Crustanews Nº4 Otoño 2014

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John Doe. Capítulo 3: El comienzo y el final de un viaje por Mattiuskina

John Doe saltó de la cama de un brinco. Los primeros rayos de sol anunciaban la llegada del día y con ellos, su deseo de salir a la calle dirección a la tienda más cercana de acuarios… Se vistió rápidamente, tomó su café cigarrillo en mano y miró por última vez ese acuario vacío que le decía a gritos que necesitaba vida… Tres paradas de metro más tarde y diez minutos de caminata a pie le dejaron frente al escaparate de la tienda en cuestión. ¡¡Ya había llegado!! Durante el trayecto, había descartado los peces, sólo gambas y caracoles… a ver que tendrían disponible en la tienda… Una vez dentro, los ojos se le pusieron como platos… unas pequeñas bellezas danzarinas nadaban, andaban y se posaban en los cristales. Su color no era muy llamativo, pero sólo con verlas supo que tenían que ser suyas. En el cartelito ponía Red Cherrys en Oferta. Eso era una señal, estaba seguro. Las contó rápidamente, 8. Un número perfecto, cantidad justa para un grupito que se sintiera a gusto, y no excesivo para su economía… Además que ese número significaba otra cosa para él, aunque nadie lo sabía. Hacía menos de dos meses que se había tatuado el símbolo del infinito en el tobillo izquierdo. No deja de ser un 8 tumbado, se dijo para sus adentros. Tarjeta en mano, las compró todas. No quería separarlas, no sabía si eran familia o no, si podían sentir algo, desconocía muchas cosas de ellas aún, pero no quería hacerlo. Así que pagó, y se fue directo a casa con su bolsita de gambas, feliz por fin de haber podido satisfacer esa loca obsesión que le rondaba la cabeza desde hacía tiempo. Una vez en casa, las aclimató como era de esperar, sabía que era una parte crucial para que todo fuera bien. Las metió en el acuario y se sentó delante a observarlas embobado. Así estuvo más de cuatro horas sin darse cuenta del tiempo que llevaba ahí… verlas nadar, inspeccionar el acuario, resultaba tan… relajante. Al cabo de un buen rato, se sentó nuevamente frente al ordenador, entró en la red y siguió investigando más y más para poder darles una vida lo más gratificante y saludable posible a esos seres que, en menos de un día, habían llenado un gran vacío en su propia vida. FIN La historia de John Doe no deja de ser un reflejo de la historia de muchos de nosotros, que, un día por casualidades de la vida, topamos con estos seres maravillosos y nos enamoramos de ellos. Todos empezamos así nuestra aventura y como John, todos seguimos día a día aprendiendo y consultando a compañeros de afición para que la vida de nuestros compañeros de acuario sea más saludable y mejor. Lo bueno de esta revista es que nos ayuda a ello. Lo bueno de nuestro foro es que nos permite compartir con otros compañeros muchas experiencias. Lo bueno de nuestros compañeros (y amigos) es que siempre están ahí cuando nos asaltan dudas… Gracias a todos por hacer que gente como John Doe se una a esta afición y que gente que, a veces, se desespera con ella y desearía abandonar, siga luchando, día a día, para ver como sus amigos de acuario viven en las mejores condiciones posibles que les podemos ofrecer en un espacio tan limitado.


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