Contratiempo 118 • Octubre 2014

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DOSSIER

Una comunidad en transición Víctor M. Cortés

L

a comunidad de Pilsen fue el “puerto de entrada” para inmigrantes europeos desde principios y mediados del siglo diecinueve. Los irlandeses y alemanes fueron los primeros grupos en poblar esta comunidad. Le siguieron los checoslovacos, lituanos, polacos y croatas, y, a principios del siglo pasado, arribaron los italianos a la sección de Pilsen que se le conoció como “la pequeña Italia” al suroeste de la comunidad. La migración mexicana a Pilsen tuvo su auge a principios de los años 50, aunque desde años antes ya habitaban algunas familias mexicanas en el área donde se construyó la Universidad de Illinois (UIC). La construcción de esta universidad fue parte del “Chicago 21Plan” que se presentó oficialmente en 1973, pero que se venía implementando desde 1955. El objetivo era revitalizar las comunidades alrededor del centro de la ciudad y atraer a la población anglosajona de clase media que había abandonado Chicago en los años 60. Es preciso mencionar que en gran parte el “Chicago 21 Plan” se ha implementado con fondos del TIF (Tax Increment Financing). Con la llegada de nuevos inmigrantes y la paulatina estampida de los grupos europeos hacia los suburbios, Pilsen se fue transformando en el “puerto de entrada” de los “nuevos mexicanos” que traían consigo sus tradiciones culturales, necesidades económicas y sueños no logrados en su país. Los rótulos de los negocios en la calle 18 fueron cambiando de nombre y de idioma. Las tabernas, antes frecuentadas por los antiguos inmigrantes europeos, empezaron a dar cabida al mexicano y el acordeón ya no tocaría más polkas polacas; ahora serían polcas norteñas las que mitigarían la nostalgia del nuevo parroquiano. Las iglesias de construcción estilo europeo ahora ofrecían misas en dos o tres idiomas (polaco, inglés y español). Los nuevos feligreses acudían a estas iglesias no solamente a recibir el ritual dominical, sino a buscar orientación laboral y médica. Esas necesidades y la preocupación de los nuevos jóvenes de Pilsen, para muchos de ellos ésta era la única comunidad que conocían pues arribaron con sus familias a muy temprana edad, dieron paso al surgimiento de agencias y organizaciones que vinieron a satisfacer, en gran parte, esas carencias de servicios y orientación: Howell House, antiguo centro comunitario presbiteriano fundado a principios del siglo XX, pasó a ser Casa Aztlán donde ahora ofrecían servicios médicos, clases de inglés y clases de preparación para tomar el examen de ciudadanía. Centro de la Causa también proporcionaba servicios similares en el este de Pilsen. La organización Pilsen Neighbors Community Council

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(PNCC) en la calle 18 orientaba sus esfuerzos a la participación de padres y madres en las escuelas publicas de la comunidad. A mediados de los 70, junto con otras organizaciones y activistas PNCC fue muy importante en la lucha, que duró varios años, para conseguir que la ciudad de Chicago y la Junta Escolar dieran luz verde a la construcción de la única escuela secundaria en Pilsen, la Benito Juárez Community Academy en 1977. También a principios de esa misma década surgió la Asociación Pro Derechos Obreros (APO) con enfoque estrictamente laboral comunitario: organizaba trabajadores para que solicitaran empleo en empresas y hospitales. En esos tiempos la fuerza laboral latina era casi inexistente en esas instituciones, y después de agotar esas vías sin éxito, pasaba a la acción directa; organizaba manifestaciones masivas hasta lograr que aceptaran empleados latinos bilingües. La lista de organizaciones y agencias de servicio social en Pilsen creció a la par de la nueva comunidad: Mujeres Latinas en Acción, El Hogar del Niño, Instituto del Progreso Latino (que vio la luz en Casa Aztlán), 18th Street Development Corporation, Spanish Coalition for Jobs, BASTA, Legal Assistance Foundation. Todas estas instituciones fueron claves en el desarrollo de la joven comunidad. El arribo y crecimiento de la nueva población mexicana también trajo consigo necesidades educativas; la decena de escuelas ya no eran suficientes para albergar la creciente población infantil en edad escolar. La mayoría de las escuelas fueron reacondicionadas, se construyeron salones de clase provisionales en los patios aledaños a las edificaciones escolares aunque más que salones de clase semejaban vagones rectangulares de tren con una sola puerta de entrada. La sobrepoblación escolar se convirtió en un grave problema y para solucionarlo gran cantidad de estudiantes eran transportados diariamente a escuelas menos pobladas, aunque lejanas. Para atender los problemas de salud la comunidad contaba con una pequeña clínica pública donde a diario se veían enormes filas de gente en espera de cita, a veces hasta por semanas. El Cook County Hospital era otra opción para los residentes, aunque una nueva y mejor opción, de costo moderado, llegó con la inauguración del Centro Médico Alivio en los límites del barrio, a principios de los 80. La expresión cultural ha sido latente desde la llegada de los mexicanos a Pilsen. En las paredes de infinidad de edificios y puentes se aprecia el trabajo de los jóvenes artistas que, en su mayoría, radican en esta comunidad y dan un toque de resistencia (“aquí estamos y de aquí no nos vamos”). Los murales en el

edificio de la desaparecida Casa Aztlán, las exhibiciones de artes plásticas que anualmente se organizan en los estudios de estos artistas son expresión de pertenencia y resistencia al fantasma del “Chicago 21 Plan”. Otra muestra de resistencia a los efectos de transición o desplazamiento fue la aparición de organizaciones como The Resurrection Project, con la tarea de reconstruir y construir viviendas y ofrecerlas a los habitantes de Pilsen a costo accesible. En los años 90 y principios de este siglo se hizo más visible el fenómeno de “reacomodo” demográfico en Pilsen: parejas de jóvenes anglosajones se mudaron a los departamentos que antes habitaban familias mexicanas, que por el creciente costo de las rentas no pudieron seguir viviendo en su comunidad. Con la recesión económica de 2008 aumentó el desplazamiento de los mexicanos de Pilsen, puesto que muchos perdieron sus empleos y los que habían comprado casa les fue imposible seguir pagando sus hipotecas y/o impuestos prediales. Al mismo tiempo que este éxodo crecía, la aparición de estos jóvenes anglosajones aumentaba. Ahora en las calles de Pilsen su presencia empieza a superar a la mexicana. Las franquicias de fast food están reemplazando las tradicionales taquerías y restaurantes mexicanos, o bien los restaurantes mexicanos ya ofrecen platillos atractivos para los recién llegados. Es indudable que el Pilsen de los 60 y 70 es ya sólo un recuerdo, pero la población mexicana que resiste esa transición será el catalizador para la coexistencia de la nueva población y la conservación de la cultura mexicana en Pilsen.

Fotografía: Carlos Cardozo

Víctor M. Cortés, escritor mexicano, residente en Chicago desde 1972, presidente y miembro activo de la cooperativa Salsedo Press. OCTUBRE 2014


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