No. 14, agosto 2013: ¡No más sangre de la guerra!

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Problematizando el sangrado

Por otro lado, la sangre derramada en el contexto de la guerra es legitimada a través de múltiples categorías como las de honor, nación y patria (del latín patris, tierra paterna y pater, padre). La dicotomía primaria entre la sangre del guerrero y la sangre de las mujeres9 hace parte de la matriz ideológica que sustenta la diferencia social de los sexos, el patriarcado. El discurso patriarcal y guerrerista occidental legitima la guerra como el fundamento de la civilización privilegiando el papel masculino del guerrero “fundante” de la cultura frente al papel “pasivo” de la mujer que, en esta lógica, se acerca más a la naturaleza que a la vida social. Recordemos la eterna disyuntiva entre la cultura, representada por el varón racional, y la naturaleza, representada por la mujer emocional. Desde este discurso androcéntrico, el varón aparece desarrollando tecnologías para utilizar la naturaleza en su beneficio, lo que le permite moldearla y dominarla. Por su parte, la mujer sufre pasivamente la naturaleza. Su cuerpo está constantemente ultrajado y adolorido por sus “ciclos inevitables” y la voluntad divina que le impiden conquistar su existencia e imponerse al mundo: el cambio hormonal y la subsecuente alteración emocional, la inevitabilidad del embarazo, la lactancia y el posparto, la debilidad física frente a las fuerzas de la naturaleza y finalmente su débil racionalidad. En ese mismo sentido se contraponen la sangre del guerrero y la sangre de la mujer. Como hemos visto, la primera aparece fundante y civilizatoria, la segunda pasiva y natural. Sin embargo, la comprensión sobre ambas y sus significados han sido definidos socialmente desde una visión patriarcalista que privilegia al sujeto masculino y a su perspectiva del mundo, y no desde una realidad biológica o divina. Así pues, la sangre del primero deviene del odio, la guerra y la violencia y la sangre de la segunda de la vida, la armonía y el autogobierno. Recordemos que con el desarrollo de los anticonceptivos, las mujeres tuvieron mayor capacidad práctica para impedir embarazos y, en consecuencia, pudieron menstruar más y parir menos.

“La única sangre sucia es la de la guerra”

El patriarcado es un sistema histórico de dominación androcéntrica que ha definido la cosmovisión y el desarrollo de nuestras culturas. El concepto civilización7, aliado discursivo del patriarcado, refiere al desarrollo tecnológico y económico del mundo y ha supuesto el establecimiento de instituciones y la entronización de paradigmas éticos y morales. El patriarcado define un orden inequitativo entre varones y mujeres que “La dicotomía primaprivilegia a los prime- ria entre la sangre del ros en detrimento de guerrero y la sangre de las segundas. En dicho las mujeres hace parte contexto, las decisiones macropolíticas y de la matriz ideológica macroeconómicas han que sustenta la difeestado en manos de rencia social de los selos varones que son los xos, el patriarcado” que han inventado los discursos y han establecido las instituciones para operativizarlos. Dichas instituciones han sido, además, lideradas y gobernadas por ellos; es el caso de la familia, la monarquía, el estado, la iglesia, la empresa privada y el ejército. La civilización ha implicado la combinación estratégica de los intereses de las principales instituciones patriarcales. La guerra que es producto de una visión patriarcal que propone conseguir por la fuerza y la coacción aquello que de otra forma no se daría, aun cuando esto implique un tenaz derramamiento de sangre, ha sido el principal vehículo que ha movilizado dichos intereses. Bajo esta lógica, la sangre del guerrero es heroificada pues parece ser creadora: de logros, victorias, instituciones (como la Revolución Francesa que creó el concepto jurídico de la igualdad, germen primario de la institución democrática8). 7 No puede hablarse de un único y homogéneo proceso civilizatorio en el mundo. Sin embargo, en occidente se han generado patrones civilizatorios tanto en países europeo como americanos desde el encuentro del S.XV. 8 Entre otras cosas dichas igualdad y democracia sólo beneficiaron a los varones. Hasta bien entrado el siglo XX en los países la-

tinoamericanos la mujer no era considera ni social ni jurídicamente igual al varón. 9 Nombre con el que se denomina un libro de Françoise Hériter, antropóloga francesa, que aborda este tema.

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