¿Dónde y cuándo naciste? Nací en Montevideo, el 16 de abril de 1934. Mi familia se trasladó a la ciudad de Libertad, en el departamento de San José, cuando yo tenía un año. Nuestra casa era sobre la ruta y teníamos que atravesarla para llegar a la escuela; cruzábamos el campito y calles que hoy son hormigonadas pero que en ese tiempo eran de tierra. A esos espacios le tomás cariño, afecto, porque son las raíces de tu vida, de tu familia. ¿Tus padres eran de Montevideo y se fueron para ahí? Tanto la familia de mi padre como la de mi madre eran de Libertad. Mi madre y cuatro de sus hermanas eran maestras. Mi padre tuvo una cantidad de oficios. Al principio trabajó en la construcción. Después fue omnibusero, carnicero, tuvo un bar, un camión. Era muy versátil. Te comenzás a interesar en el arte en general antes que en la fotografía. ¿Cómo se despertó ese interés? Cuando era niño dibujaba bastante bien. En el medio familiar decían: “¡Este niño es un artista!”. Y ese sello me quedó; de alguna manera, me inducía a creérmelo. El pasaje por la escuela me marcó mucho
en lo que tiene que ver con el dibujo. Recuerdo que en sexto año hice una serie de dibujos de capítulos de El Quijote, que aún conservo. Los estuve mirando hace un tiempo y pensé que los había hecho en el liceo, pero encontré que atrás, con letra de niño, decían mi nombre y “sexto año”. Me dije “¡mirá vos, qué bueno que era!” [risas]. Ya en primero de liceo, en las clases de dibujo, me acuerdo que el profe me pedía que lo ayudara. Me decía: “Borgunder, empiece a corregir por el fondo que yo empiezo por el frente”. ¡Te imaginás! Para mejor había una gurisa por la mitad de la clase que era una cosa... ¡y yo quería ganarle al profe, para llegar hasta ella! No me preguntes si llegué o no, porque de eso no me acuerdo [risas]. Por esos años empecé también a trabajar. Comencé en la empresa Ferrosmalt cuando tenía catorce. Una parte del día iba al liceo y después era empleado. Empecé a participar en las asambleas y me di cuenta de que cuando intervenía, llamaba la atención de mis compañeros. No digo que hablara bien, sino que podía llegar mejor con mi palabra. Esa es una etapa muy importante de mi vida: quería ser sindicalista. Allí me cayó un material anarquista, después algún material socialista y luego conocí el Manifiesto
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