Nancy Urrutia. Fotografía contemporánea uruguaya.

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NANCY URRUTIA

NANCY URRUTIA

FOTOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA URUGUAYA

FOTOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA URUGUAYA


Autorretrato. FotoFest - Houston. AĂąo 1992. 1


Alberto Candeau. Acto del Obelisco. 27 de noviembre de 1983. 2


Acto del Obelisco. 27 de noviembre de 1983. 3


Visita de hijos de exiliados uruguayos. Llegada a AEBU. 26 de diciembre de 1983. 4


Viva la democracia. 26 diciembre de 1983. 5


Olla popular. La Cruz de Carrasco. Enero de 1984. 6


Ocupaciรณn del local de Industria Lanera de Uruguay (ILDU). Enero de 1985. 7


Liber Seregni y Lili Lerena. Discurso de Seregni tras su liberaciรณn. 19 de marzo de 1984. 8


LiberaciĂłn de presas polĂ­ticas. 10 de marzo de 1985. 9


Conferencia de prensa de presos políticos del Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros (MLN-T) horas después de su liberación. Colegio de los Padres Conventuales. 14 de marzo de 1985.

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RaĂşl Sendic. Marzo de 1985. 11


Acto de aniversario de la Declaratoria de la Independencia. Piedra Alta, Florida. 25 de agosto de 1985. 12


Marcha de empleados de la Asociaciรณn de Ferrocarriles de Uruguay (AFE). 10 de setiembre de 1985. 13


José D’Elía, Liber Seregni y Juan José Crottogini. Estadio Centenario. Octubre de 1985. 14


Marcha de estudiantes del Instituto de Profesores Artigas (IPA). Octubre de 1985. 15


Montevideo. Agosto de 1986. 16


Marcha de mujeres por verdad y justicia. 3 de octubre de 1986. 17


Plaza Libertad. AĂąo 1989. 18


Visita a Uruguay del papa Juan Pablo II. 1ยบ de julio de 1987. 19


RecolecciĂłn de firmas por el Voto Verde, para impulsar el referĂŠndum para revocar la Ley de Caducidad de la PretensiĂłn Punitiva de Estado. Plaza de los Treinta y Tres Orientales. 8 de marzo de 1989.

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Matilde Rodríguez Larreta, Elisa Delle Piane y María Esther Gatti. Acto de la Comisión Nacional pro Referéndum contra la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado. Plaza Independencia. 18 de diciembre de 1989.

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China Zorrilla. AĂąo 1990. 22


Alicia Alonso (coreรณgrafa y bailarina cubana). Agosto de 1988, Cuba. 23


Nancy Urrutia. 24 agosto 1990. Foto: Roberto Fernández Ibáñez. 24


“Siento que la cámara es una parte importante de mi vida [...] me ayudó a ser más libre, porque detrás de ella me siento muy audaz, ahí no me inhibe nada”. NANCY URRUTIA

17 de julio de 2018. Entrevista a Nancy Urrutia realizada por Alexandra Nóvoa. Centro de Fotografía, Montevideo.

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¿Cuál es tu nombre completo y tu fecha de nacimiento? Mi nombre es Nancy Mabel Urrutia Lungo. Nací el 21 de diciembre, cuando comienza el verano [risas]. ¿En tu familia había personas interesadas en la fotografía? Mis abuelos maternos vivían en Sarandí del Yi, Durazno. Mi mamá era la mayor de ocho hermanos. Ella se vino a vivir a Montevideo cuando conoció a mi padre y se casaron. Después fueron viniendo a Montevideo sus hermanos. Cuando íbamos a visitar a mis abuelos, siendo yo chica, me pasaba las vacaciones en su casa y era una alegría, era muy feliz allá con mis primos. Me acuerdo de que había alguien en la familia que tenía una cámara de cajón 6x9, que entonces no era muy común. Me llamaba la atención que las fotos que hacía eran muy chicas y tenían los bordes ondulados. Se sacaban fotos de la familia con esa cámara en determinadas fechas o celebraciones. Años más tarde, conocí a un fotógrafo que me enamoró. Era adolescente y pasaron años hasta que realmente ese amor se formalizó. Y bueno, creo que la fotografía la descubrí a través de ese amor. Fue muy fuerte todo eso. Ahí me empecé a involucrar con la fotografía.

¿Armaste un laboratorio en tu casa? No, en ese momento lo que yo hacía era trabajar con él, iba a fiestas a acompañarlo. No tenía laboratorio y todavía no sacaba fotos, aunque con él comencé a hacer laboratorio blanco y negro. Ahí aprendí lo importante que era el orden en el manejo de los productos químicos, tenían que tener cada uno su peso exacto, había que pesarlos en una balanza pequeña de farmacia, no podían mezclarse porque alteraban el producto final [risas]. O sea que hasta ese momento todavía no habías sacado fotos. Hasta ese momento, no. Tiempo después me compré una cámara, una Canon QL17, que me daría pena venderla porque es un recuerdo muy lindo. Yo tenía diecinueve años. Tiempo después dejé de ser la novia del fotógrafo para brillar con luz propia [risas]. Había gente conocida o amigos que me pedían fotografías, que cubriera eventos sociales o fotos carné, ese tipo de cosas, y yo no tenía nada, absolutamente nada. Entonces tuve que decidir y dije “bueno, comienzo por la mía”. Empecé así, como todo el mundo. La mayoría de los fotógrafos de mi generación empezamos a tapar las ventanas de los baños para hacer el cuarto oscuro.

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Unos amigos tenían un taller de refrigeración y me cedieron un lugar para que pudiera instalar el laboratorio. Tenía una ampliadora rusa, de las que se guardaban en una valija chica. Mis cubetas al principio eran las de las heladeras [risas]. Era todo improvisado. Comencé aprendiendo así, a prueba y error.

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¿Te hacían encargos de fotografía social? Me hacían sí, de casamientos, bautismos, cumpleaños... No me da vergüenza decir que empecé haciendo fotos carné y sociales, porque la mayoría de los colegas hicieron eso mismo para foguearse en la práctica. Recuerdo que cuando empecé a meterme en la fotografía no era común que las mujeres sacaran fotos, tuve muchos encontronazos con fotógrafos de sociales que me hacían la vida imposible. Yo igual encaraba. Siempre encaré. Además era joven, así que todavía era peor la guerra que me hacían. De todos modos, cuando empecé tuve más aceptación entre mis clientes. Hay historias de esas que son cómicas: por ejemplo, cuando iba a sacar fotos a un casamiento en una iglesia, yo entraba primero y la gente decía “¡mirá, es una fotógrafa!”. ¡En lugar de mirar a la novia me miraban a mí! Yo era muy tími-

da y me daba vergüenza, no tanto hablar con la gente, sino que me vieran trabajar y que comentaran sobre mí, me sentía muy expuesta porque no era común ver mujeres haciendo fotografía. ¿Cómo fue entrar en un terreno mayormente masculino? En realidad, creo que quise demostrar que la cámara fotográfica no es exclusiva para manos de hombres, ni para ojos de hombres. No hay una visión solamente de hombre o de mujer. Creo que era un mito que solamente los hombres podían ser fotógrafos, como en otras profesiones que ahora es muy común ver mujeres trabajando. Como se dice ahora, “me empoderé de la cámara y de la fotografía”. ¿Te estableciste como fotógrafa social, con un comercio? Sí. Tenía una tía política muy vinculada a la militancia sindical. Se llamaba Jorgelina Martínez.1 Cuando la despidieron de su trabajo, que era en la fábrica de Alpargatas, le dieron dos opciones: que firmara la renuncia –o sea el despido– o la iban a buscar las Fuerzas Conjuntas. Hablamos del año 1974. Entonces, con el dinero del despido, alquilamos un local en la calle

1 Jorgelina Martínez (1927-2009) integró el Centro Obrero de Alpargatas. Participó en la fundación del Congreso Obrero Textil y de la Convención Nacional de Trabajadores. Fue una mujer reconocida por su trayectoria gremial en espacios fundamentalmente de hombres.


Blandengues y Porongos, que también fue un punto de encuentro, porque varios militantes políticos iban a verla y conversar con ella. Durante treinta años estuvimos trabajando allí, desde 1975 a 2005, ininterrumpidamente. Nuestro local se llamaba –por idea de ella– Cybel, por las sílabas finales de mis nombres: Nancy Mabel. Empezamos tipo quiosco, pero a la vez tenía mi parte de estudio y laboratorio fotográfico. Mi tía se ocupaba de atender al público en el quiosco. Fue mucho tiempo, muy agotador. Dejé cuando empezaba el auge de la fotografía digital. ¿En algún momento tuviste una instancia de aprendizaje formal? Empecé como autodidacta y después hice cursos en el Ateneo de Montevideo, por los años ochenta, con Enrique Pérez Fernández. También en ARGU [Asociación de Reporteros Gráficos del Uruguay]. Pero por mis horarios y trabajos, a veces no podía ir a clases. Porque además del estudio, trabajé desde el año setenta al ochenta en la fábrica de Alpargatas. Como tu tía. Sí, mi papá y otras tías también trabajaban ahí. Lo que pasa es que estábamos en la época de la dictadura y estudiar resul-

taba difícil. Entonces empecé a trabajar. Trabajé cinco años en la fábrica de Alpargatas y en el estudio de fotos simultáneamente, así que disponía de pocas horas para otras actividades. Me iba tratando de superar: leía, compraba revistas argentinas, porque acá no había. También iba a Argentina porque tenía familia allá y a veces hacía algún taller o iba a alguna charla. Hubiera querido ir a estudiar al Foto Club, pero mis horarios era una limitante. Después, como mis trabajos salían bien, me recomendaban mucho y venían a contratarme. En ese tiempo hacía blanco y negro, por supuesto. En el año ochenta, por ahí, se empezó a hacer copias en papel color, pero se mandaban a revelar a Argentina y demoraban unos treinta días o más en hacerlo, además de que era muy caro. Tiempo después vinieron a Uruguay los minilabs, que hacían fotos en papel color y ampliaciones, ya se empezó a hacer otro tipo de fotografía, hacíamos color y blanco y negro en un mismo trabajo. En más de una entrevista ubicás un momento muy claro de tus comienzos como fotoperiodista, que es el acto del Obelisco del 27 de noviembre de 1983. Sí, fue un encargo de la Acción Sindical

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Uruguaya (ASU) para la revista Avanzada. Ellos creyeron en mí, me pidieron fotos, y la primera nota que hice justo fue la del Obelisco. ¡Qué momento histórico para debutar como fotógrafa! Ese fue un acto inolvidable. Me encontré con gente de todos los partidos que yo conocía del barrio donde estaba mi estudio, con los que sabíamos que no podíamos hablar de política porque pensaban diferente, o porque estábamos condenadas a ser comunistas o tupamaras en esa época [risas]. En la nota del Obelisco aprendí a reprimir las emociones, porque si lloraba no podía sacar fotos. “Fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje”, dijera Henri CartierBresson. Había muchísima gente. Hoy escucho la proclama que leyó Alberto Candeau y se me oprime el corazón, se me pone la piel de gallina, porque me trae inevitablemente el recuerdo de ese día. Ahí me hice audaz, porque empecé a buscar lugares a donde subirme para sacar fotos. Corría de un lado para el otro. Había llevado rollos blanco y negro, de 36 fotos, alguno de color. Andaba con dos cámaras siempre y con varios rollos, unos cinco o seis. Eran muchos [risas].

¿Tenías militancia política? Mi militancia siempre fue con la fotografía. Por ejemplo, las primeras ampliaciones de fotos de los desaparecidos, las que se usan en las marchas, las hice en mi laboratorio. Hice reproducciones de las fotos carné o de los retratos, y después las ampliaciones. Eso nadie lo sabe. Es la primera vez que lo comento. Me quedaba a trabajar toda la noche. Era difícil, pero era la hora en que podía hacerlas. Después se hicieron en otros lugares. Si bien nunca estuve integrada a ningún grupo político, sí trabajé con algunos grupos de mujeres, como Plenario de Mujeres Uruguayas y Cotidiano Mujer, que en esa época precisaban trabajos y yo estaba siempre. Podemos decir que fue una militancia de género, eso sí. Volvamos al acto del Obelisco. Ese día estuve caminando por distintos lugares, metiéndome entre la gente, había mucha Policía, rondaban helicópteros. En un momento, en un edificio que está frente al Obelisco, alguien de ahí bajó y me dejó subir a sacar fotos por su ventana. En el mismo momento que Pepe Plá estaba sacando para el semanario Aquí. Él estaba en la azotea del mismo edificio. Saqué una foto parecida, pero la


más linda la sacó él. No nos llegamos a encontrar. Creo que para ese evento saqué algunas buenas fotos que ya me han pedido, por ejemplo la foto de Alberto Candeau que ocupa toda una pared en una sala de Antel, junto a la del Río de Libertad de Pepe Plá. Me enorgullece pensar que, de alguna forma, registré momentos históricos. Cuando voy a hacer una nota no pienso que va a tener ese valor, pero pasado el tiempo a veces lo adquiere naturalmente. La idea es transmitir algo a la gente que no puede enterarse, tal vez porque no está cerca. Es una forma de comunicar los acontecimientos y a la vez es un mensaje. Seguí trabajando mucho tiempo para Avanzada. Les estaré agradecida toda la vida, porque me dieron una oportunidad, ni siquiera me pusieron a prueba. No tuvieron reparos con que fueras mujer. No, en absoluto, al contrario. Salvo en una oportunidad que un conocido me presentó al jefe de fotografía del diario El País, que era Amílcar de León. Tuve la entrevista con él y me dijo: “Mirá, gurisa, vos podrás ser muy buena fotógrafa profesional, pero te voy a decir una cosa: acá no tomamos mujeres porque nosotros –

los hombres– entramos al cuarto oscuro a revelar en calzoncillos, y si venís vos nos vas a trastocar todo”. No le importó saber qué tipo de fotos hacía ni nada. Si bien eso me hizo sentir frustrada, seguí igual haciendo fotografía. Fue inaudito que me dijera eso. Yo le rompía los esquemas, porque se tenían que poner pantalones para revelar [risas]. Tiempo después lo vi, haciendo una nota, y le mostré la cámara para que viera que ya estaba trabajando en prensa… ¿Cómo siguió tu inserción laboral como fotoperiodista? Empecé a trabajar en algunos semanarios que duraron poco. Eran semanarios que intentaban salir adelante, pero era difícil porque era el año 84. Todavía estábamos en dictadura. Por ejemplo, trabajé en Tiempo de Cambio, que fue un diario que supuestamente iba a ser para varias generaciones y duró sólo tres meses. Fue una pena, porque tenía colaboradores como los escritores Eduardo Galeano y Mario Benedetti, periodistas que tenían buena trayectoria profesional y varios fotógrafos que también nos habían seleccionado. También trabajé en Las Bases, Mate Amargo y otros.

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¿Conociste a Diana Mines por entonces? Sí, con Diana nos conocimos en unas notas, creo que fue el Día de la Mujer, el 8 de marzo del 85. En realidad no sabía quién era, pero nos pusimos a conversar, había otras compañeras que también hacían fotografía, como Lilián Castro, a la que ya conocía porque trabajaba en un laboratorio fotográfico; como Clara Rimoldi, Margarita Lemos… Con Margarita estuvimos horas en la puerta del Club Naval, junto a periodistas y fotógrafos de todos los medios de prensa que esperaban mientras se procesaba el acuerdo de los militares y los políticos en 1984. Nos quedamos horas y solas, algunos militares nos veían por las ventanas y se reían de nosotras. Al final pudimos sacar las fotos cuando ellos salieron. Valió la pena la larga espera. Yo me subía a un muro, a un árbol o a donde fuera. Era audaz en esa época, quería sacar la mejor foto. Después empecé a trabajar en Brecha con Sengo Pérez, Marcelo Isaurralde. Jorge Ameal ingresó después, con él hicimos buen equipo; era una excelente persona. ¿Cuánto tiempo estuviste en Brecha? Renuncié en el 96. Estuve once años. Ahí sí tuve problemas de discriminación muy fuertes. Renuncié por principios y por dignidad.

Comenzaste tu carrera de fotoperiodista en un momento de transición democrática, de gran transformación social y cuando había mucho que registrar. Salíamos de una dictadura muy fuerte, había que adaptarse en esa transición y transformación que habíamos perdido por tantos años. ¡Mucho para registrar! Años después se incorporó al estudio de fotografía mi hermana menor, Marina. Ella se había perfeccionado en videofilmación y edición. Entonces comenzamos a trabajar ofreciendo todo el servicio junto: sociales, empresariales, etcétera. Esos fueron mis inicios. Además era probarme y ver, dar examen demostrando que las mujeres también podíamos ser buenas profesionales. ¿Sentías que tenías que demostrarlo? En algunos momentos, sí. Sentía que, siendo mujer, tenía que demostrar que mis fotos eran buenas. A todos les decía que si yo estaba ahí era porque me había ganado un lugar porque era profesional. Hay gente que tiene más sensibilidad que otra frente a determinada situación. Siempre veía y admiraba el trabajo de Gustavo Castagnello, un gran amigo, al que también conocí en las vueltas del trabajo de calle. Él, por ejemplo, tiene


un ojo biónico, diferente [risas]. Sus fotos son únicas para mí, tienen agudeza, fineza. Ves en vivo el lugar u objeto, y a lo mejor no te llama la atención. Sin embargo él transforma eso en un arte, en algo especial. ¿Cuáles eran tus autores de referencia? Me gustaba mucho Cartier-Bresson. Era la espontaneidad; era lo que yo buscaba. Robert Capa, Martín Chambi, otros… Salvo Sebastián Salgado, que lo conocí después, a los otros autores los conocía viendo revistas de Argentina que mi familia me mandaba. ¿Cuál fue tu primera exposición? La primera fue una colectiva de mujeres que se llamó Campo minado, en 1988. Ya conocía a Diana, que era una de las expositoras. Después conocí a las demás compañeras. Ahí sí los hombres se sintieron molestos por que solamente expusiéramos mujeres. A pesar de eso creo que tuvimos éxito porque se habló muy bien. Incluso recibimos un premio de la sección de críticos. Fue muy bueno el resultado que tuvimos, una experiencia muy rica, porque durante meses estuvimos trabajando, reuniéndonos y conociéndonos. Ya se cumplieron treinta años

y hasta el día de hoy, cuando podemos, nos reunimos. ¿Te acordás qué fotos elegiste para esa ocasión? Sí, una de una niña que está junto a su mamá, que la está abrazando, como protegiendo, aunque en primer plano está sólo la niña. Al costado hay unas manos de policías que la están cubriendo y el revólver de uno de ellos está al lado de la cara de esa niña que mira con tristeza. Era en Florida, el 25 de agosto de 1985, la Declaratoria de la Independencia. La gente iba con pancartas y fotos de los desaparecidos, porque a pesar de que supuestamente se había terminado la dictadura todavía estaba presente. Se notaba en la presencia y las actitudes de los militares. Es un negativo solo, una toma sola. Otra foto era del ministro de Defensa, Juan Vicente Chiarino, junto a un alto funcionario de la Junta Interamericana de Defensa, tomada en el Club de Golf. También fui la única en hacer esa cobertura. Cuando se dieron cuenta de que estaba tomando fotos me invitaron “cordialmente” a que me retirara [risas]. Por suerte ya había sacado un rollo, así que salí corriendo a revelarlo.

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Al igual que la foto de la niña en Florida, otra tuya que ha circulado mucho es un retrato de Raúl Sendic. La foto de Sendic es de cuando liberaron a los presos políticos. No había celulares. Entonces venía la gente conocida y te decía “están por salir los compañeros”. Se usaba la “radio bemba”. Fuimos muchas veces a la Jefatura esperando ese momento y no salían, estábamos horas allí. El día que salieron, Raúl Sendic salió disimulado para que no lo vieran. Un mes después iba a viajar a Cuba. Yo no lo conocía, nunca lo había visto. Mi tía sí, había tenido relación con él por su militancia sindical antes de que cayera preso. Entonces estaban buscando alguien de confianza para que le sacara fotos para el pasaporte, que en ese momento eran de frente y perfil. Un día llegó al estudio junto con su compañera. Fue una gran sorpresa, una alegría y una emoción. Lo miraba a los ojos y no podía creer todo lo que se decía y toda la historia que había detrás de él. Era como imposible asociar todo eso con lo que estaba viendo. Tenía ternura al hablar. Aunque hablaba con dificultad, se le podía entender. Entonces le hice las fotos para el pasaporte. Pocos días después hubo una reunión política de un grupo, no recuerdo cuál. En esa

reunión le saqué cinco tomas seguidas y los negativos quedaron excelentes. Le saqué solo, después con alguna gente, pero muy pocas. En ese momento yo trabajaba en Brecha. Podría haber contactado con cualquier agencia de noticias del mundo y haber pedido el dinero que se me hubiera ocurrido, pero no lo hice. El dinero no cambia mi forma de pensar. Siento que cuando se habla de ética profesional uno tiene que ser totalmente íntegro. No podía decir que tenía esas fotos. Cuidé al fotografiado: él había pedido que sus fotos no se mostraran. Tiempo después, en Brecha, levantaron una foto de Sendic, hicieron una reproducción de una foto de él en Cuba que era muy mala y yo sufría, porque pensaba “tengo la mejor foto y no la puedo mostrar” [risas]. Cuando Sendic volvió a Uruguay se hizo un acto en el estadio Franzini, nunca había visto tantos fotógrafos, cameramen, flashes de todo tipo. Porque no había fotos de él, en ningún lado del mundo. Entonces, fui la primera que tuve fotos de él; me siento muy orgullosa de haber tomado esa decisión. Tiempo después hicimos una muestra de Brecha y ahí la expuse, chica. Pero esa foto, además, tiene otra historia, porque me la han robado por todos lados, para libros, para publicacio-


nes de diferentes tipos, sin mi autorización, sin acreditármela y sin pagármela. En ese sentido los fotógrafos estamos en un momento de transición que es muy importante, tenemos que hacernos valer, tenemos que cobrar por nuestros derechos. Porque así como nos toman una foto, la roban, la usan, no se acuerdan ni siquiera de pedirla. La autorización, el crédito y el pago son las tres cosas que van juntas. Tenemos que hacer una autocrítica: hemos sido nosotros mismos que no fuimos capaces de reclamar lo que nos pertenecía por derecho propio. También tenés fotos de la liberación de las presas políticas. Sí. Ese día tuve la suerte de sacar la foto de Xenia Itté, con los brazos hacia afuera de la camioneta donde iba, para mí es el símbolo de la libertad, la paloma que quiere volar. Ese día estuve en la casa de Lucía y María Elia Topolansky, las mellizas, en el encuentro con su mamá. También en casas de otras mujeres que fueron liberadas. Fue muy emocionante. Hasta ahora me encuentro con algunas de ellas y me dicen “cómo me voy a olvidar de vos si fuiste la que me sacaste la mejor foto”. Siempre digo que tengo varias cosas importantes que la fotogra-

fía me regaló. El haber hecho esas fotos y varias más... ¿Por ejemplo? Haber fotografiado el primer trasplante de corazón en Uruguay, en noviembre del 96, en Casa de Galicia. ¿Cómo fue ese encargo? Me hicieron una entrevista a través de un amigo con el que trabajaba, que era periodista, y me dijo que iban a llamar a varios fotógrafos para seleccionar uno para fotografiar una operación. No me dijo que era un trasplante de corazón. Hablé con unos médicos que me preguntaron si estaba dispuesta a registrarlo y acepté. Además me pidieron discreción. Nunca antes había entrado a un quirófano. Tuve que contratar un radiotransmisor, armar un equipo de trabajo… Compré diez rollos Fuji de 800 asas que me gustaba mucho. Entonces ya sacaba color. Estaba muy nerviosa, pero fui la única que estuvo ahí, y todas las fotos que salieron para el mundo fueron las mías. En este caso me siento reconocida y orgullosa por haber hecho bien el trabajo y no desmayarme [risas].

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¿Qué otras cosas decías que te dio la fotografía? La oportunidad de diferentes trabajos. Por ejemplo, haber sido seleccionada en Antel, entre un grupo en el que eran todos fotógrafos hombres, cuando el contador Ricardo Lombardo era su presidente. La directiva también era masculina. No había mujeres, como ahora. Trabajé allí por casi siete años, cubriendo prensa, relaciones públicas, todo lo que hacía el presidente o los directores, viajaba al interior con ellos, en avión a Rivera, Salto. Me sentí muy aceptada y cómoda. 36

Fuiste pasando por diferentes ramas: hiciste fotografía social, manejaste un estudio y trabajaste en prensa. ¿Dónde te sentís más cómoda profesionalmente? Como fotorreportera. Porque es una forma de transmitir. Si tuviera que escribir una nota no sé cómo me iría, porque no estudié para ser notera o para ser periodista, pero sí me defiendo con la cámara. Además, la cámara me ayudó a ser más libre, porque detrás de ella me siento muy audaz, ahí no me inhibe nada. Sin embargo, si tuviera que hacerlo así, a cuerpo descubierto, no sé si estaría tan segura. Siento que la cámara es una parte importante de mi vida, como un apéndice

de mi brazo. Lo ha sido hasta ahora, que sigo trabajando. ¿Sos de llevar la cámara siempre contigo? Durante mucho tiempo lo hice. Ahora no, porque la cámara que tengo pesa mucho y ocupa mucho espacio. No la puedo tener siempre a cuestas. Estoy viendo de tener una cámara chica, de buena calidad, como hacía Jorge Ameal que sacaba en la calle. Hiciste un reportaje sobre los indígenas de Salta. ¿Cómo fue esa experiencia tan distinta a lo que venías trabajando a nivel urbano? Fue un trabajo personal que hice en 1989. Fuimos tres fotógrafos a la ciudad de Salta: Guillermo Bregante, Freddy Navarro y yo, representando a los fotoperiodistas de ARGU. Ahí conocimos a un senador que era del equipo de Menem, nos comentó que estaba muy vinculado a comunidades indígenas. Me interesó y enseguida me entusiasmé. La invitación se concretó un año después y fuimos dos de los tres: Freddy Navarro y yo. Al principio fue shockeante ver gente que vivía en condiciones tan distintas: los hombres usaban taparrabo, andaban con arcos y


flechas. Fue una experiencia increíble, como viajar en el túnel del tiempo. El grupo que conocimos estaba en ese momento sobre el río Pilcomayo. Salta tiene como característica relevante su composición étnica. Son nómades, cazadores y recolectores en el norte argentino. No están fijos en un lado. Son diferentes comunidades y distintas etnias: tobas, wichis, chiriguanos, mapuches, chorotes… ¿Fue por entonces que participaste de FotoFest en Houston? Sí, en 1992, invitada por Wendy Watriss, curadora internacional y directora de ese evento. Una experiencia única que me permitió conocer personalmente a profesionales de enorme trayectoria en la fotografía. También sacaste fotos del elenco televisivo. Sí, saqué fotos para la agencia Viceversa, para la que trabajé bastante. Fue muy interesante ese trabajo, porque sacaba para los programas uruguayos que se producían acá. Iba el día anterior, el día en que los actores iban a ensayar y a hacer el programa. Ahí les sacaba las fotos. Ese mismo día tenía que entregar el trabajo en blanco y negro. Trabajé con

los programas Decalegrón y Hablemos, donde se entrevistaba a los candidatos presidenciales. También el programa de Rosario Castillo, Ángel María Luna, entre otros… También retraté a China Zorrilla, Taco Larreta… Después fotografié a varios cantantes importantes. En Cuba saqué fotos a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Alicia Alonso, bailarina y coreógrafa, o cuando vinieron a Uruguay a Elton John, Rod Stewart, Joan Manuel Serrat, Ray Charles y algunos más. Estuviste a punto de ir a cubrir la guerra de Irak. Sí, iba a ir, estaba dispuesta. Sabía que corría riesgos, pero me la hubiera jugado. En ese momento conocí a Alejandra Casablanca, periodista en nuestro medio que ya había estado allí y me planteó la posibilidad de ir con ella. Finalmente no salió. Es una materia que quedó pendiente. Por eso te decía que la cámara me ha ayudado a ser muy intrépida. Así como puedo ser muy calma, saco garras y peleo por mi trabajo. Tengo varias anécdotas de cuando he tenido que luchar o defenderme verbalmente. Por ejemplo, cuando vino Fidel Castro a Uruguay en 1995. Corrí de un lado al otro, llegué al Palacio Legislativo y veo que habían puesto

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una rampa para los fotógrafos, que no era común que pusieran. Iván Franco, colega reportero gráfico, me dio la mano para que pudiera subir, pero sentí que me estaban tirando para abajo. Era un fotógrafo extranjero, y cuando le dije a Iván “ayudame porque el tipo me tira”, Iván le dijo que me soltara y el tipo me soltó. Quedó atónito ante la figura de Iván. Una situación muy tensa y risueña a la vez [risas].

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¿Alguna vez diste clase o te interesó la docencia? Siempre me preguntaban si daba clases, pero estuve tan metida en el trabajo y en las notas que tenía, y tengo horarios que son a veces inesperados, notas que surgen de un día para el otro, que no puedo dejar a la gente colgada… ¿Te sentís perteneciente a una generación fotográfica? Sí. Siento que soy de la generación de la salida de la dictadura, en la que hay algunos compañeros que todavía, por suerte, están en actividad. Hace poco Cyro Giambruno presentó la muestra que hizo con José Luis Sosa, El Gorila (querido colega que falleció hace pocos años), en el MEC [Ministerio de Educación y Cul-

tura]. Cuando presentó la muestra mencionaba que estuvimos juntos, que nos defendíamos en esas luchas de trabajo de estar primero adelante cuando alguien venía a abusar de nuestra situación, nos protegíamos, y eso fue bueno. Tengo lindos recuerdos de ese compañerismo que se daba naturalmente. ¿Ahora en qué estás trabajando? ¿Cuáles son tus actividades fotográficas? Estuve trabajando en la Biblioteca Nacional desde 2007 a 2014. Ahora trabajo en el Departamento de Comunicación del MEC y hago las coberturas fotográficas. Por otra parte, recién ahora estoy pudiendo hacer un taller como corresponde: hace dos años que asisto al taller Mirada personal, que dirige Diana Mines. El taller es para mí un espacio de contención: encontré gente muy especial allí. Mis compañeras y compañero Marina Pose, Graciela Otonelli, Mariela Benítez, Eloísa Larrosa, Fernanda Guillén, María Emilia Parola y Néstor Pereira. A mí me pasaba que no sabía si sería posible hacer ese tipo de fotos que veo en ellos u otros. Para probar empecé a hacer una fotografía diferente incursionando con celular, y estuve haciendo fotografías muy raras, que tienen que ver con la pintura, muy


abstractas. Quería ver si podía hacerlo, porque siempre pienso que tengo que ser capaz. ¿Por qué no usar mi ojo desde otra postura, otra mirada? Siento que lo estoy logrando. Me siento bien con eso. En general, me siento muy agradecida en la vida. No tendré el trabajo mejor pago, como hubiera querido tener a esta altura, pero igual me siento agradecida de estar en actividad, de ver que lo puedo hacer bien y de todavía estar en el medio. No sé si voy a morir con las botas puestas o la cámara en la mano [risas]. Agradezco a toda la gente, conocida y desconocida que confió en mí, porque de alguna forma siento que ese fue el apoyo fundamental para que siguiera adelante con esta profesión.

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Nancy Mabel Urrutia nació el 21 de diciembre de 1950 en Montevideo. En 1975 fundó, junto con Jorgelina Martínez, Cybel Producciones Estudio Fotográfico, que estuvo en actividad hasta el año 2005. Sus inicios como reportera gráfica se remontan al 27 de noviembre de 1983, en el acto que se realizara en el Obelisco durante la última dictadura militar. Con la reapertura democrática se desempeñó como reportera gráfica en varios semanarios: Las Bases, Brecha y Tiempo de Cambio. En 1996 fue convocada para cubrir el primer trasplante de corazón del país. Entre los años 1997 y 2002 fue fotógrafa del Directorio de Prensa y RRPP de Antel. En 2007 trabajó con la Red de Mujeres Políticas del Uruguay (Unfpa) y –junto con Universindo Rodríguez– en la desclasificación de archivos de la Dirección Nacional de Inteligencia pertenecientes al período 1965-1985. Ese año también participó como jurado en varios concursos de fotografía e ingresó a la Biblioteca Nacional en el Departamento de Investigación, donde permaneció hasta 2014. En 1990 ingresó a la agencia Viceversa, con la que trabajó para Canal 10 sacando fotos de los elencos de programas nacionales para su promociones. En 2010 comenzó a trabajar en el Centro Cultural

de España como fotógrafa exclusiva de actividades de la institución. Entre los años 2017 y 2018 fue jurado del concurso Experiencia Fotográfica Identidad y Patrimonio (EFIP02), organizado por el Ministerio de Educación y Cultura, y en el concurso “Una mirada hacia la igualdad”, organizado por la Administración Nacional de Puertos. Actualmente es fotógrafa del Departamento de Comunicación del MEC. Exposiciones colectivas, distinciones y otras actividades 1988 Campo minado, Primera Muestra de Mujeres Fotógrafas. Paraninfo de la Intendencia de Montevideo. 1992 FotoFest. Participación por invitación. Houston, Texas. 1994 1º Premio de Mujeres Vistas por Mujeres, Plemmu, MEC, Intendencia de Montevideo, Comunidades Europeas. 1994-2000 Las (in)visibles. Muestra itinerante de mujeres artistas uruguayas, reunidas por la investigadora estadounidense Stacey Wescott. Galería del Notariado. Exposición colectiva. 1995 Con ojos de mujer. Foro Internacional de la Mujer. Beijing.


1998 Es incorporada a la Enciclopedia sobre el Uruguay de la editorial Océano de España. 2002 Luces del silencio, muestra sobre fotografía uruguaya en dictadura organizada por Lilián Castro y José Luis Sosa. Atrio de la Intendencia de Montevideo. Exposición colectiva. 2007 Mujeres uruguayas, muestra itinerante organizada por el Archivo Nacional de la Imagen del Sodre. Exposición colectiva. 2007 Foto fija en los documentales Memorias de lucha. Historia sindical del Uruguay. 2008 Integró el proyecto Fotografía Aula Permanente (Ienba-Udelar) con Solange Pastorino y José Pilone. 2009 De cajón: fotos encontradas. Espacio Cultural de México, curaduría de Guillermo Baltar. Exposición colectiva. 2009 Muestra Mercado, MAPI, Foto Club Uruguayo, Foto Club Durazno, Colonia (Bastión del Carmen). 2009 Ver-Nos, ascensores públicos de UTE, Ancap, Intendencia de Montevideo y Torre de los Profesionales en el marco de Fotograma 09, organizado por el Centro de Fotografía. Exposición colectiva. 2009 Memoria a la vista, MUME, curaduría de Annabella Balduvino. En el marco de Fotograma 2009, organizado por el Centro de Fotografía. 2011 Aborígenes de Salta, MAPI, curaduría de Diana

Mines. En el marco del Fotograma 11, organizado por el CdF. 2011 Las Américas-Uruguay, CCE-Cátedra Unesco y Cooperación de la Universidad de Girona. 2011 Brecha. 25 años en imágenes, Centro de Fotografía, Fotogalería a cielo abierto Parque Rodó. Exposición colectiva. 2011 Finalista en el concurso Lente Latino, Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago de Chile. 2013 Mujeres vistas x mujeres x Gurvich, Museo Gurvich. Exposición colectiva. 2013 Miradas sureñas, Centro Cultural Metropolitano Quito. Exposición colectiva. 2013 Viva la democracia, Fundación Fucac. Curaduría de Solange Pastorino. 2013 Cáscaras de la memoria, La Pasionaria. En el marco de Fotograma 13, organizado por el Centro de Fotografía. 2014 Luz meridiana, junto con Marina Pose, Fundación Unión. 2017 IMPO. Homenaje a La Cumparsita en los 100 años, Taller Mirada Personal de Diana Mines. 2017 Radical Women: Latin American Art,1960-1985, Hammer Museo California, Los Ángeles. Exposición colectiva.

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FOTOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA URUGUAYA Desde sus comienzos, el CdF buscó generar y difundir textos para la reflexión y el estudio de la historia de la fotografía uruguaya desde sus inicios en 1840 hasta el presente. En esa línea, uno de sus propósitos es crear instancias y espacios de reflexión, conocimiento y afianzamiento de la fotografía local contemporánea, que permitan avanzar en su investigación y modelar un mapa del campo fotográfico desde las primeras décadas del siglo XX en adelante. Con ese cometido nos hemos propuesto realizar la presente colección, que apunta a reunir un compendio de testimonios de fotógrafos/‌as de Uruguay que, tanto por su obra como por su aporte docente, han contribuido significativamente a la construcción del espacio fotográfico del país. Cada ejemplar incluye una entrevista central en la que el fotógrafo/a es consultado acerca de su relación con la fotografía desde sus inicios, en diálogo con los momentos atravesados por el país hasta la actualidad. Entre las materias abordadas en el transcurso de ese encuentro se incluyen su formación; el lugar de la técnica en su obra; las etapas en su proceso creativo; sus diferentes búsquedas; el manejo de la edición y la posproducción; la influencia de otros autores, su vinculación con colegas, su experiencia laboral y docente, entre otros temas.

A la entrevista se suma un grupo de imágenes que sintetizan las etapas y búsquedas en la producción de la persona entrevistada –seleccionadas a partir de un criterio que permite reconocer los cambios en el tiempo– además de una breve reseña biográfica que reúne datos y fechas destacadas de su trayectoria. Las publicaciones persiguen un doble propósito: generar textos y fuentes para la historia de la fotografía y conservar la memoria sobre esa historia. Entendidas como documentos, son portadoras de informaciones para revisar, construir y cuestionar la historia de la fotografía local. Y además, para, en el futuro, acercarse a la comprensión y particularidades del pensamiento fotográfico del presente. En síntesis, una iniciativa dirigida a conocernos, reconocernos, discutir y profundizar sobre la historia de nuestra fotografía, identificando nexos, quiebres, diferencias, coincidencias y construcciones colectivas que permitan avanzar en el conocimiento del campo de la fotografía uruguaya contemporánea.

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El sentido del Centro de Fotografía de Montevideo (CdF) es trabajar desde la fotografía con el objetivo de incentivar la reflexión y el pensamiento crítico sobre temas de interés social, propiciando el debate sobre la formación de identidades y aportando a la construcción de ciudadanía. Sobre la base de estos principios desarrollamos diversas actividades desde enfoques y perspectivas plurales. Por esta razón, gestionamos bajo normas internacionales un acervo que contiene imágenes de los siglos XIX, XX y XXI, en permanente ampliación y con énfasis en la ciudad de Montevideo y, a la vez, promovemos la realización, el acceso y la difusión de fotografías que, por sus temas, autores o productores, sean de interés patrimonial e identitario, en especial para uruguayos y latinoamericanos. Asimismo, de acuerdo a estas definiciones, creamos un espacio para la investigación y generación de conocimiento sobre la fotografía en sus múltiples vertientes. Nos proponemos ser una institución de referencia a nivel nacional y regional, generando contenidos, actividades, espacios de intercambio y desarrollo en las diversas áreas que conforman la fotografía en un sentido amplio y para un público diverso. El CdF se creó en 2002 y es una unidad de la División Información y Comunicación de la Intendencia de Montevideo. Desde julio de 2015 funciona en el que denominamos Edificio Bazar, histórico edificio situado en Av. 18 de Julio 885, inaugurado en 1932 y donde funcionara el emblemático Bazar Mitre desde 1940. La nueva sede, dotada de mayor superficie y mejor infraestructura, potencia las posibilidades de acceso a los distintos fondos fotográficos y diferentes servicios del CdF. Contamos con nueve espacios destinados exclusivamente a la exhibición de fotografía: las tres salas ubicadas en el edificio sede –Planta Baja, Primer Piso y Subsuelo– y las fotogalerías Parque Rodó, Prado, Ciudad Vieja, Villa Dolores, Peñarol y EAC (Espacio de Arte Contemporáneo), concebidas como espacios al aire libre de exposición permanente. Cada año realizamos convocatorias abiertas a todo público, nacional e internacional, para la presentación de propuestas de exposición.

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Intendente de Montevideo Daniel Martínez Secretario General Fernando Nopitsch Director División Información y Comunicación Marcelo Visconti Equipo CdF Director: Daniel Sosa. Asistente de Dirección: Susana Centeno. Jefa Administrativa: Verónica Berrio. Coordinador: Gabriel García. Coordinadora Sistema de Gestión: Gabriela Belo. Comité de Gestión: Daniel Sosa, Gabriela Belo,Verónica Berrio, Susana Centeno, Gabriel García, Lys Gainza, Francisco Landro, Johana Santana, Javier Suárez. Planificación: Gonzalo Bazerque, Lys Gainza, Andrea López. Secretaría: Gissela Acosta, Natalia Castelgrande, Valentina Chaves, Marcelo Mawad. Administración: Marcelo Mawad, Martina Callaba. Gestión: Gonzalo Bazerque, Andrea López, Johana Maya. Producción: Mauro Martella, Luis Díaz, Lys Gainza. Curaduría: Hella Spinelli, Victoria Ismach. Fotografía: Andrés Cribari, Gabriel García. Ediciones: Andrés Cribari. Expografía: Claudia Schiaffino, Mathías Domínguez, Laura Nuñez, Serena Olivera, Sofía Michelini, Nadia Terkiel. Conservación: Sandra Rodríguez, Valentina González, Guillermo Robles, Clara Elisa Von Sanden. Documentación: Ana Laura Cirio, Mauricio Bruno, Alexandra Nóvoa, Lucía Mariño. Digitalización: Gabriel García, Maicor Borges, Horacio Loriente, Paola Satragno. Investigación: Mauricio Bruno, Alexandra Nóvoa, Lucía Mariño. Educativa: Lucía Nigro, Martina Callaba, Juan Pablo Machado, Mariano Salazar. Atención al Público: Johana Santana, Andrea Martínez, José Martí, Darwin Ruiz, Miriam Hortiguera, Gabriela Manzanarez, Mariano Salazar. Comunicación: Elena Firpi, Francisco Landro, Natalia Mardero, Laura Nuñez, Sofía Michelini, Santiago Vázquez. Técnica: Javier Suárez, José Martí, Darwin Ruiz, Pablo Améndola, Miguel Carballo. Mediateca: Lilián Hernández, Miriam Hortiguera, Gabriela Manzanarez. Actores: Pablo Tate, Darío Campalans.

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© CdF Ediciones. Noviembre 2018. 500 ejemplares. Centro de Fotografía. http://CdF.montevideo.gub.uy. CdF@imm.gub.uy. Intendencia de Montevideo, Uruguay. Prohibida su reproducción total o parcial sin su previo consentimiento. Realización: Centro de Fotografía / División Información y Comunicación / Intendencia de Montevideo. Edición de textos: Alexandra Nóvoa/CdF, Mauricio Bruno/CdF. Texto final revisado por Nancy Urrutia. Desgrabación: Lucía Mariño/CdF. Corrección: Stella Forner/IM. Asistente de investigación y documentación: Lucía Mariño/CdF. Diseño: Andrés Cribari/‌CdF, Nadia Terkiel/CdF. Impresión: Gráfica Mosca. Montevideo - Uruguay. Depósito Legal 374.930. Edición Amparada al Decreto 218/96. ISBN 978-9974-716-77-3


NANCY URRUTIA

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FOTOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA URUGUAYA

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