Agua
cura se acercara. Pero este hombre exhala un hedor harto insoportable, que frunció la nariz respetable de taita amo. Miró en ruedo, al calzoncillo prendido en San José; no, no podía ser de allí. Viene de fuera. Acaso el indio. Indio puerco; son unos bestias. –¡¿No podías aguantarte, carajo?! –le gritó, seriamente agriado su santo genio. Cubriéndose las narices con el pañuelo le acerca, obligándole a arrodillarse a la fuerza. Los pantalones del Chamorro tenían una pesada sonoridad húmeda. –Bueno, empieza indio hediondo. ¿Te has preparado? –No tait'amo. –Entonces, después rezarás un Ave María y un Padre Nuestro, que ahora no puedo esperar hasta que lo hagas. ¿Desde cuándo no te has confesado? –El otro año cro'que jué. –¿No te acuerdas? –No tait'amo. 159