a
a.
á la bóveda,
Para poderle trasladar desde la capilla
hubo necesidadde despejar el templo y cerrar sus puertas á causa del entusiasmo popular y afecto que manifestaron los malteses (aun dominados por un gobierno protestante) á favor del impedido Jesuita el Padre
La-Calle
desde
que
á Nápoles.
legó
E A
TAN
PLEGARIA DE LOS CATOLICOS á
Maria
Inmaculada
en
PIO ¡Oh
que nunca
¡Oh
María!
de
faror
mo sentis
nuestro
padre
IX.
Madre
piadosisima!
levantan á Vos unánimes
ahorá
Mas
sus clamores los
corazones católicos. En Vos tienen fija su esperanza los hijos de la Iglesia. A Vos piden con fervientes plegarias el consuelo en la gran tribulacion que. les aflige, al ver tau acibarado el corazon
del gran
Pontifice, eu-
yo3 lábios derramaron la mas pura alegri?en to:lo el orbe católico, definiendo el gran dogma de vuestra
Concepcion Inmaculada. La rabia y el despecluv del infierno por tan glorioso y suspirado acontecimiento debió ser grande, como el gozo y santo entusiasmo de los fieles. La serpiente infernal vo podía menos de jurar eterna guerra al Pontifice que anuneió, con la dogmática certeza de-su palabra
derrota
que
un
dia sufrió
infalible, la vergonzosa
bajo
vuestras augustas
plantas. Obra suya es, pues, la persecución presente.
Su espíritu de rebeldía se:ha difundido en el corazon de los impíos, y la Iglesia se conduele en las amarguras que estos ocasionan al tierno corazon de Pío
IX.
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so de convite, y el pueblo se agolpó en turbas, anhelando ver al difunto, dándose por satisfechos los que lograban besar su mano. Depositado el cadáver en un
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