Boletin de La conversación del miércoles - febrero 2013

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La conversaci贸n del mi茅rcoles La pareja: incertidumbres modernas de esta relaci贸n Ciclo 2013

Bolet铆n febrero


La conversación del Miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Grupo de estudio Lunes 4 de febrero de 2012* Auditorio CorpoZULETA

Conferencia preliminar

Puntos de partida ue la vida es lo que se hace, más no aquello con lo que se nace, es una verdad “existencialista” que siempre vale la pena recordar cuando de pensar asuntos propios de la vida cotidiana se trata. Pues ni el amor, ni el matrimonio, ni la pasión son datos per se sino experiencias imposibles de generalizar porque ellas se concretan merced a los momentos históricos en los que se inscriban, a la subjetividad de quienes las encarnan y a la labor cotidiana y exigente que es la de hacerse a una existencia propia. Si bien esta eclosión de diversidades para concretar la existencia que vivenciamos en nuestro tiempo impide modelos -más que en otros momentos históricos-, el enfoque teórico del psicoanálisis y la potencia que él, en tanto saber, entrega para entender lo estructural de la experiencia amatoria en los seres humanos, es supremamente vigente.

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como apasionado, pues la pasión en un ser sólo cobra forma como estela de la existencia, sólo se concreta en la forma de obra, de sentido de la vida. En esta línea hay una relación, también esencial, entre la pasión y el tiempo. Ahora, como un billar a tres bandas: la pasión surge del sujeto deseante, toca el objeto que refulge en el mundo, pero se devuelve sobre el ser del sujeto con el aliento de suturar la falta que habita en el ser apasionado. Por eso la pasión se vivencia como una realización. Empero, el objeto no sólo es lo que refulge en el mundo, pues aunque el objeto es inspirado por algo “real” éste se contornea merced la construcción imaginaria del sujeto. Podríamos decir que construir un objeto de deseo en materia amorosa es un obrar a partir del otro.

Disponerse a pensar el caro tema de la pasión Partimos de pensar la pasión como algo inextricablemente relacionado con el deseo, y el deseo, a su vez, como algo constitutivo del ser humano, ya que él prende en nosotros en el momento en el que ingresando al lenguaje quedamos marcados por una falta insuperable que anhelamos completar. Pues el empuje permanente a saciar lo insaciable es lo que propiamente puede llamarse deseo en el ser humano. Ahora, que esto sea una posibilidad, casi una definición de lo humano, no invalida el hecho de que también muchas existencias se hagan por fuera del deseo, pues la idea de tener ante los ojos algo muy preciado que se imaginariza como oferente de la plenitud de una falta superada, puede llegar a ser profundamente angustiante, así como el resplandor del amado y necesario astro solar puede dejar nuestros ojos encandilados, así como un goce supremo puede acabar con la vida. Si el deseo y la pasión son inextricables, la pasión, como el deseo, es una posibilidad de los seres humanos en tanto humanos, pero muy posiblemente la actual no sea una sociedad promotora de pasiones, pues ellas son difícilmente encauzables, escasamente normalizables y raramente contenibles en formas y procedimientos previsibles. Ahora, la pasión deviene adjetivo, valga decir, ella se encarna en seres concretos tomando formas igualmente diversas. Pues no es inmediata la identificación de un ser Sed - Cerezuela. Tomado de http://www.elmuseovirtual.com

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La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación El amor apasionado, uno entre otros posibles Pero la fuerza de la pasión se puede poner sobre objetos muy diversos, así, el amor apasionado que suscita un ser de carne y hueso es apenas una de las posibilidades objetuales. Vale la pena enfatizar en lo anterior porque tan despótico es exigir que todos los ciudadanos desplieguen una pasión por una composición musical barroca, como transmitir la idea de que la pasión amorosa es imprescindible para la existencia. Hay seres que pueden vivir dignamente sin una pasión amorosa, incluso hay seres apasionados que pueden desplegar grandes pasiones sobre objetos diferentes al amor por otro ser humano.

proyectos "lógicos" y a la cual rendir cuentas de cada uno de los actos que se despliegan en el día a día. Algo cruje hoy ante ese modelo expresándose en los cada vez más frecuentes divorcios. Pese a lo anterior, ¿qué espectro encontramos entre esa férrea institución matrimonial que pareciese anacrónica y la nada de consumir la pasión amorosa en un presente que evita los riesgos y los retos de hacer algo con ella? A su vez, si sacamos la noción "institución" de una acepción que alude a la normatividad esquemática, repetitiva y predecible y la pensamos como algo que se instituye, algo a lo que se le da lugar en la vida, algo por lo que se apuesta en pro de hacer una historia con el amor, en la línea de ponerle un cauce a la pasión que le permita su máxime despliegue, nos es posible priorizar la pregunta ¿qué hacer con el amor hoy?, y unirle a esta: ¿qué pasa con la experiencia amorosa en una época que no promueve la pasión?, ¿qué pasa con la experiencia amorosa como historia en una época que no promueve el compromiso?, pero también, ¿qué pasa con la experiencia amorosa en una época que promueve una exaltación del individuo (no equivalente al individualismo), en una época, por ejemplo, en la que las mujeres están comprometidas de manera muy fuerte con su propio ser, con su propio deseo? Pues si muy acertadamente se nos ha dicho que el matrimonio es un pacto suicida**, ello no nos puede conducir a pensar en un amor sin proyecto, sin un lugar particular en la vida, sin la aplicación y el esfuerzo que implica todo encuentro que se toma en serio. No necesariamente tenemos que llegar a la idea, tan en boga entre nosotros, de encuentros sin trascendencia, exacerbadores de un erotismo pasajero, perdiendo la posibilidad de que algo nos detenga.

«¿qué hacer con el amor hoy?» No obstante, la adjetivación del amor como amor apasionado nos exige preguntarnos por lo que caracteriza a este, máxime cuando habitamos un tiempo que al demandar la democracia al interior de los vínculos afectivos nos implica posicionarnos críticamente frente a los celos, la noción de propiedad del otro, la cohabitación y hasta la exclusividad del La Humanidad - Cristina Alejos Cañada objeto amoroso, prácticas que otrora se consideraban más fácilmente caracterizadoras de la experiencia amorpasión. Así las cosas, ¿qué puede diferenciar un amorpasión-libre de una amistad? Pecaríamos al responder fácilmente que la diferencia la marca el erotismo si coyunturalmente aceptamos que amor y erotismo no tienen que ser una unidad per se. La tesis que se propone es que la particularidad del amor-pasión es que éste, a diferencia de la amistad, desata la ilusión de que será un camino para suturar la falta que estructuralmente constituye al sujeto.

Sandra L. Jaramillo Miembro Fundador Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

¿Institucional una pasión? Agua ha corrido bajo los puentes para una justa crítica a la institución matrimonial que hace de la cotidianidad un hábito no creativo y una obligación a la que se atiende por una determinación social que se impone como "deber ser". Llegados a un cierto momento de la vida, se nos decía otrora, se está ante la obligación de "ponerse serios" consiguiendo una pareja a quien unir el destino, con la cual desarrollar los

*Nota aclaratoria: por razones logísticas y considerando que se trató de la primera sesión del grupo de estudio, fue menester realizarla un lunes. De aquí en más el grupo de estudio seguirá teniendo lugar el último miércoles del mes. **El matrimonio, ese pacto suicida. Carlos Mario González. Artículo de la Revista Unaula No. 1 Septiembre p. 69-77.U. San Buenaventura/U. Nacional. Medellín.1981.

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Discusión Lunes 4 de febrero de 2012 Auditorio CorpoZULETA sta, nuestra primera reunión del grupo de estudio de La Conversación del miércoles en este año que cursa, no pudo ser sino un encuentro maravilloso de la palabra, de las ideas, de las preguntas y —¿por qué no?— de las angustias. Luego de escuchar a Sandra Jaramillo, expositora que inaugura este año nuestro encuentro, dimos paso a la discusión, que comenzó más o menos así: ¿a qué llamamos pasión o amor apasionado? Hemos logrado un cierto sentido que compartimos respecto a esta pregunta, y es que el amor apasionado es una fuerza creativa, un “intento” —nunca dejará de ser tal— de clausurar ese hueco que nos deja el ser seres del lenguaje y por ende en falta. Pero el asunto con lo apasionado —indicaba alguien— es que se constituye algo dinámico, es una relación que está en constante movimiento, no se cristaliza como en el romanticismo. Esto no quiere decir, como apuntó otra persona, que el amor romántico no sea un amor apasionado; precisamente es una forma que cobra el amor-pasión en cierta época particular. Pero aún así, ¿por qué la relación con la pasión es tan conflictiva e incluso para algunos seres merecedora de ser arrojada al olvido y a la insensibilidad? ¿Qué pasa con una época que promueve seres desapasionados y cuya dimensión amorosa lastimosamente pasa —como rasgo dominante de la época— por la balanza “ganancia-pérdida”? Muchos hoy proclaman que el amor también ha sido indefectiblemente capturado por el capitalismo, y por ende no es más que otro tipo de negocio, el cual, siguiendo tal caracterización, tendría que rendir cuentas en términos de su rentabilidad y posibilidad de lucro. ¿Pero no es precisamente esta época la que genera todo tipo de consejeros y líderes espirituales que predican para todo ser humano la búsqueda a toda costa de aquella mitad arrancada de nuestro ser, aquella “media naranja”, “alma gemela” o como se le quiera referir, prometiendo allí los dulces jugos

extraídos de la extraña fruta llamada “felicidad”? Justamente sobre esto un asistente lanzó una interesante pregunta: ¿la completud de los seres humanos es posible? Podríamos aceptar que no existe en el mundo un alguien que nos completará como si fuésemos piezas de rompecabezas, pero si es así, ¿por qué continuamos buscando?, ¿hacia dónde se dirigen verdaderamente esos intentos de encontrar a ese ser? A este respecto, la misma persona arriesgó una respuesta: podríamos mejorar en tanto seres humanos, algo así como un “esculpirse”, hacer de la vida —e incluso de la vida con otro— un hilo que conduzca a la realización efectiva de nuestro ser, que, en tanto arrojado a la vida, tendrá a su haber fracasos y victorias. Y atención: ¡puede ser que ese intento de crear que se hace con otro se le pueda llamar amor! Continuando con esta imagen

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«¿la completud de los seres humanos es posible?» se puede incluso pensar en que el amor–pasión tiene la posibilidad de llegar a ser algo parecido a una obra de arte, en donde también hay un encuentro entre un objeto poético y un ojo poetizante, pero precisamente allí es que hay que decir que dicho objeto ha de saber convertirse en su contraparte para hallar lo poético en el otro y viceversa. En otras palabras, el amor pasión es una posibilidad de arte, pero no podría ser como el pintor que se aproxima a plasmar en el blanco lienzo sus imaginarios, sus avatares, sus angustias, sino que en el amor son dos pintores que cuyas pinceladas se posicionan sobre un lienzo común, y a su vez, pintura cae sobre ellos mismos, transformándolos. ¿Podríamos llamar a ese lienzo la historia de una pasión? La siguiente intervención apuntó a que retomásemos el título de la conferencia: “Amor y

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Matrimonio: ¿es posible institucionalizar una pasión?”. Desde hace menos de un par de siglos el matrimonio ha sido fundamentado en el amor, y ello implica que esas tres dichas del sentimiento amoroso: la presencia del otro, su palabra (la conversación) y el erotismo, han de estar también enmarcadas en la institucionalización marital. ¿Pueden ser institucionalizadas de forma que sean creativas para los implicados? Un asistente nos ofreció una bella imagen que aporta mucho al entendimiento de esa relación institucionalizacióncreatividad: supóngase que en un encuentro con un otro se realice en la dimensión de una necesidad: el cine. El lenguaje cinematográfico funge las veces de escenario para la presencia y para la conversación de esos seres; ¿acaso no es una cierta “institucionalización”? Lo interesante del mundo en que vivimos es que no crea esas necesidades (por ejemplo del encuentro en el arte,

La Humanidad - Cristina Alejos Cañada

en la conversación, en el erotismo como ejercicio de una sexualidad resignificada por el lugar de objeto de amor que el otro ostenta y que no queda reducida al contacto de órganos sexuales), sino que al enamorado se le imponen maneras de proceder y de sentir. ¿A quién no se le ha dicho alguna vez, explícita o implícitamente, que cuando uno está enamorado el camino a seguir es el matrimonio, los hijos y la vejez en una casita supuestamente llena de paz y tranquilidad? Como punto final de nuestro encuentro se puso en evidencia una pregunta bastante angustiante: ¿quién tiene la responsabilidad de sostener el amor apasionado entre dos seres? Pues tuvimos en la mesa diversas respuestas, cada una con sus argumentos. Se dijo que la responsabilidad era del objeto sobre el cual se posaron los ojos de un amante, pues es precisamente éste quien debe mantener el misterio que ha suscitado en el otro. Se dijo también que la responsabilidad es del amante, pues es él quien ubica sus imaginarios en el amado, es quien ve en ese ser un “algo” que ningún otro ve, y por ende, puede que ese “algo” no exista verdaderamente. Para traer aquí las palabras precisas de quien defendió tal posición he de escribir: “¡¿qué culpa tiene alguien de no llevar a cuestas el ideal de un otro que posó sus ojos sobre él?!”. Por último alguien más se animó a decir que era un asunto de la totalidad de los implicados pues cada uno se constituye en objeto poético y en ojos poetizantes. Aquí termina esta memoria que no es sino el intento de recoger ese abanico de temas, problemas, preguntas e ideas que emergen cuando nos sentamos a conversar seriamente sobre algo todavía más serio: la vida misma. Sin duda fue un gran abrebocas de lo que nos depara este ciclo: “LA PAREJA: INCERTIDUMBRES MODERNAS DE ESTA RELACIÓN.” Quedan todos y todas invitados para una próxima ocasión. Vincent Restrepo Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

Imagen: “Amantes 111" Nicoletta Tomas. URL: http://www.nicoletta.info/

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La conversación del Miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Conferencia central Miércoles 6 de febrero de 2012 Auditorio Comfama San Ignacio

AMOR Y MATRIMONIO: ¿ES POSIBLE INSTITUCIONALIZAR UN PASIÓN?

Nº5 - Jackson Pollock

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asión es otro de esos términos sobre los que no es fácil ponerse de acuerdo, en tanto están sometidos a una significación múltiple y a una valoración contradictoria. Concebida, en general, por las personas del común como una expresión anodina y pueril, factible de confundirse con formas de la fijación como la obsesión o la adicción es, a la vez, idealizada por los espíritus románticos que la asumen como la expresión suprema del sentimiento y descalificada, dado sus peligros, por todos los controladores del orden, al punto que no está uno lejos de la verdad si afirma que al mundo burgués no le interesa ni promover ni tener apasionados, no sólo por la

singularidad con la que éstos proceden sino por la renuencia a adscribirse al modelo de vida vigente. Entonces se impone una simple pregunta: ¿qué es una pasión? Para responder a ella conviene partir de un principio: en sí misma una pasión no es buena ni mala, no es lo mejor ni lo peor, pues todo dependerá de la destinación que ella tenga y del sentido que cobra para la vida del sujeto y de los demás. Dicho de manera escueta pero precisa, una pasión es la experiencia por la cual un sujeto asume su deseo y se hace cargo de él, encauzando su vida en función de éste y tallando, en consecuencia, un destino propio. Para delimitar qué es la pasión y para

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desmarcarla de otras modalidades en las cuales el individuo se ve arrebatado por un objeto, se puede enunciar una serie de rasgos denotativos de ésta peculiar experiencia humana. Antes que nada, es una fuerza subjetiva marcada por la desmesura; no hay pasiones tibias ni vacilantes, todas son expresión de la intensidad y la decisión. Toda pasión es activa y sólo existe en el actuar del sujeto y en la acción que concreta, siendo de esta manera un empuje decidido que incide sobre el sujeto transformándolo y, a través de él, afectando su entorno. Su valoración, por ejemplo, como buena o mala, no es inmanente a ella, dependiendo del encauzamiento y de las articulaciones concretas que logre establecer en su despliegue, lo que la puede hacer ora creativa, ora destructiva en relación al propio sujeto y a su medio. Una pasión se reconoce en la aplicación a algo que de manera cotidiana lleva a cabo alguien, aplicación constante y perseverante, sin la cual la existencia de la persona perdería sentido, se haría invivible o, en todo caso, se convertiría en un transcurrir triste y agotado, cuando no miserable. No se le puede quitar el ejercicio de su pasión a alguien sin hacerlo inmensamente desdichado, precipitándolo, incluso, a preferir la muerte. Una pasión es aquello sin lo cual alguien no podría vivir porque ella determina un actuar cotidiano que le depara goce, perdido el cual sólo le restaría morir o la resignación en un sobrevivir opaco y triste. En la línea de lo anterior, hay que agregar que a una pasión no la puede suplir sino otra pasión, pues de no ser así la pérdida de ella sólo dejaría el agobiante vacío y la vivencia del sin-sentido. Expresándose en un hacer cotidiano y persistente, la pasión depara contenidos significativos y afectivos esenciales e imprescindibles para el goce existencial del individuo. Entregado éste al trabajo sobre el objeto que lo apasiona, se puede constituir en alguien problemático para el orden vigente ya que, yendo hacia donde su sino lo convoca, tiende a avanzar sin parar mientes en las consecuencias que desata, no regulándose necesariamente por la normativa imperante. Esto es lo que explica que esta época nuestra, profusa en adictos y obsesivos, no sea generosa en promover apasionados ni que guste de su existencia. A un adicto o a un obsesivo se les puede inscribir en un orden de rentabilidad, sea a través del consumo o de la producción, consiguiendo así su obediencia a los intereses mercantiles, mientras que un apasionado,

fiel a la búsqueda en la que resuelve su singularidad, no le garantiza a ningún sistema imperante su inscripción en él. Dicho sin rodeos: al capitalismo le interesan sobremanera los adictos y los obsesivos, en tanto le repelen decididamente los apasionados. En toda pasión, entendida como fuerza trasgresora de lo establecido y de lo convencionalmente estipulado, está incluido un monto de destrucción, de pulsión de muerte, fuerza deconstructora ésta que puede derivar al goce fatal del simple arrasar con lo existente o, por el contrario, puede operar como fuerza que despeja un lugar para darle paso a la labor creativa, valga decir, para abrir nuevas y mejores posibilidades para la existencia. En este sentido, y de cara a sus efectos sobre la vida, la pasión puede destinarse a lo peor o a lo mejor. Por otra parte, la pasión cruza y afecta todo el ser del sujeto, en tanto pone en juego algo esencial para él, razón por la cual la pérdida del objeto que lo apasiona lo colapsa en toda la complejidad de lo que él es, como lo ilustra la catástrofe que se cierne sobre alguien, en el conjunto de su vida, cuando pierde a quien ama apasionadamente. La pasión es peligrosa porque arrebata al sujeto de sí mismo y del orden que lo regula, y es peligrosa porque el individuo no la posee,

«la pasión lo posee al individuo, no al revés» sino que es ella la que lo posee a él. De ahí la dificultad, cuando no la imposibilidad, en que se encuentra alguien para desprenderse de la pasión que lo embarga, tal como también queda ejemplificado por lo tortuoso que es superar una pasión amorosa, es decir, lo arduo que es deslindarse de un amor de verdad, caso que no es, obviamente, el de los amores banales, al extremo que se puede decir que la medida de un amor de verdad está en la dificultad para vivirlo, para perderlo y para superarlo. La pasión concierne al sujeto en algo esencial de él, toca una fibra nerviosa fundamental de su ser en tanto atañe a una verdad estructural suya. Por esta

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El angelus - Jean-François Millet

razón la pasión implica goce, esto es, ella representa no un mero placer, sino la conjugación de éste con el sufrimiento. Es un sufrimiento placentero o un placer sufriente, pero no porque haya una fijación en el masoquismo, sino porque la alta valoración que cobra para el sujeto el objeto lo deja siempre en una línea fronteriza donde, de un lado, está la exaltación dichosa y, de otro, la caída en el dolor. En tanto es una apuesta plena y decidida toda pasión se paga, costo que el sujeto, no obstante, está dispuesto a asumir. Que sea un asunto riesgoso y una verdadera aventura, no quiere decir que sea errático o caótico, dado que ella en tanto acarrea una ingente labor de exploración de las posibilidades de su objeto, establece una relación con la razón y, en particular, con la racionalidad, valga decir, toda pasión de verdad activa en el sujeto un empuje epistémico que lo lanza al mejor entendimiento posible del objeto. Lo decía Pope: “La pasión son los vientos, la razón la brújula”. Toda pasión de verdad reclama que entre en juego la razón, a la manera en que un navío de vela en altamar es asuntos de vientos y de timón. Precisamente por su conexión con la razón –a diferencia de los Ilustrados que creen en una razón sin pasión, pero también a diferencia de los Románticos que conciben una pasión sin razón, el empuje pasional es una fuerza descomunizante, dada su capacidad trasgresora de lo establecido, pero resolviéndose al cabo en un esfuerzo de recomunización que busca validar ante el otro el nuevo dominio que se ha conquistado. Digamos ahora unas cuantas palabras sobre el amor apasionado. Antes que nada: es un acontecimiento en la vida de una persona, con lo cual se quiere decir, por una parte, que es algo relativamente excepcional, que no es cosa de todos los días

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y, de otra parte, que él instaura un corte para el individuo entre el antes y el después de su aparición. El amor como pasión aparece en la fulgurancia de un instante en el que, encarnado en forma de persona y a partir de un “divino detalle”, nos invade la certeza de haber reencontrado algo perdido y profundamente anhelado, reencuentro imaginario que experimentamos como la restauración de una falta en nuestro ser. Esta emergencia súbita del arrebato pasional en el que una persona queda embargada por la existencia de otra, es el efecto de la aparición, como vivencia y como conciencia, de algo que habla desde la historia del sujeto y según la configuración de su inconsciente; pero también es la conjugación del azar de un encuentro real impredecible e incalculable, con la determinación que ha marcado para él, en gracia a su singularidad, que sólo un tipo de objeto, y no cualquiera, puede concitar su deseo y jugar el papel de evocador del objeto primordial perdido. En esta medida, el amor apasionado es la exaltación jubilosa de un reencuentro esencial, del hallazgo en el mundo de alguien que evoca lo más propio de sí. Vistas las cosas así, el amor nos convoca en nuestro ser, siendo, precisamente, una promesa de ser, un horizonte abierto para desplegar en nosotros todas las potencialidades que hasta entonces nos han habitado sordamente. En tanto promesa de ser, el amado nos dispone a una actitud renovadora y transformadora de lo que somos, con lo cual, a más de repetición, hay en el amor una dimensión atinente a la creación. El amante que, dichoso, halla a alguien que imaginariamente suple lo que era una falta constituyente suya, también ve desplegar un gran anhelo de ser que lo dispone a ponerse a la altura de su ideal del yo. Sin embargo, tan magnífica experiencia, repitamos, no sólo es excepcional sino en extremo difícil, siendo, como en otra parte lo hemos mencionado, tres las grandes dificultades que han de sortearse para consolidar una pasión amorosa personal. En primer lugar, es muy difícil amar, es muy difícil que alguien nos capture, arrebate,


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embargue. Las más de las veces los seres humanos son indiferentes a nuestro deseo o, de tanto en tanto, pueden acarrearnos un gusto y una atracción pasajera, pero que alguien se sitúe en ese lugar de evocador de lo que primordialmente nos falta es algo inusual, llegando al extremo de que en toda una vida alguien no alcance a experimentar qué es amar con pasión. Pero si se tiene la fortuna de encontrar quien nos enamore, la segunda dificultad estriba en conseguir por parte del amante la reciprocidad amorosa de parte del amado. Es de Perogrullo que amar para nada garantiza ser amado y que la labor de conquista por la cual el amante busca producir en el otro el sentimiento que a él lo posee, no siempre llega a la realización anhelada. Finalmente, si amar encuentra la fortuna de la reciprocidad de ser amado, la tercera dificultad que se delinea en el horizonte es la de cómo renovar esa pasión sin permitir que ésta se desangre paulatinamente hasta cadaverizar el poderoso sentimiento que en un principio se tuvo. A este respecto, tal vez a cada cual le compete encontrar la senda para la renovación de la pasión amorosa, sin entregarse a la ilusión de que haya técnicas o fórmulas que lo garanticen, atendiendo más bien al examen de las condiciones imprescindibles para la reedición de ella: asumir al otro como un ser de presencia y de ausencia, como alguien cuya compañía no puede confundirse con una propiedad y con quien hay que saber cultivar la cercanía y la distancia, de la misma manera que es menester aceptar y valorar su alteridad, sin dejarse arrastrar por la tentación, tan frecuente en los vínculos de noviazgo y matrimonio, de eliminar la otredad de los partenaire en aras de su lamentable uniformidad. Pero para que la pasión no se extravíe es necesario que los involucrados en ella respeten otras dos condiciones suyas: el asombro que desvela horizontes esenciales y sorprendentes y el enigma que certifica que jamás todo habrá sido dicho. Esto último lo ejemplifica magistralmente, en “Las mil y una noches”, Sherezada frente al rey. ¿Cómo cansaría aquélla a éste? Con un relato insulso, presabido, que perdiera el atributo del asombro, pero también señalando que en su discurso ya todo está agotado porque todo ha sido dicho, con lo cual el enigma se desvanecería. Como Sherezada lo muestra, la pasión sólo se puede sostener allí donde uno y otro representan mutuamente asombro y enigma, pues cuando un objeto está descifrado y ya nada original se

«Amar no es garantía de ser amado» espera de él, entonces, contando con fortuna, se podrá dar lugar al cariño y a la ternura, pero ya se está en las antípodas de la pasión. ¿Y qué es una institución? También, antes de responder, digamos que ellas, en general, no son ni buenas ni malas por principio, que son necesarias pero que sus formas no son eternas y que es menester hacerlas objeto de pensamiento y de crítica para introducir las variaciones que mejor permitan ponerlas en proporción a la complejidad y a los logros que va alcanzando la vida humana. No hay instituciones eternas y la vida de los seres humanos no se tiene que amoldar a las instituciones sino que las instituciones tienen que saber responder a las posibilidades humanas, para que no operen como simples fuerzas constrictoras. En pocas palabras, cualquier institución, tanto de la vida privada como de la pública, es susceptible de ser puesta en cuestión y removida en consonancia con las conquistas históricas que se van logrando. Una institución es un conjunto de normas, cristalizadas temporalmente, que regulan la acción social o el vínculo interhumano. De ahí que ella se manifieste como un ordenamiento consolidado que estipula formas de actuar previstas, públicas y para todos, implicando una organización que dispone de elementos, reglas y funciones. Una institución es un “saber proceder”, que prescribe un cierto automatismo en la conducta y coarta cualquier alteridad frente al patrón estatuido. De acuerdo con esto, el matrimonio es una institución, es un dispositivo instituido que ordena unas maneras de actuar previstas y comunes. ¿Para qué está instituido el matrimonio? Para reglar, controlar y ordenar las relaciones de los sujetos, en particular con esas fuerzas potencialmente disolventes que son el cuerpo y su sexualidad, la estructura afectiva y sus sentimientos, la descendencia y su filiación. Sobra recordar que el matrimonio no es una

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La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación institución natural ni eterna, que está determinada histórica, social y culturalmente, y que, para el caso que nos ocupa, habrá que preguntarle su función reguladora cómo opera sobre la pasión amorosa y qué efectos produce sobre ésta. En cada ser humano habitan dos tendencias contradictorias con respecto a sus semejantes, incluso con respecto al más amado de los amados: la tendencia a juntarnos y la tendencia a separarnos. Pero cuando el amor nos llama a juntarnos, siempre conviene, éticamente hablando, tratar de plantearse una serie de preguntas que reclaman responderlas de la mejor manera posible: ¿Con quién? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Hasta dónde? ¿Hasta cuándo? Pero estas preguntas son, precisamente, las que soslaya la institución matrimonial, dando por ya establecida su respuesta y asumiendo como “natural” el proceder que estipula. Ahora, que el matrimonio se nos presente como lo ineludible y eterno a la hora de encarar la pasión amorosa, no debe extrañarnos, pues toda institución se cristaliza ideológicamente en las personas presentándose como natural o, por lo menos, como el mejor logro concebible. Por eso en toda institución hay un espíritu conservador y una fuerza inercial que quieren petrificar las formas de ser y de vivir humanas, reaccionando contra las potencias

innovadoras. En tanto institución, en tanto proceder instituido con pretensiones de naturalidad y perpetuidad, el matrimonio obedece a la misma lógica de todas las instituciones y por eso su cuestionamiento tiene que enfrentar el peso dominante del sentido común y de las ideologías que lo promueven y lo avalan. Pero en aras de clarificar el papel que esta institución juega con relación a la pasión amorosa, bien puede partirse de hacer una elemental constatación: la pareja actual es fuente de gran malestar, de inocultable frustración frente a las ilusiones que puso en marcha la pasión amorosa que rigió sus comienzos. Y si bien es cierto que parte de este malestar es estructural, en tanto deriva de nuestra tendencia a separarnos del semejante, a no someternos a las prescripciones que su presencia impone, máxime si éstas atañen a la vida cotidiana, también es cierto que el malestar contemporáneo que el matrimonio suscita, frecuentemente traducido en irritación y hostilidad, puede derivar del modelo que esta institución representa para el trámite del deseo, tanto en su vertiente amorosa como sexual. Para poder reflexionar sobre la institucionalización de la pasión amorosa conviene apostar por una definición del matrimonio que permita dar cuenta de este tipo de vínculo, yendo más allá del concepto

Pablo Picasso - Nude on a Beach

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corriente que lo caracteriza solamente por los rasgos que resulta de la mencionada delegación mutua de formales concernientes a la legalidad y que lo soberanías. entiende, simplemente, como la relación autorizada Pues bien, ubicado lo concerniente a qué es una por un sacerdote o por un juez. Restringir el pasión, qué caracteriza al amor, qué especifica a una matrimonio a la formalidad de este acto es negarse a institución y en qué consiste el actual vínculo matrientrar al meollo problemático que singulariza este monial, podemos avanzar diciendo que el modelo lazo interhumano. Una definición alternativa, imperante en nuestra época trata de sostener la pertinente a nuestro tiempo y que apunta más a la correlación entre el amor pasional y el matrimonio. La esencia de este vínculo que a la formalidad que lo gente se casa porque se ama con pasión o, a la inversa, instaura, es esta: el matrimonio es el acto, gesto o cuando se siente amorosamente apasionada y alcanza decisión, llevado a cabo de manera pública o privada, la reciprocidad en su amado, entonces asume que la mediante el cual dos seres (o más) deciden delegarse deriva de este sentimiento compartido es la mutuamente sus soberanías sobre un conjunto de configuración del matrimonio, en el sentido que lo ámbitos específicos: el sentimiento amoroso, la hemos definido unos renglones arriba. Sin embargo, sexualidad, los pensamientos, la intimidad, los más allá de las ilusiones de partida, los enamorados espacios, los tiempos, los lenguajes, etc., suelen asistir, por lo general, a la declinación de su autorizándose cada uno de los comprometidos a pasión, hasta el punto de llegar a su muerte, quedando a partir de esto o un cariño indagar, develar, reclamar y cimentado en la gratitud y la sancionar a la otra parte cuando «(...) el matrimonio es el compañía o el simple y craso ésta, a propósito de dichos malestar que concluye en la dominios, ha actuado por fuera de acto mediante el cual dos ruptura como declaratoria de un lo prescrito. En este sentido, seres (o más) deciden fracaso insuperable. Ahora, la como también lo hemos dicho en otra parte, el matrimonio es una delegarse mutuamente sus muerte de aquel amor intenso y significativo que dio lugar al máquina de disciplinamiento que soberanías.» vínculo conyugal se puede cumple la extraña y onerosa tarea explicar como consecuencia de de declarar a cada uno como un menor de edad que debe dar cuenta de sí ante el otro, una de dos razones: o porque toda pasión amorosa sintiéndose éste plenamente legitimado para esa lleva en sí misma y desde el principio el gusanillo de su función de vigilancia, indagatoria y control de su par. muerte, según una ley fatal que indicaría que todo Mal que se quiera, el matrimonio es un dispositivo de amor apasionado está condenado a perecer o porque el regulación que parte del principio de que cada matrimonio con su forma de regular las subjepartenaire declara al otro como su propiedad, por lo tividades, los deseos y los goces, se convierte en una menos en algunos dominios esenciales de la vida de trituradora que vuelve añicos lo que en un principio éste. Cae de suyo que esta definición en tanto apunta a tenía todos los visos de la consistencia y la precisar la lógica, el sentido y las propiedades del perpetuidad. vínculo, integra también dentro de ella no sólo esas Desembocados en el dilema anterior, hay que experiencias que no siendo avaladas por sacerdote o recordar que la fuerza que surte al amor pasional es el juez, lo son por el acuerdo propio de los involucrados, deseo, cosa bien distinta a lo que acaece con el amor tal como sucede con la modalidad llamada noviazgo o normalizado, el cual no se sostiene sobre el deseo con la conocida como “unión libre”. Al margen de la –deseo del ser del otro y deseo propio de ser-, sino por modalidad particular, el matrimonio recubre todo lo la gratificación de la compañía que depara un poco de CINE EN CONVERSACIÓN: «LA PAREJA: INCERTIDUMBRES MODERNAS DE ESTA RELACIÓN» En sincronía con el programa "La conversación del miércoles" que realiza la corporación los primeros miércoles de cada mes, se realizará cada sábado siguiente a esta, la proyección de una película en referencia al tema tratado. Quedan invitados e invitados a disfrutar de nuestro espacio Cine en conversación. Sábados, 5 p.m. en la sede de la Libertad guiando al pueblo [fragmento] - Eugène Delacroix Corporación Cultural Estanislao Zuleta. Más información en: www.corpozuleta.org

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La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación seguridad frente a esa angustiante fragilidad que no deja de recordarnos que somos un ser-para-la-muerte. Conviene no olvidarlo: los seres humanos se pueden unir, incluso inextricablemente, porque se desean o porque requieren acompañarse. Pero si el amor pasional es expresión del deseo, la lógica de posesión, seguridad y hábito que el matrimonio instaura termina restándole a aquél esas tres fuentes suyas que son el asombro, el enigma y la incertidumbre. El matrimonio es un invento para liquidar al otro como ser asombroso, para desvirtuar su condición enigmática y para eliminar cualquier incertidumbre respecto de él. Una peculiaridad del deseo es su pretensión de ser conquistador: trata de conquistar, esto es, de alcanzar ese objeto excepcional que, puesto ante sus ojos, le envía el brillo esperanzador de la restauración de una falta esencial. Pero sólo se puede conquistar lo que falta, lo que está de acuerdo con esa ley que señala que el deseo siempre está animado por su relativa insatisfacción. Pero si, como sucede con el matrimonio, el objeto está ahí, ya conquistado y apropiado, develado hasta el tuétano, predecible hasta el cansancio y cierto sin margen de duda, entonces el deseo se apaga porque nada queda por conquistar, cumpliéndose así la terrible y triste advertencia de Proust: “Si queréis pasar del amor al desamor, soplad sobre la llama del deseo”. La institucionalización matrimonial produce o, por lo menos, contribuye a la caída de la pasión. Y cuando esto acaece, ¿cómo procede entonces? De una manera bien conocida y para la cual se encuentra la “ayuda” presta de ciertas corrientes de la psicología y de toda la gama de esos sacerdotes laicos que constituyen los consejeros del amor y los orientadores de la pareja: normalizando la caída de la pasión y declarándola una etapa superada en un supuesto proceso de “maduración” que regiría los afectos humanos. Pero si la pasión en los cónyuges se vuelve cosa del pasado, la institución procede a erigirse, además, en celoso y a veces furioso guardián contra la reaparición de ella encarnada en una tercera persona. El otrora idealizado amor pasional que devino matrimonio, ahora es satanizado por éste, esperándose que los cónyuges reposen resignadamente sobre el cariño de la pareja y lejos de esa conmoción del ser que sería una nueva pasión, la que ahora se vive como una grave amenaza. El cálido amor conyugal –y hasta la hosca frialdad que en el matrimonio puede reinar- vela para impedir que la pasión reaparezca en uno de sus miembros, de tal manera que si llega a darse esto de 12


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Andreas nos convendría mucho, pues no sólo redefiniría la institución conyugal en el sentido de extirpar de ella la delegación de las soberanías de los cónyuges, sino que plantearía que la base más apropiada para quienes deciden hacer una pareja convivencial es la del matrimonio basado en la amistad, partiendo del principio de que los amigos se pueden acompañar, solidarizar y querer, pero no se pueden declarar propietarios uno del otro. Que abrir esta perspectiva puede sonar terrible y hasta escandaloso es algo posible, pero también es algo que se va imponiendo por su propio peso, habida cuenta del inocultable e insuperable malestar que corroe la pareja matrimonial moderna fundada en un amor pasional luego desvanecido, pero perseverante en unas obligaciones que, sin sustento en el principio que les dio origen, no pueden acarrear de ahí en adelante sino resignación, cuando no abierta frustración y, en todo caso, una violencia contra el ser de cada miembro de ella. Que la pareja matrimonial no siga fungiendo como coartadora de la pasión amorosa y que el vínculo amistoso al que aquélla derivó –si es que derivó a estono se siga viviendo como contradictorio con un nuevo amor apasionado y, por ende, que éste no tenga que representar la disolución de aquél, vivido todo esto, además, en el marco del respeto y la valoración respectivos de cada uno de los agentes de esta trama, es algo que reclama un cambio en la mentalidad que, a su vez, implique transformaciones de los registros psíquicos de la subjetividad, de tal manera que, muy probablemente, nosotros estemos asistiendo al despuntar de una radical transformación en la noción de pareja y en las relaciones de ésta con la pasión y con la compañía, con el amor y con la amistad. En cualquier caso, el malestar presente de la pareja señala que algo esencial no va bien con ella y que las cosas reclaman nuevas configuraciones que permitan mejores condiciones para el despliegue serio de las relaciones de cada ser humano con su deseo y con su deber. ¿Qué, sino esto, es lo que nos enseña la historia cuando nos indica que todas las formas que nos constituyen, por más que creamos que son eternas, son susceptibles de transformarse en aras de que se correspondan con mejores posibilidades para nuestro ser y nuestra humana exitencia?

inmediato se cierne sobre el infractor la culpabilización moral, cuando no la declaración de incurso en cierta patología psíquica que le impide mantenerse en el amor “maduro”, valga decir, en el amor que se olvidó del deseo. Por la eliminación del deseo la pareja ha derivado al deber, eventualmente acatado en el marco de una relación cariñosa y con los hijos como razón de ser de un vínculo que ya no se sostiene más en el deseo de los esposos. Perseverar en una relación centrada en el deber conyugal y paterno/materno, con la interdicción del deseo por terceros, implica inocultables gastos psíquicos para los sujetos, obligados a desconocer cualquier nueva posibilidad pasional o, si ésta se presenta, empujados al ocultamiento y a la mentira. Ese ideal del Todo que rige a la pareja, sea pasional o normal, implica elevados costos de insatisfacción y hasta de irritación para quienes la constituyen. Si nos atrevemos a avanzar en el examen de la lógica de los emparejamientos en los que articulamos la vida en la modernidad y si no vacilamos en hacer las preguntas que se imponen, entonces podemos interrogar: ¿por qué la pareja devenida amor-normal no puede ser compatible con nuevas y externas expresiones del amor-pasional vivenciadas por cualquier miembro de ella? Si entre dos ya no habita la pasión, pero si han forjado a partir de su historia un sólido aprecio y una reconocida valoración, que los ha conducido al sentimiento amistoso, ¿por qué esto es incompatible con el hecho de una nueva experiencia pasional hacia un tercero? Si valorar el amor pasional no pasa, necesariamente, por desacreditar el amor normal, ¿por qué éste se autoriza a reprimir la nueva emergencia de aquél? O dicho de manera más directa, ¿por qué la pareja del amor normal se tiene que vivir como antagónica a cualquier nueva pasión, cuando aquélla ya se ha erigido sobre el cariño y lo que ésta testimonia es la reaparición del deseo? No se nos escapa que son preguntas inquietantes y hasta alarmantes, pero también es bueno reconocer que son pertinentes, más allá de la mentalidad que nos gobierna y que nos ha habituado a vivir la secuencia amor pasional-matrimoniodesaparición de la pasión-coartación de cualquier nueva pasión. Tal vez el examen minucioso de experiencias humanas como la que osada y valientemente encarnó Lou Salomé en su matrimonio con

Carlos Mario González Miembro Fundador Corporación Cultural Estanislao Zuleta Profesor Universidad Nacional 13


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Tertulia Miércoles 13 de febrero del 2013 Salón cuarto piso Comfama San Ignacio

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o estamos tranquilos. No estamos plenos permanentemente. Somos resistentes a la verdad, al pensamiento, al conocimiento. Hay seres que se acompañan de angustia, de zozobra y de insatisfacción: si bien la invitación no es sólo para ellos, para los que se preguntan y complejizan el emparejarse con otros, es con seres así con quienes se propone reflexionar en esta conversación y que se disponen, entonces, a ser sujetos y objetos de la exploración: ¿pueden relacionarse entre sí?, ¿cómo? Desde la conferencia central se propusieron varias preguntas tales como ¿qué es la pasión?, ¿es posible institucionalizarla?, ¿es posible renovarla?, otras -suscitadas por dichos planteamientos- fueron las que dieron curso a la palabra en esta tertulia, estableciéndose como centro para la conversación, una que inició con un gran silencio. Un participante se preguntó: “Bueno, se dijo que mediante la pasión es que alguien se hace cargo de su deseo, ¿qué es el deseo? Puesto que no se trata sólo de tener ganas de. Se dijo también de la experiencia amorosa -una de las formas en que el deseo cobra expresión- que es la restauración de una falta en ser, que somos seres en falta, ¿eso qué significa?, ¿qué es eso de que somos seres en falta?” Comentario al que una asistente agregó el reto que este asunto nos traza, otro más: el de bregar por ampliar esos referentes psicoanalíticos del expositor y entonces ser capaces de

enunciar nuestro pensar y sentir desde nuestro entendimiento, con nuestras palabras, dando cuenta así de un logro en la interiorización del planteamiento que nos ha sido ofrecido. Al respecto la moderación invitó a tener paciencia para que puedan irse construyendo los significantes que nos acompañarán durante estas reflexiones; a arriesgarnos poco a poco a hablar desde lo que entendemos, por ejemplo, por deseo -se atrevió a decir la moderadora-, no entendemos lo mismo que «querer», la voluntad no es un elemento constitutivo del deseo. Hay trazas en las biografías de un ser que nos lo muestran como un deseante. Pocos son los deseantes que pueden enunciar de manera explícita su deseo, la mayoría no puede responder con claridad “mi deseo es tal”, “yo deseo tal cosa”, sino que en sus acciones, decires y pensamientos enunciados y agenciados va dando cuenta de ese hacerse cargo y responsable de las propias búsquedas y preguntas esenciales. El deseo no es una entidad, no tiene asiento físico ni biológico, él hace parte de la historia subjetiva en el orden de cómo cada quien se vincula con la falta, con ese reconocimiento de que no se es todo. ¿Cómo hacerle entender a un pequeño/a que no lo es todo? ¿De dónde venimos? De bebés estamos en la comodidad absoluta: estamos en el calor del interior de otro, no nos hace falta nada, no hacemos nada. Introducirnos en la falta es dotarnos de posibilidades para ser, de ser en sociedad, con el otro. En este sentido, es

Imágenes tomadas de: http://rosali-poesia.blogspot.com; http://tempestadenelcorazon.blogspot.com; http://sebastianmoreno.com; Afiche de la conversación del Miércoles, ciclo 2008.

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La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación

Sesión del grupo de estudio de la conversación del Miércoles Fotografía cortesía CorpoZuleta

buscar la placidez, según lo propuso un participante: “volver al placer que nos arrebata la sociedad para lograr una recreación de sí mismo”; “es buscar la muerte para el ser”, refutó el moderador. A lo anterior habría que agregar que hacerse cargo de la falta también tiene que ver con aprender a permanecer en preguntas como las que se han enunciado o como las que al cabo de este punto aparte se señalarán, porque no hay garantía alguna de conquistar respuestas y porque de encontrarse vías para la comprensión ella no se traduciría en tranquilidad, reposo ni placidez. ¿Qué es lo que se desea cuando uno se enamora? ¿Qué es el amor?, ¿hasta dónde se puede dar cuenta de él? ¿Cuál es entonces la pasión que moviliza a un artista? ¿Alrededor de qué se juntan hoy las personas amorosamente? ¿Existe históricamente la posibilidad de «amores comunitarios», es decir, pensar otras formas del relacionamiento? ¿Por qué se acaba la pasión, no sólo en el matrimonio o en la experiencia amorosa? ¿Qué de nuestra época no promueve las pasiones sino que las desestima? ¿Qué relación somos capaces de establecer con los ideales que se construyen y construimos? ¿Cómo diferenciar la emoción, la pasión y la obsesión?

Estas fueron preguntas que la conversación no alcanzó a desarrollar con amplitud y que se sumarían a éstas otras consideraciones que desde un principio se propusieron para retenerlas y ampliarlas a lo largo de este ciclo que apenas comienza: hay nuevas preguntas y complejidades que se imponen en nuestro particular tiempo alrededor de la experiencia amorosa, por ejemplo, el lugar de la mujer y las nuevas sexualidades y los nuevos tonos con que saben aportarle a la complejidad ya reconocida. En este sentido se hizo mención de cómo mientras algunos interrogamos la institución matrimonial en sus principios y efectos para la pareja humana, vemos también cómo se reivindica desde otros campos de lucha -como es el caso de los derechos de las parejas homosexuales- la posibilidad de experienciarla. Es intranquilizador estar vivos y entonces hay quienes su esfuerzo lo ponen en calmar las aguas, en tanto que hay otros que...

Diana Marcela Suárez Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

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La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Pensador de referencia «Escuetamente se podría decir: amar es ver a alguien como nadie más lo ve y, por tal razón, amar es alucinar a alguien. Pero amar es más, amar es tener un intenso deseo de ver, oír y tocar a un ser particular que así nos regala, cuando podemos consumar tal deseo, las tres dichas supremas del amor: la presencia, la conversación y el erotismo. El encuentro emocionado con el ser amado, el diálogo pleno con él y el cuerpo vivido como carne que va más allá de sí misma, ésas son las claves que indican que la pasión de amor nos ha envuelto en su red con su siempre difícil e intensa capacidad de conmovernos y hacernos replantear la significación de lo que somos. » «El amor es una virtualidad devenida realidad cuando alguien en el mundo representa el papel que el amante ha pergeñado en su inconsciente. Pero también por ésto, por ser un trabajo de invención del amante —a partir de un “algo” cualquiera que resalta en el amado—, amar es sostener una radical diferencia entre el valor, la importancia y la significación que en el amante suscita su amado y lo que éste constituye para los demás, para quienes, en vez de estar en el lugar de lo excepcional, se encuentra difuminado en lo común que lo asemeja a tantos y tantos otros.»

Carlos Mario González Para pasar del amor al desamor, soplar sobre la llama del deseo

Carlos Mario González: nació en Medellín el 14 de Octubre de 1952. Ha sido un representativo intelectual de la ciudad dominado por la pasión de acceder a los grandes logros de la cultura en materia de Historia, Filosofía, Política, Arte y otros dominios de lo humano, con el fin de realizar su vocación magisterial y luchar en pro de una sociedad más justa y democrática. Profesor de la Universidad Nacional de Colombia sede Medellín y miembro fundador de la Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA. Dentro de sus ensayos y obras más importantes se encuentran “La vía del amor. Una forma de insurgencia de la mujer del siglo XIX”, “El matrimonio, ese pacto suicida”, “Esta vida tan efímera, esa muerte tan eterna”, “Juventud, ley y autonomía”, entre muchos otros.

Informes:

Boletín de La conversación del miércoles Edición del 4 de marzo de 2012 Revisión editorial y diagramación: Vincent Restrepo

Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA Web: www.corpozuleta.org e-mail: info@corpozuleta.org Tel: 444 35 84 Dirección: Cll 50 No. 78a - 89

Apreciados lectores y lectoras: El presente boletín contó con algunos problemas logísticos de fuerza mayor que impidieron la publicación a tiempo del mismo. Le rogamos comprensión y le invitamos a visitar la página de la corporación para encontrar éste y otros boletines de ciclos anteriores. También apoya:

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