Introducción Mi papá llevaba de apellido Fonseca y mi mamá, Zas. Se casaron en 1972. Nací en Villa Devoto, Ciudad de Buenos Aires, el año que comenzaba la dictadura militar de Videla en la Argentina. Tengo dos hermanos: Juan Manuel, cinco años menor y Vanina, tres mayor que yo. Soy el del medio. Escuchar la historia de los que me precedieron fue algo que siempre me generó atracción. Y también el orden: entenderlo en un cierto orden. Si algo disfrutaba en la universidad cuando rendía los finales de materias de historia o sociología era construir esas líneas de tiempo, pegar una hoja al lado de otra hasta dibujar las cronologías. De algún modo, ese mapa general me permitía volver a perderme en el detalle. Sé que mi tío Carlos Fonseca había intentado alguna vez un árbol genealógico, eso al menos fue lo que mi papá me dijo. Los Fonseca fueron siempre más apegados al pasado y las herencias que los Zas. Nombres y anécdotas que se narraban en casa, en un viaje en auto, de mamá o de papá, pero siempre confundidas en el tiempo y el espacio. No porque así hayan sido contadas, sino porque un niño va pegando como puede esos recortes en su mente,
que se acumulan en el orden en que fueron recibidos. Como el nombre Puky, que siempre creí era un perro de la infancia de papá, y terminó siendo un tío muy querido, segundo. Elena y Susana, Ana y Alfredo, nombres familiares que uno acumula y no sabe realmente si eran los tíos de, los abuelos de, si eran pareja o sobrinos o con cuñados, en fin… todo siempre terminaba en un “¿y por qué no le preguntas a Claudia?”. Y así siempre, la danza de nombres, la distorsión de los espacios, las casas queridas, los títulos cambiados, los tiempos estirados y esos apellidos que nunca estuvieron ordenados. La muerte tan temprana de mi hermana, la impensada partida de Mila en ese mismo accidente, la luz de la sonrisa que vive en Balthazar, y la crisis de mis cuarenta y pico, me apresuraron a recoger testimonios y empezar urgente ese orden. Tenía miedo que si esto quedaba para más adelante, ciertas voces ya no estuvieran. Había que hacer un orden, una lista, una cronología, y reunir la mayor cantidad de impresiones, direcciones, historias y fotos posibles. Sobre todo, encontrar la de Puky.
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