chile (actual Avenida 12 de Abril). Colección Manuel Jesús Serrano, c. 1920-1930


Paseo en automóvil. Colección Manuel Jesús Serrano, c. 1920-1930


Vista panorámica de la Cervecería del Azuay. Colección Manuel Jesús Serrano, c. 1920-1930


Casa Comercial de Benigno Polo (actual esquina de Gran Colombia y Padre Aguirre). Colección Estrada Ycaza, c. 1915-1920


Camal e Instituto Calderón. Colección Manuel Jesús Serrano, c. 1920-1930


Orillas del río Tarqui. Colección Manuel Jesús Serrano, c. 1920-1930


Esquina de las calles Bolívar y Luis Cordero. Colección Manuel Jesús Serrano, c. 1920-1930


Máquinas trenzadoras en la Pasamanería Tosi. Colección Manuel Jesús Serrano, c. 1935


Reunión de cuencanos notables, entre ellos: Remigio Tamariz Crespo, Rafael María Arízaga, Honorato Vázquez, Remigio Crespo Toral, Gonzalo Cordero Dávila y Roberto Crespo Ordoñez. Colección Manuel Jesús Serrano, c. 1920-1926


Procesión religiosa. Colección Manuel Jesús Serrano, c. 1920-1930



EL SOUNDTRACK DE ESTE VIAJE Patricio Montaleza

A la memoria de mi padre, a la vida de mis hijos, a Cuenca.

Como fotógrafo, uno de los temas constantes en mi trabajo ha sido Cuenca; aunque mejor sería decir, de esas ciudades que son parte de mi ciudad; porque esta es una urbe que, en medio de su aparente tranquilidad, se inventa y se reinventa de manera constante. Existe la Cuenca tradicional, esa que se sigue describiendo a sí misma como la “Atenas del Ecuador”; la que se resiste al cambio, a salirse del lugar común, de la frase prefabricada, de repetir que todo pasado fue mejor. Pero, hay otras ciudades que son parte de Cuenca, que a lo mejor ninguno de nosotros conoce, o a las que quizás, solamente, hayamos escuchado mencionar. En algunas de ellas, es posible que nos sintamos queridos, importantes, necesarios; mientras que habrá otras de las que no queremos saber, ni siquiera voltear a verlas. Así son las ciudades modernas. Cuenca llega al 2020 como una ciudad cosmopolita, diversa e incluyente, más que otras ciudades, que no han tenido una diáspora. Entre todas las Cuencas es inevitable mencionar a la Cuenca Migrante, que a su vez es parte de la tercera ciudad más poblada del Ecuador: Niuyork (y sus alrededores), repleta de cuencanos y compatriotas que han hecho posible una vida mejor y más digna a este país, a costa de trabajo y sacrificios, para subsanar las debacles financieras provocadas por esos “canallas que nos roban la ilusión”, y que incluso lo cantan.

Al cursar mis estudios de Maestría de Fotografía y Sociedad Latinoamericana, en la Universidad de las Artes de Guayaquil, me sumergí en la Cuenca de la Belle Époque; una ciudad fascinante, que se inventó a si misma. La Cuenca de inicios del siglo XX, la de los fotógrafos; y es que, todos quienes hemos nacido en estas tierras, hemos crecido rodeados de imágenes en blanco y negro que nos muestran cómo Cuenquita se ha conservado -casi intacta- en el devenir del tiempo. Ésta, es una ciudad que existirá eternamente, para gracia de románticos, soñadores y poetas. A temprana edad, los cuencanos, somos incorporados a una cultura y a una manera de vivir, con la cuál -algunos de nosotros- tenemos sentimientos encontrados. Y es que hay una tradición que pesa y marca, signada por cierta cursilería de socialités del tercer mundo y por las visiones de una religión que ha cogobernado y controlado, contra viento y marea, bienes y personas de esta ciudad; como la Calle Santa Ana, reabierta luego de una disputa que duró décadas. No significa que todo sea negativo, ya que muchos de los patrimonios arquitectónicos, pero sobre todo patrimonios inmateriales se han mantenido, gracias al celo de esa misma religión.

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Los dulces de Corpus, el Pase del Niño, el Carnaval, el día de Inocentes, el café con humitas, el dulce de higos, los buñuelos y un extenso etcétera, son parte de los ágapes ceremoniales de la Cuenca Ritual y Profana, tan proclive a las fiestas y feriados de los que disfrutamos los nacidos y criados en Cuenca y sus alrededores; porque cuencanos somos no solo aquellos a quienes nos han inscrito como parte de ese millón de almas reencarnadas entre El Descanso y el Río Tarqui, o entre el Cajas y Quingeo. Esa epifanía llegó a mi allá, por el año 2001, en una fiesta en Huelva (España), repleta de ecuatorianos y colombianos que hablaban con acento español, el mismo que desapareció hasta que empezaron a cantar: ¨Pronto llegará del día de mi suerte, se que antes de mi muerte, seguro que mi suerte cambiará”. Allá, al otro lado del charco, conocí a muchos cuencanos que eran de pueblitos y parroquias de Paute, Sigsig, Gualaceo, Santa Isabel, Déleg. Una cuencana con pollera, tatuaje y smartphone nos recuerda que somos del sur, pero también somos, un poco, de todos los continentes. Otra es la Cuenca de los Acentos, compuesta por cubanos, mexicanos, franceses, gringos o colombianos que, tras su estancia en esta comarca andina, empiezan a agregar ciertas notas líricas a su forma de hablar, gente linda que, a veces, termina siendo “más cuencana que el mote”. La Cuenca de los Expats, sazonada de colores, sabores y aromas de distintos orígenes; como los desayunos gringos del Sunrise Coffe o del San Sebas Café; las pizzas italianas de Luca Pallenca, de Eugenio Rota, de Filippo, y defensores del “l’autentico sapore italiano” como Mauro Di Cori o Massimo Pinelli. Mi querida y entrañable amiga, María Balarezo (+), contaba que cuando abrieron “El Pedregal Azteca”, en 1989, junto a su esposo Juan Manuel Ramos -chilango de cepa-,

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abrieron el paladar y el gusto cuencano hacia la comida mexicana. Hoy en día, Cuenca es un destino gastronómico, tanto por la comida local como por la traída por españoles, colombianos, cubanos, venezolanos, chinos, hindúes, pakistaníes, belgas, mexicanos, gringos, franceses, canadienses. Varios ecuatorianos qué habiendo trabajado por años, en restaurantes de otros países, han retornado a la Cuenca Cosmopolita. Y así como hay una Cuenca que se precia de tener una iglesia, cada dos o tres cuadras, en el Centro Histórico, Cuenca Gastronómica se precia de tener restaurantes, bares y cafeterías por doquier: La Enfrijolada, Tiestos, El Mercado, Anubis, Sakura, Santorino, Moliendo Café, El Jardín, El Rey del Burrito, El Asador, El Chiplote, La Cigale, Ebi Sushi Bar, Golden Prague Pub, Wunderbar, La Víspera del Chuchaqui, Rancho Dorado, Fabiano´s, El Austria, Quo Vadis, A Pedir de Boca… Está la Cuenca con sabor y aroma propios, cuyas cocinas ya son célebres y continuamente celebradas: Warmikuna, Tres Estrellas, Guajibamba, Cristo del Consuelo, Raymipamba, El Tequila, Los Molinos del Batán. Ser cuencano no es un privilegio sino una vocación de amor, con todo lo que esto implica. Y ha sido ese amor, precisamente, el que me ha llevado a retratar esta ciudad, con la cual (como todos los disfuncionales de la Generación X) tengo una larga historia de amor y desamor, con canción incluida: If manners make the man as someone said/ Then he’s the hero of the day/ It takes a man to suffer/ Iignorance and smile/ Be yourself no matter what they say, (Sting). (Si como alguien dijo, los modales hacen al hombre/Entonces él es el héroe del día/Hace falta ser un hombre para tolerar la ignorancia y sonreír/ Sé tú mismo no importa lo que digan).

El amor es tan importante como la comida, pero no alimenta, escribió Gabriel García Márquez, acá es cuando aparece


esa ciudad pujante, trabajadora, la Cuenca Industrial. La que despierta a diario con la obligación de producir para el país o para otros continentes. Y así como la diáspora cuencana, ocurrida entre los ochenta y el feriado bancario, ha sido una de las columnas de la economía cuencana; la otra ha sido la industria, compuesta por quienes se quedaron habitándola y edificando la Cuenca Moderna. Habría mucho que hablar sobre tantas otras ciudades que hay en Cuenca y que son importantes: la Deportiva, la Empresarial, la Millenial y la Centenial, la Artesanal, la de los Médicos, la Universitaria, la de las Mujeres, la LGBTI, la Cinéfila. En esta publicación presentamos algunas de ellas, aunque quizás estén otras que ni siquiera imaginamos. Cien años atrás un fotógrafo cuencano se quedó con las maletas listas para el viaje, su trabajo no pudo ser impreso como libro, aunque eso no ha limitado la dimensión de su enorme legado. Debo confesar que iba en las mismas, llevaba años intentándolo, hasta qué a finales del 2019, a puertas del Bicentenario y ante un comité que parecía más una célula del partido comunista ruso, que un espacio cultural; participé de varias reuniones de exposición y planeación, cumpliendo el inevitable rito de la explicación del proyecto, al funcionario de turno…¡La película quedó lista para filmarse!. Nunca dejaré de agradecer a You Tube, por los bienvenidos versos del pastor Gerardo Mejía, el rapero del Rico Suave, filósofo de calle, santo de paredón, estrella de la farándula, cholo guapo y bendecido por la gracia del Dios Mercurio, lo que le ha permitido ser el autor de célebres e inspirados versos desencantados: No te des por vencido, ¿quién dijo que era fácil?/ Yo también mandé al carajo a todos/ Bueno casi/ Es que da coraje cuando uno busca el apoyo/ Y te das cuenta que estás solo en este rollo.

Pero… la pandemia del Covid-19 derrumbó todos nuestros sueños, de pronto un día nos convertimos en criaturas de un mundo virtual y nada volvió a ser como antes (salvo los comités). El wifi adquirió tanta importancia como las verduras, granos y frutas que servimos en nuestras mesas, para nutrirnos y captar energía. La cuarentena tuvo días de cielos despejados y cálidos atardeceres sin embargo había un monstruo voraz y desconocido afuera, teníamos que guardarnos en casa. Durante los más de cien días que la humanidad estuvo encerrada, tuvimos que contar historias, escribirlas, hacerlas cuentos. Para quienes perdimos a amigos y familiares durante los días de pandemia, la vida pudo volverse oscura y dantesca; pero afuera, en las calles, en los caminos, en las montañas, en los páramos, en las chacras había gente que estaba desafiando lo desconocido, sembrando y cosechando para nosotros. Cuenca de Guapondelig incorpora, como parte de esta lectura de ciudad, al sector rural. En 1920 ir a la ruralidad tomaba alrededor de un día de camino; hoy estamos, en la mayoría de casos, a escasos quince minutos de distancia. Cada fotografía tiene una historia y todas, en conjunto, son la imagen de una ciudad que no es española, aunque así la hayan nombrado. No es indígena, aunque lo haya sido durante miles de años: Cuenca de Guapondelig es un signo; del mestizaje, de la migración, de la diáspora, del mundo contemporáneo.

Cuenca, noviembre de 2020

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La actriz cuencana Belén Ochoa en una sesión de ejercicios actorales en el sector de Las Escalinatas. Página anterior: Panorámica de la ciudad desde Turi.



Atardecer en la Plazoleta de San Francisco.


En los últimos años, Cuenca ha acogido a miles de extranjeros, de diferentes nacionalidades, destacándose, sobre todo, las migraciones de norteamericanos, venezolanos, colombianos y cubanos. Derecha: Turistas en el Parque Calderón.



Los jóvenes constituyen el mayor rubro poblacional de la ciudad, es frecuente encontrar entre ellos, cultores del skateboarding, hip hop, freestyle (o “pelea de gallos”) y el street dance. Glorieta del Parque Calderón, 2012.


La niña Sofía Miranda disfruta de la rutina de street dance en la Glorieta, 2012.


Parque Calderón, 2013.




El antiguo Seminario San Luis se fundó en 1813; aquí funcionó el Seminario Conciliar, que era una especie de universidad a la que asistían seminaristas y aprendices de Medicina y Derecho. Actualmente es un lugar lleno de restaurantes, jardines y lugares de exhibición.



El monasterio del Carmen de la Asunción, es una edificación que data de inicios del siglo XVII, donde funciona uno de los dos conventos de clausura que existen en Cuenca. En su explanada exterior está la Plaza de las Flores.



El Santuario Mariano del Carmen de la Asunción, fue construido a inicios del siglo XIX. Con la colonización española, la práctica del catolicismo se convirtió en un ejercicio casi obligatorio, y aunque la población sigue siendo mayoritariamente católica, otras manifestaciones religiosas han ido ganando terreno, 2013.


La escultura de Abdón Calderón, en el centro del parque, es obra del artista ecuatoriano Carlos A. Meyer, quien al momento del encargo residía en Italia como parte de la legación diplomática. El pedestal de mármol es una creación del cuencano Benigno Veintimilla. El conjunto se inauguró el 24 de mayo de 1931 con plaza llena y banda militar (CZ), 2012.


Antes de adoptar el nombre de Calderón, por la Colonia, el parque fue conocido como Plaza de Armas. Luego de 1895, y por algunos años, se llamó Plaza Luis Vargas Torres -en homenaje al mártir del liberalismo fusilado en sus adyacencias-, como lo recuerda este rótulo en la calle Luis Cordero (CZ).


La youtuber cuencana Mariana Muy paseando por la calle Santa Ana, cordón umbilical de la ciudad.


Slvia Romeo, estudiante del colegio La Alborada y su amigo Santiago Lituma, durante un paseo por el centro de la ciudad.



El imponente Pasaje León, edificio de estilo necoclásico, ubicado sobre la calle Presidente Córdova, se terminó de construir en 1936.



Esquina de las calles Benigno Malo y Gran Colombia, 2012.



Vivir en Cuenca implica tener tiempo y espacio suficientes para detenerse a conversar con los amigos, como lo hacen Agustín Valdivieso y Raúl Toral, sobre la calle Benigno Malo, en pleno centro de la urbe, 2012.



Diosmary Matos Bravo es una niña venezolana a la que le gustaría estudiar danza, pero la falta de recursos económicos no se lo permite. Ella aprovecha para mostrar su talento, cuando acompaña al trabajo a sus padres, en la plazoleta de San Francisco.



Mónica Ramón y su familia viven más de veinte años en el sector del Barranco, a orillas del Tomebamba, donde suele juguetear con su gato “Doctor”, que siempre ronda cerca del río, pues le gusta que los paseantes lo acaricien.


Las calles que conectan al centro con sus puentes y la parte baja de la ciudad son denominadas, curiosamente, como “bajadas”, nunca como “subidas”; así: la Bajada del Centenario, que da al puente homónimo.


Bajada del Centenario vista desde el Paseo Tres de Noviembre.


Hay ciudades que son para disfrutarlas caminando, porque están hechas para gozar del entorno. Una familia en la Plazoleta de Santo Domingo.


Atardecer en la Plazoleta de Santo Domingo.



Henry Vintimilla, propietario de esta tienda-estudio de tatuajes y piercing, discute un posible diseño con uno de sus clientes, en una vereda de la Calle Larga.


En la calle Sucre encontramos algunas de las más hermosas edificaciones de la ciudad: la Catedral Nueva, el Salón del Pueblo de la Casa de la Cultura, el Monasterio del Carmen de la Asunción.




En el Parque de San Blas hallamos el monumento al más grande periodista cuencano del siglo pasado, el polémico y beligerante Manuel J. Calle.



La monumental belleza de las montañas del Cajas amurallan el lado oeste de la ciudad; mientras el tranvía atraviesa la calle Gran Colombia.



Las montañas del Cajas, el río Tomebamba, la Plaza del Otorongo, la Bajada del Vado y los puentes que unen a la ciudad antigua con la nueva, en un solo marco de belleza paisajística, biodiversidad y riqueza cultural.


El Ángel de la Guarda, Pase del Niño, 2007.



La fiesta, al ser esencialmente un agente de mediación de los procesos del devenir social y al mismo tiempo principio y fin, expresa esa

dualidad muy claramente en el Pase del Niño Viajero: por un lado es conservadora y por otro es impugnadora. Si bien esta manifestación cultural actúa celosamente, cuidando su tradición, al mismo tiempo, se enfrenta con las nuevas condiciones históricas y se abre a los cambios que impulsan. La lectura más común que se ha hecho del Pase del Niño Viajero es verla como expresión de tradición y sincretismo cultural, cuya raíz es prehispánica o colonial. Considero que más allá de eso, los elementos y prácticas a ella vinculadas,ayudan a explicar que en esta fiesta lo que se expresa es un profundo sentido de heterogeneidad con base en un proceso transculturante, categoría que tiene más fuerza explicativa que aquellas que normalmente han sido utilizadas como las de mestizaje, hibridación, etc. A pesar de que el Pase del Niño Viajero, en determinados momentos, giró y puede girar en torno a determinadas personas como la mantenedora, organizadores o personajes principales, su sentido de ritualidad es de carácter aglutinador. Se trata pues de un espacio de hechos simbólicos, mediante los cuales los celebrantes reactualizan la visión que tienen de sí mismos, reordenando y orientando cíclicamente las relaciones al interior del grupo, redistribuyendo instancias de poder y prestigio, y, sobre todo, comunicando a sus participantes los símbolos portadores de su identidad. El Pase del Niño Viajero es un tiempo y espacio hecho para el poder. Su ejecución no es desinteresada, detrás de ella hay cosas por saldar, detrás de cada actor (prioste, organizador, coordinador, etc.) hay un interés en vivir el poder que determinado rol otorga y por medio de esa participación acceder a un espacio de significaciones en el cual ese poder se expresa de maneras variadas. En esa búsqueda, los migrantes azuayos y sus familias con el fuerte capital acumulado y bienes de consumo alcanzados, al ser priostes, tienen una doble motivación: por una parte, venerar la imagen del Niño Viajero con sus conocidas bendiciones y dádivas, y por otra, obtener ganancia y aumento de prestigio dentro de la comunidad. Esto es, sin duda, un factor de atracción para el migrante prioste al momento de auspiciar la celebración. Así pues, el rédito simbólico se expresa en términos de éxito o fracaso del priostazgo. Antes que las pugnas sobre la búsqueda y ejercicio del poder de los actores que participan de la celebración se presenten, es la imagen del Niño Viajero la que ejerce poder sobre todos ellos, la que los convoca y aglutina. El Viajero irradia este poder y por eso ha sido tan acogido en el imaginario azuayo, expresado en el deseo de estar física y simbólicamente cerca de él. Se convierte en una aspiración cuyo puente es la participación en el Pase. El Pase del Niño Viajero ofrece distintas posibilidades de aprender sobre aspectos diversos de nuestra realidad social y cultural. Se trata de una manifestación de religiosidad popular, declarada por el Estado ecuatoriano como Patrimonio Cultural Inmaterial en el año 2008. A partir de la discusión de su significado, importancia, actores y cambios, se puede motivar otra discusión sobre la gestión interdisciplinaria en torno a las políticas y estrategias necesarias para poder estudiar, valorar y disfrutar el patrimonio de nuestro país. Urge pensar en Cuenca,ciudad declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en el año 1999, desde otra óptica. El patrimonio va más allá de lo construido, de lo monumental; el Patrimonio Cultural es la gente, su forma de pensar, vivir e imaginar. Es una construcción simbólica, un escenario de evocaciones, sueños y discursos. Así, a pesar de los sentidos de identidad inamovible que genenera el Pase del Niño Viajero, no es inmutable, por el contrario, es dinámico, creativo y lúdico. Dunia Solano


A más de los trajes típicos de los personajes del Pase del Niño, los priostes nos regalan verdaderas instalaciones y puestas en escena, dignas de una película vanguardista.


Pase del Niño, 2019





Derecha: Angelitas de la Guarda, Pase del Niño, 2007. Página anterior: La Sagrada Familia y Rey Mago, Pase del Niño, 2019.



La noche del 31 de diciembre, el fuego, a manera de ritual pagano, consumirá a los monigotes, y con ellos los recuerdos de personajes y sucesos del año que termina. Es un acto de purificación realizado dentro del ámbito familiar; pues en casi todas las casas de la ciudad se despide al año quemando un “viejo” a medianoche.


Este monigote de Michael Jackson fue quemado por los moradores del barrio de El Vado, a la medianoche del 31 de diciembre del 2009.


En este ritual del fuego, chicos y chicas brincan sobre los muñecos que se están incinerando, lo hacen alegremente, como si con el viento que provocan y aviva el fuego estuviesen limpiando lo vivido e insuflando optimismo y energía al año por venir.




Banda de Pueblo animando la celebración del Día de Inocentes, 6 de enero de 2009.


Eduardo Manos de Tijera pasea sobre ruedas, en la avenida Huayna Cápac, durante la celebración del Día de Inocentes, 6 de enero de 2020.


Página siguiente: En 2020, la Universidad del Azuay participó con la comparsa “Abya Yala, un mundo marvelloso”. Al estilo de la serie Hollywood , de Netflix, esta comparsa planteaba una reinvindicación de los indígenas mediante una reinvención de los hechos.





La comparsa “Desde el páramo, genios, malgenios y algo más” de la Facultad de Artes de la Universidad de Cuenca. Diseñar y producir una comparsa, con cientos de personajes, suele tomar varios meses de preparación.


Izquierda: Los políticos son los personajes favoritos para la chanza popular, el exalcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, y la actual alcaldesa porteña Cynthia Viteri, son representados por estudiantes de la Universidad de Cuenca. Página siguiente: Comparsa “Desde el páramo, genios, malgenios y algo más”.





Desfile de Carnaval por las calles de Cuenca.


Carnaval del río Paute, uno de los destinos predilectos de esta fiesta, 2012.


Bocados y dulces de Carnaval.




Procesión de Semana Santa en Turi, 2006.


“Vaca Loca” y comparsa en la parroquia Sinincay, 2014.


“Vaca Loca” en la Plaza de Chahuarchimbana, en el barrio de El Vergel, 2014.


Tras varios meses en cuarentena por el Covid-19, la población volvió a salir, con todas las medidas de seguridad necesarias, como esta pareja en el Parque Calderón.




Un asiduo lector venezolano, en un momento de descanso, Parque de San Blas.


Este grupo de agricultoras de la comunidad San Vicente, en Victoria del Portete, se apresta a recibir plántulas y bioles para mejorar la producción de manera orgánica, como parte de un acuerdo entre el gobierno parroquial y Agrokawsay.


Targelia Auquilla, una de las panaderas de la parroquia Nulti, que no dejó de preparar el delicioso pan en horno de leña, para deleite y alimento de los paladares cuencanos.


La solidaridad fue fundamental para que las personas más necesitadas recibieran alimentos y medicinas durante los meses más críticos de la pandemia. A diario, cientos de personas hacían fila en los exteriores de la Casa de la Provincia para recibir la ¨canasta solidaria¨.




Durante el confinamiento las calles lucieron fantasmales y casi vacías, calle Bolivar.


El Puente de Las Escalinatas, lugar concurrido por los jóvenes, se ha convertido en un espacio de disputa, entre quienes velan por el ornato de la ciudad y quienes luchan por la defensa de las víctimas de feminicidio, 2016.



En octubre de 2019 mucha gente salió, a las calles, en todo el Ecuador, a protestar contra las medidas económicas del Gobierno. Este fenómeno social ocurrió, al mismo tiempo, en varios países de Latinoamérica. En Cuenca se vivieron intensas jornadas de agitación y enfrentamientos entre los ciudadanos y las fuerzas policiales.





Página anterior: Amanecer en Victoria del Portete. Derecha: Sembríos de maíz en Victoria del Portete.




Siembra de verduras y hortalizas en Tutupali.



Vista de Tutupali.


Edelmira Llangari, productora agroecológica de la parroquia Octavio Cordero Palacios, en una de las huertas de su propiedad.


Los alimentos producidos con sistemas agorecológicos son cada vez más accesibles a toda la población. En la foto, una de las ¨plataformas de venta¨ impulsadas por la Municipalidad de Cuenca, en Totoracocha.


La parroquia Octavio Cordero Palacios, uno de los principales huertos que alimenta a la ciudad de Cuenca.




Daniel Paredes, agricultor de Octavio Cordero, y su mascota Bobby, mientras inspecciona los sembríos y los panales de miel.


Un espléndido atardecer en la comunidad de Morascalle, parroquia Tarqui.



La parroquia San Joaquín, ubicada al occidente de Cuenca, es conocida por el cultivo de hortalizas, los tejidos artesanales y sus estupendos restaurantes de comida ecuatoriana.


Al noroeste de Cuenca encontramos este huerto familiar, en el barrio Pampa de Rosas de la parroquia Sinincay (que significa “quebrada honda” o “agua dulce a donde bañan las doncellas”, en alusión a las cascadas y enormes rocas que existen en este sector).


La comunidad de Hierba Buena es una parada obligatoria cuando se viaja entre Guayaquil y Cuenca, pertenece a la parroquia Molleturo, caracterizada por sus tres pisos climáticos que dejan sentir desde el frío extremo de la Sierra, hasta el calor húmedo propio de la Costa.



Agroproductores dialogando con técnicos agrícolas en la comunidad de Putucay, en la parroquia Molleturo.


Gracias a su clima cálido, en Putucay se produce una de las mejores variedades de cacao, además de cítricos y toda clase de frutas tropicales. Es una de las comunidades más distantes del cantón Cuenca.





Página anterior: Parque Nacional de El Cajas, ubicado al oeste de Cuenca, cuya altura máxima bordea los 4450 metros sobre el nivel del mar, y en donde se encuentran 165 lagunas que tienen superficies de más de una hectárea de extensión.

Izquierda: Río Blanco, comunidad Luz y Guía, Molleturo, parroquia rural de Cuenca.


Río Portete, en el sector de La Unión, parroquia Victoria del Portete.




El río Yanuncay, en el sector de Barabón, zona de numerosos restaurantes de comida típica ubicados a lo largo de la vía a Soldados, en la parroquia San Joaquín.



Paccha, parroquia rural ubicada al noreste de Cuenca.


Un ¨Rey Mago¨ durante el Pase del Niño en Paccha, que se realiza el primer día de cada año.



La migración cuencana, establecida en Nueva York y sus alrededores, ha sido fundamental para la economía ecuatoriana a lo largo de los últimos treinta años. Celebración en la casa de un prioste migrante, Pase del Niño, Paccha, 2012.



Iglesia de Paccha, Pase del Niño, 2006.


¨Banquete de Ofrenda¨ en el Pase del Niño, Paccha, 2018.


Iglesia de Paccha, Pase del Niño, 2012.


Los priostes invitan a familiares y amigos para que los acompañen, en la ceremonia de agradecimiento al “Niño Dios”, Pase del Niño, Paccha, 2015.



¨La Mayorala¨ y su mascota, Pase del Niño, Paccha, 2006.


El Bioparque Amaru es un espacio dedicado al rescate y la investigación de especies nativas del Ecuador. Su misión es lograr la reinserción de los animales rescatados o decomisados cuando sea posible. Para su sostenimiento se permiten visitas del público con la guía de científicos y especialistas. Los hermanos Victoria y Ernesto Arbeláez son los impulsores de este proyecto, de características únicas en el país.


Amaru tiene la colección más grande de animales del Ecuador, lamentablemente, la mayoría de especies rescatadas o decomisadas no logra reinsertarse en su hábitat natural, por lo que este centro debe cubrir su manutención y cuidado dentro de las ocho hectáreas de parque, ubicadas en la parroquia Paccha.



Vista de Cuenca desde la Avenida Paucarbamba. Página siguiente: crecida del río Yanuncay.





Tarde de lluvia en la calle Hermano Miguel.


Plazoleta de La Merced, al fondo la fachada del Museo Remigio Crespo Toral, 2016.




Noche lluviosa de Inocentes, 6 de enero de 2010. Siguiente página: Bus urbano.




El Mundialito de los Pobres, es todo un suceso popular del deporte cuencano. Se trata de un campeonato de indoor fútbol en el que pariticipan los barrios de la ciudad con sus respectivos equipos. Este evento se empezó a realizar en 1974; año en el que nació Jefferson Pérez Quezada, el único campeón olímpico ecuatoriano, quien es recibido por una emocionada hinchada en el mundialito del 2007..


Durante muchos años, El Mundialito de los Pobres tuvo como sede los patios del colegio Febres Cordero, donde en varias ocasiones la pasión de los hinchas derivaba en sonadas grescas, 2007.



Campesinas conocedoras del arte de las hierbas, hacen una limpia con montes y flores a una bebé, para ¨curarle¨ del espanto y del mal de ojo. Plaza Cívica, Mercado “Nueve de Octubre”, 2006.



Evelyn Saca, una joven de la parroquia Nulti, se desplaza en tranvía para cumplir compromisos como representante de la Chola Cuencana.



Las fiestas de noviembre son un derroche de buena comida y camaradería, mientras se departe con amigos y familiares que visitan la ciudad.



Izquierda: El Puente Roto, uno de los sitios emblemáticos de la ciudad. Página siguiente: La directora argentina Lorena Muñoz y el actor Lautaro Delgado, de la película Gilda, tras la función de apertura del Festival Internacional de Cine de Cuenca, quisieron sacarse una foto junto al afectuoso público cuencano, Teatro Casa de la Cultura, 2017.






Agradecimientos Alguien escribió que la fotografía era un arte para solitarios; pero, cada día que pasa me convenzo más de que, al igual que el cine, esta es una actividad grupal, de interacción y pasión compartidas; por eso quiero dejar constancia de mi gratitud, a quienes han sido imprescindibles en esta meta alcanzada: Gracias Totales a Plásticos Rival, y en especial a José Fernando Román, por creer en este proyecto y haber permitido, generosamente, que sea una realidad; y que Cuenca reciba un digno homenaje en la celebración del Bicentenario de su independencia. Este libro no habría sido posible sin la venia o los silencios cómplices de las personas a las que he podido fotografiar en estos años. Al equipo de trabajo que asumió la producción de este libro, poniéndole pasión, profesionalismo y creatividad: Cristóbal Zapata, Isaac Cajas, Cecilia Montaleza, Tania Abad, Germán Gacio Baquiola, Juan Carlos Jaramillo, Eduardo Montaleza. Al respaldo y acompañamiento profesional de Rodrigo Espinosa. A Yaku Pérez y Lauro Arariwa Sigcha por haberme invitado a acompañarlos, en sus recorridos, durante los tiempos de pandemia.

Por sus observaciones, sugerencias y oportunos comentarios a Arcadio Arosemena, Ana Luz Borrero, Toa Tripaldi y Gonzalo Clavijo. A María Caridad Vázquez, por su amistad y sus lúcidas recomendaciones. A dos amigos que han estado, en distintas épocas, al frente del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural; Lucía Chiriboga y Joaquín Moscoso. En Ecuavisa, a sus principales, Xavier Alvarado Robles y Cecilia Alvarado Robles, por su apoyo y comprensión a las complejidades del trabajo creativo. En la Universidad de las Artes a Ángel Emilio Hidalgo, Malena Bedoya, Coco Lasso, Juan Francisco Benavidez, Valentina Montero, Bradley Hilgert, Natalia Tamayo, Andrés Garay, Paulina Briones, Siomara España y Lola Márquez. A mis compañeros, con quienes iniciamos este viaje hacia la memoria: Santi Poza, Juan Pablo Freire, Diego Massuco, Fernando García, Pedro Intriago, Mélida Coello y Richard Castro. Y, de manera especial a Tania Esmeralda Muñoz, Andrea Paola Zunino, Xavier Peña, Ale Daza, Crista Figueroa, Yanet Pérez, Fiorella Zurita; y al “X” Andrade, máster patafísico... sin ustedes este viaje no sería igual. A Catalina, mi madre; a mis hermanos.

Patricio

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Panorámica desde la Avenida del Chofer. Página anterior: Fachada lateral de la iglesia de San Francisco.



Cuenca on its bicentennial José Fernando Román

It was the year 1920, the celebration of the Centennial of the Independence of Cuenca mobilized the small city of Cuenca, from all social sectors in the effort to celebrate and honor this Arcadia de los Andes, as the writer Gonzalo Zaldumbide calls it years later. Overflowing with modernity, the city had gradually “discovered” the use of the automobile, electric light, radio, and telegraph. Much later, thanks to the train, she would join the distant country of which she was a part. In that coming and going of events, the photographer Manuel Serrano presented the Album of Azuay “… to contribute with these quick impressions of light, to the glorification of our idolized homeland, where action, talent and virtue deserve to endure time but not as a photograph, but rather as marble and bronze.” Unfortunately, due to the critical economic condition of Cuenca’s city hall, this album was not printed like the books of photographs that, in the same years, had been published in cities such as Quito and Guayaquil. One hundred years later, when we were preparing for the celebration of the Independence Bicentennial, several social and economic events were marking the time prior to the celebration until the Covid 19 pandemic plunges humanity into a new and unknown condition of life, from which we are learning and trying to survive. In the midst of this new reality, Plásticos Rival, committed as it is to the development of our city and its people, has considered it extremely important to support the publication of this beautiful book that portrays and tells the tale of Cuenca 2020, one of the most painful years in the recent history of humanity,

but from which we will get by thanks to Cuenca’s work, hope and greatness, and this book is everlasting testimony. Throughout its history, Cuenca’s development has been linked to its industry. Initially, in 1844, the teaching of toquilla straw hat weaving was established and thanks to this the city entered a stage of splendor and vitality, it was accompanied by significant economic growth. In 1957, the Law for the Promotion of Industrial Parks was promulgated and after several studies and reforms carried out in the sixties, in 1973, the first industrial park in all of Ecuador was established in the city of Cuenca. Providing entrepreneurs with the necessary facilities to establish their companies, as well as the environment and infrastructure that have made Cuenca a pole of industrial and economic development in Ecuador. Cuenca is what it is thanks to its industry and Cuenca’s industry is what it is thanks to this city; cradle of artists and poets, athletes and scientists, industrialists and workers, men and women, city dwellers and peasants, who together have managed to make Cuenca a city with quality of life, business, industry, culture, decent work, future. Thanks to dreamers like Manuel Serrano we have been able to verify that images are capable of lasting as long, or longer than bronze and marble; and as such, the best gift we can give Cuenca in this Bicentennial, is a book of the city that preserves its beauty. Long live Cuenca!

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Soundtrack for this journey Patricio Montaleza In the memory of my father To the life of my children To Cuenca

As a photographer, one of the constant themes in my work has been Cuenca; alt-hough it would be better to say, of those cities that are part of my city; because this is a city that in the midst of its apparent tranquility, it constantly invents and reinvents itself. There is the traditional Cuenca, the one that continues to describe itself as the “Athens of Ecuador”; the one that resists change, getting out of the common place, that of the prefabricated phrase, of repeating that everything in the past was better. But, there are other cities that are part of Cuenca, that perhaps none of us know, or that perhaps, only, we have heard mentioned. In some of them, we may feel loved, feel important or needed; while there will be others that we do not want to know about, or even look at. Such are modern cities. Cuenca 2020 is a cosmopolitan, diverse and inclusive city, more than other cities that have not experienced a diaspora. Among all the Cuencas, it’s inevitable to men-tion the Migrant Cuenca that is also part of the third most populated city in Ecuador: Niuyork -and its surroundings- (New York city). It’s full of fellow cuencanos that have made it possible to have a better and more worthy life in this country, by means of hard work and sacrifice to mend the financial debacles brought upon by “…scoundrels that take away our hope”, and even sing it. While studying for a Master’s Degree in Photography and Latin American Society at the University of the Arts in Guayaquil, I immersed myself in the Belle Époque Cuen-ca; a fascinating city that invented itself: Cuenca of the early twentieth century and home to photographers. All of us who were born in these lands, have grown up sur-rounded by black and white

images that show us how our dear Cuenca has been preserved -almost intact- in the course of time. This is a city that will exist forever for the grace of romantics, dreamers and poets. At an early age, Cuencanos are incorporated into a culture and a way of life, with which - some of us - have mixed feelings. For there is a tradition that weighs and leaves an indelible impression, marked by a certain corniness of third world social-ites and by the visions of a religion that has co-governed and controlled against all odds, goods and people of this city: as is the case of Calle Santa Ana, for example, a street that reopened after a dispute that lasted decades. It’s not to say that every-thing is negative, since much of the architectural heritage, but above all intangible heritage has been maintained, thanks to the zeal of that same religion. Corpus sweets, Pase del Niño, Carnival, Holy Saints day, coffee with humitas, sweet figs, fritters and an extensive etcetera, are part of the ceremonial feasts of the Ritual and Profane Cuenca, so prone to festivities and holidays, enjoyed not only by those born and raised in Cuenca but also by the inhabitants from the surrounding areas as well because Cuencanos are the people who have been registered as part of the mil-lion reincarnated souls between El Descanso and the Tarqui River, or between the Cajas and Quingeo. That epiphany came to me around 2001, at a party in Huelva (Spain), full of Ecuadorians and Colombians who spoke with a Spanish accent (the same one that suddenly disappeared when they began to sing -popular salsa tune: ¨My lucky day will arrive soon, I know that before my I death, my luck will surely change¨). There, on the other side of the pond, I met many Cuencanos who were from small towns

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and parishes: Paute, Sigsig, Gualaceo, Santa Isabel, Déleg. A cuencana wearing a pollera (folkloric skirt), with a tattoo and a smartphone reminds us that we are from the south, but that we are also, a bit, from all continents. Another city of Cuenca is the one of the Accents, made up of Cubans, Mexicans, French, Gringos or Colombians who, after staying in this Andean region, begin to add certain lyrical notes to their way of speaking, beautiful people who, sometimes, end up being “More cuencana than mote” (white corn or hominy, popular dish served everywhere in Cuenca. The popular expression here refers to one being more of a local than anything) The Cuenca of the Expats, seasoned with colors, flavors and aromas of different ori-gins; like the American breakfasts at Sunrise Coffee or San Sebas Café; the Italian pizzas of Luca Pallenca, Eugenio Rota, Filippo, and the defenders of the “authentic Italian sapore” such as Mauro Di Cori or Massimo Pinelli. My dear and dear friend, María Balarezo (+), said that when they opened “El Pedregal Azteca” in 1989, together with her husband Juan Manuel Ramos –a genuine chilango-, they had introduced the taste of Mexican food making it forever appealing to the Cuenca crowd. Today, Cuenca is a gastronomic destination, both for local food and for that brought by Spanish, Colombians, Cubans, Venezuelans, Chinese, Hindus, Pakistanis, Belgians, Mexicans, Americans, French, Canadians. Several Ecuadorians who have worked for years in restaurants in other countries, have returned to the Cosmopolitan Cuenca. And just as there is a Cuenca that takes pride in having a church, every two or three blocks in the Historic Center, Gastronomic Cuenca prides itself in having restau-rants, bars and cafes everywhere: La Enfrijolada, Tiestos, El Mercado, Anubis, Sakura , Santorino, Grinding Coffee, El Jardín, El Rey del Burrito, El Asador, El Chiplote, La Cigale, Ebi Sushi Bar, Golden Prague Pub, Wunderbar, La Vispera del Chuchaqui, Ran-cho Dorado, Fabiano´s, El Austria, Quo Vadis , A Pedir de Boca... There is the Cuenca with its own flavor and smell,

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whose kitchens are already famous and continuously celebrated: Warmikuna, Tres Estrellas, Guajibamba, Cristo del Consuelo, Raymipamba, El Tequila, Los Molinos del Batán. Being from Cuenca is not a privilege but a vocation of love, with all that this implies. And it has been that love, precisely, that has led me to portray this city, a city with which (as all dysfunctional Generation Xers are) I have a long history of love and heartbreak, with a song included: If manners make the man as someone said / Then he’s the hero of the day / It takes a man to suffer Ignorance and smile / Be yourself no matter what they say, (Sting).

Love is as important as food but it doesn’t nourish; wrote Gabriel García Márquez. This is when the hustling city appears, hardworking, the Industrial Cuenca. She who gets up everyday with the duty of producing for the country and for other continents. And just like that diaspora of Cuenca that took place somewhere between the eighties and the Feriado Bancario (worst economic crisis to date), is one of the pillars of the Cuencan economy; the other has been the industry, made up of people who remained and contiuned to live and build the Modern day Cuenca. There would be much to say about other cities within Cuenca that are equally important such as Sports-related, Entrepreunurial, Milenials and Centennials, Artisanal, or that of the Medical field. There’s the city of the Univeristy, that of Women, LGBTI, Film lovers. In this edition we are presenting some of them, although perhaps there may even be others we hadn’t even imagined. One hundred years ago, a Cuenca photographer was left with his suitcases ready for the trip. His work could not be printed as a book, although that was no limit for the dimension of his enormous legacy. I must confess that I was there too, I had been trying for years, until the end of 2019, at the gates of the Bicentennial and before a committee that seemed more like a cell of the Russian communist party, than a cultural space; I participated in several pitches and presentations, planning meetings, fulfilling


the inevitable rite of explaining the project, to the persons in charge… The movie was ready to be filmed! I will never stop thanking You Tube, for the welcome verses of pastor Gerardo Mejía, the rapper of Rico Suave, street philosopher, wall saint, celebrity star, handsome cholo and blessed by the grace of God Mercury, which has allowed him to be the author of famous and inspiring disenchanted verses: Do not give up, who said it was easy? / I also told everyone to go to hell / Well almost / You get angry when you look for support / And you realize that you’re alone in this mess. But ... the Covid-19 pandemic collapsed all our dreams, suddenly one day we became creatures of a virtual world and nothing was the same again (except for the committees). WiFi became as important as vegetables, grains and fruits that we serve on our tables, to nourish ourselves and get energy. The quarantine brought days of clear skies and warm sunsets, however, there was a voracious and unknown monster outside, we had to stay at home. During the more than one hundred days that humanity was locked up, we had to tell stories, write them, make them tales. For those of us who lost friends and family during the days of the pandemic, life be-came dark and daunting; but outside, on the streets, on the road, in the mountains, in the moors, on farms there were people who were challenging the unknown, sow-ing and harvesting for us. Cuenca of Guapondelig incorporates as part of this read-ing of the city, the rural sector. In 1920 going to rural areas, the country side, took about a day’s journey. Today we are, in most cases, just fifteen minutes away. Each photograph has a story; and all of them, together, are the image of a city that is not Spanish, even though the Spanish have named it that way. It is not indigenous, even though it has been for thousands of years: Cuenca of Guapondelig is a sign of mestizaje (a cultural racial melting pot), migration, diaspora, of the contemporary world.

Cuenca, November , 2020

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CUENCA: CONTINUITY OF BRIDGES Cristóbal Zapata cuenca rains inward and elevates signs exhilarating and somnambulist CATALINA SOJOS (Cantos de agua y piedra, 1999) In the memory of Antonio Lloret Bastidas. city biographer.

General perspective of the basin: glances and words A dozen bridges run through Tomebamba river and connect Cuenca’s Historic Centre with the modern city. Several others intertwine with newer urbanizations that rose among the Yanuncay and Tarqui rivers since the late seventies. One could say the city has grown because it has been able to cross its rivers and talk to them. The Tomebamba, the fluvial artery of the city, crosses historical time: passes through the mills of Batan (a colonial landmark), surrounding the picturesque streams of the river banks and sinks like a serpent of water throughout the edge of Pumapungo (the great Incan archeological site). From the heights, our rivers sing to the same peasant and wild dialect of its inhabitants. Like rivers carry rocks and sediments, the Cuenca cantado (accent) drags its “r’s, causes screeching in the tongue. Remigio Crespo Toral said this in his own way. How many rumors in our home river, that, off the cliff from the shady mountain, melts into foams! (Mi poema, 1885)

On its regular course the Tomebamba can be sneaky, even slow (in periods of drought), but when it grows it can be ferocious and lethal. The night of April 3, 1950, the city withstood several days of torrential rainfall. The legendary Vado bridge (built in 1811 by Martin Pietri, Italian engineer), crumbled into the raging waters, taking with it the beautiful arches of Todos Santos (current Puente Roto) and the Huayna Capac bridge (across from the Vergel Chapel). It was then that everyone remembered its ancient and fearsome nickname, carried on its frizzy back since the colony: “Julian Matadero”. From that furious night we are left with the testimony of el Puente Roto: a balcony to see the other riverbank, a bridge to glance over. But the Cuenca bridges also take the words of wrath from one place to another. Women collectives know this and have turned the parapet of the Mariano Moreno bridge into a great public blackboard, bearing legends to counteract each new feminicide that outrages the community. “STOP KILLING US”, they write emphatically in capital letters that are always erased and always rewritten.

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*** The valley that initially extends from Baños to the banks of the Machangara was named Guapondelig (“fields as big as the sky”), in language of the Cañaris, the first inhabitants. Guapondelig was one of the main cañari curacazgos next to the Hatun Cañar, Chobshi and Yacuviñay. With the Inca conquest, Tupac Yupanqui renamed it Tomebamba (“plains or field of knives”), and it became the administration centre of the north of Tahuantinsuyo, “built under the mythical and urban model of the capital of the Empire, el Cusco”, as pointed out by archeologist Jaime Idrovo Uriguen. The city is, therefore, the result of the confluence and superposition of three great cultural layers of time: Cañari, Inca and Spanish, whose signs (buildings, objects, documents and vestiges) make up its present appearance. Idrovo summarizes the urban and architectural evolution of the city: Cuenca is a city that has evolved from the mountains that formed the pre-urban fabric of Guapondelig, to that of the imperial Tomebamba, second capital of Tahuantinsuyo. The colonial city of mud and straight streets, crowned with churches and temples, at the beginning of the XX century, with the influence of French architecture, would later see the surge of big buildings that would replace the mud and straw with bricks and limestone. Finally, from the 50’s and on the city would start to modernize, many times sacrificing its architectural heritage but mainly its historic heritage. (“Cuenca and the region, Reflections on its identity” 2019) Although Cuenca inherits its name from the Spanish Cuenca, and holds a certain resemblance to its houses hanging over the abyss, the city is above all a russet earth-like basin, like a Narrío vessel. There are two splendid watchtowers to experiment this concavity: Turi viewpoint and the terraces of Pumapungo. From the first we get a spectacular panoramic view of the city surrounded by blue mountains. From

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the Pumapungo fort one sits inside the basin and obtains a 360 degrees view: the silhouette of the sacred mountains all around, the church of Turi to the front, the Cathedral’s blue domes, the upright towers and steep temples, the tidal wave of russet roof tiles, and next to the elongated plan of the ancient Borja high school are the vestiges of the kallankas and acllawuasi (provisions and the homes of the women who weave and make chicha -fermented corn drink- in the Inca time period). All architectural eras and styles seem to float before our eyes. So we feel as if we are in the middle of a prodigious crevasse, of a spellbound cavity. Young poet Efrain Jara Idrovo seemed to experience something similar at age 30, when he wrote: Here the landscape assumes an absorbing function. It doesn’t reject man, but rather fascinates, attracts and feeds him into his changing and marvelous bosom. The only possibility of escaping its spell, seeking definition and our own entitative profile, consists in retreating within ourselves. (“El Paisaje de Cuenca”, 1957) Years before, César Dávila Andrade (the great “Faquir”), from his heightened visionary sensitivity would say: Immense you are! Between hanks of wheat and cabuyos you squirm, Asleep! And you give yourself one thousand times as an idle estuary On stone mantles, devoured by the sky. (“Catedral Salvaje”, 1951) Thus, feminizing the landscape and reminding us how at certain translucent hours the sky reflects onto the rivers, converting them into mirrors privileged in historic and natural time. But not only have poets occupied the city, several plastic and visual artists have re-read and resignified it throughout time, by means of paintings, sculptures, ceramics, drawings, videos and urban interventions: Honorato Vázquez, Luis Pablo Alvarado, Emilio Lozano, César Burbano Moscoso, Oscar Donoso, Lauro Ordóñez, Ricardo León, Carlos Beltrán Laso, Marco Antonio Sán-


chez, Eudoxia Estrella, Eduardo Vega, Eduardo Segovia, César Burbano C, Manuel Tarqui, Guido Álvarez, Ricardo Montesinos, Oswaldo Moreno, Manuel Palacio, René Pulla, Olmedo Alvarado, Diego Jaramillo, Rómulo Burbano, Marco Martínez, Julio Montesinos, Jorge Chalco, Manuel Pulla, Jaime Landívar, Ariel Dawi, Josefina Flándoli, Martha Villavicencio, Patricio Palomeque, Pablo Cardoso, Tomás Ochoa, Juana Córdova, Juan Pablo Ordóñez, María José Machado, Juliana Vidal, Marcela Orellana, Darwin Guerrero…They have all interacted symbolically with the city and its complex cultural ecosystem. Hanging around the corners and history On April 30, 1830, the city council orders an artist from Cuenca to paint the names of the streets –very few for that time–, and entrusts the task to Hipólito Parra, painter, typographer and bookbinder. Even then, the streets are dedicated to the heroes of the Independence –and with time, to the illustrious men of the beginnings of the Republic–. This hodonymy is a history lesson, another bridge with the past that is worth reviewing quickly, the focus is on some less heroic gestures and events, but perhaps ever more memorable.

Transversal: Sucre-Bolívar-Gran Colombia-La Mar-Sangurima Sucre: in 1822 during his stay in Cuenca, the great military strategist of the independence campaigns, took care of several important aspects for the development of the city and issued the following decree: “The Indians will henceforth be considered as citizens of Colombia; the taxes that were the heaviest and most degrading burden to this unfortunate part of America are abolished… ”. Additionally, in an exemplary gesture of solidarity, he arranged so that the Public Treasury allocate a monthly 20 pesos at the expense of his fees, to Juana Soto, an impoverished war widow. He would return in 1829, as Chief of the South to fight against the Peruvian army commanded by marshal La Mar in the battle of Tarqui. Bolívar: At 10 am on September 8, 1822, the Liberator makes his triumphal entry into Cuenca, a city that overwhel-

ms him with honors, banquets, masses and endless speeches. To escape these tributes, he leaves the center and settles in an old villa in Chahuarchimbana (Gapal), where he remains until his departure to Loja on October 4. The house where he stayed is not preserved, the current “Quinta Bolívar” is a later construction. According to some local historian, from these outside walls, Bolívar begins to conceive the battle of Ayacucho (which in 1824 would put an end to Spanish rule on the continent). It’s most likely that he limited himself to enjoying the solitude of his retirement “among orange groves, apple trees, all admirable” as poet Remigio Romero y Cordero imagined many years later. The warrior takes advantage of this bucolic peace tending to his correspondence and writing some flirtatious letters to his female friends “the Garaicoa ladies” (Mrs. Manuela and her daughters). In his letters he confesses that the serranas (women of the highlands) “have liked me a lot, although I have not yet seen them, “ since “they do not want to see anyone for fear of sin.” A legend says that on one of the evenings that he was invited over, a certain high class lady slapped him when he tried to kiss her. But, without a doubt, the memorable incident of that stay tells of one morning at the house: “To compensate the natural talent of Indian Gaspar Sangurima, a native of this city, a city he has never left, I assign him, during his lifetime, a monthly pension of thirty strong pesos. So by getting a head start and by improving his skills in the blacksmith shop, architecture, sculpture, drawing, silverware, watchmaking and carpentry, useful arts he knows out of pure affection for his inventive talent, he can and should teach thirty young people in Cuenca the basics of such fine arts, ”

Gran Colombia: The cobblestone street that recalls the ambitious and lost political project of Bolívar and an brings to mind the immense number of patriots of different races and origins, is today one of the tram routes: this red ship of the future is the mobile bridge that connects the city from South to North. La Mar: Cuencano of rancid lineage, with European military training, marshal José Domingo La Mar is to date one of

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the most controversial figures in Latin American history. He served two flags, two causes, two countries. He was the first constitutional president of Peru and fought against the Bolivarian undertaking, after providing it with commendable services. This ambivalence was captured by poet Carlos Aguilar Vázquez when he said, “La Mar has for me a certain I don’t know of invasive and foreign Morlaco land.”

a head in marble. It is the origin of a splendid tradition of Cuenca sculptors that continues with José Miguel Vélez, Daniel Alvarado, Manuel de Jesús Ayabaca, among other exquisite makers of Christs, saints, virgins and busts.

The urban axis: Parque Calderon (main quare)

General Torres: General Ignacio Torres (Payanés, Colombia) succeeded military officer Tomás de Heres (Venezuelan) in the government of Cuenca. From then on these patriots managed important public actions. “They are, in truth, the promoters of the progress and culture of Cuenca at the time of the Gran Colombia”, as pointed out by chronicler and historian Antonio Lloret Bastidas. Heres founded numerous popular schools throughout the province, had the main streets of the city paved, ordered the plastering of public and private buildings; encouraged agricultural production and industrial initiative. Torres for his part, managed to bring the first printing press to the city, the one that Fray Vicente Solano would later use to print the newspaper El Eco del Azuay (1828), inaugurating local press in the city. But, in addition, he is a tireless coordinator of campaigns catering to the libertarian cause.

Abdón Calderón: Also known as the Héroe Niño (child hero), intervenes in eight battles between October 9, 1820 and May 24, 1822 and dies in the battle of Pichincha. After his death, Bolivar learns of his brave determination and grants him the title of permanent Captain of the “Yaguachi” battalion, and orders that he be reviewed in his absence. Each time Calderon is named, the soldiers respond in chorus: “He died gloriously in Pichincha, but he lives in our hearts.” The phrase still reads on the bronze plaque that accompanies his monument in the heart of Parque Calderón. The sculpture is the work of Ecuadorian artist Carlos A. Meyer, who was entrusted while still residing in Italy as part of the diplomatic mission. The marble pedestal is a creation of Benigno Veintimilla. The set was inaugurated on May 24, 1931 with a crowded town square and a military band. Few people know that before adopting Calderón as its name, from its construction and during the Colony, the park was known as Plaza de Armas, and from 1895 by executive decree, it was called Plaza Luis Vargas Torres. A plaster sign still surviving on the facade of a front building on Luis Cordero Street brings this to mind. It was a just homage to the martyr of liberalism, shot in the vicinity of the park, place where the atoning monument stands with a plaque in bas-relief of Luis A. Mideros.

Sangurima: Nicknamed “El lluqui” (The zurdo), due to his ambidextrous ability, Sangurima served as a painter, engraver, smelter, blacksmith, but above all he was a superb sculptor. With the same skill he could make a guitar or sculpt

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Diagonals: General Torres-Padre Aguirre, Benigno Malo-Luis Cordero

Father Aguirre: Friar José María Aguirre was born in El Valle in 1851, and was an eminent preacher of proverbial eloquence. The churches and cathedrals of Cuenca Quito, Callao and Lima were filled with parishioners eager to hear his Gospel readings and reflection. Benigno Malo: His name is the perfect oxymoron; this precise rhetorical maneuver makes strangers suspect that they are in the land of poets. Luis Cordero: is the patriarch of local culture that combines intellectual and political life. After his accidental time as President of the Republic, Cordero returned to Cuenca where he devoted himself to his literary vocation, to his linguistic and scientific studies. Although he had to attend some diplomatic missions, he never ceased to be a country man passionate about language, agriculture and botany. Among other works, we owe it to Corde-


ro for the best Quichua-Spanish Dictionary, Spanish-Quichua (1892), that has been published to date. *** The 20th century is full of writers, poets, and poetasters; from high schools, athenaeums and literary societies. Venues where lyrical and devotional fervor, catechism and Marian pedagogy are confused, and of course, from magazines or mere printed pamphlets. Between 1902 and 1991, Lloret Bastidas totalled 31 publications. Throughout the century poetas del pago are dying early and suddenly. Miguel Moreno, the beloved poet of the land and of popular sentiment, dies accidentally when he falls into a blind well in 1910. In 1925, at the age of 25, Rapha Cordero drowns with his brother Luis in the waters of the Gualaceo River. In 1940, before turning 40, a heart attack struck Manuel Moreno Mora, the city’s greatest modernist poet. The following year, Héctor Serrano, another lost and clandestine talent, dies alone, in a shabby hotel room in the capital. This tragic account closes dramatically in 1967, when Cesar Dávila Andrade (one of the greatest poets of the Spanish language), defeated by his inner demons, decides to cut his throat in a room at the Hotel Real, in Caracas, Venezuela. Cuenca’s poetry is a steaming pool of blood. This funeral saga had begun with the poet and intellectual Dolores Veintimilla de Galindo, who, in May 1857, at the age of 28, harassed by the dominant patriarchal and clerical power, decided to take cyanide and end her life. That death imcriminates us until today, as do so many of other women murdered by society. Dance of the hours: past images With its bright, murky or bloody episodes, the city’s movie has its own soundtrack. The composer and musicologist Jannet Alvarado who has studied the period of 1870-1930 points out the leading role of music in daily, religious and mundane life: at masses, at national celebrations, at literary evenings, at state receptions or in popular outings, the most diverse sounds accompany the fantasies of theology, or the ecstasies of the

heart. While the waltzes, pasodobles, boleros, mazurcas, polkas and cuadrillas mark the beat in the halls of the nobility; the capishcas, sanjuanitos and albazos, animate the town festivals. Among a plethora of distinguished musicians, José María Rodríguez stands out for his versatility. Working as a chapel teacher in several churches, directing bands and choirs in multiple educational establishments, he composes religious and ballroom works and teaches piano to the affluent young women of the city’s upper crust. On December 4, 1874, at the old Government House, using a device called an Optorama, the North American scientist Camilo Ferrand, showed views of the Old World: landscapes, palaces, monuments, and works of the great European artists, a presentation that historians consider the first precedent of a cinema screening in the country. The event was accompanied by a poetic recital and performance of a fragment of the opera Moses in Egypt by Rossini, by the flamboyant Sociedad Filarmónica del Azuay. Among the attendees was the versatile Federico Guerrero Sojos, who a year later would present his own “optoramics” to the public, becoming the first photographer in the city. Since the late nineteenth century, photographers do not allow studios to be set up to tend to an avid and curious clientele. The rich, the poor, the urbanites and peasants, the great men and the anonymous beings, all want their perpetual image for the domestic altar. Capturing natural and urban landscapes, with their vivid or pictorialist portraits, with their registers of civic and family life, with their ethnographic documentation, an important group of professionals and amateurs shape a school of photography in Cuenca. It’s a way of seeing and understanding the object of vision. A style of gaze that is highly aestheticized. The outstanding figure is Emmanuel Honorato Vázquez, the enfant terrible of the local aristocracy, who in the first decades of the century, revealed the female body slightly ajar by bathing it with sensual and diffuse light. The city goes about its life with its heroes and villains, with the cyclical succession of religious processions and military pa-

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rades. Little by little, the echo of the horses and the warlords, and the recurring murmur of the rosaries are all muffled by the horns of the first cars that go quickly and loudly through the cobbled streets. Much later, even the tolling of the bells will die out. Modernity and its advanced technology, universal education, and the empire of media had begun to erode the ecclesial city. The festivities of our everyday life Since the 90’s, the Calle Larga and its neighbouring streets have been filled with bars and nightclubs turning it all into a long journey into the night. In those years, the partying started at the Remigio Crespo Ave (also known as La Remigio), becoming the popular hangout for high school kids. Later the Milemium Mall and Parque de la Madre (park) would become the “it” place for teens. The more experienced ones gather on the river banks, or in hidden bars in the Historic Centre. For as far as we can remember we Cuencanos live, eat and drink the great festivities of the religious calendar to drunkenness and until we’re stuffed. With genetic skill we know how to go from the tabernacle to the tavern, from the Eucharist to the banquet, from the kitchen to the pub. The five biggest festivities of the liturgy are, in order of appearance: Santos Inocentes (Holy Innocent’s day similar to April Fools), Carnival, Holy Week, Corpus Christi and Christmas. Santos Inocentes The Epiphany or King’s day celebrated on January 6 gradually acquired a pagan character in the city. Cuenca’s culture is able to translate every image of its desires and needs in the likeness of its ghosts and fantasies. Still hungover from what led up to New Years, unions, groups of friends, university students parade the streets in their costumes making social commentary though comedy allusive to the relevant episodes of politics and social life.

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It much resembles the arrangements and montages of New Year’s Eve in different neighborhoods of the city. It is time for cross-dressing and disguise, for allegory and parody; the staging of an otherness that undresses power, and calls it into question. Inocentes day enthrones a body that mocks everything and empowers the world for one night. Carnival A festival of excess and permission, where water is as abundant as food and alcohol. Carnival is a veiled erotic institution and perhaps therein lies its joyous and festive power. This vein is already present even in the strict times of this conventual city as is told by one of the most illustrious men of Cuenca of all times, an artist and diplomat who bordered on holiness, the great Honorato Vázquez: The house strewn with flowers, the table full, the wine eager to be poured into glasses of cordiality; women dress white costumes that provoke the ataco dye, the smell of the congona (flower), men ready to fill them with torn petals for huge baskets of chagrillo (plant fiber) ... (“Carnaval”, 1903).

Wet bodies provide the occasion to get a glimpse of shapes, curves, roundness as in a wet t-shirt contest, for clothing covers and conceals. A moment when bodies full of foam and of desire, touch, scrub, and find one another. By playing carnival men and women transgress and sin, as if breaking the tables of law, as if breaking their isolation and loneliness. Carnival is the feast of the body dominated by flesh. With its intoxicating smell, motepata (corn cow hoof broth) and sweet figs are served at the carnival table. In recent years the city administration has recovered the traditional “Jueves de Compadres and Comadres”, where those elected as such preside over the Carnival parade through the central streets, equipped with water, shaving cream and a well-loaded hip-flask. A march that becomes a universal water-drenched party.


Corpus Christi Corpus Christi or septenary celebration which goes back to the same days of Cuenca’s foundation has two (adjacent) venues: the Cathedral and Parque Calderon. This religious festival of a powerful popular aroma, where the borders of holy and profane fade out, is dedicated to commemorating the Body and Blood of Christ. It takes place during the winter solstice and coincides with the Inti Raymi in the Andean calendar (June 21). It all starts the Thursday after the Catholic calendar’s Pentecost and lasts for a week. Every night the priostes (head of the festivity) pay for fireworks in the shape of castles and mad cows while the crepe paper balloons go up to the skies. During the day the gateways and arcades around the park are home to candy stands where local skilled artisans sell colorful sweets, (hostias, alfajores, albaricoque, faltriquera eggs, cocadas (coconut candies), arepas, monjas, suspiros, quesitos and many other sugary sweets) making up a polyphony of colors, textures and flavors. Thus, the Corpus is the apotheosis of the Morlaca pastry and confectionery. But “the sweetest festival in the world” –as they have called it– is not only an expression of the city’s artisanal wealth and its deep religiousness, it’s rather a great popular metaphor –in baroque key–, for that explosion of candies and sweets, that delicious repertoire of shapes and flavors arrives to translate the corporality of Jesus, his human nature subject to hunger, sleep, pain. It would seem, even, while celebrating the Eucharist - that is to say, the mystery of transubstantiation - that it is a squared metaphor. And perhaps it teaches us, too, that there is no intangible heritage, for every cultural event has a material dimension, experienced by the body. Holy Week In the past, Holy week meant seven days of retreat, silence and prayer. The week gradually became less and so did its ceremonies. What still persists, however, is the celebration of Palm Sunday which headstarts the route of the Siete Iglesias, a

nightly family pilgramage to visit seven temples and offer a prayer to the Sacred Heart. In a city and country where the repetoir of soups and broths dispute the first place in a varied menu of exquisteness, la fanaseca-typical dish of the Main Week-, (soup) made from 12 grains and crowned with cod fish, takes the win. It’s the main opera of Ecuadorian cuisine. A good bowl of fanesca is worth going to mass on Good Friday. Christmas Christmas is undoubtedly the capital festival of Cuenca. It is mainly the feast of family and intimacy that little by little beats the streets. It takes place slowly since the beginning of December, when the first Christmas trees are put up, when the nativity scenes (representations of the birth of Jesus and the visit of the Three Wisemen) are built in many homes and we listen to Christmas carols throughout the city. In traditional homes you can still see giant and labyrinthine nativity scenes where toy figures are lost among mosses, bromeliads and gongorian mirrors. The local Christmas carol is an exquisite musical form, which has had its exceptional experts and promoters in Cuenca, making a delightful songbook that is still pretty relevent today. One of its stellar moments is found in that feat of onomatopoeia and idiomatic hybridity where an “indiecito de San Sebastián” (an indigenous from a local neighborhood) comes to greet the Niño Dios (baby Jesus), who has been starving all day, but whose infinite tenderness seems to redeem him a moment of his misery: On such a cold night nacizhcanguimí, in the frost and ice Little boy chugchucunguimil! ... (“Hello Huiracocha”) In Cuenca, the heart of Christmas is the Pase del Niño Parade, a manifestation that due to its magnitude has become one of the most relevant expressions of national religious folklore. It is a cycle of processions that begin around mid-December and

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take place both in the city and in almost all small towns of Azuay and Cañar. Its participants (mostly children) use dress up as biblical and profane characters, with the focus being the representation of the Holy Family, and where the mother carries a figure of a baby Jesus in her arms. Parades run until Shrove Tuesday, and are held well in advance. The priostes finance the event and the maintenance personnel are in charge of the logistics, both play a decisive role in its organization. There are large and smaller parades. The main parade called el Pase del Niño, whose protagonist is the sculpture of a baby Jesus, in 1961 traveled through the Holy Land and was blessed by Pope John XXIII. This parade that begins at Ordoñez Lasso Avenue, and runs along Bolívar Street, starts around 10 am and ending around 3 pm. The celebration is made up of numerous colorful floats, men, women and children dressed up as biblical characters (shepherds, gypsies, Jíbaros, Saraguros, Otavalos, Afro-descendant dancers and of course indigenous Cañaris and Azuayos). Outstanding are the cholos (in reference to indigenous people of Cuenca) and especially the Cuenca cholas with their sumptuous and colorful skirts swinging as if they had a life of their own, on the waists of the girls or the hips of the women. Special mention should be made to the horses covered with fine silk blankets, equipped with their “castle” (an even supply of roast pigs, garlands of fruits, vegetables, chocolates, bottles of liquor, toys, etc.), as if a flamenco still life would have fallen on top of the animals. Its abundance is another manifestation of our lavish festivals. The procession is accompanied by numerous village bands and music groups promoting dancing and partying. Thus, in the way of a marathon parade, rivers of people cross the neural street of Cuenca in an exhibition of pomp and wastefulness that symbolically contradicts the austerity and precariousness of daily order. Beyond the city: the fertile countryside But Cuenca would not be possible if it did not have a rural extension. In one way or another we all come from the countryside. Some of our founding poets and writers were born there: Luis Cordero in Déleg, Miguel Moreno in Tutu-

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pali, Manuel Muñoz Cueva in Turi; the sculptor Miguel Vélez who grew among the walnut and orange trees of his native Milchichig. Our peasant imprint is noticeable in the first sentence we emit. In the singing prayers that seem to have strayed from the mountain or the river. We come from the countryside and we live from the countryside. The field is our great warehouse, our food and ecological reserve. It’s our only future guaranteed. Our health and food sovereignty resides on its territories because they are sources of natural water, due to the richness and variety of its soils and products, because of the agroecological techniques that they have implemented in their sowing and cultivation labor. And the countryside is always at reach, only a step away from the city. To this date we can feel an intense smell of the mountain: “a sweet breeze of lemon verbena”; a whiff of basil”, in the verses of César Andrade y Cordero, poet with a deep connection to morlaquía (Cuenca identity). The imposing Cajas Natural Park, with the waves of its mountains and the silence of its lakes, with its exceptional biotic wealth and the quality of its water resources make it a unique setting in the world. The quasi-metaphysical esplanades of Tarqui and Victoria del Portete, where the members of the Geodesic Mission set up their observatory, and where a crucial battle of Latinamerican Independence was fought; Sinín, Checa, Octavio Cordero, Paccha, rural parishes where the orchards and the landscape compete for land inch by inch. Barabón, one of the tastiest gastronomic routes in the area; San Joaquín, our largest natural pantry… These sites, with their inherent beauty and their daily activity are part of this book. Many years ago, Patricio Montaleza has been engaging in dialogue with the urban and rural city, with its places and its people. During all this time he has refined his gaze, both sharp and furtive, voyeuristic and playful to see the surroundings, its landscapes, its buildings, but above all, he has taken the city’s vital pulse in the day to day life, its emotional temperature. His close-ups brilliantly capture the most expressive moments at our parties, the gesticulations of the body abandoned to pleasure in moment’s end. In love with beauty, he offers us melancholic cuts


of natural landscape, unexpected angles of the city and its architecture, a gallery of unforgettable faces of people; captured by the evening light of Cuenca that reverberates and that the photographer knows how to capture as only few can. This book is a beautiful sample of the indigenous and mestizo Cuenca, migrant and worldly, provincial and cosmopolitan, conservative and rebellious, ritual and pagan. Cuenca of mud and neighborhoods, of water and fire; the city of tangible and “intangible” heritage. Cuenca artisanal and artistic, arcadian and olympian. Cuenca made of letters and images, signs and gestures that keep us from death. This city always awaits us, in a park chair, in a museum showroom, on the river bank, or perhaps the best would be to keep her at a coffee table as in the poem by Rubén Astudillo y Astudillo: Listen to me. Out in the middle of the street my boat. This is an island, in Cuenca, thirteen knots south of joy. It is called Raymipampa. Tell me if you’ll come one day. Now I am more alone; each day more lonely than the day before. (“Letter to Saskhya Kovva”, c. 1965)

We just have to cross the street, cross the bridge.

Cuenca, November , 2020

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PHOTOGRAPHY AND THE BELLE ÉPOQUE CUENCANA Patricio Montaleza La vie n’a joint de rive L’ Homme n’a point de port Elle coule et nous passons” (Life has no shore Man has no port Life flows and we’re passing through) SERGE RAYNAUD DE LA FERRIERE

Memories and a City´s History For more than a century, the city of Cuenca has preserved several fundamental aspects that characterize it; its historic center shaped like a checkerboard; its artisan production -especially that of the toquilla straw hat (wrongly named Panama hat)-; photographic collections produced between the end of the 19th century and the beginning of the 20th; and a city’s memory based on splendor. When we establish the relationship between Memory and History, with two different ways of relating to the past, there is a vital consideration differentiating them: “The information obtained in the past from objects and from History is always inferred, while the approach of memory is evocative ”.1 And it is in this great debate around how history and memory work that we appeal to emotion and feeling, inherent in memory and we ask ourselves: To what extent has memory been directed from power? An important reference for our research is “Foucault when he affirms that History held and occupied the place of memory”.2 This takes us to a situation of winners and losers in which those who triumph are those who decide what and how to tell the story (Benjamin).3 When Elizabeth Jelin points out the urgency of “recognizing memories as objects of dis-

putes, conflicts and struggles… between actors (stakeholders)… framed in power relationships”4… we can infer that this great visual construction that supports the discourse of Cuenca’s identity, has several actors and therefore several memories. Those that have served as an official document to determine local history and memory at the same time have served in disregarding other memories so present and active in society, the same memories that belong on the defeated side, the side that belongs to those who cannot and do not have access to power. La Belle Epoque Cuencana corresponds to the period of time when Modernity arrived in Ecuador. The year 1900 not only marked a new temporality, but also placed us into a world that leaned on mind over heart, in the midst of a technological renovation that implied adopting city, urban, industrial lifestyle. It was a time of the first highways, first cars, cinema, movie theatres, airplanes, the reinforced concrete buildings, and in the case of Cuenca a time when a small industry that manufactured the toquilla hat would allow for economic development transforming Cuenca, a city that would become World Heritage site recognized by UNESCO in 1999. This economic, technological and mental impulse occurred in a society that looked forward to the 20th century

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but was still anchored to a model of life typical of the 17th century and that did not give way to the necessary social transformations that occurred in other parts of the world. The “natural isolation” that characterized Cuenca had a lot to do with it; Gonzalo Zaldumbide’s story when he visits Cuenca in 1928 to attend the Lira (poetry) Festival as guest of honor, is both shocking and enlightening about life at that time: “Only by horse and after exhausting trecherous travels could one reach the capital of Azuay since neither roads, nor railways, much less the paths of heaven, had yet been open and at our reach”.5 Lack of communication led to a privileged system supported, on one hand, by “advanced” discourse and thinking; while on the other, removing itself from what was happening in the rest of the country and in the world generated a vision rooted in “patriarchy, religion of the family and family as religion, hereditary work (that of the slave and slavery) , a rigidly valued and hierarchical world, lordship and profit, inexorable morality ”6. The elements of daily life in the small town, including economy, art and politics are explained “to a large extent, as a cultured task fruit of the landowning elite’s leisure. The landowner lived exclusively off the products from his farm; I went there only twice a year, for sowing and harvesting ... For leisure, there were many days, here too, they were “the most days of the year”, and thus, while shipments of fruits of the earth that came to the house were carried on the backs of docile huasicamas (indigenous exploited servants); many hours were spent in late reading, in writing, sleeping, in bohemian style, in erudite chatter, in literary dilettantism, in short, in cultured gatherings on the riverbanks (“Festival de la Lira”). Literary knowledge - referred back then by its scholars as gay science – had become a trait of the upper class”.7 Labor exploitation, manipulation of and by religion, plus the absence of basic human rights; issues that were debated and disputed throughout the world, continued to exist in the colonial and withdrawn city of Cuenca at the beginning of the 20th century. This gave way to one of the worst and absurd

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social systems, managed by an elite that created a world the size of its old customs and prejudices and in the field of poetry and literature what stood out was “ so trite of an expression that led its followers to an infertile stereotype, to a rhetoric of cliché.”8 That is why, on the eve of the Independence Centennial (1920) celebration, three fundamental events occurred: The appearance of the “Festival de la Lira” on May 31, 1919. The preparation of the Centennial celebrations that began in advance from 1917 and included, on behalf of the Cuenca council, the imposition of more taxes on peasants and indigenous people who inhabited the rural area of Cuenca, thus to finance the cost of the centennial celebration. The third event is the Indigenous Uprising of April 4, 1920. Indigenous people of the rural areas take over the city and demand the abolishment of abusive taxes. Once their goal is achieved - more out of fear than out of sensitivity for the secular elitism that ran the city - they end up being punished, stigmatized, minimized in their arguments and made invisible over time: “After understanding that the conquest of the lands and of men came with the conquest of information and communication, the tyrannies of the twentieth century have systematized their appropriation of memory and have aspired to control it even in its most remote corners ”.9 Modern times Cuenca is a city with an imaginary construct full of myths and stories, many of these are anchored around the photographs taken by a group of young photographers and artists who lived in Cuenca’s Belle Epoque, located by many historians between the end of the 19th century and the first two decades of the 20th century. Before them, some traveling photographers portrayed the elites who had the resources and the curiosity to invest in a photographic portrait. Photography arrived in Cuenca a little later than it did in the largest cities of the American continent and although there


are photographs taken in the mid-nineteenth century, the rise of photography occurred during the last decades of the nineteenth century and extended to the 1930s of the following century. At this stage, economic prosperity generated by the commercialization of quinine and by the exports of the toquilla straw hat, worldwide, allowed the rise of stately buildings that make up the current Historic Center of Cuenca. Houses and buildings were built, in the best French, English, German style, with eclectic designs, with materials and accessories imported from Europe and the United States. The traveling merchants generally set sail on boats loaded with toquilla straw hats and returned with money, clothes, jewelery, architectural designs of houses, and many other accessories that became Cuenca’s heritage. Photography became the trend. There was money to import cameras, chemicals, papers, films, plates, backgrounds, tripods. The city became more and more modern and beautiful. Buildings such as the New Cathedral and monumental houses in the center were built, and the Cuenca elite had the crazy luxury of bringing vehicles from abroad but carrying them on the backs of indigenous people (whom they called guandos) through the Andes Mountains. They built an airfield. Electric light, music equipment, the train, the telegram all arrived. The printed press was booming. Travelers came from places that had only been heard of. Modernity had invaded the region and photography was portraying it. Many young people spent time taking photos, portraying people, showing how Cuenca had become neither more nor less than the “Athens” of Ecuador, the “Andean Arcadia”, because if Quito had become French, Cuenca would be Athens. Those were the wishes regarding modernity for our cities, as such we wished to show ourselves as stately and hygienic cities. That was the political ideal back in 1920, in this city of just 30,000 inhabitants. Photographing oneself was a real success, you had to arrive dressed in a suit, clean, elegant and sometimes bathed (a not very usual habit at that time). The studio portraits produced

by Manuel Serrano, around 1920, are made of the most refined and elegant women of the small region. They are all black and white photos, with the same framing, the same lighting and the same French Vaudeville technique in the hands of a great portraitist. Without being the civil registry, the photographer’s studio could well serve as the visual archive of Cuenca’s aristocracy of that time. “The photographer is, according to the time, the representative of a half magic and half revelation technique. So a photo studio is a point of confluence of social classes, where all sorts of people go to obtain status ... to rescue their images from the passage of time, to achieve a solemn and worthy record of their walk through this life”.10 But what did Cuenca photographers portray of the Belle Epoque? Who did they take pictures of? What were the attitudes? What were the atmospheres? What dresses were worn? In the beginning there was an imitation - how could it be otherwise - of the fashions, hairstyles and styles copied from France and the United States. Distinguished women, priests, presidents, and poets were photographed. The Miguel Díaz Cueva collection, declared a Photographic Heritage of Ecuador by the INPC in 2013, is made up of more than 70 albums organized thematically, with local and national characters that have been positioned by their historical and social relevance for Cuenca. Formal poses, stern, haughty and distant faces make up Cuenca’s photographic memory; in these photos, except for some restless damsel, smiling was not allowed, even the children look formal and serious: “… precociously adult children reveal the social conception of childhood considered to be an annoying process to access maturity, the provincial art-lover begins his gay liberation by disengaging with a gesture of the rigid macho orthodoxy”.11 Exporting hats and quinine caused “a period of economic boom, of unusual wasteful spending and squandering, of contact with the outside world, with the European centers of culture, France, above all. It was a fact, a conjuncture that came to revolutionize the life of a privileged elite of Cuenca’s society, between the first and second decades of the twentieth century

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... where the bubble of opulence and progress of this provincial elite searched for a lifestyle in writing and the arts, a refinement that allowed the exclusion of the common people, a form of aristocracy of the spirit“.12 Thus, the supposed superiority of a specific sector of families that inhabited the center of the city was consolidated, through the use of self-references and media constructions that established “a prosthetic memory, that is, a memory that is not of natural origin, but that becomes part of the body, as if it were an artificial limb”, sustained not by emotions or feelings of the majority population “but rather by different commemoration practices”.13 From the commemoration and praise of these events, of dubious artistic quality, yet shining amongst all else, such as La Fiesta de la Lira, local characters integrated into the collective memory, together with those of the liberators in street names, parks, squares, museums, monuments. Cuenca post-Centennial was being drawn through the consolidation of the private memories of the members of an “elite of the spirit” that would gradually distort towards a supposed elitism of race and social condition, in a small city, which had less than 40 thousand inhabitants in urban areas, and 80 thousand inhabitants in rural areas, until the middle of the 20th century.14 Indigenous memory The agitated political environment faced the discourse of freedoms and citizen rights, promulgated and managed by the liberal current that had managed to gain power, in Ecuador and other countries on the planet; against the religious traditionalism of the conservative party. And although the debate defended the excluded sectors such as women and indigenous people, in practice they continued to maintain and apply mechanisms contrary to the libertarian and renovating spirit promulgated by the liberals. Proof of this are the taxes on electricity ordered to be paid by indigenous people of the

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rural area of Cuenca, only to benefit those who lived in the center of the city. Although in 1920 the institution of the Concertaje (slavery system) was officially abolished in Ecuador, in Cuenca it was maintained for several years, as part of the privileges of a “traditionalist, backward and prudish” society15, always ready to find the best ways to receive great benefit with hardly any effort, hence the “hacendazgo”, in this land of landowners and hacienda bosses, owners of an “autocratic and authoritarian style of exercising power that later would be transferred to the exercise of national political power daily life”.16 Landowners used to use “debts for benefits” to perpetuate a binding dependence of the indigenous people on their bosses who owned the hacienda. They included new transactions, with money for work, but they failed to eliminate exploitation, discrimination and permanent impoverishment of peasants and indigenous people: “Internal economic relationships were basically of a pre-capitalist type in which rent in kind and rent at work, were the most important modalities”.17 First Indigenous Uprising, 1920. About the events that occurred between 1920 and 1925 there are almost no photographic images. Without stating it openly, it is as if Cuenca’s society had decided to forget these events, to activate that part of memory that is the ability to eliminate memories, perhaps because these events carried out by the indigenous people did not conform to the canons established as Cuenca’s identity; “... Perhaps it is, as has already been said, that memory inevitably refers us to identity and that both support each other respectively, as claimed by Elie Wiesel.”18 Although there is still some important data, referred to briefly: “At the cry of” salt or blood “ the indigenous people took over Cuenca in 1925, years before they had protested because it had been expected they pay with their taxes the celebration of the Centennial of Independence, now they were crying for salt… ”19.


Imbued as they were with the splendor of the Belle Epoque, the wealthy Cuencanos of that time, were not greatly affected when they saw that due to World War I, there was a decline in the sales of the toquilla straw hat, as well as the years of low agricultural production caused by environmental factors; and thus, being close to fulfilling the first centenary of independence, their priority was to celebrate. This is why “they asked the peasants to contribute their labor, through mingas organized by the political lieutenants, but they also (decreed that) through taxes they should pay the costs of the festival, hence the recently high-taxed liquor and others”.20 The indigenous reaction was almost immediate, in March and April they began to take on some spots around Cuenca which ended in a dramatic way when “… on April 4, some 5,000 indigenous people gather in the Ricaurte and decide to advance against Cuenca and the authorities. Some news pieces of the time speak of some 10,000 to 12,000 indigenous people. The newspaper “El Progreso” publishes the names of the leaders of the strikes, some of them with their wives, who also incited the strike”.21 The natives were not armed, they barely brandished some of their daily work tools, knives and pieces of wood carved in the shape of spears, while the Cuencanos in the center were the ones who shot and had equipped themselves as if they were going to war. However, the journalistic account of “El Progreso”, the most important newspaper of that time, referred to the media coverage marked by a discourse of superiority and benevolence towards the indigenous people. The newspaper also declared itself to be the standard bearer of the “Cuenca Catholic press” and defender of religion and the divine will; in clear opposition to the slander and evil of the liberals. The editorial of April 6, 1920 titled: “Raza Vencida” (Defeated race) and in a news piece dated April 13 titled: “After the Conflict”, in defense of the inhabitants of Cuenca after murdering more than 30 indigenous people, for “the danger they represent ”they point out:“ Even some purebred gentlemen have come forward against their brothers the Indians, when the city

was threatened by them: all the more so the whites have had to reject a supposed redemption that came from the dangerous background of anarchy ”.22 The handling of information on the Indigenous Uprising and the taking of Cuenca, did not have extensive coverage over time, it barely lasted a month; throughout which government liberals were singled out as instigators of the revolt. Moreover, despite the strenuous defense by the Catholic religion and divine truth, on behalf of the press, on May 10, 1920, a press release was published in “El Progreso” that belittled everything previously stated by the newspaper. This news release is titled: “The Cuenca Revolution, Behind the Indians…. is the Cross. The truth of the facts. The Liberal Party is in danger”. Here, Remigio Crespo Toral is pointed out as intellectual author of the revolt, who is responsible for having set up a campaign nationwide, with the purpose of overthrowing the government made up by the most recognized leaders of the Conservatives. They had been responsible for inciting the indigenous people of Riobamba, Latacunga and Cuenca, but that did not work; Cuenca being the only place where the indigenous people rebelled. But beyond the dispute between the two political tendencies, what is impressive is the discriminatory, compassionate and contemptuous look that both political tendencies have on the indigenous, whom they describe as an unworthy and ignorant “creature”, whose exclusive responsibility is that of working for the well-being and fortune of their employers: “Let us not have any illusions: the danger is not so much for the liberals, most of whom live on a salary that they will not lack. The victims will be us the conservatives who feed on the sweat of our foreheads, in the fields, plowing through the land by means of the indio. It is necessary to protect him and to seek peace”.23 After collecting an extensive amount of data regarding the events that occurred in 1920, which triggered this first uprising against taxes and the mistreatment of the tax authorities, the indigenous people managed to have their claim heard; to the

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point that the central government authorized the publication of a statement, in Spanish and in Quichua, providing a favorable response to popular demand. And although only five years later (1925), the indigenous people would provoke a new revolt known as “La Huelga de la Sal” (Salt strike) and would retake the city of Cuenca, both events were disconnected from the memory of the city, even by the descendants of the peasants and indigenous people who carried out these revolts. In conclusion The way in which the Cuenca elites, from the economic boom of the early 20th century, used photography to create the impression of a modern, cultured, hygienic, elegant city, has been part of the strategies and circumstances of economic and technological advances that occur in all major cities of the world. Perhaps, many think that photography bequeathed us the testimony of an Athena city nestled in the Andes, although we would have to wonder if it was not the other way around. In other words, this city was enriched thanks to the trade and export of quinine and the toquilla straw hat which finally allowed us to access modernity and with it photography. The photos that exist of the Cuenca de la Belle Epoque are more part of the History of Photography in Ecuador, than the history of Ecuador itself, because the story of the city of Cuenca is not necessarily told through the images preserved in collections, many of them were nothing but ways of immortalizing moments or expressing ideals of a group of people: The images of the Festival de la Lira are the best demonstration of theatricality exalted at levels of hierarchical positioning: We are in the Andes but we look like Athens . In the years prior to World War II, that cultural movement that some authors insist on calling “the Cuenca School

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of Photography” had almost disappeared. The crash of the New York Stock Exchange (1929) would cause a worldwide economic recession, from which Cuenca and Ecuador could not escape. All this world of sophistication and glamor would slowly fade away, it is an almost invisible moment of time in Cuenca, as if cameras had stopped taking photographs, as if film had been veiled, as if the soul had been suffering and in silence. Several of the best photographic collections in Ecuador belong to Cuenca. To date, only a part of these archives has been disclosed, which has been presented as if they were family albums, highlighting only the happy and most beautiful moments of Cuenca’s family history, although as psychology points out: “Families construct a pseudo narrative that enhances everything that was positive and pleasant in life, with a systematic suppression of what suffering meant “... perhaps it will be time to also get to know the other sides and actors of our history. Everything can be possible in this world and more so if we have photography for this, since the universe of photographers is full of truths, illusions and fantasies.

Cuenca, October , 2019


Notes: 1. Eduardo Ismael Murguia, “Archivo, memoria e historia: cruzamientos y abordajes”, Iconos, Revista de Ciencias Sociales, Núm. 41, Quito, septiembre 2011, pág. 22. 2. Idem, pág. 28. 3. Walter Benjamin, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, Editorial Itaca, CONACULTA, México DF, 2003. 4. Elizabeth Jelin, “Los trabajos de la Memoria”, Siglo Veintiuno de España Editores S.A., Buenos Aires – Argentina, 2002, pág. 2 5. Gonzalo Zaldumbide citado por Juan Valdano en “Imágenes, Cuenca 1” Fotografías de Manuel Serrano, Ediciones del Consejo Nacional de Cultura, Hominem Editores, septiembre de 2009, Quito – Ecuador, pág. 9. 6. Idem, pág. 14. 7. Idem, pág. 15 8. Idem, pág. 19 9. Los Abusos de la Memoria, Tzvetan Todorov, página 12. 10. Carlos Monsiváis, Revista de la UNAM, “ Notas sobre la Historia de la Fotografía en México”, p 19. 11. Idem, pág. 18 12. Juan Valdano en “Imágenes, Cuenca 1” Fotografías de Manuel Serrano, Ediciones del Consejo Nacional de Cultura, Hominem Editores, septiembre de 2009, Quito – Ecuador, pág. 20. 13. Historias y Memorias, Peter Burke, página 491 14. Datos INEC http://www.ecuadorencifras.gob.ec/documentos/web-inec/Bibliotecas/Fasciculos_Censales/Fasc_Cantonales/Azuay/Fasciculo_Cuenca.pdf 15. Juan Valdano en “Imágenes, Cuenca 1” Fotografías de Manuel Serrano, pág. 23 16. Boletín ICCI, publicación mensual del Instituto Científico de Culturas Indígenas. Año 1, No. 3, junio de 1999 http://icci.nativeweb.org/boletin/junio99/davalos. html 17. Ídem 18. Guillermo Bustos citando a Eli Wiesel en “Memoria, historia y testimonio en América Latina” Historia Crítica, Universidad de Los Andes, núm. 40, enero-abril 2010, pág. 19. Bogotá – Colombia. 19. Ana Luz Borrero Vega, “El levantamiento indígena de 1920 y la Huelga de la Sal de 1925”., en Claves de la Historia de Cuenca,: Municipalidad de Cuenca-Dirección de Cultura/Universidad de Cuenca/Cátedra Abierta de Historia de Cuenca y su Región, 2017, p. 322. 20. Ídem, p. 323 21. Alfonso Andrade Chiriboga, citado por Ana Luz Borrero Vega, Op. cit., p. 324. 22. Archivos de diario El Progreso, Tomo 2, Año 1920. Museo Pumapungo, Cuenca. 23. La conjuración del peligro. Noticia del 9 de abril de 1920, “El Progreso”, primera plana.

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Patricio Montaleza J. Productor de Cine y fotógrafo ecuatoriano

Estudió Biología del medio Ambiente; y Comunicación Social, en la Universidad del Azuay UDA. Cursa un master en Fotografía y Sociedad Latinoamericana, en la Universidad de las Artes, Guayaquil. Autodidacta en el campo de la fotografía, trabajó en comunidades aisladas en la cordillera de Los Andes, posteriormente se dedicó a fotografiar obras de teatro, hasta que pasó a colaborar como fotógrafo en la Revista Vistazo. Ha colaborado con varios grupos editoriales como DINEDICIONES, Diario El Mercurio de Cuenca, Editorial Televisa S.A. de C.V. México, Diario Hoy, Revista Cántaro, Revista Diners. Transitando entre la fotografía y el cine; en el 2002 funda y dirige el Festival Internacional de Cine de Cuenca, uno de los festivales pioneros en el Ecuador. En 2008 desempeñó el cargo de presidente del Consejo Consultivo de la Televisión Pública del Ecuador. Ha producido filmes de ficción y documentales, en Ecuador y en Colombia. Se encuentra en los preparativos finales para el largometraje de “Zhetég”, coproducción colombo ecuatoriana, que cuenta con el apoyo de Ecuavisa y la empresa privada. Vegetariano, estudiante de yoga, fue discípulo del Maestre, Potencia X, David Ferriz Olivares, de quien recibió el grado iniciático de Getuls, en la Orden del Aquarius. Es miembro de importantes organizaciones internacionales como la Fundación ELIC, Escuelas Libres de Investigación Científica para Niños; y de la Federación Internacional de Sociedades Científicas FISS.

Este libro se terminó de imprimir en diciembre de 2020 en los talleres de la Imprenta Mariscal, en Quito.




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