Diario de un médico loco

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Diario de un médico loco

–A ti te debo mi felicidad... ¿No es cierto, Tania? –agregaba, y se volvía hacia su mujer. Ella, después de mirarme, contestó: –Sí. Y sus ojos sonrieron. Yo sonreí también. Después nos echamos todos a reír, cuando él abrazó a Tatiana Nicolaïevna; porque no solían reprimirse en mi presencia. Entonces Alejo agregó: –Sí, querido; tú erraste el golpe. Esta broma, fuera de lugar, y que señalaba una absoluta falta de tacto, abrevió su vida una semana; en efecto, yo tenía decidido con anterioridad no matarlo hasta el 18 de diciembre. Sí, la vida conyugal fue grata, y, especialmente Tatiana ha sido feliz. Él no quería a su mujer apasionadamente; además, era incapaz de sentir un amor profundo. Tenía una ocupación favorita: la literatura, cuyos entusiasmos le arrastraban lejos de la alcoba conyugal. Pero ella no pensaba más que en él, y sólo para él vivía. Además, él no gozaba de mucha salud; a menudo padecía jaquecas, insomnios y, evi25


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