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Era La Diosa coronada…

Por Marcos Fidel Vega Seña

Señores, voy a contarles hay nuevo encanto en la sabana señores, voy a contarles hay nuevo encanto en la sabana1

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Por los días de la celebración del Festival de la Leyenda Vallenata, Valledupar es una aglomeración de artistas, oportunistas, lagartos, turistas, periodistas, investigadores y un apabullante número de personas que no caben en un pueblo grande que ostenta llamarse cuidad. Llegué allá con la misión de ambientar mis escritos sobre un libro que preparo sobre música vallenata, auspiciado por el Programa de Comunicación Social de la Facultad de Comunicación, Publicidad y Diseño de la Universidad Católica Luis Amigó. También colaboró, en esta aventura, la Revista Porro y Folclor. Previamente habíamos solicitado la acreditación de la Revista para estar en los eventos, especialmente académicos. Juan Rincón Vanegas, responsable de las acreditaciones, inexplicablemente, le negó a este medio esa posibilidad. Lo que me dijeron colegas y personajes de abolengo de Valledupar es que hay que hacerse “amigo” de él. ¿Qué significa eso? ¿Tráfico de influencia? ¿Rogarle para que deje hacer el trabajo de la prensa? ¿Censura a un medio?... En fin… A pesar de los inconvenientes, me las ingenié para hacer mi trabajo.

Un poco a distancia, por las barreras que le ponen al escenario, el primer día, presencié el concierto de Ivo Luis Díaz Ramos, el hijo de Leandro, en la tarima Francisco El Hombre, de la Plaza Alfonso López. Fue la bella oportunidad de entender las declaraciones que amablemente había compartido conmigo unos días antes vía internet. Fue apoteósico verlo actuar, con la vitalidad y la fuerza celestial que, supongo, recibía de su padre, desde el más allá. Era la dinastía de los Díaz que sellaba así el compromiso ineludible de cumplir con un legado. La Plaza Alfonso López era un sauna. El calor, que había azotado el desfile de las piloneras en las horas de la tarde, no se había disipado del todo. Seguía allí para tormento de los parroquianos. En la magia de esa noche cálida comprendí o, por lo menos intuí, por qué La diosa coronada fue escogida por Gabriel García Márquez para inmortalizar el ingenio de Leandro. Era la magia de la música, de su letra, revivida por Ivo; de la narrativa única que hablaba de relatos mágicos con diosas y reyes del Magdalena y que alimentaron aún más la imaginación desbordante del nobel colombiano.

Leandro, el legado de un humanista estaba escenificado en las narrativas de esa noche macondiana.

El sentido de la superación

Que canta el pobre Leandro Díaz triste por la serranía que canta el pobre Leandro Díaz triste por la serranía

Ivo es consciente de su misión en la vida y la narra con la tranquilidad. Habla de su padre con el sentimiento de gratitud de un amigo, que lo acompañó y lo sigue acompañando, en sus noches y días de cantante. “Leandro no solo deja canciones, no solo anécdotas. Leandro deja un ejemplo muy hermoso que para mí tiene mucho más valor que su parte musical, es la parte humana.”, expresa con la autoridad que le da ese legado.

Insiste en la condición humana de su padre. “La lucha del hombre, la entrega de ese hombre, la voluntad para sobreponerse a la adversidad, porque cuando Leandro nació decían que se podía morir, porque era un niño ciego, en un territorio áspero. No tenía las condiciones para la vida y Leandro sobrevivió y, sobre todo, para lo que se le vino cuando sale de ese entorno, cuando se enfrenta a la realidad, solo, sin ayuda. Fue algo valeroso de parte de mi padre, de demostrarse a sí mismo, primero, demostrarle a su familia y luego a la humanidad, todo el talento que había en él, porque muchos talentos se han perdido en el intento, mucha gente que ha intentado en hacer sus cosas, desfallece. Mi padre fue todo lo contrario, desafió a la vida, a la muerte, a las adversidades y se convirtió en un ejemplo de lucha”, relata el cantante.

Eso que la humanidad consideró un infortunio, Leandro lo convirtió en la oportunidad de su vida. Supo leer, en su ceguera total, los augurios de la buenaventura. El lance que Leandro le hizo al destino es ejemplo para Ivo y sus descendientes, por esa “capacidad musical que tuvo en la invención de crear diferente a los demás compositores e intérpretes de su época; distinguirse en su lenguaje, en su forma de composición; transformar lo que era cotidiano y convertirlo en otra cosa; o sea, de transcender mucho más allá de la frontera de su pueblo y su región. Fue un gran visionario que tenía que romper las barreras que estaban a su lado”. Es esa capacidad -prosigue- “de mostrarle a la humanidad de que el hombre si puede, a pesar de las circunstancias”, afirma.

No era El amor en los tiempos del cólera…

Y que tiene su corona de reina lo bello aquí está, el Magdalena y que tiene su corona de reina lo bello aquí está, el Magdalena

Y esa magia fue se concreta en lo narrado por Ivo...

En 1985 Gabriel García Márquez publicó su novela El amor en los tiempos del Cólera, su primera creación luego de ganar el Premio Nobel de Literatura, en 1982. Ivo Díaz Ramos reveló un dato sorprendente: ese no era el título escogido para la saga de Luisa Santiaga, Gabriel Eligio y sus amores contrariados, llevada a la ficción por el ingenio del escritor. La novela se iba a llamar La diosa coronada, en honor al relato de Leandro y grabada, en 1972, por Alfredo Gutiérrez Vital.

El hijo del compositor evoca el emotivo encuentro entre Leandro Díaz y Gabriel García Márquez. Con exaltación relata que fue histórico porque “Gabo había ganado el Nobel cuando se encontró con Leandro en Valledupar en el 83. Recién ganado el Nobel (1982) llega al Festival y estuvieron juntos y fueron jurados en la final del Festival. En la final de acordeoneros, que ese año ganó Julio Rojas, en una parranda de la familia Araujo, Gabo le confiesa a mi padre que estaba escribiendo algo sobre él y mi padre se emociona y le pregunta qué estaba escribiendo y le dijo vas a tener noticias, porque estoy escribiendo algo sobre La diosa coronada y cuando ya esté bien avanzado te llamo para darte la sorpresa”.

Los años previos a la publicación de la obra, Díaz Ramos relata que vivían con exaltación a la espera de la promesa del escritor. “Pensábamos que salía con un cuento o una crónica. Porque La diosa coronada era una canción que a Gabo le gustaba desde que salió. Varias veces estuvo buscando a mi padre hasta que lo entrevistó y escuchó la historia de la canción y, entonces, la historia lo hizo enamorar más de la obra, porque de una diosa, en esa época, era poco usual en las canciones vallenatas”.

La diosa coronada

Ese nombre de diosa es de gente que tenga su grado distinguido que viva el mismo movimiento y que tenga el mismo pensamiento que viva alegre en la sabana ya tiene su diosa coronada

La historia que narra Leandro en la canción, según su hijo, es la de una mujer que le leía libros, cuentos y poesía y trozos de canciones al compositor. Seguramente estas lecturas fortalecieron su talento innato poético y por eso la inmortalizó. Al descubrir lo que había en el trasfondo de La diosa coronada, “Gabo se dio cuenta de que Leandro era un tipo maravilloso, porque todo eso lo tenía en la cabeza; de una memoria prodigiosa y cuando estaba próximo a salir el libro, que fue lanzado en el 85 en Bogotá, nosotros estábamos convencidos de que el libro que Gabo iba a lanzar se llamaría La diosa coronada”.

Además del elemento fantástico, lo atrayente para García Márquez, colijo, es ese toque de realidad. Dice Leandro:

Cuando el rey querido llega de tarde por la serranía hay que ponerle gallina rellena que el rey es fino, madre mía

Le pones la mesa bien servida

Tú sabes que el rey es gente fina

Le pones un gran arroz volado

Que coma, el rey, considerado

Le pones un gran arroz volado

Que coma, el rey, considerado

Dicen los expertos en recetas de gastronomía guajira que el arroz volao una mezcla explosiva y afrodisiaca camarones, pescados secos y bivalvos (moluscos). Todo un cóctel de amor para la diosa que sería coronada esa noche en escenas digna de la imaginación macondiana.

Las contrariedades del destino

Será por eso que el rey se sofoca cuando oye otro hombre que la mira deseará volverse una misión y luego pasarle el corazón

¿Qué se atravesó en el destino de la canción para que La diosa coronada no fuera el título original de El amor en los tiempos del cólera?

El relato de Ivo revela que años después García Márquez le contó a Leandro los detalles del asunto, por qué cambió el título y de ritmo de la canción dentro de la novela. “La convirtió en un vals; cambió algunos personajes y el nombre, pero lo que no dejó nunca fuera fue el epígrafe. La obra se iba a llamar La diosa coronada, pero por circunstancias de temas legales, el editor le dijo que le cambiara de nombre, porque Leandro no había autorizado ni firmado; porque Leandro luego pudiera tener sus pretensiones sobre sus derechos”, explica Diaz Ramos.

También estaban de por medio los intereses de autoría de García Márquez. Estas razones fueron suficientes para que se decidiera cambiar el título, pues “Gabo tenía sus pretensiones e intereses; porque había ganado el Nobel y sabía que el libro había cumplido el cometido y para mi papá fue maravilloso”, expresa el cantante.

La fama de Leandro Díaz como narrador y compositor se empezó a expandir por el mundo a medida que la novela de García Márquez se universalizaba. Por este motivo, cuenta Díaz Ramos, Leandro fue invitado a Suecia y Noruega por el biógrafo del escritor, al Festival de Literatura. “Había un noruego que comenzó a investigar sobre la vida de Gabo y encontró un epígrafe con el nombre de Leandro Díaz y se preguntó quién era aquel que Gabo citó en uno de sus libros. Debe ser uno de esos escritores que desconozco y el hombre comenzó a escudriñar y se encontró que Leandro Díaz era un compositor ciego, que le componía a la naturaleza, al verano, a la primavera, y otros temas”. Por cuenta del famoso epígrafe, Leandro y su familia fueron invitados también a la Feria del Libro, en Cuba en 2003.

Paso a contar lo siguiente conozco diosa y rey querido ese nombre de diosa es de gente que tenga su grado distinguido que viva el mismo movimiento y que tenga el mismo pensamiento que viva alegre en la sabana ya tiene su diosa coronada

Ivo dice que ha dedicado su vida a conservar, preservar y proyectar las obras de los juglares, especialmente la de su padre y con una atención especial en el vallenato tradicional, “que aprendí de los grandes maestros, manteniendo una línea con mucha disciplina. Comencé mi trabajo en los concursos y en los festivales; comencé a darle más valor a todo ese acervo y trabajo que hicieron nuestros mayores. Los festivales me dieron mucho bagaje y a querer más la expresión vallenata y tradicional, porque los festivales lo que tratan es hacer eso, de preservar todo estos valores y manifestaciones que se dan alrededor de cualquier folclor y los festivales del vallenato lo que pretenden es preservar la interpretación, la composición, el verso, las costumbres, la piquería y todas esas cosas que llevan inmersa nuestra música·”

El artista habla de la importancia de la parranda. “Fue muy importante para la creación de muchos departamentos y muchas cosas que se dan, incluyendo el Festival del Vallenato, que nace de una parranda. Así nacieron nuestras expresiones porque se gestaron muchas cosas grandes y pequeñas, hasta presidencia, gobernadores, entre otras, porque nacieron en una parranda”, cuenta el juglar.

La parranda del adiós eterno

García Márquez y Leandro se volvieron a reunir 20 años después de la consagración del Nobel. Se avizoraba que sería el último encuentro de los dos personajes. “Fuimos, en el año 2013, a Cartagena y prácticamente fue la despedida porque mi padre muere a los 45 días y Gabo a los 8 meses, es decir se despiden en esa parranda”, recuerda con nostalgia.

Sobre la conversación que sostuvieron en esa ocasión, Díaz Ramos recapitula la parranda, que fue el escenario de la conversación de los dos narradores. Cuando Gabriel García Márquez apareció ante los presentes soltó un grito de admiración por reencontrarse con el compositor. “Gabo llega y saluda a las personas y de pronto se para y mira, Leandro estaba con nosotros de pie y pegó un grito, ¡Leandro!”, destaca con emoción Ivo.

La presencia de Leandro fue como un bálsamo para García Márquez. Recuperó su lucidez, perdida en los laberintos de su imaginación desbordada que ya no cabe en un cuerpo. Temían que el Nobel no fuera capaz de reconocer a su amigo del alma. El instante quedó suspendido en el recuerdo eterno del hijo de Leandro: “se abrazaron y mi papá se quedó al lado derecho y al lado izquierdo tenía a Mercedes. Gabo agarró, con la mano derecha a mi padre y con la izquierda a Mercedes. Se quedaron así casi dos horas; se decían cosas en el oído. Gabo le expresaba su gran admiración, por visitarlo y saludarlo”.

El momento culminante de la parranda se da cuando García Márquez le solicita a Leandro que le cante La diosa coronda. “Fue un momento muy sublime para las personas que estábamos ahí en la parranda y que pensábamos que a Gabo se lo iban a llevar en media hora por su salud. Pero no. Permaneció allí por más de ocho horas y con una lucidez, pidiéndome las canciones. Me pedía de Escalona, de Emiliano y de Leandro. Me pidió que le cantara las canciones de Emiliano Tarde de verano y Mañanitas de invierno, porque era una canción que le fascinaba a Gabo, sobre todo en el paisaje cuando Emiliano invita a su novia vamos p’a dentro que nos vamos a mojá, para que estemos bien junticos y yo entregarte mi cariño y hacerte más mujer. Es cuando Gabo le dice a Emiliano repítame ese pedacito y cuando Emiliano lo repite, Gabo le dice esa es la mejor forma de decirle a una mujer vamos a echarnos un polvo”. En este punto de la narración, Ivo suelta una carcajada de picardía.

En esencia, Ivo Luis Díaz Ramos tiene dos formas de atesorar y resguardar el legado de su padre: los memorables recuerdos y en la interpretación de sus canciones. Para ello, aprovecha escenarios como el Festival de la Leyenda Vallenata. Exactamente eso hizo en la emisión 56 del máximo evento vallenato en Valledupar. Bajó de la Tarima Francisco El Hombre, en la Plaza Alfonso López con la satisfacción del deber cumplido y a sabiendas de que allí, ante la frescura de la noche valduparense, su padre había tenido otra oportunidad sobre la tierra para eternizar sus cantos.

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