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líera que haya necesidad de brazos, ó que el íornal sea
Jayor. Se verá aumentado con los millares de brazos me(nicos qu'^ representa un ferrocarril cou sus locomotoras, Is coches, sus vagones, sus grúas, sus tableros provistos e poderosas máquinas, sus facilidades de todo género y la rontitud de todas sus operaciones. Un trén que lleva
|en toneladas de mercancías, con una velocidad de 10 á J2 kilómetros por hora, le dará la vuelta á la isla en 2 días.
I Ouautus brazos, carretas, animales y tiempo no serían
necesarios para ejecutar este trabajo por las vías terrestres mejor establecidas, y por las nuestras que son tan incom-
pletás, sin contar los días del año v los trozos del trayecto en que sería imposible ? Y cuanto mayor sería la diferen cia en las rutas y senderos del interior?
En ju'esí ucia de esta enorme multiplicación de brazos,
¿ en qué .se convierte ese reproche, que se levanta por todas partes, de que la construcción del ferrocarril le quita los brazos á los propietarios y amengua la producción ? En todo caso, el iuconvenÚMite sería pasajero y la compensa ción, una gran compensación, no se haría esperar mucho tiempo, l'or donde qnn ra que haya interés de producir, el pri pietario saorá proveerse de jornaleros, en competen cia con el ferrocarril. Y además, ¿ qué egoísmo es ese que se lamenta de que un jornalero vaya momentáneamente á
ganar en el ferrocarril un jornal mayor cuyo valor viene de íuei a y enriquece al país, mientras que el otro no hace más que camliiar de bolsillo ? Mantenida fuera del progreso que penetraba por todas
partes, esta isla veía agotarse de día en día sus fuerzas y su prosperidad ; y se concibe que el único remedio á semejan te estado de cosas es el que viene á t>ropotcionarle muy
oportunamente la construcción de sus ferrocarriles. En
presencia de los resoltados que ha producido por todas par tes, hasta en los países más adelantados, no es posible du dar de ia eficacia de este remedio. A la misma Europa la han arrancado los ferrocarriles de cierta barbarie relativa.
Hoy es muy común oír decir que donde quiera que faltan, la agricultura, la industria, el comercio, la civilización, todo languidece. Por eso ha podido consignar un autor distin
guido: "que la faz del mundo se renovó el día en que una máquina de vapor arrastró un coche de viajeros por sobre dos liras de hierro " Citemos también lo que dice uno de
los Economistas más estimados, Mr. Baudrillart, sobre las vías de comunicación: "Juegan en la producción y en el
cambio un papel d" r-riiaet o-aU.j, Permitiendo, por sí solas, ■ 'yim i 'I