Luces efectistas en la pintura barroca en México

Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Artes y Diseño

LUCES EFECTISTAS EN LA PINTURA BARROCA EN MÉXICO Arte y diseño barroco y virreinal

INTEGRANTES:

Castro Ramos Valeria Ankara Cordero Copca José Fernando Gonzáles Hemmer Paulina Gabriela Guzmán Cupich Michelle Aranza Moreno Rodríguez Amairani Guadalupe

18 mayo 2021 Grupo 2662

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ÍNDICE: Contexto Histórico ........................................... 4 ¿Qué fue el arte novohispano? ......................... 5 La religión en Nueva España y su relación con el arte ...................................... 6 Mediados del siglo XVlll.................................... 7 Características del barroco novohispano .......... 8 Retablos Barrocos Mexicanos ........................... 11 Pintura barroca de Nueva España .................... 12 Principales autores ........................................... 15 El decaimiento de la pintura barroca ............... 20 Fuentes ............................................................. 22

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“La Misa de San Gregorio”

“Retrato de Cristo”

Contexto Historico.

Menos de una década después de que el conquistador español Hernán Cortés, sus hombres y aliados indígenas derrotaran a los mexicas (aztecas) en su capital, Tenochtitlan.

En 1521, se creó oficialmente el primer virreinato, Nueva España.

Una de las artes nativas que más impresionó a los recién llegados fue el “mosaico de plumas” (arte plumario en español, amantecayotl en náhuatl), una técnica artística muy reconocida e importante durante la época prehispánica y los periodos coloniales.

Poco después de la conquista, los misioneros europeos comenzaron a llegar a América para iniciar la conquista espiritual de los pueblos indígenas, estableciendo centros de conversión y escuelas para jóvenes indígenas en los alrededores de Ciudad de México. Por lo que las obras de arte desempeñaban un papel crucial a la hora de transmitir el mensaje a los futuros creyentes. Esta explosión de material visual creó una necesidad de artistas.

Las plumas de colibrí de Yucatán habían sido durante mucho tiempo un componente del pago de tributos a los gobernantes aztecas.

Las obras creadas por los amantecas, nobles aztecas especialmente capacitados y dotados, impresionarón a los conquistadores españoles, lo cual causó que estos exportaran algunas piezas a Europa. Especialmente la creación de mosaicos o pinturas, que se enfocaban en plasmar en ellas imágenes religiosas.

En el siglo XVI, la gran mayoría de los artistas y trabajadores eran indígenas. En algunos de los conventos, los feligreses establecieron escuelas para formar a los niños en las prácticas artísticas europeas.

Sólo se conservan unos pocos ejemplos de los primeros mosaicos de plumas cristianos, ya que el medio es intrínsecamente frágil; sólo una fracción conserva una semblanza de sus radiantes colores originales.

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“San Miguel Arcángel” de Villalpando

¿Qué fue el arte novohispamo?

El arte novohispano, fue un movimiento artístico que apareció en México a finales del siglo XVI, aproximadamente y que se preservó hasta mediados del siglo XVIII. También conocido como Barroco Novohispano o Barroco Mexicano, fue un movimiento muy representativo en América. Incluso, hacia el norte se extendió hasta principios del siglo XIX. En este movimiento, las formas clásicas y los ornamentos se organizaban o manipulaban para el espectador con la mayor ilusión de movimiento, excitación visual, y participación emocional.

El arte barroco en sus más amplias manifestaciones artísticas es un fenómeno complejo de índole social, político y religioso. Había comenzado en Europa como una especie de continuación del Renacimiento. Más tarde, se lograron apreciar las diferencias drásticas entre los dos estilos. El carácter dramático del arte barroco fue aprovechado por el absolutismo religioso y secular.

La pintura barroca en México era un gran reflejo de la sociedad de esa época, la religión dominaba la cotidianidad y las artes, siendo así los conventos y monasterios centros de oración y también de la cultura. El estilo barroco representa una experiencia de sobrevivencia cultural por parte de los indígenas a las imposiciones culturales y religiosas por parte de los españoles.

Algunos términos comunes son: “colonial”, “virreinal”, “híbrido” o “tequitqui”.

Sin embargo, algunos académicos prefieren el término “colonial” porque destaca el proceso de colonización y ocupación de las partes de América por una potencia extranjera.

“Híbrido” y “tequitqui” son términos que se utilizan para describir obras de arte que muestran la mezcla o yuxtaposición de estilos, temas o motivos indígenas y europeos.

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La religión en Nueva España y su relación con el arte La conquista española del actual México no sólo supuso su control político y territorial.

En los ámbitos de cultura y la religión, los españoles trataron de eliminar las antiguas tradiciones indígenas e imponer las suyas.

Sin embargo, el resultado final fue una mezcla de ambas culturas, es decir, una cultura mestiza, aunque con un predominio de la llegada de los colonizadores.

En el Nuevo Mundo, y muy especialmente en Nueva España, este movimiento tuvo una influencia profunda y duradera. El Barroco intentó una síntesis de condiciones y experiencias opuestas. Se buscaba un equilibrio basado en la tensión entre la mortalidad y la inmortalidad, la sensualidad y el ascetismo, la juventud y la vejez.

A principios de la colonia, los misioneros españoles ordenaron la construcción de numerosos templos y conventos. En muchos casos, estos edificios se levantaban con formas parecidas a las de unas fortalezas. Las calles más importantes de las ciudades se organizaban a partir de estos edificios religiosos.

Como ocurrió en Europa, el estilo de los templos religiosos fue variando con el tiempo. Cuando los españoles llevaron el estilo barroco, sus características fueron utilizadas como método para impresionar a los creyentes, especialmente a los indígenas que aún recordaban o conservaban sus antiguas creencias. La imposición del catolicismo no sólo cambió las creencias de los pueblos indígenas. También afectó al lenguaje, al urbanismo y a todas las manifestaciones artísticas. A pesar de eso, el mestizaje cultural comenzó a aparecer.

La arquitectura, escultura y pintura barroca florecieron al servicio de la Iglesia Católica y de las monarquías que profesaban esta religión. En general, los artistas barrocos se centran particularmente en las formas naturales, los espacios, los colores y las luces. El propósito era producir una experiencia emocional fuerte, aunque silenciosa.

Por su parte, los artistas del barroco novohispano buscaban sorprender al espectador.

Los contrastes como luz y sombra, o lo repentino e inesperado, ayudaban a alcanzar ese efecto.

“La Purísima Concepción” de Villalpando 6

Mediados del siglo XVIII El movimiento Barroco predominó en el centro y sur de Europa desde finales del siglo XVI hasta principios del siglo XVIII. Sin embargo, el barroco novohispano alcanzó su clímax varias décadas más tarde.

El arte barroco buscaba el movimiento y utilizaba, especialmente en la pintura, la composición oblicua o en diagonal, en general, los artistas barrocos se centran particularmente en las formas naturales, los espacios, los colores y las luces, además procuraban la disolución de la unidad, en vez del equilibrio.

En Nueva España, por ejemplo, varios edificios importantes que seguían este estilo todavía estaban en construcción después de mediados del siglo XVIII. Debido a que en el territorio aún no se disponían de suficientes pintores formados, las órdenes religiosas que querían dejar su nombre en alguna iglesia hacían traer lienzos y retablos desde España.

Es así como Zurbarán era uno de los pintores favoritos durante esta época, quien enfocaba su producción en santos, dichos cuadros se caracterizaban por tener un fondo negro y un bien estudiado claroscuro, según las enseñanzas de Caravaggio.

Así mismo, la pintura barroca de la Nueva España se inspiró en la obra importada de los pintores españoles y flamencos. Las escenas solían estar muy cargadas de emoción, representando momentos y poses de intensidad dramática exagerada y las temáticas que más se abordaban en la pintura novohispana eran temas Marianos, escenas bíblicas, retratos, escenas de la vida cotidiana y predominaban las representaciones religiosas “Virgen de las Cuevas” de Zurbarán

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Además, sus temas religiosos predominantes y sus estilos arquitectónicos reflejan en gran medida el expresionismo del período helenístico. La influencia del clasicismo que había inspirado el Renacimiento italiano estaba menos presente. Procuraban la disolución de la unidad, en vez del equilibrio.

Las escenas solían estar muy cargadas de emoción, representando momentos y poses de intensidad dramática exagerada.

Características del barroco novohispano

Particularmente en las manifestaciones iconográficas, la pintura al fresco que había tenido gran difusión en el siglo XVI fue reemplazada por la técnica al óleo, además de que destaca por no ser una pintura detallista, sino impresionante en la que va a dominar la luz y el color sobre el dibujo.

En el siglo XVI hubo una enorme necesidad para decorar templos y conventos, primero con decorados de flores en mosaicos, denominado pétatl, pero el resultado era de una duración muy corta. También se usaron mosaicos de plumas, pero también era una decoración temporal, pues era susceptible a los parásitos.

La pintura se implanta en la Nueva España a través de la tradición pictórica manierista que rompe la tradición de frescos conventuales, además de que gran parte de la pintura mexicana surge de los grabados en metal.

Durante los primeros treinta años del siglo XVII se trabajó en México una generación de arte manierista, para posteriormente recibir la influencia de la escuela española, las primeras influencias durante esta época surgieron del tenebrismo sevillano, principalmente de Francisco de Zurbarán, como puede apreciarse en la obra de José Suarez y Sebastián López de Arteaga.

En principio se enfocó en temas e imágenes religiosas, las cuales tendrían como finalidad ejercer su influencia en modificar la ideología e identidad de los pobladores, doblegando su fe, y que fuera impuesto el pensamiento y fe cristiana en el proceso conocido como evangelización en la Nueva España. La pintura barroca se caracteriza por ser emotiva, en su mayoría las temáticas giran en torno a la vida de la Virgen María, de Jesús y de los santos, como modelos a seguir.

En este sentido, el arte se dirigió antes a la sensación que a la razón, se basaba en el naturalismo a través de volúmenes simples y la sencillez compositiva, además se vio influenciado por el tenebrismo, que aunque no tuvo tanto arraigo y difusión en la Nueva España como en España, Sebastián López de Arteaga fue su introductor y gran cultivador, este movimiento está caracterizado por los fuertes contrastes de luces y sombras, tiene al realismo como principal recurso expresivo, además de la construcción de ambientes sombríos y austeros que servirían de fondo para vigorosas figuras, casi siempre de tema religioso.

Algunos de los primeros ejemplos de pintura en la Nueva España se pueden observar en los murales de los conventos; en estos se combinan frescos similares a los realizados en Europa durante el medioevo o el Renacimiento, sobre todo de estos segundos.

En estos frescos predominaban los colores blanco y negro, aunque a veces también el rojo, ocre y sepia. Este tipo de murales generaba un estilo decorativo casi místico, que era particularmente adecuado para los espacios en los que se practica el culto y la espiritualidad.

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“La incredulidad de santo Tomás” de Sebastián López de Arteaga 9

“La Virgen del Apocalipsis” de Cristóbal de Villalpando

Reafirmaban doctrinas de la iglesia catolica Reafirmaba doctrinas de la Iglesia católica Al mismo tiempo, el sentimiento y el estilo Barroco crecieron con el catolicismo o la Contrarreforma. El Barroco novohispano reafirmaba y elaboraba ​​las doctrinas tradicionales de la Iglesia católica.

Entre estas doctrinas estaban: la eucaristía como sacrificio, el papel intermediario del sacerdocio, la devoción a la Madre de Dios, los poderes intercesores de María y los santos, el valor espiritual de la vida religiosa y otras.

De igual modo, muchas iglesias menores del barroco novohispano se distinguen por el adorno de decoración en el exterior. Sus fachadas son muy talladas, y quizás tengan dos campanarios decorados que las flanquean.

De no ser por esto, serían poco más que dos bloques que se cruzan con una cúpula. En su interior exhiben retablos masivos, intrincados y dorados.

Iglesia de Santa Prisca, Taxco.

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Altar de Guadalupe en el Templo de San Francisco Javier, Tepotzotlán

Retablos Barrocos Mexicanos Un retablo es una estructura arquitectónica, pictórica y escultórica que se sitúa en los altares de los templos católicos, los cuales pueden ser de diversos materiales, pero en el contexto de la Nueva España, solían hacerse de madera dorada. Se alzan sobre el muro en el que se apoya el altar del templo, y contiene esculturas y/o pinturas con representaciones sagradas. Los retablos en la Nueva España tenían una función decorativa y didáctica, reemplazaron a la pintura mural de principios de la colonia. Los retablos relatan, sobre todo, la historia de la Iglesia, y sus elementos (las esculturas y pinturas) estaban al servicio de dicha función.

La manufactura de retablos formaba parte de los requerimientos para el desarrollo ritual en los templos novohispanos y se convirtió en una constante constructiva y ambiental durante tres siglos del virreinato.

Los retablos principales y laterales establecen con los edificios religiosos una particular dialéctica; Utilizan los elementos constructivos de la fábrica religiosa como apoyo de su estabilidad y atlteran positivamente el esquema espacial.

En las recientes décadas se han publicado algunos trabajos en los que se reconocen otras tipologías o categorías de los retablos virreinales. Clara Bargellini apunta que los retablos pueden ser “narrativos”, cuando se observa en ellos una secuencia de pinturas o relieves que narran la Pasión, la vida de la Virgen o un santo en particular, o “icónicos”, cuando únicamente se observan las imágenes de los santos, al portar sus atributos entre las manos.

Para realizar un retablo, se requería del trabajo de diferentes artesanos, desde carpinteros, ensambladores, escultores, pintores de imaginería y pintores doradores, aprendices, maestros oficiales, lo que hacía que su manufactura fuera muy costosa.

El Retablo de los Reyes de la Catedral Metropolitana tuvo un costo de treinta y cinco mil pesos, de los cuales, al pintor de la imaginería, Cristóbal de Villalpando, le correspondieron dos mil trescientos pesos; una suma considerable para la época.

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Pintura en Nueva España La pintura barroca de Nueva España se inspiró en la obra importada de pintores españoles y flamencos. Estas obras comprendían originales, copias y grabados. Algunas de las habilidades más importantes que debía dominar un pintor barroco en México eran saber la preparación de los aparejos, el proceso por el que se prepara el lienzo para ser pintado, conocimiento del volumen de los cuerpos y del manejo de la luz, dos características fundamentales, además de ser indispensable que supiera hacer trazos y tener conocimiento del dibujo para resolver de mejor manera posible una figura, debía conocer y preparar los pigmentos, tener conocimiento en el dibujo y el escorzo, plantear composiciones novedosas y complicadas que le dieran dramatismo a la pintura.

Francisco de Zurbarán y Peter Paul Rubens fueron las influencias dominantes durante la segunda mitad del siglo XVII. Sebastián López de Arteaga, discípulo de Zurbarán, emigró de Cádiz a la Nueva España en 1643.

Sus discípulos incorporaron el color, el estilo, y las fórmulas amaneradas del Barroco en el arte novohispano.

Además, el español Baltazar de Echave y Rioja ayudó a introducir sorprendentes efectos de textura en la pintura de Nueva España. Así mismo, el realismo y claroscuro del arte novohispano adquirieron la exuberancia y la coloración rosada de Rubens.Por otro lado, las obras del maestro pintor Bartolomé Esteban Murillo también ejercieron una gran influencia. Estas eran apreciadas genuinamente por su composición, color y diseño. También estaban dotadas de gracia, elegancia y sensibilidad emocional. Esto fue imitado por los artistas barrocos novohispanos. Sin embargo, no lograron controlar el tono emocional de la materia religiosa con mucho éxito. A fines del siglo XVII, la edad de oro de la pintura barroca en Nueva España ya casi había pasado. De este período destaca Cristóbal de Villalpando. Es considerado por muchos el pintor más elegante y grandioso de México. Muchas de sus obras son de proporciones heroicas, altamente imaginativas con colores brillantes y llenas de energía.

“El niño Jesús con ángeles músicos” Juan Correa

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Virgen del Apocalipsis (1765) Miguel Cabrera La pintura tiene al centro como figura principal a la Virgen, con un rostro que refleja dulzura y comprensión, rodeada con rostros infantiles de tiernos ángeles, cinco de ellos la sostienen y cinco más la observan a nivel de su rostro, rodeando el resplandor. Tienen de fondo un cielo nuboso que es iluminado por el sol a espaldas de la Virgen. El autor muestra una finura de dibujo y una gama cromática suave y delicada que pueden evocar a la obra de Murillo en determinados aspectos formales, como por ejemplo, en las graciosas figuras infantiles, muy peculiares de su estilo.

Trata el manto de la Virgen con atención y minuciosa técnica, denotando el sentido de realidad trascendida propiamente hispánico.

Santa Rosa tentada por el demonio Cristóbal de Villalpando En cuanto a composición, el cuadro tiene un punto de vista en contrapicado debido a la altura donde se iba a colocar (la parte superior del retablo), por lo que permite ver un ligero escorzo. La luz proviene del lado izquierdo e ilumina la pierna, brazo y una parte del hábito de Santa Rosa, que luce espléndido con tonos azulados y ocres que se dan entre los pliegues de la tela, el rostro de demonio que surge de una oscuridad profunda. La cabeza y la pierna derecha forman una vertical que se corta al suponer una horizontal que es el piso, sin embargo, la estabilidad del cuadro se da más bien con la horizontal de los hombros del demonio, que es una línea más fuerte. La tensión en la obra está dada por las diagonales que se forman entre las miradas de los personajes, sin dejar de lado la fuerza expresiva de la escena en el momento de este forcejeo entre el bien y el mal.

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Los Desposorios de la Virgen María con San José Cristóbal de Villalpando Esta obra forma parte de la serie dedicada a la vida de la Virgen, y es el momento en que se celebra su matrimonio con San José. El centro de la pintura lo ocupa un sacerdote judío que ejecuta la unión, dicha figura forma una vertical que va desde la luz de la gloria en un círculo sobre su cabeza hasta la horizontal del tapete donde está parado, lo cual marca una fuerte estabilidad en la obra. La composición es totalmente simétrica, las figuras están colocadas de manera equilibrada, de un lado San José acompañado de dos ángeles. El movimiento en el cuadro está marcado por las poses de los ángeles, José y María, esta última tiene un estilo más bien manierista ya que la proporción de su cuerpo y la pose no son naturales.

“La Virgen de la escalera” de Villalpando 14

“Retrato de Miguel Cabrera”

“Retrato de Cristóbal de Villalpondo”

Principales Autores.

Al observar la obra de diversos artistas novohispanos, y en particular la de algunos pintores del siglo XVII, podemos darnos cuenta del dominio que tenían del dibujo, de la composición, del volumen, de la perspectiva aérea* y de la expresión, así como del empleo de sus materiales. Para lograr el dominio de la técnica tuvieron excelentes maestros que los formaron en una disciplina constante dentro de los gremios. La Casa de Contratación, en Sevilla, era muy cuidadosa al permitir el paso a la Nueva España de personas conocedoras de cada oficio. Por ello, los pintores que vinieron, si no gozaban de gran fama, sí habían sido examinados por el gremio, lo que garantizaba sus habilidades.

En cuanto a los materiales, empleaban los que importaban de la península, a los cuales se agregaron algunos producidos en la Nueva España como el carmín de cochinilla, los óxidos de hierro, el bermellón y el añil.

En España se usaba ya el azul índigo llevado de la India, y más tarde un carmín de

Honduras. Los pintores contaban además con un cúmulo de recetas para el empleo de goma, aceites, resinas, bálsamos y pigmentos orgánicos e inorgánicos, obtenidas de las publicaciones de tratadistas europeos y de las experiencias que los artistas flamencos y españoles trajeron a la Nueva España.

Como se sabe, los aprendices, supervisados por el maestro, eran los encargados de moler los colores en piedras de pórfido, serpentina o mármol, con una moleta de pórfido que más tarde fue de vidrio. Usaban también los morteros de bronce para triturar algunos colores de origen mineral, entre los cuales se incluían piedras semipreciosas como el lapislázuli y la amatista, además de vidrio coloreado como el azul de esmalte. Para recoger de la piedra los colores ya molidos se usaban espátulas de madera. Los pinceles los hacían de pelo de cola de marta o de cerdas blancas de puerco, montados en cañones de plumas de ave. Como aglutinantes se usaban los siguientes aceites: el de linaza espesado al sol, el de nueces y el 15

de adormideras; este último era usado por los holandeses en el siglo XVII. Los barnices, que en algunos casos también eran usados como aglutinantes, eran hechos de gomas corno el damar y la almáciga, o el ámbar disueltos en aceite.

Miguel Cabrera.

Nacido en Antequera de Oaxaca en 1695, hijo de padres no conocidos y ahijado de una pareja de mulatos, acaso formado en el taller de José de Ibarra, inicia su actividad artística y matrimonial hacia 1740.

Las obras del novohispano Miguel Cabrera se caracterizaron por el contraste entre la suavidad cromática y los colores intensos, la expresividad de los rostros y el notable manejo del dibujo.

Destaca en el género del retrato. No se reduce a la aplicación de recetas y convenciones, sino que a pesar de ellas proyecta a los sujetos, siendo el pintor de su situación pero también de su individualidad. Sus magníficos retratos de monjas,Sor Juana Inés de la Cruz (Museo Nacional de Historia),Sor Francisca Ana de Neve (sacristía de Santa Rosa de Querétaro) y Sor Agustina Arozqueta (Museo Nacional del Virreinato, en Tepotzotlán), son tres homenajes a la mujer: a su intelecto, su belleza y su vida interior.

Juan Correa.

Juan Correa de Vivar (Mascaraque, Toledo, c. 1510 - 16 de abril de 1566) fue un pintor renacentista español. En 1527 su nombre aparece ligado a Juan de Borgoña, su maestro, y a otros pintores toledanos con los que colabora a menudo, sobre todo en Toledo: Pedro de Cisneros y Francisco Comontes.

Tras su periodo de formación, en la década de 1530 comienza a realizar obras importantes, la primera de las cuales es, seguramente, la realización de los retablos del convento de las clarisas de Griñón (Madrid). En esa década lleva a cabo otras obras, como un pequeño retablo para la iglesia parroquial

“Retrato de Sor Juana Inés de la Cruz”.

Miguel Cabrera. 1750. Óleo sobre tela. de Mora (Toledo) o el Retablo de la Natividad para el monasterio de Guisando (El Tiemblo, Ávila), en las que se muestra una gran influencia de Juan de Borgoña, en composiciones, tipos y en la minuciosidad del dibujo, y también algunas reminiscencias decorativas de Pedro Berruguete.

Poco a poco su personalidad artística se va afianzando en solitario, desprendiéndose de las influencias de su maestro y recibiendo las novedades artísticas contemporáneas. A finales de la década de 1530, en obras como el retablo realizado para la iglesia de Meco (Madrid), se percibe cierta incorporación al manierismo.

Correa fue el autor de las pinturas de la sacristía de la Catedral de México, una de las obras cúlmenes del Barroco mexicano.

Mezcla en sus composiciones grupos y esquemas de muy variada procedencia, por lo que con frecuencia en sus obras conviven elementos arcaicos y modernos. Sus figuras son, en general, elegantes, suaves y armónicas con un modelado blando inmerso en un dibujo de amplios trazos.

Su cromatismo, al principio de tonos más agrios al modo de Juan de Borgoña, se modifica en la dé

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cada de 1540 cuando comienzan a aparecer los primeros tornasoles típicos del manierismo que se desarrollan plenamente en las dos décadas siguientes, aclarándose entonces su paleta, que tomará semejanzas con la de Juan de Juanes.

Sebastián López de Arteaga.

Fue hijo de un platero sevillano, y es evidente el gran impacto que tuvo en él la obra de Zurbarán. La obra de Arteaga se recrea en vigorosos modelados de fuertes contrastes y empastes lumínicos, gracias a esto se puede observar el contraste en algunas de sus obras como el Cristo crucificado de la Basílica de Guadalupe, obra de correcta anatomía y semblante reposado, y el Cristo que se guarda en el MUNAL, éste de expresión dolorida, musculoso modelado y de líneas ondulantes, inmersas en una atmósfera densa.

Así mismo mayor contrates hay aún entre el cuadro de los Desposorios de la Virgen y la

“Aparición de la Virgen y el Niño a San Francisco” de José Juárez.

Incredulidad de Santo Tomás, en el primero, la escena, aunque muy narrativa, se desenvuelve en un ambiente elegante, de colorido armonioso y figuras idealizadas, mientras el segundo, es muy claroscurista y efectista, y en el que se puede notar la influencia de Zurbarán. Aquí, se puede observar un gran realismo, el color adquiere su pleno valor en función de los contrastes y las figuras poseen una gran monumentalidad.

José Juárez.

Es considerado uno de los mejores pintores novohispanos de mediados del siglo XVII, fue hijo de Luis Suárez, se formó en el taller de su padre, el tenebrismo de López de Arteaga generó un gran impacto en su obra, y también fue uno de los principales cultivadores de este movimiento. Su obra se caracteriza por compactas figuras, iluminadas lateralmente, que dan a su obra y a sus volúmenes una mayor precisión, siendo en los rostros y en las manos, en la caída y textura de los paños donde sigue más de cerca a López de Arteaga. Su

“La caída de los ángeles rebeldes”.

Sebastián López de Arteaga.

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dro frente a la delicadeza y gracia del ángel. El segundo cuadro, el único de este tema conocido en el mundo novohispano, muestra su habilidad para distribuir las figuras, con las más variadas actitudes, junto al paisaje del fondo de una gran luminosidad. Así mismo, también se le atribuyen las pinturas del Retablo de la Soledad de la Catedral de México, destacando la Oración en el huerto y la Flagelación.

Cristóbal de Villalpando.

Nacido en la Ciudad de México hacia 1649 fue uno de los pintores más afamados de la Nueva España, cuya obra se realizó a finales del siglo XVII y principios del XVIII. Poco es lo que se conoce acerca de su infancia y adolescencia, siendo los primeros datos conocidos la fecha de su boda en el año de 1669 (de donde se hace un cálculo de su fecha de nacimiento de acuerdo a la edad que podría tener al momento de contraer nupcias). Se casa con María de Mendoza con quien tendría cuatro hijos.

Sus primeras obras datan del año 1675, en esa fecha firmó los lienzos del retablo mayor del convento franciscano de San Martín de Tours de Huaquechula, Puebla, donde se encuentran diecisiete pinturas dedicadas a santos franciscanos, ocho a la vida de la Virgen y un Cristo crucificado. Sus obras muestran a un pintor maduro, dueño de su propio lenguaje, que combina la experiencia con el placer de pintar y aún está dispuesto a aventurarse en experimentos de luz y color.

Once años después, en 1686, fue designado Veedor del Arte de la Pintura, cargo dado por el virrey por el gremio en las Ordenanzas de Pintores, Doradores y Entalladores. Otras de sus obras fueron los retablos de Azcapotzalco (1681) y el Retablo de Ánimas en Xochimilco (1680).

Con motivo de la interrupción de los lienzos catedralicios mexicanos, Villalpando se trasladó a Puebla de los ángeles, ciudad donde asimismo intervino en la Catedral bajo el tema la Apoteosis de la Eucaristía. Allí realizó el óleo conocido como Glorificación de la Virgen, en la bóveda de la capilla de los Reyes, ubicada en el testero del templo metropolitano. También es digno de mención la cantidad

“La liberación de San Pedro”.

Pedro Ramírez. 1671. Óleo sobre tela. obra ‘La Aparición de la Virgen a San Francisco’ sobresale por su gran manejo de luces y sombras, que imprimen una eficaz volumetría a las figuras.

Pedro Ramírez.

A pesar de no ser uno de los grandes exponentes del barroco novohispano, es claro que este artista cedió un gran acervo pictórico para esta época, su obra aunque no contaba con contrastes lumínicos tan intensos se puede incluir a esta tendencia. Su producción ofrece grandes contrastes, además de que, sin perder la austeridad y el realismo hispano, su obra fue influenciada por los modos flamencos y por los gustos de la clientela novohispana. Entre sus obras sobresale, la ‘Liberación de San Pedro’, en el Museo Nacional del Virreinato, ‘Jesús asistido por los ángeles’ de la Parroquia de San Miguel, en la primera, las luces y sombras están tan bien resueltas que en algún momento se tomó por obra de Zurbarán, en ella sobresale la vitalidad plástica de San Pe18

de obra suya que se encuentra en el templo de la Profesa en Ciudad de México. Fue reconocido por el gremio de pintores como un elemento importante, y en un par de ocasiones encabezó la agrupación. En ése mismo año, en los contratos para unos retablos en una iglesia dedicada a San Bernardo, aparece accidentalmente su nombre con el cargo de “alférez”. Su fama crece tanto que, para 1691, los franciscanos de Antigua en Guatemala le solicitan la elaboración de 49 lienzos sobre la vida de San Francisco para su convento principal.

Entre sus obras más reconocidas está La Plaza Mayor de México, pintado en 1695 y actualmente ubicado en el museo Corsham Court en Wiltshire, Inglaterra. Se considera que el pintor alcanzó su plenitud artística en el periodo entre 1690 y 1710.

Es considerado uno de los últimos autores de la pintura barroca novohispana, posterior a su muerte y a lo largo de todo el siglo XVII, toda la plástica novohispana tomaría un camino distinto.

Manuel Toussaint, historiador crítico, señala en su libro Pintura colonial en México (publicado en 1965) a Ibarra como uno de los responsables de la supuesta “decadencia” de la pintura mexicana en el siglo XVIII propiciada por la influencia de Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682). Sin embargo, la pintura de José de Ibarra ha comenzado a ser revalorada gracias a los aportes de investigadores como Rogelio Ruiz Gomar, Jaime Cuadriello, Ilona Katzew, Paula Mues y otros, quienes han destacado la consistencia y calidad de toda su producción, la originalidad de sus aportes a la tradición pictórica novohispana y la impor

José de Ibarra.

Pintor nacido en Nueva Galicia, hoy Guadalajara, durante el periodo virreinal, en la época en que todavía no existía una escuela de arte en la Nueva España, por tanto, su formación tuvo lugar directamente en los talleres de pintores destacados como Juan Correa o en el de los hermanos Juan y Nicolás Rodríguez Juárez. Fue uno de los más famosos y prolíficos pintores del virreinato.

Cultivó, sobre todo, la pintura religiosa, centrada en la catedral de México. Para la catedral de Puebla realizó conjuntos como el formado por La Inmaculada, La Asunción, La invocación de María por Jesús Niño y la Adoración del Santísimo Sacramento, situadas en torno al coro. Para la catedral metropolitana de México hizo, entre otras, las pinturas del retablo de la capilla de la Purísima Concepción. En la capilla de San José, del noviciado jesuita de Tepotzotlán, se encuentran el Patrimonio de San José, el Tránsito de San José y La huida a Egipto.

“La Anunciación”. Cristóbal de Villalpando. 1706 . Óleo sobre tela.

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tancia de su contribución a la transformación de las artes que desembocaría en la fundación en México de la Real Academia de San Carlos de las Nobles Artes.

Como cualidades de su obra destacan su pincelada suelta y ligera, sus rostros con carácter, un afinado sentido de la composición y simetría, un cuidadoso estudio de la anatomía, una aparatosa búsqueda de contrastes tonales y una reducción paulatina de su paleta, todo ello acentuado por las actitudes de los personajes de sus cuadros.

“El diluvio”. Cristóbal de Villalpando.

1689 . Óleo sobre lámina de cobre.

El decaimiento de la pintura barroca.

La moda claroscurista, de tono austero, sombrío y realista, empieza a perder fuerza a partir del último tercio del siglo XVII, ya en el pleno barroco, regresando a la manera luminosa, idealista y directa, ya tradicional en el mundo pictórico novohispano, durante este periodo los pintores contribuyeron al enriquecimiento del movimiento pictórico barroco, creando un mundo de vibrantes formas y colorido en relación con el esplendor y exuberancia de la escultura y de la arquitectura de la época, aunque a veces, lo que ganan en efectismo y decorativismo lo pierden en consistencia.

La pintura decayó a mediados del siglo XVII, y la escultura y la arquitectura ganaron protagonismo; el estilo dominante en ambos fue el churrigueresco (llamado así por José Churriguera), una forma fantasiosa del barroco, pero también aparecieron el arte y la arquitectura plateresca mexicana. A fines del siglo XVII la edad de oro de la pintura barroca en Nueva España ya casi había pasado, tiene lugar lo que se ha considerado la época más personal de la

pintura novohispana encabezada por Cristóbal de Villalpando, quien es considerado por muchos el pintor más elegante y grandioso de México, muchas de sus obras son de proporciones heroicas, altamente imaginativas, con colores brillantes y llenas de energía, y Juan Correa que se caracterizó por la composición compleja, tonalidades cálidas, que se sirve de claroscuros con medida y no exagera los efectos dramáticos, además se identifica con el esplendor del barroco salomónico.

A mediados del siglo XVIII y principios del siglo XIX incrementó la demanda de obras de tipo civil, comenzaban a popularizarse los retratos entre las clases aristócratas y la jerarquía eclesiástica, el paisaje no había alcanzado una gran popularidad, ya que casi toda la producción estaba destinada al culto religioso a través de imágenes de santos, escenas bíblicas y parábolas simbólicas. El arte de los buenos pintores de Nueva España era solicitado por las familias pudientes, ya que sus 20

hijas que eran destinadas a los claustros eran retratadas por dichos pintores como vírgenes coronadas, con una rama floral en una mano y una imagen sagrada en la otra, además de que se necesitaban artistas suficientes para hacer los llamados escudos de monjas que se hacían en óleo sobre cobre y se enmarcaban en carey, eran redondos u ovalados, de tamaño medio y en ellos se pintaban alegorías, los símbolos favoritos de la nueva monja o identificativos del convento, estos escudos eran únicos para cada mujer y tenían como función señalar las virtudes de quien lo poseía. En cambio, los cuadros se quedaban en casa de las familias sirviendo como retratos y recordatorios de los diferentes integrantes, los escudos anteriormente mencionados volvían como herencia y hoy en día forman parte de colecciones particulares o de descendientes de tales familias criollas.

Esta época produjo un gran número de artistas, entre los que destacan José Ibarra y Miguel Cabrera. Siguió un periodo de arte académico, que no produjo obras muy distintivas; este periodo de imitación fue roto a finales del siglo XIX por el pintor José María Velasco, cuyos paisajes reafirmaron de nuevo un estilo nacional.

Actualmente las obras de artistas barrocos novohispanos se encuentran exhibidas en museos como el Museo del Virreinato en Tepotzotlán, el Museo de El Carmen en la Ciudad de México, el Museo de Santa Mónica en Puebla, en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México y importantes recintos de culto religioso.

“La purísima concepción”. José Ibarra. S.XVII. Óleo sobre tela.

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