cl-luel día memorable a acá, el Profesor Alegría ha operado como Ejecutivo del Instituto en unión a una Junta General de Directores. Es bueno consignar que las labores realizadas a lo largo de más de una década de funcionamiento del Instituto de Cultura Puertorriqueña distan mucho de guardar la proporción real que cabía esperar de los diminutos presupuestos acordados por el Gobierno de Puerto Rico. De ahí que a un amigo le plazca decir que, en contraste a los dineros asignados, el Director del Instituto de Cultura ha hecho verdaderas maravillas. Mitologizando un poco alrededor del doble ejercicio de fundadqr y animador, nosotros consideramos que dados los exiguos recursos fiscales que se le confiaron, Alegría se eleva sobre una gruesa fila de servidores públicos como un admirable ejemplar de Midas criollo. Una vez fundada, la institución crece al nivel de las estructuras necesarias. Sabido es que las operaciones básicas dependen de y se adscriben a una Oficina Central que, habiéndose domiciliado en el viejo solar del Casino de Puerto Rico, está en vías y proceso de mudarse al espacio y las facili· dades del restaurado Convento de los Frailes Domi· nicos en la Capital. El éxito y los bríos desplegados por el Instituto de Cultura han resultado asombrosamente envolventes, hasta el punto de generar filiales o centros locales en la mayoría de los pueblos de la isla. El Instituto ya no es una organización que se apega a San Juan y las zonas circunvecinas. Es un organismo contagioso, una red de acción y trabajo que se extiende y abarca la cuasi totalidad del perímetro insular. Pero apoyándose naturalmente en los cuadros estructurales, el Instituto de Cultura crece asimismo al nivel de una respetable serie de programas. Se establece, por ejemplo: el Archivo General de Puerto Rico y no se desperdician las oportunidades de traer, particularmente desde los ricos archivos españoles, documentos y papeles que ingresan en una colección de fuentes primarias que ayudarán a comprender mejor el desarrollo y la trayectoria histórica del país. Con una viva y patriótica conciencia de la historia, la Dirección del Instituto de Cultura Puertorriqueña ha reconocido los grandes acontecimientos y efemérides del pasado, celebrando los aniversarios o centenarios correspondientes. A propósito de lo recién afirmado, recuérdense los actos y las publicaciones a que dieron lugar los centenarios de las vidas cimeras de Don Luis Muñoz Rivera y Don José de Diego. O los artísticos medallones emitidos que consagran las proezas y el significado del Diputado Ramón Power y del Obispo Juan Alejo Arizmendi. Dignos de encomio son los acotamientos de zonas históricas (Ponce y San Juan), resultando más laudables los trabajos de conservación y restauración de monumentos nacionales que abrazan la isla entera, pues el movi18
miento se ha extendido de San Germán (Convento Porta Coeli) al Fortín de Isabel Segunda en Viequeso No es menos encomiable el proceso de reconstitución y preservación arqueológica que tiene a su haber aciertos como los que se relacionan con el viejo poblado de Caparra y el Centro Ceremonial indígena de Utuado. Para redondear el panorama de las gestiones regulares del Instituto de Cultura, habría que agregar los Festivales de Teatro y las Ferias de Artesanías, amén de los programas de música, exposiciones y conferencias. Casi todas las obras representadas en los festivales y una buena cantidad de la producción de los compositores nativos han sido editadas por la Dirección del Instituto y circuladas entre los amantes y devotos de la cultura dramática y musical. Huelga alegar que el Profesor Alegría es quien viene presidiendo y animando el desenvolvimiento estructural y programático del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Pero al calificarlo de .. animador n , no le concedemos a la palabra un mero valor genérico. En realidad y deliberadamente, le concedemos a la palabra empleada el valor restringido de la especialidad que se asocia a la brega publicística y editorial que insinúan las últimas líneas del párrafo anterior. Es obvio que dicha brega no se detiene en lo que queda consignado, porque desborda esas fronteras para transformarse en una vasta empresa de publicaciones que todavía no ha agotado sus múltiples finalidades. La referencia se acomoda precisa y exclusivamente a la noción del animador de cosas impresas, al promotor bibliográfico que ha puesto al alcance y disfrute del pueblo un número considerable de publicaciones y libros que tienden a captar la evolución global de Puerto Rico. No ha de olvidarse que la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña encabeza la espléndida lista de publicaciones que anima y sostiene la patriótica voluntad de Ricardo Alegría. Organo de la institución, la Revista constituye un éxito de muchos años por la novedad del formato y la excelencia del contenido que la ameritan de manera singular en el campo de la literatura periódica in· sular. El registro de las colaboraciones es elocuentemente amplio, de suerte que no existe rincón alguno de nuestro pasado histórico que no hayan iluminado o, al menos, tocado con sabio y delicado cariño. La edición de libros resulta sorprendentemente copiosa. No escasean empero las reediciones de textos significativos. Para comprender la importancia del punto bajo examen es innecesario que se haga el recuento de todos y cada uno de los libros publicados. Bastará en cambio que adelantemos una lista selectiva que ilustre la diversificada naturaleza de la bibliografía que porta el signo editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña. De 1958 data, por ejemplo, Figuración de Puerto Rico y otros