Devoción y misoginia La polaridad que hemos visto en los estereotipos figurados en algunos textos que convierten a la mujer en un ángel o en un demonio se trasladó a otras producciones
literarias
que
o
bien
hacían de la mujer un objeto de devoción (Amor Cortés, Dolce Stil
Nuovo) o bien en objeto de absoluto escarnio;
incluso
ambas
tendencias
pueden hallarse en una misma obra o en un mismo autor. La dualidad de modelos, que puede hacerse remontar a la
historia
bíblica
(Eva/María),
provocó una actitud ambivalente hacia el género femenino que en parte era
deudora de las ideas misóginas de la Antigüedad. A través de una obra fundamental, el Roman de la Rose, asistiremos al análisis de estas posturas, a los diversos retratos femeninos y las reacciones que provocaron. EL ROMANCE LA ROSA (I) Fue una obra que gozó de un éxito inusitado, pues de ella se han encontrado unos trescientos manuscritos, tal vez por el interés del hombre medieval hacia las alegorías líricas y por la enorme influencia del amor cortés. La primera
parte fue escrita por un joven de veinte años, Guillaume de Lorris, de quien apenas sabemos, entre 1220 y 1223. La dejó inacabada, pero cuarenta años más tarde la continuó Jean de Meung, un tratadista muy erudito. Es, pues,
importante tener presente que la obra que hoy conocemos es producto de dos personas muy diferentes y de perfiles ideológicos divergentes. La gran alegoría del amor comienza con un sueño: el joven poeta llega a un recinto
amurallado
que
encierra
un
hermoso
jardín.
Distintas
personificaciones feminizadas le reciben mientras bailan, como Hermosura, Cortesía, Franqueza o Juventud. El dios del Amor vigila toda la escena y ordena a Dulce Mirada que le prepare su arco. El joven se acerca a una fuente
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