Movimientos Literarios Ecuatorianos - 2

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Entre todos los seres que habitaban este hermoso país, existía uno sólo que jamás se había elevado, tan siquiera un centímetro del piso. Era un duende ancianito, con una expresión tan serena en su arrugada carita que transmitía una paz muy especial. Sabeos, así se llamaba el duende, estaba siempre alegre. Su sonrisa jamás se alejaba de su rostro y parecía estar más allá de las cosas cotidianas. Sin embargo era un duende por demás comprometido con todos los habitantes del país. Para todos era un misterio ese duende arrugadito y sonriente que parecía tan feliz y que jamás –a los ojos todos los demás- había soñado. Creían que, como jamás había dado ni siquiera un saltito cortito, el duende no tenía ningún sueño, pero a la vez, les parecía extraño. Siempre estaba contento y en paz, como quien logra el mayor de los sueños que se pueda alcanzar. – Tal vez no salta porque tiene las piernitas muy cortas – Decía un hadita mientras hacía rulos en sus cabellos con su varita mágica. – Yo creo que le pesan las arrugas – dijo un elfo. – Tal vez no tenga sueños y por eso no se eleva – Dijo un adulto al que le costaba bastante saltar, soñar y reír. – Es difícil que no los tenga, tiene una expresión feliz en el rostro y los sueños son imprescindibles para ser felices – dijo un pequeño, quien de sueños sabía mucho más que el adulto. – Debe ser porque es anciano y no creo que los ancianos sueñen mucho – dijo muy equivocado otro adulto que tampoco terminaba de entender de qué se tratan los sueños. El duende que no se elevaba era siempre un tema de conversación entre los habitantes de este país tan peculiar. Como de sueños se trataba, todo podía ocurrir. La teoría de quien más saltaba, más soñaba se había instalado entre todos y si bien algo de cierto había, no era una regla que se aplicara para todos. Sin embargo, muchos lo creían así y se esforzaban por saltar cada vez más alto, cada vez mejor. Algunos lograban hacer realidad sus sueños, otros no, simplemente porque los mismos no estaban a esa altura, sino más abajo. Muchos chocaban con las copas de los árboles o con las chimeneas. Se llevaban por delante pájaros y nubes también. Unos soñaban con llegar a la luna, otros con volar arriba de una estrella y otros con tostar pan a los rayos del sol.

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