
10 minute read
ENTREVISTA
ENTREVISTA JAVIER MARTÍN
DECANO DEL COLEGIO DE ABOGADOS DE VALLADOLID
Advertisement
Javier Martín tomó posesión como nuevo decano del ICAVA en octubre
Por Piluca Burgos, periodista
A Javier Martín (Valladolid, 1968) todavía se le hace raro cruzar el umbral del despacho del decano del Colegio de Valladolid. No por el vértigo que puede dar el cargo, sino porque lleva cuatro años viendo a su amigo Javier Garicano trabajar en él. Un acto de responsabilidad, provocado por la pandemia, le ha llevado a presentarse. Y es que asegura que, como han hecho otros, en los malos momentos es cuando más duro hay que trabajar.
Su hoja de ruta está enfocada hacia las nuevas tecnologías, la igualdad y la responsabilidad corporativa. Para llevar a cabo esta empresa se ha acompañado de un equipo joven, pero experimentado, capaz de tomar el timón de un barco en el que, por primera vez, no están permitidos los abrazos. “Nos estamos perdiendo muchas cosas, pero ahora lo importante es la salud”, lamenta con resignación este nuevo decano de una época incierta para la abogacía y para la humanidad.
Pregunta.— ¿Se le hace raro estar en este despacho? Respuesta.— Mucho, muchísimo, no te imaginas. Los primeros días me he metido para otros lados. Me han dicho: “Puedes entrar aquí, Javier”. Y yo: “Perdona, tienes razón” (risas).
P.— ¿Porque es el despacho del decano o porque era el de Garicano? R.— No, porque se me hace raro ser decano. Si antes había días que venía, no estaba Javier, y me metía a hacer cosas igualmente. Hoy, por vergüenza, he abierto los cajones a ver qué es lo que hay (risas). Es un poco como que estoy invadiendo la casa de otro.
P.— Después de ‘sufrir’ el vicedecanato, con un congreso por el medio, la pandemia… ¿Quién le manda meterse en este charco? Pues en gran parte la pandemia. Los tres meses que hemos pasado encerrados, currando todos, pero Javier y yo continuamente comunicándonos, pasándonos escritos, correos, ideas…, pues al final ves que la pandemia sigue y terminas por plantearte que continuar es un ejercicio de responsabilidad. Los que estamos dentro tenemos que tirar de ello, ir metiendo gente nueva, pero ahora no es el momento de un cambio brusco.
P.— ¿El decanato se disfruta? R.— Se disfruta, de hecho, ya lo estoy disfrutando.
P.— ¿Es más fácil llevar a cabo sus proyectos siendo decano? R.— Ideas las aportaba igual antes que ahora, y con Javier más todavía, porque hemos tenido un vínculo muy estrecho; cualquier cosa que le dijera, la estudiaba. Ahora, además de estar al tanto de todo, la gente te cuenta sus propuestas y eso es fabuloso. Ahora es más decidir y antes era más trabajar. También asumes más responsabilidad, porque antes, al final, se te ocurrían ideas peregrinas y el que la va a ejecutar y poner su firma era el decano. Ahora las tortas serán para mí… P.— ¿Cómo ha sido el arranque? R.— El equipo ha entrado con muchísimas ganas. Con tantas que, en la primera Junta de Gobierno, ha habido que bajar un poco el pistón para ir poco a poco, porque si hacemos todo al principio, no solo nos ahogamos nosotros, sino que ahogamos a la oficina administrativa.
La primera Junta de Gobierno pensaba que iba a ser dura, porque como vicedecano era más cómodo estar pendiente de si a Javier se le olvidaba algo, de apoyo, pero ahora estoy yo ahí. Pero la primera Junta ha sido una maravilla, con un ambiente relajado, agradable. Los nuevos tenían muchas ganas, pero los que ya estaban, se muestran incluso más animados, como si también arrancasen desde cero.
P.— ¿Y de dónde surgen esas propuestas? R.— De escuchar a la gente. Las propuestas aparecen como una cascada en las juntas de gobierno, porque cada miembro está en una o varias comisiones y nos trasladan sus ideas, quejas o preocupaciones.
P.— ¿El cauce para llegar a la Junta de Gobierno son las comisiones? R.— Yo llevo un mes, pero creo que he recibido a más gente en el despacho de no comisiones que de comisiones. Debemos escuchar siempre a todos los colegiados. La puerta del Decanato está siempre abierta de par en par, no como algo simbólico, sino porque la gente entra y sale con total naturalidad. Y no puede ser de otra manera.
P.— Pero no todo debe ser presencial y más en estos tiempos… ¿El Colegio debe modernizarse y adecuarse a las nuevas tecnologías? R.— La modernización del Colegio es primordial. Hemos avanzado bastante y se pueden hacer gestiones sin venir por aquí, pero creo que debemos hacer algo más, como no depender tanto de la oficina administrativa del ICAVA. Debemos tener autonomía, por ejemplo, para generar un certificado de colegiación y de los años que llevas. Esto al final es invertir más dinero.
P.— Entonces, ¿está prevista una inversión en este sentido? R.— Sí, porque en el presupuesto, de hecho, prácticamente la única partida que hemos incrementado es la de biblioteca, es decir, las bases de datos y la digitalización de muchos libros. Queremos prestar a la gente servicios que le supongan un ahorro, por que no tengan que contratarlo individualmente.
P.— Y el siguiente apartado en la lista de ‘deberes’… R.— Hay varias cosas: el estatuto nuevo que, aunque ya venía de la mano de Garicano, falta ensamblar el trabajo de las dos comisiones y darle forma desde la Junta de Gobierno. Esperamos convocar junta extraordinaria en el primer semestre de 2021, porque está en el paso final.
También tenemos en marcha un Plan de Igualdad y un Plan de Responsabilidad Social Corporativa, que me parece que son dos cosas en las que el Colegio actúa muy bien, pero que ni contamos ni tenemos organizado.
P.— ¿Necesitamos un plan de igualdad porque hay desigualdades? R.— No creo que haya muchas compañeras que vean un trato desigual hacia la mujer dentro de la profesión, aquí en Valladolid por lo menos; pero aun así hay que hacer un plan de cara al futuro, tienes ya una guía con la que seguir en el camino.
En cuanto al Plan de Responsabilidad Corporativa, hacemos muchas cosas de cara a la ciudadanía, pero no lo tenemos ordenado. Son cosas que se hacen y no se cuentan. Si nos pusiéramos unas metas y un plan concreto, podríamos hacer mucho más. Creo que Ayuntamiento, Diputación y Junta tiran poco de nosotros. P.— ¿Qué cualidades ha buscado en las personas que forman su nuevo equipo? R.— Yo buscaba gente joven, pero con experiencia; aunque parezca difícil, también existen. En Junta es muy complicado meter a alguien con poco mundo dentro de la abogacía, porque va a tener muchas dudas y va a tener que buscar a alguien que le ayude. El ritmo de trabajo no permite que nos entretengamos en explicar cómo funciona el ICAVA.
Es más, no he buscado amigos, que sería la tentación para estar cómodos en la Junta, sino que he buscado gente muy válida, a la que había visto trabajar en comisiones. P.— ¿La pandemia dejará secuelas emocionales al ICAVA? R.— Me preocupa mucho el aspecto humano, sobre todo por los tiempos que estamos viviendo y porque sé cómo es este Colegio. Al ICAVA siempre le ha caracterizado la preocupación por los colegiados y la solidaridad que existe entre todos. Me da miedo que esta pandemia, que está frenando el roce, pueda acabar con ello. Por eso, en cuanto podamos, vamos a hacer algo donde nos veamos, donde podamos charlar sin miedos y donde podamos darnos esos abrazos que nos debemos.
P.— Como los que se daban en El Arbolito…. R.— Lo vamos a sentir mucho y muchos. Es imposible celebrarlo en estas circunstancias. Nos estamos perdiendo muchas cosas, pero lo importante es la salud. Por ejemplo, en la toma de posesión hemos estado muy pocos y sin poder hacer ni cena ni un brindis.
Es un poco triste… Aquí en Valladolid, aunque nos tachen de fríos, somos todo lo contrario y nos gusta el roce, en la relación ganamos mucho. Cuando llegue la fecha del Arbolito, nos vamos a acordar mucho. Eso sí, tenemos pensado volver a la vida social en cuanto nos dejen. A ver si en mayo podemos celebrar en algún sitio al aire libre la entrega de medallas. Yo estoy entre ellos, así que me lo pierdo también. Estoy condenado a no celebrar nada…

Javier Martín y Javier Garicano despues del acto de la toma de posesión del primero
Los años pasados al lado de Javier Garicano han servido de acicate para que Javier Martín se presentara al Decanato. Años “duros” laboral y emocionalmente que Martín ha conseguido transformar en su memoria en una época “agradable”. Afirma que les ha pasado de todo, y así ha sido, aunque el mayor peaje lo paga al abandonar ‘su’ Comisión del Turno de Oficio, en la que ha estado al frente casi tres lustros, y siempre rodeado de “amigos”.
Pregunta.— ¿Cómo definiría su época como vicedecano? Respuesta.— Para mí ha sido una época superagradable. Si algo me ha impulsado para presentarme al Decanato, han sido estos últimos cuatro años. He visto, sin que nadie se moleste, el Decanato de manera distinta, más próximo, más cercano, más abierto a cualquiera. Antes lo veía como de una cierta élite de la profesión, que no tiene por qué ser así, pero es la sensación que yo tenía.
A lo mejor, el que Garicano sea compañero mío de colegio, gente de la misma edad, con el mismo modelo de despacho, con un núcleo familiar muy parecido, pues al final ves que él puede y que tú puedes.
Es verdad que ha sido una época muy dura, porque nos ha pasado de todo, pero en el recuerdo no se te queda como algo duro o desagradable; al final, cuando tienes problemas y los solventas, se te queda la parte buena. Ha habido momentos muy duros de trabajo, pero lo más duro fue la enfermedad y muerte de Blanca Montes.
P.— Ha estado muchos años en la Comisión del Turno de Oficio. ¿Se le rompe el corazoncito de no estar ya en ella? R.— ¡Joder que si se me rompe! (risas). Fue el peor rato del discurso de toma de posesión porque llevo 15 años en la comisión y 12 de ellos al frente. Casi todos llevamos 15 años y hemos generado unos lazos de amistad. Hemos vivido momentos muy malos, de gente con enfermedades graves, con compañeros que se les ha muerto un familiar cercano… Irme de esa comisión me ha dado muchísima pena, me ha costado horrores.
P.— ¿Qué ha dejado sin hacer en esa comisión? ¿Qué no ha logrado conseguir? R.— El tema de la dignificación de los baremos, pero eso ya no depende tanto de nosotros, sino del Consejo General. Se han conseguido cosas: el pago es mensual, se ha logrado un incremento, se ha hecho un avance en la digitalización del Turno de Oficio, pero todavía queda una parte sin hacer. Había planteado modificar el reglamento del turno para adecuarlo a los tiempos que vivimos, y eso lo he dejado ahí; supongo que ahora lo recogerá Fernando y se pondrán con ello.
P.— ¿Ha conseguido quizás desde esa comisión cambiar un poco la mirada de los ciudadanos hacia el turno de oficio? ¿Cree que los ciudadanos les miran con un poco más de cariño? R.— Yo quiero pensar que sí, porque por lo menos les enseñamos el lado humano de la profesión. Todos piensan en el abogado como un tío tieso, engreído y sobrado, y no es así. Somos gente que trabaja y que se gana el pan; cuando actuamos de oficio trabajamos exactamente igual. Bueno, a lo mejor en ciudades grandes va un poco diferenciado el abogado de libre designación y el de oficio, porque el de oficio puede vivir de ello y se evita el tener que buscar clientes, pero aquí en Valladolid nadie vive del turno de oficio. Yo sigo en el turno de oficio y no quiero dejarlo. Me parece que es una deuda que tengo, que tenemos, con la sociedad.