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A las doce de la noche

Silencio

Francisco Borrego

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Lucena espera impaciente, sonaron las doce en punto, el tambor redobla a muerte.

Lucena se ha oscurecío. nace de la trompeta un lamento. ¡El Silencio ya ha salío! todo parece un desierto.

Rugió el cielo de temor, los relámpagos fulgían, mil centellas se expandían por el monte del dolor.

Las doce en punto han sonao, un hombre desnudo y muerto sobre un madero clavao, trompeta, tambor y llanto ante Dios crucificao.

Ráfagas de viento helado por las venas se metían, los ojos ensangrentaos el llanto por tu agonía.

Las doce en punto han sonao, ya sales de San Mateo. ¡Me horroriza lo que veo! El hijo de Dios clavao como ajusticiado reo. Que se oscurezcan los cielos y que salten los luceros como chispas de una fragua que los truenos no decaigan y se sequen los veneros de las cristalinas aguas.

¿Por qué te callas Jesús? ¡revélate en tu condena! ¿Por qué te callaste tu pena cuando morías en la Cruz?

Manda que bajen tus ángeles y en un silencioso vuelo te eleven hasta los cielos.

Como veleta alocada batida por fuerte viento haz que tiemblen las montañas y que vibre el firmamento moviendo las espadañas.

Ya las doce han sonao haz una señal Silencio... que el sol se ponga asomao a las puertas de tu templo como un hachón apagao.

¡Revélate Tú... Silencio! a las puertas de Lucena y con un gesto condena a aquellos de falsos besos y de corazón de hiena.

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