

Cuentos de una vieja cincuentona

Domingo 12 de febrero, 2012

CAPÍTULO PRIMERO LA HISTORIADEL AJIACO
Estoy iniciando el relato de mis experiencias. No sé cómo comenzar. Esto me recuerda mis diarios de vida en mis tiempos de adolescencia. ¿Cómo empiezo? Hoy desperté a las 5:30 am. Dormí casi siete horas lo cual para mí es excelente. Claro que no dormí en mi cama porque anoche me quedé dormida en un sillón viendo la película “UP” con Simón y Jorgito. Simón me acomodó el sillón para que pareciera “clase ejecutiva.” Amanecí muy bien y muy sensible a la vez. He llorado un poco pero no de tristeza, más bien de emoción. ¿Por qué tanta emoción? Quizás porque he estado reflexionando sobre lo que ha ocurrido este fin de semana. Ayer sábado estuve en la casa de Clara (hermana de Christian Rauch). Me sentí muy cómoda y comprendí algunas cosas tan simples, pero tan importantes. Por ejemplo, la relación que ella tiene con sus plantas, sus animales y sus creencias espirituales. Todo esto se resume en una palabra: AMOR. Mientras lo asimilo, me doy cuenta de que me sirve para mi recuperación. Me siento entusiasmada, con muchos deseos de dejar fluir ese amor universal. El viernes recién pasado queríamos ir a comer al departamento de Andrés y Claudia. Cociné algo “especial” para llevarle a Claudia. Como Claudia no se sentía bien, decidieron cambiar la visita para hoy domingo por lo cual me quedé con una olla llena de ajiaco que preparé con mucho cariño siguiendo al pie de la letra las instrucciones de la Lila (abuela materna de Claudia). Pensé en llevárselos hoy, pero ellos no parecieron muy entusiasmados de modo que no lo hice. ¡Pobre Jorge, Jorgito y Simón que van a tener que comer ajiaco por un par de días! Ahora les agradezco a Claudia y a Andrés su decisión porque me hizo reflexionar sobre la humildad, la generosidad y de nuevo el amor. Por otro lado, me di cuenta de que me siento muy contenta con mis tres perros (¡no me refiero a Jorge, Jorgito y Simón!) y mi gato. Mis animales son mis compañeros incondicionales y tengo un deseo inmenso de cuidarlos. Jorge, Simón y Jorgito están durmiendo en este momento. Es muy temprano aún. Deseo que despierten para decirles cuanto los quiero. También quiero ir a la tarde al departamento de Claudia y Andres (¡aunque no lleve el ajiaco!) para poder abrazarlos y besarlos. Por otro lado, esta mañana me gustaría ir a un mercado mexicano a comprar plantas para cuidar y querer. Familia, los quiero hasta más allá de las estrellas. ¡Anhelo vivir este día!
PD Había una cerveza heladita en el refrigerador y no me dieron deseos de tomármela. ¡Oh yeah!

Miércoles 15 de febrero, 2012.
Hoy desperté a las 6:00 am y salí a caminar. Cuando volví, Jorge estaba empezando a prepararse para ir a trabajar. Se le miraba un poco enojado. Como yo sentía tanta energía, en lugar de tirarme a la cama a ver el Buenos Días a Todos (¡¡¡El Matinal de Chile!!!), decidí ponerme a cocinar, limpiar la cocina, atender a mis plantas y a mis animales. En realidad, las plantas son mías, los animales no, aunque yo los cuido y los disfruto como si lo fueran. La mañana estuvo lluviosa pero después del medio día salió el sol así que llevé a la Wolfing a caminar. Mientras caminaba y la miraba me volvía a la cabeza la idea que acabo de plantear: ninguno de los animales es mío y dos de ellos son de personas que no viven acá, o sea están de allegados. Recordé a toda la gente, animales, muebles, etc., etc., etc. que por esta casa han pasado. Desde ilustres y respetables personajes como el encantador Fernando Ubiergo y el distinguido Dr. Torres Torretti hasta comedores de tercera clase y pianos cojos. Ha sido tal la diversidad que hemos tenido en lo que nosotros llamamos “la casa” que…¡ quedé impresiona’ gueon! Me acordé del día en que una chilena llamó a Jorge para decirle que tenía un comedor usado y se había acordado de él. (Mi marido siempre ha parecido homeless). Aquí está todavía el famoso comedor porque nosotros justo habíamos regalado el nuestro a una familia que no tenía y que realmente lo necesitaba. Me acordé también de la ocasión en que recibimos a un amigo de Jorgito que tenía problemas (qué raro, ¿no?) y que estuvo con nosotros un par de meses. Se llama Glenn. Glenn perdió su ojo derecho en circunstancias extrañas, para mí al menos. Un día yo venía saliendo de uno de mis cuasi panic attacks, me sentía como las gueas’ y quise acostarme. Glenn era el único en la casa así que le dije entre estruendosas lágrimas: “Look, Glenn. I’m not feeling well. I’m gonna lie on bed. Can you keep an eye on me, please?” Dos errores de lenguaje: look and keep an eye, yeah …he can look, I guess….. but he does have only one eye so I should have said keep your eye on me. Cuestiones semánticas, pura confusión. Mis plantas. Tengo tres: dos maceteros de ruda a la entrada de la casa y una planta de la que no sé nada en la cocina. Una de las rudas se llama Vicky y la otra Gaby. La Vicky y la Gaby eran dos amigas (Chilean comedians) de los años 80. La Gaby era super tooooonta y la Vicky era volaaaaaa’ , las dos muy especiales en todo caso y yo disfrutaba mucho verlas. La planta de interior se llama Bernardita. Era el santo del día en que el papá me la regaló. La Bernardita es
una chica roquera salvaje (escucha solo classic rock) y le gusta comer porque siempre hay comida y aromas relacionados al cooking stuff. Voy a dejar mis escritos hasta aquí por hoy ya que llegó el Cristian Rauch. Me gusta hablar con él. Creo que el resto de mi tarde va a ser entretenida.
¿Cómo me siento? Pregúntenle al Cristian.
EL FIN
PD. Decidí empezar a usar las redes sociales para compartir, con quien le interese, mis estados de ánimo y así tratar de recuperar algunos de mis débiles conocimientos tecnológicos.
CAPÍTULO TERCERO
CUANDO JORGE CASI SE CONVIERTE EN MUSULMÁN

Sábado 26 de febrero, 2012
Estos hechos se remontan a los a los años 70. Antes de casarnos con Jorge, él estuvo estudiando Pedagogía en Inglés en la Universidad de Chile en Temuco. Ahí conoció a la Techy con la cual tuvo una hija, Paulina. Luego, Jorge se trasladó a Santiago a estudiar en el glorioso Pedagógico de la Universidad de Chile donde nos conocimos. Fuimos amigos (sin ventaja) por algún tiempo y me contó lo de su hija. Yo recuerdo que a mí me dio mucha risa que él me lo dijera en forma casi melodramática. Yo en esos tiempos tenía tantos amigos gays, potenciales curas, mitómanos, bailarines, separados, madres solteras, drogadictos etc. (¡no, si yo era trouble para cualquiera!) que pensé, ¡ojalá que este no me salga con que es mitómano u homosexual ! Bueno, nos casamos no sin que antes Jorge fuera al sur a hablar con la Techy (no sé si para pedirle el consentimiento o para informarle solamente). Una vez casados, Jorge nunca dejó de ir a ver a su hija. En muchas ocasiones yo lo acompañaba. Con el tiempo, nos embarazamos de Andrés y la Techy, que se había casado, se embarazó también. Entonces, cada vez que íbamos a Temuco a ver a la Paulina, Jorge salía con la Techy y conmigo, (las dos embarazadas) a visitar amigos de ellos. La gente, en ese tiempo muy conservadora, no entendía nada, nos miraban como si estuvieran viendo un extraterrestre y callaban. Cuando la Techy tuvo más hijos, Jorge y ella iban a comprarle ropa a la Paulina y yo me quedaba cuidando las hijas de la Techy. La gente no lo podía entender. Mis padres no miraban esto con buenos ojos, creo que pensaban que Jorge me llevaría a vivir a Afganistán. Mis hijos siempre supieron que tenían una hermana así que cuando alguien me preguntaba cuántos niños teníamos, yo contestaba cuatro pero todos ellos al unísono respondían; “no mamá , nosotros somos cinco” y la gente me miraba con la cara que ponen los gringos aquí cuando nosotros los hispanos les hablamos en inglés, o sea no entendían ni guea.’ El problema surgía cuando se juntaban mis hijos con las hijas de la Techy. La discusión consistía en saber quién era más hermano de la Paulina. Después de un par de años nos vinimos a Estados Unidos y… ¿adivinen qué? ¡Jorge se trajo a la Techy! Ella vivió con nosotros como dos años y durante ese tiempo ¡salíamos los tres juntos casi a todas partes! El problema que yo veía era que la Techy venía de una familia canuta y yo de una católica bastante persiná,’ ¡na’ que ver con los musulmanes! Finalmente, Jorge decidió optar por la religión católica y olvidarse de Mahoma.
Thank God! Hasta ahora aún la gente no nos entiende, pero a mí me parece bien. A propósito
de “me parece bien” me acordé de un chiste que me contó mi suegra hace muchos años atrás. Es probable que algunos lo conozcan.
Dos ex compañeras de colegio, Bernardita y Enriqueta se encuentran después de varios años. Bernardita: ¡Hola Enriqueta! ¿Cómo estás?
Enrriqueta: Muy bien. ¿Y tú?
Bernardita: ¡Excelente! Me casé con un millonario. Enrriqueta: ¡Me parece bien!
Bernardita: Vivo en una mansión y tengo un Lexus que es una maravilla. Enrriqueta: ¡Me parece bien!
Bernardita: Además he recorrido todo el mundo. Enrriqueta: ¡Me parece bien!
Bernardita: ¿Y tú? ¿Qué tal?
Enrriqueta Bueno, yo me casé con un profesor y he aprendido a hablar mejor.
Bernardita: ¡Qué bueno porque yo recuerdo que cuando a ti no te interesaba algo solías decir “me importa un pico!”
Enrriqueta: ¡Sí! Ahora digo ¡ME PARECE BIEN!
EPÍLOGO
Quiero aclarar que todos los personajes involucrados en esta historia la hemos vivido con mucho respeto y cariño. Jorge ha sido muy responsable y ama a su hija. Siempre ha estado preocupado por ella. También ha mostrado preocupación por la Techy especialmente cuando ella ha pasado por malos momentos y es por esta razón que la ayudó a venirse a Estados Unidos con lo cual ella pudo traer a toda su familia. Nuestra relación ha sido civilizada. Los cinco hermanos se quieren y se llevan muy bien. La Techy, Jorge y yo nos hemos manejado con madurez y cordura por el bien de nuestros hijos y por el nuestro. Con Buena voluntad, la vida se puede vivir en paz. Me salió verso sin mucho esfuerzo.
Lunes 27 de febrero, 2012

MI ENCUENTRO CON HERNÁN
Corría el año 1974, en plena dictadura militar en Chile encabezada por Pinochet, cuando conocí a Hernán, estudiante de medicina en esa época. Hernán era, y creo que sigue siendo, un personaje bastante especial por decir lo menos. Lo conocí en una fiesta en la casa de una de mis amigas bomberas (en otro capítulo hablaré de ellas). En esos tiempos había toque de queda.
Comenzaba a las 6:00 pm. y terminaba a las 6:00 am. Las fiestas se realizaban a escondidas ya que no se podían reunir más de dos o tres personas y menos amanecerse. Fue entonces cuando ví a este guapo bicho raro y surgió el amor a primera vista. Usé todas mis armas de seducción y comenzó un pololeo que duró alrededor de dos años. Esta relación terminó abruptamente cuando un día me dijo, por razones que no voy a compartir en esta ocasión, que no quería continuar conmigo, o sea, en buen chileno ¡me patió’ el muy chucha de la suya...! y yo estaba enamoraaaaaaaaa’. Pasó el tiempo y conocí a Jorge al cual le pedí matrimonio ¿y me van a creer que el muy desgraciado me contestó con un rotundo NO? Quizás que pasaría después pero el año pasado cumplimos treinta años de casados. Bueno, hace un par de años atrás cuando nos encontrábamos visitando a nuestra familia en Chile, me acordé de Hernán y logré ubicarlo. Acordamos juntarnos un día en la noche. Llegó el famoso día y mientras yo me preparaba de lo más emocionada, mi suegra me llama y me dice que quiere hablar conmigo. Yo temblando entera me dirigí a su dormitorio… y viene la punzante pregunta: “Patty, ¿qué ropa te vas a poner para juntarte con tu ex pololo? Acuérdate de que él es médico y creo que tendrías que ir bien vestida.” Yo respiré ¡era sobre la ropa que iba a ponerme su gran preocupación! Me puse lo que ella me sugirió. Desde Maipú me fui con Simón en el metro y como estaba tan nerviosa, le pedí que me fuera a dejar a lo cual me contesta: “No mamá, este es tu cuento y tienes que enfrentarlo sola. Si te juntas con él en otra ocasión tal vez te acompañaría.” ¡Plop! Llegué al lugar acordado y veo un Hernán irreconocible. Claro 25 años no pasan en vano. Nos contamos nuestras vidas y llegó el momento de despedirnos. Me fue a dejar a la Alameda donde Jorge me recogería. Jorge aún no llegaba así que me acompañó mientras lo esperaba (qué caballero, ¿no?). Cuando llegó Jorge, nos bajamos de los respectivos autos (a todo esto eran como las dos de la mañana), conversamos los tres fumando un cigarro y nos despedimos. Estábamos partiendo cuando Hernán se baja de su auto corriendo con algo en sus manos. Se acerca a mí diciéndome: ”Patty, se te quedaron tus

guantes en mi auto,” a lo que Jorge responde: “¡Menos mal que no se le quedaron los calzones”! Pasó por un zapatito roto y mañana te cuento otro.
PD. Este reencuentro causó bastante expectación en la familia y mis amistades. Muchos me llamaron para saber cómo me había ido y más de alguno quiso hacer lo mismo. Es tan saludable cerrar los círculos que vas dejando abiertos por la vida. Esto te da un sentimiento de satisfacción y te permite vivir tu vida con más tranquilidad. De lo contrario, podrías andar cantando ”I can’t get no, satisfaction, and I try… …” de Los Rolling Stones.

Hernán, mi gran recuerdo serás. Jorge, el gran amor de mi vida serás.
Jueves 1⁰ de marzo, 2012

CAPÍTULO QUINTO MI
UNIVERSO FAMILIAR
PREFACIO
Cada persona es diferente y obviamente tiene mucho que entregar. Sé que es una frase cliché, pero cierta. Aunque pienso que no es bueno calificar a la gente como linda, mala, talentosa, apática, amorosa, etc., etc., etc. la gente ES no más y hay que quererla así. Sin embargo, a pesar de lo dicho anteriormente, voy a hablar de mi familia. Espero que no se crean todo el cuento porque no pretendo etiquetarlos con adjetivos y si leen algo con lo que no se sienten identificados, me lo pueden hacer saber. Es como siempre los he tenido en mi corazón y lo escribo con mucho cariño. Espero que lo disfruten.
Voy a comenzar por orden de edades. Jorgito es el viento. Va y viene con una fuerza espiritual en desarrollo. Tiene todos los colores del hermoso arco iris. Su inmensa sensibilidad la demuestra por el gran amor que siente por todos los animales. Muy observador, no obstante, reservado. La canción con la que lo recuerdo: ”Hey Mama” de Kanye West. Frase típica: ¿”Y tú”?
Camilita es la luna. Su pureza se refleja en su color blanco. Siempre ilumina, especialmente en los momentos oscuros y es capaz de darlo todo por el bienestar de los seres vivos sin exclusión. Mesurada, dulce y exigente consigo misma. Amante de su universo familiar. Su canción: “I’m Yours” de Jason Mraz. Frase típica: ”What’s up dude”?
Simoncito es el espacio. Todo lo envuelve con su alegría y amor por el género humano. Su color, café cósmico. Tremendamente sensible y expresivo. Frecuentemente guarda sus sentimientos y experiencias más profundas. La canción que me lo recuerda: ”The Dog Days Are Over” de Florence and the Machine. Frase típica: ”Oh, yeah”!
Claudita es el mar, con bellas olas turquesas que se recogen y regresan. De una sensibilidad muy escondida. Ama intensamente. Una niña emprendedora y decidida. Delicada, con un estilo suave y espíritu de sacrificio. La canción con la que la evoco: “Black” de Pearl Jam. Frase típica: ¡ ”Andrés, no cachai na”’!
Andresito es el sol y su color es amarillo. Brilla día y noche. Profesionalmente ambicioso, aunque siempre está dispuesto a poner al servicio de los demás sus conocimientos y todo lo que puede
compartir. Adora a su esposa. Constantemente preocupado por su familia. Su canción ”Simple Man” de Lynyrd Skynyrd. Frase típica: ”What’s up motherfuckers”? (¡El abogado!)
Paulinita es una rosa con mejillas rosadas. Su desbordante alegría demuestra su amor por el universo. Es una mujer con alma de niña. No existen las críticas. Toma la vida con un poco de ligereza lo que le permite vivir tranquila y mostrar madurez. Su canción: “My Heart Must Go On” de Celine Dion. Frase típica: ¡¡ ”Liiindo!!”
Jorge es el árbol lleno de hojas verdes que nos dan oxígeno para continuar creciendo. Apasionado, generoso, decidido, asertivo, entregado al servicio a los otros. Amante de su universo. La canción: ”The Wonder Of You” de Elvis Presley. Frase típica: ¡ ”Puta el gueón”! (¡El profesor!)
Yo soy la madre Tierra. Mi color es azul. Soy el instrumento que da vida en este cuerpo astral. Gurdjieff (un filósofo armenio) ha sido mi pasión porque me ha ayudado a interesarme por comprender el Universo. Me siento bendecida con mi propio universo. Mi canción: ”Shine On You Crazy Diamond” de Pink Floyd. Frase típica:
” ¡¡Ay”!!

EPÍLOGO
Como se puede ver cada componente de mi universo familiar es diferente. También existen similitudes. Lo importante es que nada dura para siempre. Cada día comenzamos de nuevo. Bueno, espero que se hayan entretenido y que les haya servido para tomarse un pequeño break durante sus actividades cotidianas que a veces se hacen tediosas. Las canciones se encuentran en los links que van en el mail.
Sábado 3 de marzo, 2012

CAPÍTULO SEXTO
LOS AÑOS QUE ESTUVE DORMIDA
PREFACIO
Con el movimiento de los cuerpos astrales, como todos los seres vivos, experimentamos la preciosa primavera y también sufrimos el triste invierno. Yo dormí durante un largo y triste invierno. Aquellos tiempos, mientras dormía, están escritos en rojo funesto y el despertar en verde esperanza.
En el año 2005, me encontraba trabajando en The Hockaday School. Es una de las mejores escuelas de niñas en Estados Unidos. Ahí me desarrollé y sentí exitosa profesionalmente.
Asimismo, me sentía feliz en mi universo familiar y social. Yo era una mujer alegre, trabajadora, osada, libre.
Recuerdo que ese verano del 2005, recibí una beca para estudiar y viajar en España. Fue una experiencia que nunca olvidaré. Cuando volví de España, noté que estaba perdiendo el interés por mi trabajo. A la vez, necesitaba beber una o dos copas de vino todos los días, cosa que no era usual en mí por mucho que me gusten las bebidas alcohólicas. Posteriormente, me hice adicta al Xanax o Alprazolam y “Suddenly the day came into night” como dice Peter Frampton en su canción “Baby, I love your way.” Ya no era YO. Al darme cuenta de que algo me estaba pasando, en uno de mis chequeos anuales con mi ginecólogo le dije todo esto. Me derivó a un siquiatra con el cual no experimenté ninguna mejoría. Por otro lado, dejé de trabajar en forma eficiente. Igualmente, ocurrieron otras situaciones mientras yo estaba con todos estos trastornos. Mis hijos se fueron de la casa a estudiar a la universidad y yo estaba en plena menopausia. La cosa iba de mal en peor. Mezclaba alcohol con ansiolíticos, antidepresivos, antihistamínicos, etc. Todo esto lo hacía a escondidas. Recuerdo que un frío día de invierno, estando en Chile, le dije a Jorge (mi marido) que me encontraba enferma, que no podía seguir trabajando y que necesitaba ayuda. Él, por desconocimiento de lo grave que era lo que me estaba sucediendo, lo tomó con preocupación, pero con cierta ligereza a la vez. De regreso a Estados Unidos comencé a tener pesadillas. Por otro lado, había noches en que no dormía y deambulaba por la casa, comía con ansiedad (aumenté alrededor de 20 kilos), me caía (me quebré un brazo en una de esas caídas), temblaba, veía gente e insectos donde no los había, choqué tres autos (el Mustang de mi hijo Andrés lo hice mierda), perdí el interés en mis actividades normales y abandoné a mi familia y a mis amistades. De igual forma, descuidé mi aseo personal y el de mi

casa. Pasaba semanas enteras usando la misma ropa durante el día y la noche. Vivía tendida en la cama y no reaccionaba frente a nada. Una vez algo me causó rabia y mi hijo Simón se alegró tanto que se reía de felicidad. ¡Por fin había mostrado una reacción! Mis hijos no tuvieron madre ni Jorge tuvo esposa por alrededor de cinco interminables años. Hay muchas cosas que no recuerdo, que creo nunca haber vivido. Me sentía triste, sin energía, extremadamente angustiada, temerosa, vulnerable y muy dependiente. Algo que nunca he podido olvidar es que mi perro Woodstock, cada vez que me veía llorando o intensamente angustiada, se acostaba a mi lado en mi cama como si quisiera consolarme. Mi familia se dio cuenta de lo enferma que estaba y apareció la frase DEPRESIÓN SEVERA. En algún momento durante variados tratamientos farmacológicos y periódicas visitas a siquiatras y cuanto especialista existe, quise volver a trabajar. Grave error. Mi salud mental se deterioró aún más. Recuerdo ver a Jorge sentado en la cama con la cabeza a dos manos. Me parecía que lloraba. También lo recuerdo acariciándome la cabeza y tranquilizándome. Nunca pensé en el suicidio como una solución a mi sufrimiento. No tenía las agallas. Solo quería dormir mientras la vida seguía su curso. En octubre del 2010 me hospitalizaron en una clínica siquiátrica para personas con depresión. Mis hijos y Jorge me visitaban diariamente. Me acuerdo que Jorge me leía un libro de Julie Hersh llamado “Struck By Living.” En este libro, Julie contaba su experiencia con la depresión. También me acuerdo de haber pasado Halloween hospitalizada, pero esto a mí me parecía bien, nada me perturbaba. Hospitalizarme, fue lo mejor que mi familia pudo haber hecho ya entonces comenzó mi lento despertar. Sigo tomando fármacos y asisto regularmente a la siquiatra que me trata desde hace poco más de un año, cuando salí del hospital. He tenido un par de flashbacks como los llama mi doctora, pero se han debido a episodios puntuales. El apoyo incondicional de mi familia y la excelente ayuda profesional que he recibido han jugado un papel fundamental en mi recuperación. Me doy cuenta de que no todos entendemos lo que es la depresión.
Algunas personas cercanas a nuestro medio social solían decir: ¿cómo? ¿La Patty con depresión? Si es tan alegre y lo tiene todo. Jorge lo comparaba con la pregunta: ¿cómo? ¿Tú con cáncer? Si eres tan alegre y lo tienes todo. Lo que ocurre es que la depresión no es tangible. Si te quiebras un pie, todos lo pueden ver, pero si las heridas están dentro de tu cerebro, nadie las ve. Felizmente, siempre existe una salida y eso lo puedo asegurar porque yo lo viví. No es fácil ni rápido, pero se llega al final del túnel.
Aprendí que es muy importante compartir lo que hago, pienso y siento por muy difícil que sea. Incluso aprendí que la terapia familiar es muy provechosa. Hoy, que estoy en la salida del

extenso túnel, intento vivir intensamente cada momento de mi vida. Disfruto a mis animales, a mis plantas, el cielo, las historias que he escrito, la tranquilidad de mi casa cuando estoy sola, la música rock que me encanta y la compañía de la gente en eventos sociales. Cocino con entusiasmo agregando el ingrediente más importante de un plato de comida: amor. Mis hijos ahora tienen una madre que los ama y los cuida. Jorge tiene una esposa que lo ve como el gran amor de su vida. Estoy trabajando en mis inquietudes existenciales. Creo que este tiempo no fue perdido. Fue una maestría lo que hice con el fin de aprender a amar la vida y estar verdaderamente preparada para ponerla al servicio del gran Universo. Community Service are the words in our family! but also… The meaning of life. Una vez más me siento bendecida. “The Dog Days Are Over”!
EPÍLOGO
Como lo mencioné anteriormente, sabemos poco de esta enfermedad llamada depresión. Incluso, tendemos a asombrarnos, burlarnos o a no darle importancia. Incluso, aquel que se interesa, siempre piensa en el enfermo, pero no en los que están sufriendo a su alrededor. Espero que mi experiencia le sirva a más de alguien. Jorge está pensando en traducir el libro de Julie Hersh al español para ayudar a los hispanos que pudieran estar pasando por lo mismo que Julie, yo, y tantos más hemos vivido. Quisiera gradecer desde el fondo de mi aún vulnerable universo interno a aquellas personas que se hicieron parte en el proceso de mi lenta recuperación. Marcela con quien nos visitábamos a menudo. Guiliana que, con su sensibilidad, creyó en mí. Eslendy que me motivó para trabajar en artesanía. Pamela que me visitaba y me invitaba a almorzar a la Madeleine Lalo y Tuca que nunca dejaron de llamarme, aunque yo no les contestaba el teléfono y posteriormente me visitaron en el hospital. Viviana que siempre estuvo silenciosamente a mi lado y dispuesta a acompañarme donde necesitara ir. Techy que le trajo pan amasado a mi familia mientras yo me encontraba hospitalizada. Mi familia en Chile que no sabía cómo ayudarme. Mi hermano (Toto para quienes lo queremos) y mi prima Nana que frecuentemente se están comunicando conmigo para expresarme cariño y buenas vibras. Mi amigo Christian que me empuja a escribir. Pido disculpas si omito a alguien, pero mis vagos recuerdos me impiden mencionar a todos aquellos que de una u otra forma se hicieron presente durante estos tiempos difíciles que viví. Bueno, mi plan para esta tarde, si a alguien le interesa, es salir a caminar para ver la luz del sol y luego preparar una deliciosa cena para compartirla con mi familia. ¡Es sábado y qué lindo está el día!
CAPÍTULO SÉPTIMO ZALE
LIPSHY

Viernes 16 de marzo, 2012
Había tenido una noche horrible. A las 3:00 am Jorge me encuentra en la tina del baño tratando de sacar agua para darle al gato. En ese tiempo no teníamos gato. Me lleva a la cama y me duermo. A las 10:00 de la mañana despierto.
Marcela está tendida a mi lado. Le hablo de la Cordillera de los Andes. Entra Jorge y me dice que vamos a ir a un hospital. Yo no me inmuto. Me levanto sin siquiera sacarme la camisa de dormir y me subo a la ambulancia. Cuando llegamos, veo a Andrés en la puerta del Zale Lipshy Hospital esperándonos. Entramos. Me llevan a un salón donde veo gente. No sé lo que hacen. Se acerca una enfermera y me pide que me siente en una silla frente a una mesa. Me explica el procedimiento de mi hospitalización, me hace preguntas y luego me hace firmar unos papeles. No tengo claro porque estoy aquí. No me quiero quedar. Jorge y Andrés se despiden. Yo siento rabia. ¿Por qué me dejan sola aquí? Les pido que no me vengan a ver ni que me llamen por teléfono. Habla mi rabia. Comienzo a llorar. No quiero quedarme sola en este lugar desconocido. La enfermera me pide que la acompañe. Me lleva a mi pieza donde me dice que me desvista. La pieza tiene una ventana por donde entra mucha luz. También hay una cama, un velador, un escritorio, un reloj y un baño. Todo se ve limpio y ordenado y no hay nada con lo que me pudiera hacer daño. Tengo que sacarme los aros, el reloj y una cadena de oro que me había regalado mi suegra. Cuando estoy desnuda, la enfermera me pone una bata. Sigo llorando, me siento presa. Después me llevan a chequear mis signos vitales y posteriormente a almorzar al mismo salón donde ingresé. Hay un gran ventanal y detrás de él una hermosa terraza. Se puede ver el centro de Dallas a través del ventanal. Está prohibida la salida a la terraza. Veo un piano grande en el salón y a un señor tratando de armar un puzzle. Está vestido con la misma bata que llevo yo. Entre lágrimas trago la comida. Cuando termino mi almuerzo, me llama por teléfono Jorge. Le vuelvo a decir que no quiero visitas ni llamadas telefónicas. Corto y me retiro a mi pieza. No sé qué hacer. Viene un médico y me invita a participar en una sesión sobre alimentación. Le digo que estoy cansada, que prefiero quedarme en mi pieza. Se retira. Llega la noche, ceno, me dan mis medicamentos y me voy a mi pieza. Me da temor que anochezca ya que me imagino paseándome alrededor de la cama sin poder dormir. A las 10:00 pm me acuesto pero dejo la luz del baño encendida ya que le tengo miedo a la oscuridad. Me siento rara, extraño a Jorge e igualmente mi cama. No puedo dormir ya que no

tengo los somníferos de los cuales abusaba. Miro el reloj cada cinco minutos. Me paseo por mi pieza. Logro conciliar el sueño después de algunas horas. Al día siguiente me despiertan a las 7 am. Debo ducharme lo cual me da mucha pereza y angustia pues ya había perdido la costumbre. Voy al salón donde me chequean mis signos vitales nuevamente. Es la rutina matinal. Me dan mis medicamentos, voy a buscar mi desayuno y me siento sola en una mesa. No quiero hablar con nadie. Una vez terminado el desayuno, me retiro a mi pieza nuevamente. En mi camino, me encuentro con una señora mayor que yo. Me saluda y me sonríe. Estoy en mi cama y golpean a la puerta. Es el doctor que me viene a buscar para asistir a terapia grupal. No quiero ir ni participar en ninguna de las actividades que ofrece el hospital pero el doctor dice que no puedo estar encerrada todo el día recostada en mi cama sin hacer nada o durmiendo. Me obliga a ir. En la terapia somos 16. Todos comienzan a compartir sus experiencias y me doy cuenta de que son similares a las mías. Esto me tranquiliza. Pienso: “no soy la única.” Termina la sesión y me dirijo al salón para almorzar. Aunque ya comienzo a acostumbrarme al lugar, espero con ansias la hora de las comidas porque eso significa que el día va transcurriendo. Sentada en la silla mientras almuerzo no hablo con nadie. El señor sigue armando el puzzle. Como y me voy de nuevo a mi pieza. Me siento inquieta, quiero dormir, pero eso me pone más nerviosa ya que no me permiten hacerlo. Me angustio. Voy al mesón central a pedir un tranquilizante el cual se me niega. Esto me pone peor. Me envían a una sesión sobre la depresión. Voy y entiendo muchas cosas, entre ellas las posibles razones por las cuales estoy aquí. Llega la noche nuevamente y con ella mi angustia al saber que no podré dormir. Pido un somnífero. También me lo niegan. Solo debo tomar los medicamentos prescritos por mi médico para mi tratamiento. No duermo esa noche y me paseo por los pasillos. Un enfermero me ve y me dice que regrese a mi pieza, que trate de dormir. Lo único que quiero es que amanezca. A la hora de almuerzo del día siguiente veo nuevamente a la señora que me sonrió en el pasillo el día anterior, me acerco y me presento. Ella hace lo mismo. Hablamos de la comida y nos despedimos. Una mañana veo a un joven que al irse de alta dice: “Hasta mañana” en son de broma. Pobre, pienso yo, no se la puede solo, sabe que tendrá que volver. Jorge, Andrés, Jorgito y Simón vienen todos los días a almorzar conmigo. En uno de esos almuerzos, Simón toca Imagine de John Lennon en el piano. La gente aplaude. Jorge viene nuevamente por las noches y me lee el libro de Julie Hersh, “Struck By Living” el que mencioné anteriormente Camilita me llama todas las tardes. Un sábado, Jorge me dice que Lalo y Tuquita me vienen a visitar. Mi reacción fue “no quiero ver a nadie,” no porque las visitas

tengan que pasar por medidas de seguridad si no que porque simplemente no quiero ver a nadie. Una vez que entran al salón, me siento más cómoda y les agradezco de todo corazón su preocupación. Me traen una hermosa planta de flores amarillas con la que luego adorno mi pieza. Así pasan mis días y mis noches. Mi falta de concentración y angustia siempre jugando en mi contra. Asisto a charlas, actividades recreativas y terapias grupales. Estoy obligada. Muchas de ellas me sirven. Los medicamentos nuevos también comienzan a hacer su efecto. Me siento un poco mejor y quiero volver a mi casa. En una ocasión, me dicen que mi presión está demasiado baja para recibir el alta. A la mañana siguiente, antes de que me tomen la presión, me tomo tres litros de agua (supe que con el agua sube la presión). Al chequearme mis signos vitales, me encontraron mi presión mejor. Me voy a mi pieza corriendo y expulso toda el agua. Desde entonces no he podido tomar agua normalmente. La tarde en que me dan el alta llueve. Jorge dice que las cosas buenas a él le pasan en días de lluvia. En mi camino a la salida me encuentro con la señora que me sonrió cuando llegué, se me acerca y me dice: “Lo que tú me transmites ha dado luz a mi vida.” No sé a qué se refiere y no le pregunto tampoco. Mis recuerdos de estos días también son vagos. Hay muchas cosas que simplemente he olvidado. Lo que no olvido es que a partir de entonces empieza mi recuperación.
CAPÍTULO OCTAVO CHILE

Domingo 18 de marzo, 2012
Chile, mi país nativo. Rodeado por el frio Océano Pacífico y la imponente Cordillera de Los Andes con la cual es fácil ubicar los puntos cardinales. Chile huele a humedad en el invierno y a tibieza en el verano. Su gente es cariñosa, alegre, pero con un dejo de envidia y bastante clasista. Abandonamos nuestro largo y angosto país ubicado en el fin del planeta en el año 1994 con el objeto de buscar mejores oportunidades para nuestra familia. Nunca hemos dejado de visitarlo, aunque formamos nuestro hogar en Estados Unidos. Lo extrañamos. De hecho, nuestro hijo mayor decidió ir a casarse allá. Mi ciudad natal es Santiago, la capital, donde viví mis experiencias más importantes. Pasé desde mi infancia, mi adolescencia, mis estudios universitarios, mi matrimonio, el nacimiento de mis hijos y la dictadura militar. Fue en Chile donde conocí la vida de Gurdjieff lo cual relataré más adelante. Recuerdo además que los veranos los pasaba en Costa Azul, un balneario situado en el litoral central. Pasaba días enteros tendida en la playa bajo la calidez del sol y jugando con las olas del mar. Mi infancia transcurrió apaciblemente y mi juventud con efervescencia. Nuestros viajes a Chile eran frecuentes como ya lo mencioné. Solíamos ir en el invierno de allá. Durante esos fríos días visitábamos a nuestra familia y amigos. Salíamos mucho y nuestras visitas me recordaban los carnavales. Lo pasábamos muy bien. El problema era siempre el regreso. Era habitual que nos embarcáramos al avión con lágrimas en los ojos. En nuestros últimos viajes a Chile, me encontraba enferma. No visitaba a mis amistades y no quería salir a ningún lugar. Sentía una enorme pereza y nada me motivaba, por el contrario, quería que me dejaran tranquila en mi mundo doliente. Mi familia no entendía lo que me pasaba. Me encontraban lenta, gorda, rara. Me decían que me vistiera bien y que me maquillara. Esto no me importaba. Recuerdo que constantemente estaba mirando la hora en mi reloj. Deseaba que pasara luego el tiempo. En mi último viaje a Chile, aún convaleciente, viaje sola. Cené, me tomé mis medicamentos y me dormí. Después de unas horas, súbitamente desperté. No vi a nadie a mi alrededor. Me paré de mi cómodo asiento, retiré mi bolso de mano del compartimiento superior y me acerqué a la puerta de salida del avión la cual estaba cerrada. Divisé una azafata y me dirigí a ella. Le pedí que me abriera la puerta ya que habíamos llegado, todos se habían bajado y yo todavía seguía arriba. La azafata me miró como diciendo What the fuck? y me respondió: “Señora, estamos volando a 30.000 pies de altura, no le puedo abrir la puerta

porque todavía no hemos llegado.” Hasta el día de hoy no entiendo lo que me pasó. De todos modos, esta visita a Chile que hicimos debido al matrimonio de Andrés, fue muchísimo mejor que las anteriores ya que mi estado de salud había mejorado notablemente. A pesar de que tuve ciertos desencuentros con mi madre y de que me enteré del fracaso matrimonial de mi hermano los cuales afectaron mi estado de ánimo, logré sobreponerme y disfrutar lo que era realmente importante para mí. En esta ocasión pude gozar mi estadía. Como era verano, tuve la oportunidad de pasear por la playa y la precordillera. Incluso celebramos la Navidad y el Año Nuevo con nuestra familia. Me acerque más a mi hermano, a mi prima nana y a mi sabia suegra.La boda de mi hijo estuvo preciosa, me encontraba muy bien, pude compartir con amigos y me sentí orgullosa de mi marido y de mis hijos. Me siento bendecida.
CAPÍTULO NOVENO MIS
SENTIDOS

Martes 13 Marzo, 2012
He descubierto esta nueva forma de comunicarme: escribir. Es nueva para mí y digo la he descubierto porque, como ya saben, yo no la he inventado. Asimismo, nueva para mí, pero no para otros. Siempre he sabido que no me permito experimentar ninguno de mis sentidos conscientemente. Estoy ahí, pero es como si no lo estuviera. Con esta idea en la cabeza y con la intención de trabajar en mi despertar cósmico, veo a la Morticia correr tras una pelota. Me ve, mira mis pies que se dirigen afuera y maúlla ferozmente. Quiere salir a jugar. Cuando abro la puerta, observo a la Wolfing deslizarse locamente por el patio destrozando todo lo que encuentra a su paso. El Woodstock es más etéreo. Se sienta a contemplar el movimiento de las ardillas y el de las hojas de los árboles. Parece danzar a su compás. Sin embargo, su mantra para alcanzar el Nirvana es “ …COMER….” Extraño al Cachito y al Yapo. El Cachito se fue por mí, para amainar mi sufrimiento y el Yapo porque llegó su tiempo. Entro, puedo ver a la Vicky y a la Gaby. Crecen con su intenso verdor. Huelen a ruda. Están preciosas. La Bernardita se ve triste, parece no querer estar aquí. No sé mucho de ella. La Lunita, que llegó hace poco, luce orgullosa.
Es de la familia Nandina del Himalaya. Sus alegres hojas de color ladrillo profundo se muestran temerosas. Mientras observo a mi alrededor, escucho el apacible rock clásico. Lo disfruto. También escucho el silencio de mi casa. Estoy sola. Antes le temía a la soledad. Ahora la gozo tal como gozo la compañía de los míos. Ordeno mi cama y palpo las sábanas mientras la Morticia se revuelca bajo ellas. Voy a mi closet y puedo oler la fragancia de mi Patchouli. Vuelvo al computador. Siento el roce de las letras en mis dedos y escucho su sonar en el keyboard. Percibo el poco insípido gusto de tabaco en mi boca del cigarro que me acabo de fumar. Me encamino a la cocina, noto que mi cuerpo se mueve cadenciosamente. Destapo la olla y olfateo el rico olor de la comida que con tanto cariño he preparado. También percibo el calor de la tapa de la olla en mis dedos. Me detengo, cierro mis ojos y cuento hasta diez concentrándome en los números. Abro los ojos y añoro el aroma del arroz con leche y su fresco sabor dulce. Voy a comprar esta tarde. Si miro a mi alrededor puedo ver, escuchar, palpar, saborear, oler, pero funciono como máquina, no uso mis sentidos plenamente y me doy cuenta de que mis deseos,

pensamientos y pereza no me posibilitan vivir. Me dejo llevar por mis instintos sin poner atención a mi cuerpo y a mi ser interno ni trabajar con él, ni con mis emociones ni mi mente. Qué difícil es alinearse con los cuerpos del Universo. Debo regresar al grupo Gurdjieff. Necesito de su energía para desarrollar mi potencial aplastado por mi falta de consciencia.

CAPÍTULO
BÚSQUEDA EXISTENCIAL
Miércoles 14 de marzo, 2012
George Ivanovich Gurdjieff ha tenido un gran impacto en mi vida. Es un líder espiritual armenio que vivió entre 1877 y 1949. Sus impetuosos deseos por encontrar el sentido de la existencia lo llevaron a vivir diez años en monasterios en Asia donde dice haber descubierto La Verdad. Conoció las Danzas Sagradas de la Humanidad, elemento esencial en el trabajo de la atención. Se define como un cristiano esotérico. Yo escuché su nombre por primera vez en los años 70 en un grupo de danza en el cual yo participaba. Fue como un llamado, quise saber más de él. Algunos años más tarde vi la película Encuentros con Hombres Notables (Meetings With Remarkable Men) y me di cuenta de que se trataba de su vida. Mi hambre por aprender de sus teorías y pensamientos aumentó. Después de unos años, ya estando casada, tuve la oportunidad de ingresar al grupo Gurdjieff en Santiago, Chile. A pesar de haber leído mucho y de haber pasado por algunas iglesias y sectas religiosas, en ninguna encontré respuesta a mi gran inquietud existencial. Sin embargo, cuando me incorporé al grupo, inmediatamente supe que ahí estaba lo que tanto había buscado, que en mi estado ordinario, estaba “dormida” y todo ocurría mientras “dormía.” “Durmiendo” no me doy cuenta de nada. Su teoría sobre la existencia del Universo me resultaba bastante compleja y los ejercicios para DESPERTAR me requerían de un trabajo personal simple pero difícil de realizar porque estaba acostumbrada a dormir. Los ejercicios son muy simples, como acabo de mencionar, pero difíciles de comprender por esta simpleza. El año pasado me incorporé a la Fundación Gurdjieff aquí en Dallas. Esto ha sido un aporte más para mi recuperación. Quiero desarrollar mi consciente. Con el objeto de despertar, uso mi mano izquierda (yo soy diestra) para realizar actividades que normalmente hago con mi mano derecha. Mi atención se encuentra en mi mano izquierda. A veces cuando estoy con gente, no hablo, solo escucho sin pensar. Me concentro en el otro. Uso mis sentidos como lo mencionaba en el capítulo anterior para vivir el momento. Me siento en una silla, cierro los ojos y me concentro en mi cuerpo, mente y emociones. No es un ejercicio de relajación sino más bien es conectarme conmigo misma y con el Universo. Cuando estoy realizando una actividad, cualquiera que esta sea, me detengo y centro mi atención en lo que estoy haciendo. Es decir, si estoy barriendo, palpo la escoba, siento el movimiento que realizo con ella, es decir, estoy ahí. Yo sé que para algunos pudiera sonar raro porque esto sale del esquema “normal” nuestro, pero es sencillo y así

yo puedo VIVIR mi vida. Puedo “recordarme.” Hay tres fuerzas, el cuerpo, la mente y las emociones. A menos que estas funcionen unidas, igualmente desarrolladas y armonizadas, no se puede realizar una conexión estable con una fuerza superior. El trabajo de la atención es la preparación para esa conexión que me llevará a participar en la vida del cosmos, de otra forma existo solo para mí misma, egoístamente y sin significado en mi vida. Me siento atrapada en mi cuerpo y en las posturas emocionales y mentales. Se me hace necesario encontrar una conexión con una energía superior y en eso estoy tratando de trabajar ahora. Con este trabajo fluye mucho amor hacia todos los seres. Es hermoso.
CAPÍTULO DÉCIMO PRIMERO EL GLORIOSO PEDAGÓGICO

Jueves 22 de marzo, 2012
El año 1975 entré a estudiar Pedagogía en Inglés en la Facultad de Ciencias Pedagógicas de la Universidad de Chile en Santiago. Curiosamente mi decisión de estudiar Pedagogía en Inglés se la debo a mi profesora de Inglés en la Enseñanza Media. Me encantaba como hablaba Inglés, era joven y muy simpática. Tengo que sumarle a esto mi deseo de ser profesora que se remontaba a mi niñez. Cuando entré a la universidad, yo venía saliendo de un colegio de niñas así que no fue fácil acostumbrarme a compartir en un ambiente académico con varones. En un comienzo, mis amigas eran mujeres, pero de a poco me fui haciendo de amigos del sexo masculino. Los primeros años fueron complicados. Por un lado, el tener compañeros hombres en mis clases y por otro lado las materias eran difíciles para mí. Yo era una buena alumna en el colegio, pero en la universidad mis notas bajaron dramáticamente lo cual casi me lleva a una depresión (para variar). No estaba preparada para las exigencias universitarias. A medida que fue pasando el tiempo, comencé a sentirme más cómoda académica y socialmente. Logré ser la mejor en mi clase de Gramática. A medida que yo crecía empezó a rondar en mí la idea del sentido de la existencia. Yo había sido educada en una familia y una sociedad principalmente católica, pero por alguna razón, no encontraba respuestas a mis inquietudes en el Cristianismo. Me acerqué a gente que estudiaba filosofía, sicología, sociología, danza, teatro, etc. y de ahí en adelante sufrí un cambio radical. Cambió mi modo de vestir, mi forma de mirar la vida y mis amistades. Mis amigos ya no eran los estudiosos con los que en un principio me juntaba. Ahora eran estudiantes de carreras pensantes como las que mencioné anteriormente. Participaba en clases de danza y teatro. Me devoraba los libros de filosofía, sicología, las autobiografías y todo lo que tuviera que ver con las diferentes visiones del mundo que los escritores abrían ante mí. Asistía también a escuelas esotéricas. De pronto me di cuenta de que mis mejores amigos eran gays o medio hippies. Mis estudios continuaban inalterables pero mi vida había cambiado completamente. Sentía un hambre por saber, sentir, experimentar. En las reuniones sociales, mis amigos bailaban música de Pink Floyd y las conversaciones giraban en torno al propósito de la existencia. No había consumo de alcohol, pero sí de uno que otro estimulante para mantener los bailes y las conversaciones a un mejor nivel de estado espiritual. Fue en una de esas conversaciones donde escuché nombrar a Gurdjieff del cual escribí en el capítulo anterior. Por alguna razón, su nombre

y el breve relato de sus ideas llamó mi atención intensamente. A pesar de que mi vida dio otro vuelco al casarme y formar una familia, las inquietudes de esos tiempos permanecen en mí. Cada día trato de trabajar en este ámbito espiritual que tanto me atrae, pero necesito hacer un gran esfuerzo para lograr una ínfima parte de mi objetivo. La vida cotidiana lo hace complicado.
Bueno, mañana comenzaré de nuevo. A continuación, una foto para el recuerdo: yo, en el glorioso pedagógico.


Martes 20 de marzo, 2012
El viento sopla tempestuosamente en ocasiones y en otras se transforma en una brisa cálida y tranquila. Ese es Jorgito. Pasa del temporal a la luz que aparece cuando el sol brilla después de la tormenta. Poco se sabe de él ya que no comparte sus sentimientos y pensamientos más profundos. Tiene alma de niño y pareciera estar perdido en cuanto a lo que quiere hacer con su joven vida. Resulta difícil ayudarlo porque no sabemos la verdad que lleva en el fondo de su ser íntimo. Las decisiones que ha tomado no lo han ayudado a volar alto ni tampoco ha encontrado una compañera con quien pueda despegar. Necesita mucho apoyo y cariño que no es sinónimo de permitirle todo. Cuando estaba embarazada de él, yo tenía una energía que no había experimentado en ninguno de mis otros embarazos. Tampoco tuve depresión post parto. A las dos semanas de haber nacido, fuimos con el papá a un concierto rock. Creo que era de Grand Funk. Asimismo, no puedo dejar de recordar sus primeros años de vida. Era un bebé precioso, juguetón y risueño. Me acuerdo de que Andrés lo sentaba en su coche y le daba la mamadera los días domingos. También recuerdo cuando la Heisse tuvo cachorritos y él fue el único que se dio cuenta. Desgraciadamente ninguno de los que estábamos ahí le creímos. Es el menor de sus hermanos y el nieto menor de sus abuelos. En su primer día de clases en el Jardín Infantil Caracol se veía un niño lleno de pureza. Tenemos una foto de ese día. Esa pureza sigue latente. Tenemos que atesorar la noble alma que hay en él. Cuando comenzó la Enseñanza Básica, le costó mucho aprender a leer y a escribir. Creo que en mi familia hay antecedentes de dislexia y tal vez algo de eso heredó. Pienso además que quizás nosotros no lo respetamos ni menos creímos en él. No pretendo dar una solución a los problemas que vemos todos porque desafortunadamente yo no la tengo. Todo lo que ha emprendido no lo ha terminado. Debe haber alguna razón. Ayer fue su último día en State Farm, no sé por qué. Mis ojos se llenan de lágrimas al pensar en lo contento que estaba usando su business attire. Cada medio día se despedía de mí preguntándome como le quedaba la corbata que llevaba. Colgadas se encuentran ahora. En este momento anda repartiendo directorios telefónicos y parece estar entusiasmado. Mi enfermedad impidió que se le pusiera más atención cuando la necesitaba. Después de todo fueron alrededor de cinco años. Lo menos que querríamos es estar un día cantando “Wish You Were Here.” El viento es necesario en nuestro planeta. Limpia el aire y nos refresca. Tenemos que
ayudarlo a ponerse las alas para que empiece a volar. El viento no puede dejar de serenamente soplar.
De la Madre Tierra.

CAPÍTULO DÉCIMO SEGUNDO-2 NECESITABA
APOYARME EN UN ARBOL

Sábado 24 de marzo, 2012
Continuando con el capítulo anterior, en uno de los ensayos del grupo de teatro al que pertenecía, conocí a un personaje relativamente extraño. Usaba el pelo largo y se vestía un poco artesanal pero su manera de ser no se parecía a la de la gente con la que yo me vinculaba. Me refiero a Jorge. Entablamos una conversación que me pareció rara y un poco estúpida.
Resultamos ser compañeros de universidad ya que los dos estudiábamos Pedagogía en Inglés en la Universidad de Chile en Santiago pero no nos habíamos visto antes de esa tarde de primavera. Luego nos encontramos en una fiesta del mismo grupo de teatro. Creo que no hablamos. Nos empezamos a ver más a menudo en la universidad, sin embargo, aparte del saludo, no conversábamos. Así pasó un año. Un día que por casualidad conversamos, nos dimos cuenta de que teníamos intereses comunes y a mí me pareció un tipo interesante. Después de un par de encuentros, iniciamos una relación de pareja. Durante este tiempo que duró dos años aprendimos cosas el uno del otro, nos dimos cuenta de que éramos diferentes pero que también teníamos puntos de encuentro. Incluso fue con Jorge con quien vi por primera vez la película “Encuentro con Hombres Notables” la que ya he mencionado. Nuestra relación se hizo cada vez más intensa. Compartíamos nuestras vidas de solteros de manera entretenida y comenzamos a crecer juntos en nuestros intereses. Terminamos de estudiar, empezamos a trabajar, pero cada uno mantenía su estilo de vida. Recuerdo que a mí me brillaban los ojos cuando estaba con él. De pronto yo sentí la necesidad de tener un compañero que pudiera estar a mi lado en mi búsqueda y con quien compartirla por el resto de mi vida. Y pensé: “Esta es la persona que necesito para caminar por el sendero que el destino me deparará.” Cuando le planteé mi idea a Jorge, él se opuso, como ya lo relaté en un capítulo anterior. Pasó el tiempo y un día me dijo que estaba de acuerdo con lo que yo le había planteado y así decidimos unirnos en matrimonio. Nuestra boda se efectuó en una lluviosa tarde del mes de septiembre y fue muy sencilla. Yo me compré un vestido blanco en una tienda Krishna y unas sandalias cafés en la Avenida Alameda. Jorge usó una túnica negra y una chaqueta blanca de su amigo Larry que la usaba para cantar en el programa Martes 13 No usamos argollas, sino que unas cadenas a las cuales llamamos símbolos Hicimos una promesa romántica y un acuerdo legal. La ceremonia religiosa se realizó en una iglesia católica ya que los dos proveníamos de familias católicas. La celebración de esta unión consistió en una cena a la

cual asistieron solo nuestros padres y hermanos. No bailamos el típico vals, en su lugar bailamos cueca, nuestro baile nacional. Nos dijimos que nos amaríamos para siempre. Y ahí comenzó nuestro andar. Con el tiempo, la promesa romántica y el acuerdo legal pasó a ser mucho más que eso. De hecho, hemos renovado nuestros votos matrimoniales dos veces y ya cumplimos treinta años casados. Con nuestros hijos esta unión se fortaleció mucho más. Luego era a él al que le brillaban los ojos cuando llegaba del trabajo buscándome, especialmente durante nuestros embarazos. No obstante, creo que con mi larga y lamentable enfermedad nuestra vida juntos se robusteció. Nos hemos acompañado en nuestras aventuras y en nuestros momentos duros. No pretendo hacer de esto una historia de amor. Más bien quiero decir que descubrí que una de las mejores maneras de vivir la vida es con un compañero y amanecer cada día junto al mío ha sido una bendición. Creo no haberme equivocado. A continuación, una foto del recuerdo: así nos vestimos cuando nos casamos.

CAPÍTULO DÉCIMO TERCERO EL VIENTO

Martes 20 de marzo, 2012
El viento sopla tempestuosamente en ocasiones y en otras se transforma en una brisa cálida y tranquila. Ese es Jorgito. Pasa del temporal a la luz que aparece cuando el sol brilla después de la tormenta. Poco se sabe de él ya que no comparte sus sentimientos y pensamientos más profundos. Tiene alma de niño y pareciera estar perdido en cuanto a lo que quiere hacer con su joven vida. Resulta difícil ayudarlo porque no sabemos la verdad que lleva en el fondo de su ser íntimo. Las decisiones que ha tomado no lo han ayudado a volar alto ni tampoco ha encontrado una compañera con quien pueda despegar. Necesita mucho apoyo y cariño. Cuando estaba embarazada de él, yo tenía una energía que no había experimentado en ninguno de mis otros embarazos. Tampoco tuve depresión post parto. A las dos semanas de haber nacido, fuimos con Jorge a un concierto rock. Creo que era de Grand Funk. Asimismo, no puedo dejar de recordar sus primeros años de vida. Era un bebé precioso, juguetón y risueño. Me acuerdo de que Andrés lo sentaba en su coche y le daba la mamadera los días domingos por las mañanas. También recuerdo cuando la Heisse (nuestra perra en Chile) tuvo cachorritos y él fue el único que se dio cuenta. Desgraciadamente ninguno de los que estábamos ahí le creímos. Jorgito siempre sabe todo lo que ocurre a su alrededor. Es muy observador y sabe percibir los sentimientos y emociones de la gente, aunque nadie lo note. Tiene inteligencia natural. Ama a los animales y siempre hay uno en la casa que le pertenece. Es sumamente dócil y tiene un escondido sentido del humor. Es el menor de sus hermanos y el nieto menor de sus abuelos. En su primer día de clases en el Jardín Infantil Caracol se veía un niño lleno de pureza. Tenemos una foto de ese día. Esa pureza sigue latente. Tenemos que atesorar la noble alma que hay en él. Cuando comenzó la Enseñanza Básica, le costó mucho aprender a leer y a escribir. Creo que en mi familia hay antecedentes de dislexia y tal vez algo de eso heredó. Pienso además que quizás nosotros no lo respetamos ni tampoco hemos creído en él. Esto parece ocurrir siempre con el hijo menor. Hasta ahora, todo lo que ha emprendido no lo ha terminado. Debe haber alguna razón que él pronto descubrirá. Ayer fue su último día en State Farm, donde trabajó por unos meses. En este momento anda repartiendo directorios telefónicos y parece estar entusiasmado. Mi enfermedad impidió que se le pusiera más atención cuando la necesitaba. Después de todo fueron alrededor de cinco años. Sé que un día encontrará lo suyo. Es muy joven aún. Tengo muchas expectativas

puestas en su viaje a España donde hará el camino a Santiago de Compostela como peregrino. Tengo mis esperanzas puestas en que ahí encuentre su propio camino. El viento es necesario en nuestro planeta. Limpia el aire y nos refresca. Tenemos que ayudarlo a ponerse las alas para que empiece a volar. El viento no puede dejar de serenamente soplar.