Todos los vinos son románticos, por definición. Porque inspiran el verbo, dulcifican la mirada, exaltan los sentidos… en definitiva, porque nos embarcan en la aventura de la seducción por la vida misma, ya lo dice Borges: Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia.
El vino es un milagro, una parte esencial de la cultura, los maestros bodegueros se obstinan en que cada una de sus botellas encierre el misterio de una tierra y unas uvas únicas; una luz, aromas, flora y fauna inimitables; una tradición e historia irrepetibles. Que sea un eslabón que nos conecte con los fenicios, griegos y romanos, aplicando de manera rigurosa que para triunfar hay que llenar cada botella de calidad, personalidad y diferencia.