El Proceso

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Franz Kafka

que estaba arrinconado hacia la pared. Pero no tardó en escuchar su voz. –¿Está aquí, Block? –preguntó. La pregunta alcanzó a Block –quien estaba ya muy cerca de la cama– como un golpe dado en el pecho. Indeciso, se detuvo, e inclinándose hacia la cama dijo: –A sus órdenes. –¿Qué quieres? –preguntó el abogado–. Vienes en mal momento. –¿No me ha hecho llamar? –preguntó Block, interrogándose a sí mismo más que al abogado. Levantó sus manos, como protegiéndose, y se preparó para salir de allí a toda prisa. –Se te ha llamado –prosiguió el abogado–, pero eso no significa que no seas inoportuno. Y continuó tras un breve silencio: –Siempre acudes en mal momento. Desde el instante en que había comenzado a hablar el abogado, Block había apartado su vista de la cama, fijándola en un rincón del dormitorio. Sólo furtivamente miraba temeroso al lecho, como si la mirada que de vez en cuando el abogado le dirigía fuese cegadora. También le era difícil entender lo que le decía, ya que hablaba de cara a la pared, con voz muy baja y muy rápidamente. –¿Desea usted que me retire? –preguntó Block. –Ya que estás aquí –exclamó el abogado–, puedes quedarte. Se hubiera podido pensar que el abogado Huld, en vez de complacer con estas palabras a Block, le hubiese amenazado con pegarle, pues el comerciante comenzó a temblar. 260


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