Un incalculable número de peregrinos parte desde distintos pueblos y aldeas de la India para hacer su ruta por las ciudades santas. Su propósito, aparte de ofrecer sus oraciones a los dioses, es limpiar sus almas de todo pecado con un baño purificador en el río Ganges. Una de estas ciudades es la mística Varanasi, la más antigua de La India, con parajes que un día, hace cientos de años, decidieron detener el tiempo para que hoy se sigan celebrando rituales inmemoriales. Decenas de albergues acogen a estos viajeros que deambulan de una ciudad a la siguiente cargando su aparejo sobre la cabeza. Mujeres de coloridos saris, dorados adornos faciales y sonrisa tímida viajan con sus maridos o hermanos, muchos de ellos descalzos sin más pretensión que la de volver a casa con su recompensa espiritual.