HISTORIA DEL PERU

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Los hermosos discursos no son sino las flores retóricas con que en tiempo de Garcilaso solían falsificar la historia pensando embellecerla; los curiosos pormenores, que no se sabe cómo hayan podido libertarse del olvido faltando de letras, no tienen ninguna garantía de exactitud; aun los principales sucesos constan casi exclusivamente por las sospechosas narraciones de parientes nada imparciales y de amigos crédulos. La gloriosa misión de arrancar los peruanos a las miserias de la vida salvaje, atribuida a los hijos del Sol, está en abierta contradicción con la incontestable existencia de la cultura preincásica; el rápido y fácil desarrollo del imperio no era posible existiendo no lejos de su centro señores muy poderosos y más dispuestos a extender su dominación que a renunciar a su independencia; la constante prosperidad y nunca desmentida magnanimidad de los incas son difíciles de conciliar con la mezcla de felicidad e infortunios de virtudes y vicios, que forman el accidentado drama de las dinastías más ilustres; en fin, el relato de Garcilaso se opone a otros que no pueden menos de hacer vacilar el juicio. No pesan por cierto mucho en la balanza de la crítica los testimonios de Oliva y Montesinos: según la relación de Catari expuesta por el primero, Manco-Capac al año de su exaltación habría hecho matar junto con sus mujeres e hijos a cuantos caciques vinieron a saludarle sin traerle tributos. Sinchi-Roca, hecho el censo del imperio, encontró dos millones de hombres en estado de llevar las armas, conquistó parte del reino de Quito y de regreso tocó en Tiahuanaco, que era llamado entonces Chucaya, y recibió la actual denominación porque el inca dijo a un veloz mensajero, Tiahuanaco (siéntate huanaco). Lloque-Yupanqui, después de fundar o al menos embellecer el Cuzco, prometió erigir en la ciudad un templo a Pachacamac, y su voto fue cumplido por sus sucesores. Maita-Capac, que tenía horror a las mujeres y era muy aficionado a la caza, nunca tuvo hijos, y por haber muerto en rudo combate a una serpiente con alas de murciélago recibió el sobrenombre de Amaru. Su sobrino Capac-Yupanqui ordenó que todos los caciques residieran en la corte, y precipitó de una roca al de Quito por haber quebrantado su mandato. Quispi-Yupanqui estuvo cerca de ser el Rodrigo del Perú, después de haber violentado a la bella Chalcha, hija del sucesor del cacique precipitado, porque su padre vino a vengar su honor ultrajado con formidable ejército hasta las puertas del Cuzco. Yahuar-Huacac fue un príncipe hábil y prudente que levantó muchas fortificaciones y, para asegurar más la paz interior, mandó que los dos tercios de cada población la abandonaran para ser reemplazados por habitantes de otras provincias. Semejantes desatinos no se discuten, y tampoco merecen ser tomadas en consideración las fábulas de Montesinos, quien hace triunfar a SinchiRoca y a Inca Roca, cuya sucesión invierte después de haber sometido a

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29/11/2006, 12:15 p.m.


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