Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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El Centenario de la Abolición: Una visión histórica* Por ARTURO MORALES CARRIdN

SEAN MIS PRIMERAS PALABRAS DE HONDA GRAmTUD A la Asamblea Legislativa de Puerto Rico que me ha pedido que les hable en esta solemne sesión que conmemora el Primer Centenario de la Abolición de la Esclavitud Africana en nuestra tierra. Represen. tan ustedes las diversas corrientes ideológicas que chocan con calor y brío en el país, así como el poder constitucional más entroncado directamente con las aspiraciones del pueblo, y esa representación y ese entronque les confiere colectivamente la majestad de la voluntad popular. Así les contemplo al compa· recer ante ustedes en mi calidad de simple ciudada· no. Saludo en ustedes la manifestación de nuestra conciencia democrática y los saludo con un título aún más valioso que el de senadores o representantes. Los saludo como compatriotas y como puertorriqueños. Permítanme que al evocar el hecho que nos reúne esta noche, recuerde también otra fecha que no debe pasar inadvertida. Hace 75 años, ell.o de marzo de 1898 se convocó a las elecciones para el primer parlamento autonómico puertorriqueño. En la existencia de un parlamento tal, con los amplísi· mas poderes que posefa, se cifraron muchas de las esperanzas de hombres que aquf batallaron a lo largo del siglo XIX, porque ésta fuera tierra de decoro y libertad. A aquel parlamento le negó la historia su hora esencial, su momento de pasión y de acción. Queda hoy tan sólo el difuso esbozo de lo que pudo haber sido y no fue. Pero los hechos fallidos en la historia no son meras funtasmagorfas cuando llevan dentro de sí un principio vital. Aquel Parlamento, disuelto en el fragor de una guerra, marcaba el ca· mino hacia una democracia funcional puertorrique· ña, hacia la intervención real del pueblo en su des· * Discurso pronunciado ante la Asamblea Legislativa de Puerto Rico, en la sesión solemne celebrada el 29 de marzo de 1973 a las ocho de la noche.

tino, y ustedes hoy, en otros tiempos y circunstancias, recogen la herencia de aquel momento y tienen la responsabilidad de asegurar que en cada hora, en cada minuto, estén aquí, siempre presentes, las voces plurales de 10 que es comienzo y fin de nuestra democracia: el pueblo puertorriqueño.

Valor de la Conciencia Histórica Hacen ustedes un alto en sus tareas para recordar un suceso histórico que no es un hecho contemporáneo, sino centenario. Bien sabemos todos los mil problemas del presente que acosan a esta Asam· blea Legislativa. No vivimos en tiempos de sosiego, sino de grito y protesta. La enorme carga de deman· das y contrademanuas, de conflictos de grupos de presión, la multitud de problemas_ nuevos son tan visibles que cabria preguntarse -como se preguntan algunos- ¿por qué mirar al pasado cuando hay tanto que atender en el presente? Nada más fácil que entregarnos totalmente a lo que tenemos de in· mediato, por delante. Nada también más ingenuo cuando no más peligroso, sobre todo si de la trama social se trata. Nos -ha indicado sagazmente el filósofo Jorge Santayana que el que "no recuerde la historia del pasado está condenado a repetirla n. y el profundo historiador francés, Mare Bloch, nos ha señalado con razón que "la incomprensión del presente es la consecuencia inevitable del desconocimiento del pa· sado". Los apóstoles del presentismo que dan la espalda al pasado, fascinados por los retos del acele· rado cambio social y de la revolución tecnológica, harían bien en recordar que las transformaciones de hoy surgieron de ideas, fuerzas y procesos que tu· vieron gestación histórica, que responden a comple. jfsimos movimientos que no los inventó la contemporaneidad. Usufructuamos en este siglo en polftica como en ciencia, en la expresión cultural como en

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