¿Todos los beneficios son tuyos?
¿Todos los perjuicios son míos?
LA AURORA 25 de noviembre de 2018
UN BOLETIN CIVIL EFIMERO
Campaña Civil por la Ley de Culto y la libertad religiosa
Recuperando el aliento
Número 26, año dos
“Entre conocimiento y voluntad existe necesariamente una estricta correspondencia. La voluntad no es más que una capacidad de aspiración o tendencia subordinada al conocimiento reflexivo, transmitida por éste y acorde con su esencia.” Emerich Coreth CONCIENCIA, LIBERTAD, ELECCIÓN
Para ser Madres y Padres dignos de Honra por Monseñor Félix Ramos Castilla
La que se nos avecina es mucho más que un referéndum; es la posibilidad (o no) de que de una bendita vez asumamos el reto de comenzar a organizar responsablemente el ámbito nacional que es de todos: «Ese, ¡quién sabe si arguya/ En vano! ¡si en la mar �ía! / Pues si su tierra es mía, / También es mi tierra suya» (José Martí). Y, en esta hora de “debates”, donde cada “grupo” se empeña en “aportar” algo para el bien de nuestra tierra común, una de las cosas que más se ha escuchado decir es: «Yo sugiero que allí donde dice que los hijos tienen el deber de auxiliar a sus padres, pongamos que tienen la obligación de sostenerlos». Por supuesto, esta reiteración obedece a un imperativo- más que moral o espiritual- �inanciero: cada vez somos más los viejos y menos los que pueden trabajar. Pero, deber y derecho se interrelacionan estrictamente; no hay una cosa sin la otra. El deber a la honra de los padres es un mandato bíblico- concordamos, por tanto, con el tal cambio. Sin embargo, para que un hijo honre a su padre y madre; estos, antes, habrán tenido que- desde todo punto de vista- serlo. Desde Adán y Eva se reconoce el importante papel que juegan los padres en la enseñanza para que los hijos puedan distinguir entre el Bien y el Mal. A aquel mito fundacional (Gén. 3) que- entre otras muchísimas cosas- nos muestra la importancia de la comunicación de la previa experiencia de vida de los padres en la educación o la mala crianza, en la virtud y en el pecado de los hijos, se añade el único mandamiento positivo con promesa incluida (una deferente oferta constructiva): «Honra a tu padre y a tu madre, para que sean largos los días…» (Éxodo 20:12), mandamiento que no sólo busca disciplinar a los hijos en el amor, sino que obliga a los padres a ganarse la honra de sus hijos median-
te la enseñanza de la sabiduría tradicional (espiritual, patriótica, cultural…) que, como creyentes, hemos acumulado; no en balde Nuestro Señor Jesucristo- lejos de abolir este mandamiento- lo completó con la sentencia: «Si alguno viene a mí... y no odia a su padre, a su madre..., no puede ser mi discípulo». Sentencia que reprueba a los padres que han sido negligentes en la acción educativa de su progenie. Negligencia que puede llevar a las almas de sus hijos a la perdición.
La futura Constitución debería establecer- de manera extensamente de�inido- el Derecho de los Padres a la Autoridad sobre sus hijos. No podemos seguir dejando en manos de los hacedores de las políticas educativas o�iciales, la educación que, como PADRES, se le ha de dar a nuestros hijos. La relación familia-escuela tiene que resolverse de modo productivo: La familia educa, la escuela instruye. O sea, es sobre esta condición donde se tiene que establecer una sociedad donde los padres orienten al plantel educacional. ¿Cuáles serían los fundamentos de esta asociación? ¿Cómo- sin privatizar la enseñanza- podrán los padres involucrarse en la elaboración de los planes de las asignaturas �ilosó�icas, éticas, morales, religiosas… que coadyuvarán a la formación de los hijos según los valores familiares? Estas no son cuestiones fáciles. No pueden ser respondidas a la ligera; pero, en este marco y sobre este tema, sí podemos esbozar algunos principios generales. Familia y escuela- en circunstancias ideales- tienen un mismo objetivo: lograr el mayor bien espiritual e intelectual de los educandos. Por supuesto, esta base pudiera permitir poner en práctica tal asociación donde la escuela esté adjuntada a los intereses paternos y no a la inversa. Esto conllevaría a una REFORMA EDUcontinúa al dorso