Elogio de la Necedad
no tiene la menor relación con la doctrina de Cristo, los pontífices, sin embargo, olvidándose de esto, practican precisamente todo lo contrario, y de aquí que se vean ancianos decrépitos, animados de un verdadero vigor juvenil, a quienes no les asustan los gastos, ni les fatigan las penalidades, ni les acobarda perturbar a su antojo las leyes, la religión, la paz y todos los órdenes humanos, y a los que no les faltan aduladores sabihondos, que, a tan manifiesta insensatez, den los nombres de celo, piedad y fortaleza, sosteniendo que herir y arrancar con el hierro homicida las entrañas de sus hermanos es procedimiento ejemplar, que deja incólume aquella excelsa caridad que, según el precepto evangélico, debe al prójimo todo cristiano.
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