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El papel del médico rural en la lucha por el prestigio de la profesión en el siglo XIX

La historiadora Darina Martykánová impartió una conferencia para abordar la evolución de la profesión médica como colectivo durante esa época
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Por Vera Martínez
El pasado 19 de enero tuvo lugar la conferencia Héroe y víctima. El médico rural en el s so o o o osdicos en el siglo XIX impartida por Darina Martykánová, historiadora especialista en las profesiones tecno científcas en la producción y circulación transnacional de conocimientos técnicos científcos. a jornada se celebró en el Centro de Investigación Interuniversitario das Paisaxes Atlánticas Culturais, en la Cidade da Cultura en Santiago de Compostela. Fue organizada por el Grupo de Historia Agraria e Política do Mundo rural, perteneciente a la universidad de la ciudad compostelana.
Los aspectos abordados durante la conferencia han sido fruto de la investigación que está realizando la profesora de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Ma- drid, junto a sus compañeros íctor M. úñez García inhoa Gilarranz, de la niversidad de Sevilla y la Complutense de Madrid, respectivamente. El estudio analiza la evolución de la profesión médica y los aspectos que afectan en la reputación de quienes la ejercen, tales como la raza, las clases sociales o el género, haciendo una comparación entre países de diferentes partes del mundo —entre los que se encuentra España—, durante todo el siglo XIX. “Indagamos en cómo la profesión del médico en esa época sufre transformaciones, que en algunos casos tienen que ver con los grandes cam- bios sociales que se producen a nivel mundial. No investigamos tanto la práctica médica, sino su posición en la sociedad de la época y cómo evoluciona”, explicó.
En primer lugar, durante la conferencia, Darina Martykánová hizo referencia a la primera mitad del siglo XIX, donde los médicos, “como grupo profesional en su conjunto, no gozaban de prestigio. Solo unos pocos se encontraban en la élite social por trabajar en la Corte o formar parte de las Reales Academias o de otras instituciones de gran calibre”. Por lo tanto, dentro de la profesión se diferenciaban los médicos que trabajaban en las grandes urbes de los que ejercían en el medio rural. Estos últimos “conformaban un colectivo que se percibía como marginado y maltratado, tanto por la opinión pública como por sus compañeros. Su bajo salario y el trato dispensado por los ayuntamientos los mantenían en la pobreza”. También se encontraron con otras vicisitudes a la hora de ejercer su profesión, porque “en las zonas rurales no podían ganar mucho dinero extra por no tener tantos pacientes privados a los que atender. Eso llevaba a los médicos a residir en las ciudades donde tenían clientes privados, lo que molestaba a las autoridades del rural”.
No obstante, “los médicos rurales desempeñaron un papel clave” en la lucha del colectivo profesional por alcanzar ese reconocimiento científco social, porque la visión que tenía la sociedad de ellos acababa afectando al resto del colectivo, que “quería ser visto como un grupo profesional de renombre. En esa lucha formaron parte hasta las más altas personalidades del ámbito sanitario, aunque no les afectaba a nivel individual”, explicó la historiadora. A lo largo de esos años, los médicos rurales aparecen re e ados en composiciones pictóricas que muestran la imagen de personas “que sufren penurias y que realizan sacrifcios desorbitados para atender a sus pacientes”, ofreciendo todo el rato esa imagen de pobreza y precariedad, como recogen ejemplos en España y Francia.
Por su parte, los profesionales que trabajaban en las ciudades tampoco conseguían alcanzar ese prestigio y reconocimiento que ansiaban —excepto un grupo muy reducido—, porque “trabajaban para pacientes ricos que les pagaban. Por lo tanto, ese médico lo tenía difícil para hacerse respetar como autoridad máxima, porque dependía del dinero que ellos le daban. Tenía que cumplir con los caprichos que le pedían”, aseguró.
En esa nueva situación de igualdad jurídica, donde el liberalismo conformaba el marco político, la profesión médica “tuvo que redefinir los argumentos para defender la exclusividad a la hora de desempeñar ciertos cargos y convertirse en la autoridad experta en todo tipo de asuntos de la salud”. También “quisieron proyectar una imagen poderosa tanto de experto como de hombre de élite en la sociedad, porque eso reforzaba su lucha”.
A lo largo del siglo XIX, los poderes públicos comenzaron a interesarse por la medicina e hicieron uso de ella para incorporar a su discurso político argumentos científcos para ganar adeptos entre la población. De esta manera, la pugna de los médicos “por monopolizar el poder en el ámbito de la salud fue cada vez más exitosa”. Una estrategia que utilizó este colectivo fue hacer uso de composiciones pictóricas y de artículos en publicaciones no especializadas, las cuales “servían para defnir el imaginario público de la carrera médica, e identifcaban los espacios de trabajo”. Además, los médicos se apoyaron “en políticas intervencionistas, como hombres que contribuían al bien común, y que servían a la patria y a la humanidad”. En España y Francia se solían comparar con otras profesiones que estaban bien vistas por la sociedad. Fue el caso de “los militares, donde los médicos competían por ver quién era el más héroe de todos. También quisieron ser vistos como sacerdotes, una fgura de prestigio en España al menos hasta que comenzaron a cuajar los argumentos de los movimientos anticlericales a fnales del siglo XIX”. Con estas comparaciones, los médicos querían que “se les relacionara con la idea de amor al prójimo y ser una fgura mansa dulce . sí, los profesionales que ejercían en las zonas rurales “eran vistos como misioneros en tierras salvajes sufriendo penurias por llegar a las casas de los pacientes”, explicó.

En cuanto a las representaciones iconográfcas, los médicos en su conjunto aparecían, por un lado, “representados como personas sacrifcadas benefactoras de la sociedad”, pero por otro, tenían que hacer frente a ilustraciones de carácter satírico en las que se les mostraba “lucrándose de la enfermedad de sus pacientes, sobre todo con la llegada de las grandes epidemias”, aseguró.
Por otro lado, la institucionalización de la educación en todas las fases supuso una masculinización de la profesión del médico. “Usaban un lenguaje sentimental a la hora de vivir la profesión y de relacionarse con sus compañeros, porque contrariamente a lo que se piensa, las pasiones y los sentimientos no estaban reñidos con la masculinidad en esa época , afrmó. n hombre de bien debía gestionar sus pasiones orientarlas a fnes provechosos. Además, existía una gran confraternización entre los médicos”.

Entre los profesionales de la salud se encontraban las mujeres, “pero en los peldaños más bajos de la profesión y cobrando un salario más reducido”. Durante la conferencia, Darina Martykánová aclaró que las mujeres estuvieron “subordinadas a la autoridad del médico varón, ya sea como cuidadoras o enfermeras. También fueron tratadas de forma diferenciada según su estatus social”. Por ejemplo, en España se consideraba que las mujeres casadas eran más apropiadas para ejercer la enfermería, mientras que en Reino Unido eran mejor vistas las que estaban solteras. “El amor por los pacientes que debía tener un médico varón, en las mujeres se traducía en lujuria y seducción. Aunque en España no hay caricaturas tan sexualizadas ni tan rudas como las que realizan los franceses”, afrmó la historiadora.
Además, con el acceso de la población a la universidad y la necesidad de conseguir un título por méritos académicos para ejercer la profesión, las mujeres “sufrieron episodios de hostigamiento por parte de los en el campo de la curación. La medicina “se convirtió en pleno dominio de varones, con mujeres en posiciones subordinadas a la autoridad del médico, y los médicos jugaron con eso, porque les benefciaba en muchos ámbitos. Algunos no hablaban chos hombres de clase media. “Unos, con el argumento de que, si ellos morían, sus hijas y viuda quedaban en la indigencia, o porque no tenían un trabajo que pudiera mantener a la familia. Por esos motivos, apoyaban a sus hijas si estas querían ejercer la medicina”. En España y Francia no se negaba tanto la capacidad de las mujeres para la ciencia médica, sino que se les atribuía unas cualidades que coincidían con las que se defendía en la profesión”. a fgura del médico rural también in u ó a nivel simbólico en cuanto a la difcultad para que las mujeres se incorporaran a la profesión. “Los médicos aparecían representados a caballo, realizando visitas nocturnas a lugares remotos. Era una forma de impedir que las jóvenes de clase media se viesen a sí mismas ejerciendo la medicina”, explicó.



En cuanto a la representación de las mujeres en las composiciones pictóricas de la época, si bien eran representadas desde el respeto y la profesionalidad como personal médico, no las mostraban de la misma manera cuando aparecían como pacien-
Darina
MARTYKÁNOVÁ tes. En esos casos las pintaban con el pecho y el cuerpo al descubierto, para sexualizar su fgura. Con respecto a la prensa médica, en países como España “no dedicaron mucho tiempo a intentar desprestigiar el papel de la mujer en la carrera científca , sino que se centraron más en ir contra el intrusismo de otros varones, como los que venían del extranjero y aquellos que practicaban sin estudios universitarios. Estos últimos quedaron excluidos de la profesión y quedó reforzada la imagen del médico como un caballero procedente de una familia acomodada que podía pagar esos estudios caros. “Nuestra hipótesis es que los médicos españoles a mediados del XIX veían competencia, sobre todo, en otros varones”. fnales del siglo XIX, con la llegada de la medicina experimental, los médicos mejoraron su posición dentro del ámbito de la ciencia, “porque aumentó la capacidad para poder curar a los pacientes y eso fue un pilar fundamental para su reconocimiento”, aunque el prestigio del colectivo había aumentado ya con anterioridad. A los médicos les resultaba difícil “casar la imagen de misionero desinteresado con la de caballero, pero era clave hacer ese esfuerzo para que ellos —sobre todo antes de la medicina experimental— pudieran convertirse en representación del bien común”, concluyó la historiadora.