Innovacion & reputacion

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las pulsiones internas –afinidades, deseos, temores– que determinan el comportamiento de las gentes del lugar frente a las oportunidades o amenazas externas. Además, sabe bien cuáles son las señales que deben activarse para provocar una reacción concreta: tañer de campanas, gritos, silbidos… Cuando acecha el lobo corresponde gritar su nombre – ¡el lobo, el lobo!– y todo el mundo sabe perfectamente qué hacer. Confundir las señales siempre es nefasto. En definitiva, he aquí el primer error del cuento: lo que Pedro quiso testar es la capacidad de reacción de la comunidad. Había que controlar los tiempos de respuesta, la disposición de los afectados, los recursos humanos y técnicos (armas defensivas) con los que se podía contar y, por último, la propia estrategia de acoso al lobo. La leyenda afirma que al pastor le hizo tanta gracia la broma que pensó en repetirla. Una interpretación maliciosa: Pedro simplemente expresó su satisfacción por los resultados del simulacro de alerta. Lo que sí ocurrió –y de nuevo apuesto por la profesionalidad del ovejero– es que le asaltaron dudas razonables sobre el impacto de la reiteración de alarmas sobre el comportamiento de los vecinos. Es un hecho cierto que si bien los primeros simulacros suelen generar impulsos positivos en las organizaciones, su repetición adormece la reacción. Por esa razón, cuando Pedro vio a la gente suficientemente lejos, volvió a gritar: “¡Socorro! ¡El lobo! ¡Que viene el lobo!”. Los habitantes del pueblo, al volverlo a oír, empezaron a correr otra vez pensando que esta vez sí que se había presentado el lobo. Pero al llegar donde estaba el pastor, se lo encontraron por los suelos, riendo al ver cómo los aldeanos habían vuelto a auxiliarlo. Esta vez se enfadaron aún más, y se marcharon terriblemente enojados (sic).

CRISIS Y CONFLICTOS LABORALES

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