Bosque adentro

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BOSQUE ADENTRO

Medardo Landon Maza Dueñas y no otro Ilustraciones de Ari Aboytes Cortés



BOSQUE ADENTRO



BOSQUE ADENTRO

Medardo Landon Maza Due単as y no otro Ilustraciones de Ari Mauricio Aboytes


Dra. Esther Orozco Rectora de la UACM Comisión de Apoyos Estudiantiles (CAE) Mtra. Ericka Araiza Flores Coordinadora de Servicios Estudiantiles Lic. María Dolores López Ontiveros Área de Apoyos al Estudiante de la CSE Lic. Fernando Miranda Velázquez Representante de la Coordinación Académica Lic. Karina Chaparro Alvídrez Tesorera Lic. Erika García Salazar Representante de la Coordinación de Servicios Administrativos La presente publicación corresponde al proyecto Cuento de hadas para niños chilangos de la 4ª Convocatoria de Proyectos Estudiantiles, publicada en 2010 como parte del Programa de Apoyos al Estudiante de la Coordinación de Servicios Estudiantiles, con el objetivo de contribuir al desarrollo académico de la comunidad estudiantil de la UACM. Edición Editorial Hamadriada Bosque adentro / Medardo Landon Maza Dueñas Ilustraciones: Ari Mauricio Aboytes Primera edición. Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2010. D. R. © Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Av. División del Norte 906, Col. Narvarte Poniente, Del. Benito Juárez, C. P. 03020. México D. F. Teléfono: 11070280 www.uacm.edu.mx Taller de impresión de la UACM. San Lorenzo 290, Col. del Valle, Del. Benito Juárez, C. P. 03100 México D. F. Hecho e impreso en México PUBLICACIÓN SIN FINES DE LUCRO. PROHIBIDA SU VENTA Diseño de portada e interiores: Ari Mauricio Aboytes Cortés Bosque adentro. Gestas oníricas de las Colinas Evanescentes


Bosque adentro, donde el alma mora.



I Un mördyn de las Colinas Evanescentes ¿Cómo hechos tan breves habían quebrado una mañana tan simple? Merywm el mördyn lloraba de vergüenza su crimen sobre una roca, un verano de tréboles al rocío en las forestas de las Colinas Evanescentes. Era un mördyn, de esas robustas y pequeñas criaturas patilludas y patonas, fumones que nacen en agujeros, sin más poderes que la sensatez y el sigilo, simplones que prefieren los bollos a los anillos y las labranzas a los castillos. Esa mañana su padre le había dado la primera daga de la tradición mördyn. A diferencia de la espada, que sólo talla la historia de los pueblos con sangre, la daga es filo de jardín, de taller, de cocina, de montero y carpintero; con ella los mördyns aprenden a labrarse, talla a talla, una vida provechosa. “Tu filo es tu lengua”, le había dicho su padre ciñéndole la vaina de madera. “Sean tus voces esta hoja. No desenfundes en vano. Hónrala y hónrate”.

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II La dama araña del alba Orgulloso como un cardenal con su nueva daga, Merywm deambulaba dándoselas de mayor con la ceja enarcada y las manos sobre la hebilla, cuando encontró en la vereda un recodo de ramas bajas y rocas altas, con una gran telaraña temblando a la humedad, titilando en arcoiris, delineada a contra luz del alba, y una hermosa araña verde, azul y morado. Merywm, impulsado por la aversión que había elegido contra esos seres, que le daba la oportunidad de darle un nombre a todos sus desprecios, sacó del zurrón yesca y pedernal, encendió una ramita y, con el tenso cuidado del morbo, le reventó una a una las patas con la llama, hasta ver rodar por la hierba a la criatura convulsa, rota y ennegrecida. El mördyn, sorprendido, herido y avergonzado por su crueldad, desenvainó por vez primera para rematar a su víctima y sentarse a llorar.

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III Las palabras de la salamandra Su guerra contra las arañas, iniciada por miedo, había terminado. ¿Cómo hechos tan breves habían roto una mañana tan simple? En ese instante una voz entre sus pies descalzos lo instó a cesar su llanto. Se trataba de una salamandra que, comprendiendo lo ocurrido, conminó al acto al mördyn a abandonar por siempre toda foresta o a tomar los huevecillos de la araña y llevarlos bosque adentro, donde pudieran encontrar alimento aquella misma tarde al nacer. Mas si eligiendo el exilio forestal, volvía de nuevo bajo las ramas o, aceptando la empresa, la descubría tirando los huevecillos por ahí, entonces los diminutos leprechaun le coserían los párpados al dormir, y sería perseguido por todo el linaje de la araña torturada y violentada, pues la salamandra daría cuenta del infame cuento de su verdugo.

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IV Atisbando atrás Merywm guardó con repugnancia los huevecillos en su zurrón y, tras las indicaciones de la salamandra, atravesó la crujiente telaraña, sumergiéndose con ello en las Veredas de las Hadas del soñar verdadero, deambulando en la vigilia hacia lo profundo en una región de espesa bruma, atisbando continuamente atrás entre los helechos, arbustos y ramas bajas, porque no parece igual el camino que se anda que por el que se regresa. Entonces comenzó a preguntarse cómo se había metido en aquel brete, y descubrió alrededor lo marrón y lo musgoso de confusa e idéntica silueta, comprendiendo con súbito terror que había perdido la ruta de llegada, pues aunque había aprendido a husmear humedades para hallar recodos, en sus entrañas todos los bosques son un solo laberinto ancestral, y quien se extravía, si alguna vez escapa, no retorna jamás al mismo día.

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V El almizcle del lobo Enjaulado por arbustos deshojados, se detuvo temiendo un peor desvío, y sin hallar mucho por donde abrirse paso para salir de aquel apuro, le imperó la angustia y comenzó a gimotear por lo bajo con desespero, hasta que, de pronto, olió el almizcle amargo y grasiento de un lobo, y ahogándosele en el pecho y la garganta un gran chillido de desamparo, sin atreverse a gritar o llorar, se encogió tembloroso en la hojarasca. Aunque aún no había lugar para la fe intangible en su corazón infantil, Merywm, sediento de consuelo, comenzó a rezar a los dioses de sus padres. En aquel silencio y penumbra le pareció discernir la voluntad y el aliento del supremo bosque entero en el Dragón de Hiedra y la Reina de las Hadas, y cual si la hubiera llamado por su nombre, se desató una lluvia soberana, dispersando los olores en los grises del gran manto de la lluvia catarata.

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VI El trébol de cristal Temblando y dando por cierto y suyo el agradecimiento a la natura, descubrió que la lluvia se escurría por una pendiente imperceptible hacia donde él había creído que era el frente, cuando dudó de su suerte. Y siguiendo a prisa el curso del agua, encontró un trébol de cristal danzando en una trebolera musgosa al filo de un precipicio escabroso. El mördyn, asaltado por el temor familiar de los suyos a las alturas, se detuvo contemplando el vivo mapa de las colinas desplegadas. Por su izquierda, un estrecho reborde limoso descendía hacia el fondo, donde oleadas azules y púrpuras de mariposas ondeaban sobre las copas. Hacia su derecha, una pendiente menos aguda bajaba la cañada, cubierta por una telaraña de hiedra sombría que devoraba los arbustos. Y por ella fue Merywm, de cara al suelo y con los grandes pies por delante.

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VII La batalla de la hiedra fría En la sofocante oscuridad del espeso olor de la hiedra aun bajo la lluvia, el mördyn descubrió que se había atascado como una mosca en telaraña, sin ayudarle mucho su peso a bajar, sin ayudarle mucho la lluvia a trepar. Una vez más se detuvo, hinchado de frustración, desespero e impotencia, y desenvainando su puñal en la súbita furia del miedo, atacó a los zarcillos, y venciendo unos pocos con los filos, se inflamó de un aterrado brío, cortando hacia abajo gruñendo, ayudándose con los pies a abrirse paso. Tan agotadora era esa ruta, que bogó entre tenacidad y desesperanza, llorando con manos tiesas y pies heridos por las puñaladas mal cifradas. Ya se daba cavando su verde tumba, cuando atisbó una claridad grisácea, y embriagado de esperanza, cortó hacia abajo aún más de lo que llevaba, cayendo tras los últimos zarcillos en un pozo entre truenos y borrasca.

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VIII El pozo de la borrasca Aterrizó de pleno entre los musgos viejos de una trebolera al fondo, cubierto de sangre de verde savia, el chaleco roto, las mallas rasgadas, y se quedó tumbado al fondo jadeando bajo la lluvia fría hasta recordarse. Bebió de una charca, comió tréboles y miró hacia arriba con ojos de conejo: aunque no era más honda la poza que la talla de un humano de los valles, las paredes de roca limosa eran resbalosas e infranqueables para el mördyn. Todo lo que pudo gritó, clamó, rogó y rezó hasta abatirse en gemidos, y entonces un trío de duendes se asomó al pozo divertido por su desgracia. Fingieron ayudarle arrojándole una cuerda resbaladiza del todo inútil; luego le lanzaron otra cuerda llena de espinas que Merywm casi remontó, pero con hechizos le soltaron el estómago y lo cubrieron de telarañas, dejándolo retorciéndose en llanto como una torturada araña quemada.

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IX La criatura de los arbustos Al fin la lluvia cesó y la claridad despertó los verdes de la pared del pozo. Merywm se sentó a respirar hasta aclarar el seso y remontar el consuelo, y mirando las ramas como astas que asomaban en el borde del agujero, el mördyn comprendió la esperanza y se irguió en correspondencia. Rajando el chaleco de cuero en tiras que ató a la correa de su zurrón, lo arrojó a lo alto para enganchar alguna rama con el peso de su bolso, y refinó sus tantos intentos trenzando varas en un aro en torno a la correa, hasta que el zurrón se ajustó en lo alto y trepó con pujidos y risas, brotando de la poza sucio y desnudo, salvo por cinto, zurrón y cuerda, como un mördyn de los días antiguos, tal como siempre había sido, a una silenciosa avenida de grandes hayas y fresnos entretejidos en una suave penumbra sobre un campo de lilas que teñían lo hondo.

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X La ruina élfica Así llegó Merywm a las ruinas élficas siendo un crío extraviado, remontando el río de lilas bajo la avenida de hayas rumorosas hasta un islote de rocas, arbustos y jóvenes álamos blancos que cubrían con sus hojas de sombra y malva unos bloques malaquitas, donde halló mariposas en alegre melancolía al crepúsculo de trigo. Entonces nacieron las arañas, raspando con sus patas en su zurrón, y Merywm sintió allí el sencillo portento del cantar del silencio. Con la boca en azoro, los ojos en despertar y su nombre iluminado, descubrió entre el limo malaquita y el musgo ancestral un hormiguero de mestizos insectos, ni hormigas, ni abejas, verdes y tornasolados en torno a una reina libélula con alas de atardecer y ojos de alba. Y afectado por un súbito amor que le pareció muy viejo, se postró.

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XI El mördyn y las arañas Y postrado Merywm ante la que le parecía una Reina Hada, vislumbró por el rabillo del ojo a otro mördyn en cucillas, un joven mayor que él, con rizos rojos donde los suyos eran dorados, pero con las mismas pecas, zurrón y vaina ceñida al ancho cinto, que con su daga empujaba arañas a lo más espeso del hormiguero. Entonces Merywm, sin mediar palabra alguna con el otro mördyn, desenvainó su puñal para sacar una y otra vez a las arañas de su apuro, hasta que el otro, enfurecido, tornándose cruzó las dagas para desarmarlo, y montándosele sobre el pecho, le asestó firmes puñadas a Merwym, quien sólo pudo alcanzar con los dientes la mano que le apretaba la cara, exprimiéndole al pelirrojo un alarido, rodándolo sobre el hormiguero, y aquellos insectos, los tryssmarien, lo mordieron como a las arañas.

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XII Descenso a los valles El pelirrojo, cubierto de hormigas, clamó extrañas palabras de ayer. Merwym soltó los dientes y quiso ayudarlo en su drama pululante, pero el otro corrió hacia el fondo de la arbolada de lilas perdidas, y Merywm, recogiendo su puñal, lo siguió a toda prisa al atardecer. Y por tal, alcanzó la vera de una cañada de un río que le sonó conocido. Del pelirrojo no había ya rastro alguno en torno, para bien o para mal, y no volvió a verlo salvo en sueños y, años más tarde, frente al espejo. Siguiendo el río por sus hondanadas nocturnas, regresó al filo del alba a los valles de los hombres, y remontó luego las colinas de vuelta a casa. Sus padres lo recibieron con gran júbilo y lágrima tras tal preocupación, y Merywm, taciturno, poco habló, pero liberó a las arañas de su zurrón con gran cuidado en su jardín, donde, desde entonces, felices moraron.

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Bestiario Mördyns Son pequeños sujetos con grandes pies velludos, sencillos campesinos que viven en agujeros en el suelo. Fuman pipas en sus jardines cuando descansan del trabajo. No les gustan las aventuras, pero han sido famosos por ellas.

Tréboles de cristal Son tréboles mágicos que crecen en las encrucijadas y que, dependiendo de la lluvia y el rocío, pueden conducir sus caminos un día a un lugar, y algún otro extraviarse muy profundo bosque adentro.

Hiedra fría Es una planta lóbrega que crece en lo hondo de las malezas. Se alimenta de los cadáveres que quedan atrapados en ella. Su espíritu es voraz pero obedece a los ciclos de la natura, aunque hay ancestrales tragedias que la mencionan.

Duendes Son traviesos serecillos que viven en los bosques. Como niños que nunca crecerán, sólo piensan en jugar. Su piel es verde, sus ropas de plantas, sus voces de aves. Corren sobre el agua porque no saben que pueden hundirse.

Tryssmarien Son insectos laboriosos de caparazones de muchos verdes. Parecen una mezcla entre abejas bravas y hormigas sabias. Son guardianes de los corazones de los bosques, y hay quien dice que sus reinas son hadas disfrazadas.


Impreso en el Taller de impresión de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México con un tiraje de mil ejemplares.

Por ël mördyn, bardo de hadas y perro de los elfos. Revisión y correcciones de Rita Guidarelli, Hada Verde.



...“¿Cómo hechos tan breves habían quebrado una mañana tan simple?”...

Aquí se cuenta de Merywm, un mördyn o duende patón que, después de asesinar a una araña, emprende un viaje bosque adentro para encontrarle un hogar a los huevecillos de su víctima. Esta es la segunda aventura de las Gestas oníricas de las Colinas Evanescentes, que cuenta la iniciación de Merywm en la foresta ante sus primeras decisiones importantes.


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