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E aquí al popular actor cémico conocido por el «Gallego», que constituye una de las primeras partes de la Compañía de Bufos Cubanos de Raul del Monte.

Su ingenio y la habilidad y precisión con que se adapta á sus papeles, con especialidad álos de gallego, le han sumado muchas simpatías en Puerto Rico.

Pero no es esa la meta á que aspira llegar el estimable artista. Yo debo asplrara algo más prácticonos Cijo un dia y como en efecto soy joven, me sobra actividad y gozo de salud, me dispongo á separarme de la Compañia en que he venido figurando para ac:ptar una posición que se me ha ofrecido en los Estados Unidos.

Y á estas horas, quizás, Rafael Diaz ha ya salido de Ponce, camino del Norte, en busca de un porvenir más halagueño que el que pudiera haberle brindado el arte teatral.

vencer al que nos difama?

Pues así estamos nosotros en la <insula barataria»: con una garra en el cuello, con una bota en la espalda, boca abajo, sobre el suelo mordiendo el polvo de rabia.

Déje la ciudadanía y escríbase una proclama dándonos la independencia, dotándonos de una patria.

Mas. si insiste Ud. en el bill y no ove nuestra demanda...... ¡que el demonio lo se lleve Ó que mal rayo lo parta!

RAUL DE La VEGA INTIMA

Para mi amada esposa.

Rodando en la corriente de los años la juvenil edad del hombre pasa, y el tiempo arrastra en sus inquietas olas las flores de lá vida, deshojadas.

He traspuesto esa edad de oro y de rosa, de vanas ambiciones insensata, y, hasta de la memoria del pasado deseché la ya inútil remembranza iVeinte años! Y luego hablan de la calma sajona lloro, solc porque veo á mi patria esclava y sufriendo y o tengo medíos para redimirla. Mi lar es pequeño y no tiene bosques ni tiene maniguas donde defendernos, donde hacerla dueña, libre y soberana á sangre y á fuego.

Yo dí á mi juventud mi adiós postrero, sin pesar, ni dolor; porque en mi alma, yermo jardín, aún yergue su corola una flor cuyo aroma me embriaga.

Hace ya tiempo que se abrió el capullo de esa rosa gentil, fresca y lozana, de esa flor que ni el sol ardiente mustia mi el frio cierzo con su aliento mata.

Pasó mi juventud. ¡Nada me importa! Conservo de esa edad una flor mágica que hace reverdecer mi edad presente con otra primavera inesperada. Conservo yo una flor cuyas raices ocupan todo el sitio de. mi alma, perpetua flor que nada más la muerte quitándome la vida me la arranca.

Pasó mi juventud. ¡Nada me importa!: porque tu vives, porque tu no pasas, porque eres el amor de mis amores; porque consigues; hechicera maga, que brote para mí otra primavera al golpe milagroso de tu vara.

Es necesario arreglar eso de Puerto Rico.

Dicen que derramarín la última gota. Supoñgo que será la última gota de sangre.

Tengo entendido que ha dicho algo de eso el Speaker; pero es para de aquí á veinte años.

Ya era media noche. Domía tranquilo. De súbíto, un sueño vino á herir la quietud de mi espíritu. Era un sueño de escs en que tal parece que uno está consciente, que uno está despierto. Yo sentía á mi patría llorando clamando derechos, flagelado su cuerpo de virgen por látigo artero y una bota de exótico esbirro sobre de su cuerpo. Mis ojos miraban un valle, un valle pequeño, circundado por aguas azules, por el mar inmenso. Yo lloré, lloré mucho de vergiienza, pero no de miedo.

Cuando estaba mi espíritu presa de ese desespero, maldiciendo al destino que me hizo tan pobre y pequeño..... . se presenta á mis ojos un hada envuelta en un velo y me dice; ¿por qué desesperas, pobrecito isleño?

¡Oh, señora, que surges espléndida cual divino genio....

Cese ya tu llanto, el hada me dijo; espera un momento.

De súbito el hada se esfuma e.1 las sombras y escutho un estruendo, -como si la tierra. con su sacudida, pródiga á mis ruegos, expresase tambien su protesta con todos sus nervios. Y yo incorporado, pensando en el hada cumplí su consejo:

Abrí la ventana y vi muy distante, muy lejos, muy lejos, una franja azulosa y me dije; <¿será el mar inmenso?

Miré bien el cuadro, tras de las estrellas al suave destello, seguí contemplándolo, hasta que más tarde extático observo que lo que tenia delante mis ojos no era el mar inmenso, ... era un bosque grande, de tupidos árboles, tendido á lo lejos. ... era aquello la ansiada manigua, mi vehemente anhelo, lo que yo ambicionaba, lloroso, , bajo de mi sueño. Y grité, con el hondo entusiasmo del que vé resuelto el problema de su independencia, su dorado sueño, realizado en el campo de lucha á sangre y á fuego

Desperté. ¡Que infinita tristeza...!

¡Que revéz tañ negro....!

Cuando busco alrededor lo que había me miro en el techo, me convenzo de que aquelio era solo un dulce sueño. Que mi patria, pobre patria mía, sigue siempre siendo la muchacha indefensa y humilde del antiguo cuento.

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