Leer y escribir nos hace mejores personas: provoca libertad.
Alguien en claseEn nuestra vida diaria estamos en contacto con una gran cantidad de textos. Desde los que elaboramos y utilizamos en la casa y con los amigos, hasta los que requerimos para relacionarnos con nuestros compañeros de estudio y docencia. Durante estas experiencias, echamos mano de una serie de modalidades textuales que nos sirven para comunicarnos, intentando transmitir nuestras formas de sentir, pensar y aprehender el mundo interior y físico: hacemos descripciones sobre una persona o un paisaje, narramos acontecimientos reales o ficticios donde existe una historia, unos protagonistas y un final. Exponemos nuestros puntos de vista frente a un suceso o tema. Argumentamos, también, sobre cuál es nuestra posición frente a un hecho, con el objetivo de persuadir a nuestros interlocutores.
¡Es cierto!, el lenguaje que usamos en una conversación con los amigos del barrio es muy diferente del utilizado para una solicitud de matrícula en la universidad. El lenguaje escrito posee sus propias características que reflejan el objetivo comunicativo para el cual se crea. En el proceso de adquisición de la competencia escrita debemos considerar las diferencias entre el lenguaje escrito y el lenguaje oral. Aunque estos textos comparten ciertas características comunes, los tipos de lenguaje utilizados en cada caso son diferentes debido a las actividades sociales implicadas, los contextos en los que se utilizan y su finalidad comunicativa.
El empleo de las diferentes modalidades textuales también caracteriza a los diferentes tipos de discursos, sus usuarios y contextos: coloquiales, literarios, académico-científicos, periodísticos, jurídicos, históricos… En el discurso coloquial, los usuarios emitirán una serie de hablas familiares propias del contexto, incluso formas no-verbales con el fin de que su destinatario le comprenda.
En la otra orilla se encuentra la producción escrita, que ocupa un lugar primordial en el ámbito educativo en sus diferentes niveles, constituyéndose actualmente en un tema central de debate y un atractivo campo de investigación. Alcanzar un buen dominio de la escritura no es fácil. Existe una real dificultad a la hora de producir un texto escrito, que radica principalmente en su propia naturaleza artificial, así como en la forma en que el lenguaje escrito ha evolucionado en las sociedades actuales revestidas con una tecnología desarrollada.
La escritura propicia hábitos mentales y estimula las destrezas cognitivas para clasificar, representar, analizar y adecuar la expresión de acuerdo a ciertos contextos. Exige organizar y jerarquizar la información, establecer relaciones causales entre las ideas. Favorece la reflexión, el razonamiento lógico, la distinción entre datos, su interpretación, y la adquisición del metalenguaje. Los procesos cognitivos que entraña la escritura conforman un hábito de pensamiento que trasciende, inclusive, la armonía o elegancia de un escrito.
Aprender a escribir no es únicamente una cuestión de desarrollar una serie de estrategias ortográficas mecánicas; también implica aprender nuevas relaciones cognitivas y sociales. Adquirir el código escrito constituye un aprendizaje institucionalizado y esta condición es una de sus principales características. Escribir de forma coherente, apropiada y eficaz requiere tener en cuenta la finalidad del texto en concreto y las características del receptor. Por lo general, escribimos un texto sin considerar a nuestro interlocutor.
Los miembros de cualquier comunidad necesitan dialogar, establecer redes de influencia para definir su identidad y prestigio; sin embargo, la escritura le sirve también para aprender determinada esfera de conocimiento. Al escribir entendemos de otra manera lo que intentamos comunicar, pues se movilizan distintas operaciones mentales (inferir, comparar, sintetizar…), que aclaran, enriquecen y ordenan la comprensión de lo que se está escribiendo.
En la universidad, los estudiantes deben elaborar resúmenes, reseñas, ensayos e informes de investigación. De la misma forma, para terminar la carrera tienen que realizar trabajos de titulación o graduación como monografías, tesinas y tesis, dependiendo si los estudios son de pregrado o posgrado. La escritura académica debe ser considerada clave dentro del currículo universitario, capaz de generar el diálogo y la discusión en torno a los contenidos que se abordan en las aulas de clase, para más tarde
evidenciar a través del uso de los diferentes géneros académicos, sus logros y avances en el conocimiento de la asignatura.
En este sentido, la competencia lingüística que posee un historiador difiere de la competencia de un economista, un abogado o un médico, pues cada dominio del conocimiento maneja prácticas comunicativas específicas. En cada comunidad se presentan usos particulares de la lengua, ciertas reglas de juego, que son asumidas por sus miembros. Escribir no es, por tanto, una habilidad que se aprende de una vez y para siempre, tampoco una adquisición elemental aplicable a cualquier contexto. Existen dos razones fundamentales por las que conviene que estudiantes, docentes o investigadores escriban, más allá de cumplir con los requisitos de la titulación o con las exigencias de la promoción académica:
a) El poder epistémico de la escritura. La escritura en un ambiente de educación formal, nos ayuda a procesar la información que deseamos comunicar de forma diferente a como lo expresaríamos por medio de la lengua oral.
b) La función pedagógica de la escritura. La mejor manera de aprender a escribir es escribiendo. La práctica en sí es una potente herramienta de aprendizaje.
Este uso específico de la escritura obliga a emplear géneros inéditos (artículos científicos, ensayos argumentativos, tesis, monografías) y a emplear una retórica y recursos formales que nunca habían sido manejados por el estudiante: elementos paratextuales como notas al pie de página, elaboración de abtracts, inserción de citas largas y cortas, continua alusión a nombres, la exposición de métodos, redacción de conclusiones, entre otros. A esto hay que sumar las particularidades de los discursos disciplinares, que emplean lenguajes icónicos, términos técnicos y semitécnicos, subgéneros más específicos aún, por citar algunos ejemplos. La naturaleza particular de estos saberes configura culturas que se evidencian en formas y modelos de pensar y escribir.
La escritura es intertextual: convoca relaciones y entramados que se tejen con otros textos. Aprendizaje: estudiantes y docentes comparten experiencias de aula. Nunca más el medio para evaluar, sino un medio para aprender. Investigación: informa los resultados parciales o totales de procesos de documentación o investigación, de acuerdo con algunos requisitos en su estructura y contenido; mostrando la real participación del Ecuador en el mundo científico y empresarial. Es decir: posiciona
nuestro pensamiento en el orbe académico internacional a través de las publicaciones.
Finalmente, promueve la inclusión social como muestra de un verdadero ejercicio de la ciudadanía, pues mejora nuestras relaciones personales y profesionales. Y lo más importante: nos hace mejores personas: libres, solidarios, éticos, respetuosos y tolerantes.
Manuel Villavicencio