Músicos – Fotografías del Archivo de Lauro Ayestarán

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músicos

Centro Nacional de Documentación Musical

fotografías del archivo Lauro Ayestarán

Lauro Ayestarán es una personalidad de gran peso en la vida cultural uruguaya de mediados del siglo XX. Nacido en Montevideo en 1913, desarrolla en su corta vida una intensísima labor como musicólogo, cubriendo las diferentes facetas posibles de tal tarea: el estudio de lo folclórico, el de las vertientes que confluyen en el mestizaje (la indígena, la africana, la europea), el de la música culta desde la colonia hasta lo contemporáneo, el de las músicas populares, el de las rondas y juegos infantiles. Más allá de la música, su labor incluye importantes ensayos en materia literaria, así como - en su etapa juvenil - valiosos trabajos de crítica de otras disciplinas culturales. Ayestarán es también un excelente docente y un empecinado divulgador del conocimiento. En 1936 pronuncia las primeras conferencias sobre temas de música, que se extenderán a lo largo de toda su vida. Durante una veintena de años es profesor en Enseñanza Secundaria y en los Institutos Normales, actividad que extenderá a la Escuela Municipal de Música y al Instituto de Profesores. Desde 1946 es profesor en la Facultad de Humanidades y Ciencias y desde 1957 en el entonces Conservatorio Nacional de Música. Fundador de la cátedra de Musicología en la Facultad de Artes y Ciencias Musicales de la Universidad Católica de Buenos Aires, la asume entre 1959 y 1963. Dicta además clases y conferencias en ámbitos universitarios en Brasil, Chile y Estados Unidos. En 1965 la Universidad de la República le concede el régimen de profesor en dedicación total. En 1941 ve la luz su primer folleto sobre Domenico Zipoli. A fines de esa década publica una serie de artículos de divulgación sobre folclore musical del Uruguay en el suplemento dominical de El Día, que serán seguidos, en la década siguiente, de varios textos conceptuales en el semanario Marcha. En 1953 edita, tras varios años de gestación, el volumen I de La música en el Uruguay, que será premiado por la Universidad de la República en 1955. Le siguen numerosos trabajos que abarcan diversos ámbitos de lo literario y de lo musical.

Lauro Ayestarán en su estudio de la calle Chuy 3208. Montevideo. 12 de noviembre de 1963. (Foto: S.d.).

Ayestarán muere tempranamente en 1966, en su ciudad natal.

fotografías del archivo Lauro Ayestarán

Centro Nacional de Documentación Musical Lauro Ayestarán


Centro Nacional de Documentación Musical

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fotografías del archivo Lauro Ayestarán


El archivo fotográfico de Lauro Ayestarán

Cuando se evoca la memoria de los héroes culturales, a los que pertenece Lauro Ayestarán, la cuenta de los años que van desde su nacimiento en el 1913 al de su muerte en el 1966 escapa a la geometría lineal del tiempo, ese andante demiurgo del espacio. En efecto, hay otro tiempo distinto al cronológico, un tiempo que se evade del calendario y se hace memoria e historia en el itinerario biográfico de la persona. Se trata del tiempo vivido, del diálogo existencial entre el ánima de la sensibilidad y el animus del espíritu, entre el Yin del afecto y el Yang de la inteligencia. El tiempo del almanaque se congela en los números de los documentos de identidad, en las fechas que pautan una peripecia vital, en la fría evocación de las lápidas. Este otro, el tiempo vivido por los hombres de estatura virtuosa y valentía intelectual, dones que caracterizaron a la figura y al genio de Lauro, arde como un fuego sagrado, ilumina los pasos de quienes, como pedía Goethe, procuran ir de lo oscuro a lo claro, transitando desde las tinieblas de lo desconocido a la luz de lo revelado. 2

Lauro Ayestarán con su grabador Butoba, en su estudio de la avenida Joaquín Suárez 3104. Montevideo. Año 1965. (Foto: José Santángelo).

concernía, desde el punto de vista musicológico y antropológico, y de tal modo iniciaba el rescate de las cifras antiguas, de las vidalas nocturnas, de los cantos de antepasados fogones, donde, entibiados por las brasas, los payadores trenzaban y destrenzaban sus contrapuntos.

Lauro Ayestarán manejó como pocos esa felicidad que se llama poiesis, que en griego significa creación. Fue músico rigurosamente formado y, sobre todo, musicólogo de campo, que, movido por una heroica vocación favorecida por la voluntad, viajó por las tres comarcas de la música: la tradicional, la popular y la culta o académica.

La suya fue una labor que desconcierta por lo gigantesca, que sorprende por lo exacta, que conmueve por los sacrificios demandados al recolector incansable. Pero no paró en esos trabajos la tarea autoimpuesta por aquel Hércules intelectual. Fue Lauro un profesor eminente, claro en los conceptos, incisivo en las definiciones, múltiple en su andanza por todos los pisos de la casa pedagógica, desde la planta baja de la enseñanza elemental, mucho más importante de lo que se piensa, al ático de la superior, ejercida en la Universidad o prodigada fuera de fronteras, y reconocida como excepcional en todos los casos. Hurgaba activamente en el pasado. Compró, puntualmente, en la feria de los domingos, todo tipo de partituras, desde los tangos arrabaleros hasta los valsecitos criollos, desde las veloces mazurcas hasta las producciones de los pequeños y los grandes maestros, a veces escondidas en sus amarillentos originales. El edificio musical, para cobrar carácter y sentido, necesita esos ladrillos de la mal llamada artesanía popular: la giga aldeana fue exaltada por Bach y el tango se vistió de lujo en las composiciones de Piazzolla.

No fue Lauro un compositor musical o un instrumentista insigne. Tempranamente se declaró un buscador de tesoros, un taumaturgo que supo arrebatar al olvido las voces perdidas, las melodías marchitas, los cancioneros de la ruralia despreciada. Pionero absoluto, recuperó la música sumergida en las lagunas del folclore, el canto popular de las orillas, las partituras coloniales de grandes y pequeños compositores, las notas de esa mágica urdimbre sonora que la historia, a un tiempo, esconde y muestra. Pero ese rescate supuso una tarea denodada. Cargando grabadores de peso descomunal trilló caminos rurales, visitó pueblos mortecinos, se instaló en los ranchos, patrulló los mundos suburbanos. Allí estaban los guitarreros, los acordeonistas, los viejos decidores de romances viejos, los cantores de voces desentonadas, aguardentosas, casi siempre carcomidas por la vejez. Lauro fotografiaba a los protagonistas de esos arcaicos lirismos, tomaba nota de todo cuanto

Pero este hombre inquieto, curioso, movido por aquel helénico asombro que dio luz a la filosofía de Occidente, era también un investigador de primera agua. Investigare en latín significa seguir las huellas, los pasos, tanto de los hombres como de sus obras. Fruto de esa búsqueda certera, tenaz, practicada con singular puntería, que no se detuvo en lo accesorio, que siempre acertó en el blanco de lo valioso y lo verosímil, fue su producción escrita, recogida en libros imprescindibles en su necesidad e inimitables en la calidad del mensaje y lo exacto de la escritura. Ya había adiestrado como periodista, como temprano poeta, como crítico teatral, cinematográfico y musical, ese ojo de fina mirada, ese estilo de ceñida pulcritud que caracteriza sus obras. Y de tal modo fueron editadas, a partir de su primer libro, dedicado a Domenico Zípoli, contribuciones muy valiosas acerca de las expresiones, y no solamente musicales, de los indígenas, de los remanentes afrouruguayos, de los obreros y difusores del tango,

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de las partituras de carácter profano y destino religioso, hijas de oscuros o brillantes compositores residentes en estas latitudes. Entre toda esa intensa producción se destaca una obra monumental, por momentos increíble, no sólo por la amplitud y excelencia de su contenido sino porque su autor era un hombre tironeado por múltiples obligaciones, por exigentes tareas, por compromisos que no pudieron menguar la autoridad de los dichos y la responsable eficacia de los emprendimientos. Me refiero al ciclópeo tomo I de La música en el Uruguay, que iba a ser continuado por otros dos que no pudo completar: se les adelantó una muerte madrugadora, fulminante y cobarde. Los héroes mueren jóvenes, y el talento y voluntad de obra de Lauro tenían la frescura de una juventud que se espejaba en sí misma, que no pudo ser vencida por el tránsito fugaz de una criatura sacada a traición del aire del mundo.

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La tarea que se impuso Lauro fue la de un antropólogo de campo. Es emocionante repasar lo prolijo de sus fichas, lo acertado de sus registros, lo pertinente de sus observaciones y la precisión de sus archivos fotográficos. Los viejos intérpretes de la tradición musical criolla fueron captados en sus ambientes rurales, rodeados de malvones, a la sombra de los árboles, bajo el alero de los ranchos, en los patios transitados por perros y gallinas. Lauro fijó aquellos gestos, inmovilizó para siempre el “botánico temblor”, como escribiera Pedro Leandro Ipuche, de las manos que pulsaban las guitarras, e hizo lo mismo con los cuerpos musicales de los acordeones de doble hilera, con los rostros concentrados que escuchaban la conversación de las cuerdas, con las bocas entreabiertas por donde viajaban hacia el aire estremecido las voces de los cantores y los narradores. Esa galería fotográfica perpetuó escenarios, personajes e instrumentos en testimonios que evocan y conservan los trasuntos musicales y orales de la historia: folclores olvidados, cancioneros anónimos, músicas que brotan como manantiales petrificados de antiguos repertorios. Y esta colección de alegrías sencillas y almas en pena, da cuenta de la destreza oportuna del fotógrafo instintivo, del discreto amor de un cronista atareado en captar en imágenes el genio y figura de gentes humildes y fervorosas devoradas por la muerte pero vigentes en la imagen expresiva, tanto o más pedagógica que aquellos acordes y aquellas voces

de rústicos musicantes y vocacionales cantores. De tal modo perduran las visibles dimensiones de criaturas tocadas por el ala de la inspiración y movidas por el regocijo de la dádiva gratuita. De tal modo entregaron a sus semejantes el eco de fiestas memorables y perfumados domingos que se negaban a ser la hojarasca de la nostalgia barrida por los años. Ese ayer de cantos y sonidos se hace visible gracias a la mirada providente y el dedo oportuno de Lauro, el sabio musicólogo, el peregrino sudoroso, el etnógrafo incansable, el espíritu mágico y heroico que vive y revive de continuo en el espacio docente de sus testimonios gráficos y en el tiempo detenido en el acervo sonoro de sus grabaciones. En su tiempo fue ampliamente reconocida, dentro y fuera del país, la obra de este hombre ejemplar. Pero quiero detenerme, antes de finalizar esta brevísima semblanza, y por ello injusta para con los merecimientos de Lauro, en el ser moral de aquel querido y admirado amigo y maestro que, como yo, descendía de vascos –él de los del sureño Hegoalde, yo de los del norteño Iparralde– y con quien conversaba a menudo, largamente, en el acogedor ambiente de su biblioteca, una de las consideradas mejores en su género. Lauro era un hijo de la verdad. Un hombre puro y duro en su oficio de convivencia auténtica con el otro, en su papel de mentor hogareño, en su darse de camarada leal. Enseñaba con la palabra y el ejemplo. Era insobornable. No separaba la libertad de la justicia. Defendía sus convicciones sin imponerlas. Sabía catalogar con criterio infalible y resignación melancólica a los arribistas y a los farsantes. Era un honesto cristiano, y le gustaba caminar sobre el rocío matinal de los evangelios antes que por los mármoles de la crepuscular y autoritaria infalibilidad de las cumbres. Tenía la recatada modestia de los que supieron, intrépidamente, internalizar el “conócete a ti mismo” del Oráculo de Delfos. Abusó de su cuerpo y de sus clarividentes facultades mentales, de su arquitectura mortal y de su coraje generoso. Quiso recoger y dar tanto que sobrepasó la humana resistencia. Escogió el martirologio de un trabajo excesivo que al final acabó con uno de los hombres más dignos, más sabios, más desinteresados que yo he conocido en mi ya larga vida. ***

Y he aquí que de pronto advierto que no estamos rindiendo homenaje a un desaparecido héroe del espíritu, que se nos fue de entre las manos y los corazones. Sabemos, sentimos, que está ahora entre nosotros, clara su mirada, suave su voz, presente aquella actitud cordial que se prodigaba hacia el Otro: el discípulo, el amigo, el ciudadano de a pie. Y si hoy me toca dirigirme a ustedes en mi calidad de integrante de la comisión que vela por su patrimonio, lo hago porque Lauro nos acompaña, nos aprueba, nos agradece, nos abraza y, como antes, nos palmea en la espalda. Nosotros retribuimos su amor con una sonrisa y una lágrima. Daniel Vidart

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Introducción

“[...] el investigador del folclore musical debe salir al campo con un espíritu de recolector integral y comenzar por tender las líneas socioculturales y hasta geográficas del área que va a estudiar; debe recoger todo aquello que aunque en primera instancia no tenga vinculación con la música, colabore en su funcionalidad, y aunque su encuesta se dirija hacia la música, no debe desechar el máximo de materiales de otras especialidades del folclore. [...] La cámara fotográfica –mejor aún la cinematográfica– y el diario de viaje no deben tener pereza en sus manos. Permanentemente activos, son ellos los que van a dar luego en el trabajo de estudio, todos los puntos de apoyo de la música en el medio en que se produjo y de la función que en él cumplió”. Lauro Ayestarán, 19571 6

Hacia 1943 Lauro Ayestarán (1913-1966) se lanzó al trabajo de campo para profundizar el estudio sistemático de las músicas populares y tradicionales del Uruguay. La tarea de recolección musical, primera y única en su alcance en la historia de nuestro país, continuó hasta junio de 1966 y quedó interrumpida por la repentina muerte del musicólogo, que hasta entonces había construido un acervo de más de tres mil grabaciones realizadas en cincuenta y dos localidades. Recorrió decenas de miles de kilómetros dentro de Uruguay, viajando en tren, ómnibus y carreta, cargando con equipos de hasta treinta kilos.

A lo largo de esos veintitrés años de investigación, el registro sonoro se complementó con fichas, pautaciones, transcripciones, diario de viaje y fotografías. Para dar contexto a los hechos musicales se generaban imágenes de los músicos y sus entornos, de los instrumentos y las formas de ejecutarlos, y también de lo coreográfico, cuando la música acompañaba a la danza o al juego. Las fotografías eran tomadas en su mayoría por el propio Ayestarán, quien contó además con los aportes de otros fotógrafos en diferentes etapas del trabajo de documentación. Entre ellos se destacan Apolo Ronchi2 y Enrique Pérez Fernández3. En el Centro Nacional de Documentación Musical se conservan cientos de negativos y ampliaciones producidos durante aquella enorme labor de recopilación, sistematización y análisis. Sobre la base de esos materiales fue realizada la presente selección, que brinda un panorama amplio y representativo de las personas entrevistadas y las expresiones musicales documentadas, respetando la visión abarcativa e integradora que Ayestarán imprimió a su trabajo. Centro Nacional de Documentación Musical Lauro Ayestarán

Lauro Ayestarán: “Metodología de la investigación folclórica”, en semanario Marcha, Montevideo, 1º de febrero de 1957. 2 Apolo Ronchi, músico ítalo-uruguayo, docente de música y compositor de numerosas piezas para niños, era además fotógrafo aficionado. Nacido en Galati, Rumania, en 1896, vivió sus primeros años entre Turín, Italia, y Montevideo, radicándose definitivamente en Paysandú en 1915. Falleció en Montevideo en 1963. Desde 1992, la Escuela Nº 106 de Paysandú lleva su nombre. 3 Enrique Pérez Fernández, fotógrafo profesional, se desempeñó como fotoperiodista. Expuso en muestras individuales y colectivas, obteniendo varios premios. A partir de 1965 se volcó a la realización de audiovisuales, y sobre el final de su carrera incursionó en la técnica del solarizado. Nació en Montevideo en 1922, ciudad en la que falleció en 1992.

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Con visión abarcativa e integradora, crítico respecto a los modelos de la época, Ayestarán entrevistó a personas de diferentes generaciones y contextos socioculturales y se preocupó por numerosas formas de expresión musical popular: las especies tradicionales criollas, el repertorio infantil, el candombe, los tercios de velorio y otras formas musicales compartidas con Brasil, el tango, la murga, los pregones de oficios callejeros, la música de los organillos, el canto de los carreros.

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Leรณn Aquino (acordeรณn de una hilera). Treinta y Tres. 3 de agosto de 1956. (Foto: Lauro Ayestarรกn).


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Dionisio Almeida. Paysandú. 24 de setiembre de 1948. (Foto: Apolo Ronchi). Nacido en Concordia, provincia de Entre Ríos, Argentina, al momento de la foto Almeida tenía 66 años. Oyó improvisar a Gabino Ezeiza en 1894 y conoció a varios payadores de principios del siglo XX, entre ellos Arturo de Nava.

Héctor Abriola. Rocha. 25 de agosto de 1947. (Foto: Lauro Ayestarán). Nacido en Florida y luego radicado en Rocha, al momento de la foto Abriola tenía 30 años. Se definía como “guitarrero y cantor en ferias y pulperías”.


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Francisco Beltrán Silva (acordeón de dos hileras). Nueva Palmira, departamento de Colonia. 1º de noviembre de 1948. (Foto: Lauro Ayestarán).

Aquilino Pío (acordeón de dos hileras). Salto. 15 de abril de 1965. (Foto: fotógrafo ambulante sin identificar). Nacido en Carumbé, departamento de Salto, y radicado en la capital del mismo departamento, Aquilino Pío fue un popular acordeonista de bailes. Había sido peón de estancia.


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Luis Torterolo (acordeón de una hilera). San José. 18 de agosto de 1956. (Foto: Lauro Ayestarán).

Facundo Sienra. Trinidad, departamento de Flores. 25 de agosto de 1958. (Foto: Lauro Ayestarán).


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José Barrios (cantante y guitarrista). Montevideo. 14 de setiembre de 1958. (Foto: Lauro Ayestarán).

Eleuterio López, El Paraguay. José Pedro Varela, departamento de Lavalleja. 18 de febrero de 1956. (Foto: Lauro Ayestarán). Al momento de la foto, López tenía 95 años. Grabó para Ayestarán cuarenta coplas, aprendidas oralmente entre 1880 y 1900 en las estancias de los alrededores de José Pedro Varela.


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Eugenia Techera (cantante y guitarrista). Mariscala, departamento de Lavalleja. 16 de noviembre de 1956. (Foto: Lauro Ayestarรกn).

Francisco Falero (armรณnica de boca). Mariscala, departamento de Lavalleja. 16 de noviembre de 1956. (Foto: Lauro Ayestarรกn).


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Bonifacio Fleitas. PaysandĂş. 23 de setiembre de 1946. (Foto: Apolo Ronchi).

Humberto Ponte. Mercedes, departamento de Soriano. 9 de noviembre de 1956. (Foto: Lauro AyestarĂĄn).


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Floro Rodríguez (acordeón de una hilera). San José. 18 de agosto de 1956. (Foto: Lauro Ayestarán).

Tomás Francisco Moreno (acordeón de una hilera). Lascano, departamento de Rocha. 26 de junio de 1958. (Foto: Lauro Ayestarán).


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Atalibio Ribeiro (acordeón de una hilera). Paysandú. 24 de setiembre de 1946. (Foto: Apolo Ronchi).

Fructuoso Rodríguez (guitarra y acordeón de dos hileras). Young, departamento de Río Negro. 24 de setiembre de 1948. (Fotos: Apolo Ronchi).


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Ataúlfo Presa. Tacuarembó. 15 de diciembre de 1948. (Foto: Lauro Ayestarán).

Feliciano Migliarini. Tacuarembó. 15 de diciembre de 1948. (Foto: Lauro Ayestarán).

José María de la Concepción Núñez. Rocha. 21 de noviembre de 1948. (Foto: Lauro Ayestarán). Nacido en Brasil, Núñez era soldado y realizaba actuaciones como músico desde 1885.


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Lauro Ayestarán y Policarpo Pereira (arco musical). Montevideo. 2 de setiembre de 1943. (Foto: Isabel Aretz). El arco musical de Policarpo Pereira es un cordófono percutido. La tensión de la cuerda se genera mediante la curvatura del arco y la resonancia se produce en la cavidad bucal. Pereira tenía 89 años al momento de la foto y fue entrevistado en el marco de una serie de grabaciones realizadas en 1943 en colaboración con la investigadora argentina Isabel Aretz.

Músico callejero anónimo (monocordio de elaboración doméstica). Montevideo. Año 1965. (Foto: Enrique Pérez Fernández). El instrumento estaba conformado por una lata de aceite como caja de resonancia, con una boca abierta al frente, y un palo de escoba como mango. Una única cuerda metálica era tañida con un plectro o púa en la mano derecha. La mano izquierda, con un frasco pequeño de vidrio, pisaba la cuerda y se deslizaba a lo largo de ella.


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Bandoneonista anónimo. Feria dominical de la calle Tristán Narvaja, esquina Mercedes, Montevideo. 15 de febrero de 1964. (Foto: Lauro Ayestarán).

Antonio Cadenacho (galleta y guitarra). Montevideo. 2 de marzo de 1947. (Foto: Apolo Ronchi). La galleta, instrumento de la familia del mirlitón, es un mate partido en dos mitades atadas con un hilo. Se aplica a la boca y se canta sobre “tu” u otra sílaba equivalente.

Francisco Giacosa (acordeón de dos hileras). Montevideo. 2 de setiembre de 1943. (Foto: Apolo Ronchi).


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Nicolรกs Basso (payador). Feria dominical, Montevideo. 23 de diciembre de 1962. (Fotos: Lauro Ayestarรกn).


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Ángel Orestes Giacoy (payador). Sarandí Grande, departamento de Florida. 29 de setiembre de 1956. (Foto: Lauro Ayestarán).

Lucio Sosa (payador). Mercedes, departamento de Soriano. 9 de noviembre de 1956. (Foto: Lauro Ayestarán).


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José Gabriel Carró (payador). Paysandú. 23 de setiembre de 1948. (Foto: Apolo Ronchi).

Lauro Ayestarán y Apolo Ronchi (a su derecha) grabando en el Liceo Departamental de Paysandú. Los entrevistados son José Gabriel Carró (izquierda) y Eduardo Fantoni (centro). 23 de setiembre de 1946. (Foto: Héctor Graniero). Desde 1946 y hasta 1952 Ayestarán realizó sus grabaciones en discos de acetato. En la fotografía aparece el primero de los grabadores utilizados.


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Pedro DĂ­az (acordeĂłn de dos hileras) y Marcelino Barrientos (guitarrista y acordeonista). Young, departamento de RĂ­o Negro. 24 de setiembre de 1948. (Foto: Apolo Ronchi).

Justo Peralta (cantante, guitarrista y acordeonista) y un nieto. Durazno. 6 de diciembre de 1947. (Foto: Apolo Ronchi).


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Juan A. Feijoo. Paysandú. 17 de abril de 1950. (Foto: Apolo Ronchi).

Dámaso Gamarra. Colonia. 9 de octubre de 1949. (Foto: Lauro Ayestarán). Al momento de la foto Gamarra tenía 62 años. Era tropero y realizaba actuaciones como músico desde 1905.

Lucas Buschiazzo. Durazno. 18 de julio de 1947. (Foto: Apolo Ronchi). Nacido en Génova, Italia, Buschiazzo llegó a Uruguay al año de edad. Era cantante y guitarrista profesional de bailes, y realizaba actuaciones desde 1880. Al momento de la foto tenía 85 años.


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José Núñez (acordeón de una hilera). Paysandú. 24 de setiembre de 1946. (Foto: Apolo Ronchi).

Pedro Silva Solnino (acordeón de una hilera). Durazno. 16 de julio de 1947. (Foto: Apolo Ronchi). Al momento de la foto, Silva tenía 84 años. Grabó para Ayestarán una marcha sobre la retirada del bando blanco en la batalla del Sauce en 1870, pieza que había oído tocar 70 años antes.


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Julián Fernández (acordeón de tres hileras). La Paz, departamento de Canelones. 12 de noviembre de 1965. (Foto: Lauro Ayestarán).

Andrés Greppi (violín) y Carmen Campanella. La Paz, departamento de Canelones. 12 de noviembre de 1965. (Foto: Lauro Ayestarán).


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Elías Rodríguez y Dora Soba. Treinta y Tres. 4 de agosto de 1956. (Fotos: Lauro Ayestarán).

Miguel Artigas Gómez (acordeón de dos hileras) y Carlos Maidana (guitarra). Sarandí Grande, departamento de Florida. 29 de setiembre de 1956. (Foto: Lauro Ayestarán).


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Bibiano Cenoz (acordeón a piano) y Guillermo Smith (guitarra). La Paz, departamento de Colonia. 26 de junio de 1949. (Foto: Lauro Ayestarán).

Ercilio Querois (acordeón de dos hileras) y Diego Bordón López (guitarra). Carmen, departamento de Durazno. 11 de setiembre de 1954. (Foto: Lauro Ayestarán). Querois nació en Yaguarí, 6ª Sección del departamento de Rivera, y tenía 50 años al momento de la foto. Bordón nació en Treinta y Tres y tenía 65 años. Ambos se habían radicado en Carmen.


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Lauro Ayestarán grabando en el Liceo Oficial de Enseñanza Secundaria de Sarandí del Yi, departamento de Durazno. Los entrevistados son Asunción Aristegui (izquierda) y Rosario Míguez (derecha). 19 de junio de 1957. (Fotos: Castro). En 1952, luego de una primera etapa de grabaciones en disco de acetato, Ayestarán pudo acceder a grabadores de cinta magnética. En las fotografías se observa un modelo que permitía registrar en ambos soportes.


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Lauro Ayestarán grabando en la ciudad de Treinta y Tres. El entrevistado es Artigas Ipuche. 27 de junio de 1958. (Foto: De Grandi).

Lauro Ayestarán grabando en Aguas Corrientes, departamento de Canelones. El entrevistado es Ramón López. 14 de enero de 1962. (Foto: Juan Carlos Santurión). Los grabadores de cinta magnética, cada vez más livianos y transportables, permitieron a Lauro Ayestarán aumentar el alcance de la investigación. En la fotografía aparece el primero de sus grabadores a batería.


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Juan Acevedo Viera (cantante de tercios de velorio). Florida. 7 de enero de 1956. (Fotos: Lauro Ayestarán). Acevedo Viera tenía 80 años al momento de la foto. Grabó para Ayestarán, entre otras piezas, un tercio que se cantaba en Artigas a fines del siglo XIX. Su padre había sido “capellán” de tercios de velorio. En la primera de las fotografías lo acompaña Lauro Ayestarán.


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Francisco Martín (cantante y recitador de tercios de velorio). José Pedro Varela, departamento de Lavalleja. 18 de febrero de 1956. (Foto: Lauro Ayestarán).

Celanira González (cantante de tercios de velorio) con el Estandarte del Divino. Rivera. 24 de setiembre de 1960. (Foto: Lauro Ayestarán). González era lavandera y “capellana” de tercios de velorio en Rivera y en Santana do Livramento.


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José Ramírez. Paysandú. 23 de setiembre de 1948. (Foto: Apolo Ronchi).

Presbiter Moltracio. Paysandú. 3 de abril de 1954. (Foto: Apolo Ronchi). Moltracio tenía 69 años al momento de la foto. Grabó para Ayestarán, entre otras piezas, una milonga que se cantaba en la Revolución de 1904 y que había aprendido hacia 1910. Era curandero.


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Ovidio Terra, Seu Ovidio (bandónica). Rocha. 21 de noviembre de 1948. (Foto: Lauro Ayestarán). Nacido como hijo de esclavos en la costa brasileña de la Laguna Merín, Terra tenía 80 años al momento de la foto. Era acordeonista de bailes y realizaba actuaciones desde la década de 1880.

Pablo Noria (acordeón de dos hileras). Minas, departamento de Lavalleja. 5 de setiembre de 1954. (Foto: Lauro Ayestarán). Nacido en Solís, Noria se radicó en Minas hacia el año 1940. Era picapedrero y realizaba actuaciones como músico desde 1913.


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Juan F. García. Minas, departamento de Lavalleja. 4 de setiembre de 1954. (Foto: Lauro Ayestarán). Nacido en Aiguá, departamento de Maldonado, vivió dos años en Montevideo y luego se radicó en Minas. Era cantante y guitarrista ambulante. Al igual que varios otros músicos entrevistados, García era ciego.

Ricardo Máximo, Ricardito. Sarandí del Yi, departamento de Durazno. 22 de octubre de 1949. (Foto: Lauro Ayestarán). Máximo tenía 78 años al momento de la foto y había participado en 1904 como soldado en la batalla de Tupambaé. Grabó para Ayestarán, entre otras piezas, una marcha ejecutada durante dicha batalla por parte del ejército colorado.


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Fermín Martínez (acordeón de dos hileras). La Plata, departamento de Maldonado. 10 de abril de 1964. (Foto: Lauro Ayestarán).

Tomasito Espinosa (acordeón de dos hileras). La Plata, departamento de Maldonado. 10 de abril de 1964. (Foto: Lauro Ayestarán).


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Sabino Duval (acordeรณn de dos hileras). Rivera. 24 de setiembre de 1960. (Foto: Lauro Ayestarรกn).

Justo Rufino dos Santos, Polcasola (bandoneรณn). Paso de los Toros, departamento de Tacuarembรณ. 29 de octubre de 1949. (Foto: Lauro Ayestarรกn).


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Ubaldo Corrales. José Pedro Varela, departamento de Lavalleja. 23 de octubre de 1954. (Foto: Lauro Ayestarán). Al momento de la foto, Corrales tenía 81 años. Grabó para Ayestarán una cifra que aprendió en Rincón de Ramírez hacia 1885, oída de un payador “que andaba de estancia en estancia por esos años”.

Wenceslao Núñez. Minas, departamento de Lavalleja. 15 de diciembre de 1946. (Foto: Lauro Ayestarán).


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Braulio Manuel Ojeda. Durazno. 15 de julio de 1947. (Foto: Apolo Ronchi).

Olegario Velázquez. Aiguá, departamento de Maldonado. 12 de octubre de 1947. (Foto: Lauro Ayestarán).

Pío Moyano. Nueva Palmira, departamento de Colonia. 31 de octubre de 1948. (Foto: Lauro Ayestarán). Moyano era agricultor y, según anota Ayestarán, “curandero de gran prestigio”. Realizaba actuaciones como músico desde 1885.


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Marcelino Barrientos (acordeĂłn de dos hileras). Young, departamento de RĂ­o Negro. 24 de setiembre de 1948. (Foto: Apolo Ronchi).

Emilio Rivero (acordeonista y guitarrista) y su esposa. Porvenir, departamento de PaysandĂş. 12 de diciembre de 1947. (Foto: Apolo Ronchi).


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Jesús Penela. Aguas Corrientes, departamento de Canelones. 12 de octubre de 1957. (Foto: Lauro Ayestarán).

Albérico Camejo y Nepomuceno Camejo. Aguas Corrientes, departamento de Canelones. 14 de enero de 1962. (Foto: Lauro Ayestarán).


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Ramรณn Lรณpez (cantante de estilos y payador). Aguas Corrientes, departamento de Canelones. 12 de octubre de 1957. (Fotos: Lauro Ayestarรกn).


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Afilador anónimo con flauta pánica. Montevideo. 14 de marzo de 1963. (Foto: Lauro Ayestarán).

Gerardo González (afilador). Montevideo. 21 de diciembre de 1963. (Foto: Lauro Ayestarán).

Organillero anónimo con organito callejero. Montevideo. 29 de abril de 1956. (Foto: Lauro Ayestarán).


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Carreros. Playa Verde, departamento de Maldonado. 15 de enero de 1957 (izquierda) y 17 de marzo de 1956 (derecha y pรกgina siguiente). (Fotos: Lauro Ayestarรกn).


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Dionisia Méndez. Treinta y Tres. 7 de diciembre de 1957. (Foto: Lauro Ayestarán). Méndez grabó para Ayestarán canciones del repertorio infantil aprendidas en su ambiente familiar hacia 1904. Tenía 62 años al momento de la foto y era lavandera.

Niñas de la Escuela de Práctica Nº 1 jugando y cantando la ronda infantil “Arroz con leche”. Maldonado. 22 de mayo de 1959. (Foto: Lauro Ayestarán).


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Niños de la Escuela de Práctica Nº 2 jugando y cantando la ronda infantil “Yo tengo una buena torre”. Treinta y Tres. 3 de mayo de 1958. (Foto: Lauro Ayestarán).

Silvia O’Neill Islas, Ruth Rodríguez, Elvira Arambillet y dos niños sin identificar, alumnos de la escuela Nº 2, jugando y cantando “Andelito de oro”. Durazno. 10 de mayo de 1958. (Foto: Lauro Ayestarán).


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Josefina Menéndez. Carmelo, departamento de Colonia. 4 de setiembre de 1959. (Foto: Lauro Ayestarán). Menéndez tenía 24 años al momento de la foto. Grabó para Ayestarán el romance “Delgadina”.

Nilma Sosa Lago y Clara Hernández jugando y cantando el romance “Delgadina”. Carmelo, departamento de Colonia. 4 de setiembre de 1959. (Foto: Lauro Ayestarán). Al momento de la foto, las niñas tenían 11 y 12 años, respectivamente.


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Aurora Salavarría Fernández. Minas, departamento de Lavalleja. 4 de setiembre de 1954. (Foto: Lauro Ayestarán). Salavarría Fernández tenía 77 años al momento de la foto. Grabó para Ayestarán, entre otras canciones del repertorio infantil, “San Severín del monte” y “Arrorró”.

Niñas jugando y cantando la ronda infantil “Madrugué una mañana”. Melo. 4 de octubre de 1959. (Foto: Lauro Ayestarán).


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Raquel Rodríguez. Durazno. 10 de mayo de 1958. (Foto: Lauro Ayestarán).

Elba Doris Fernández. Treinta y Tres. 3 de mayo de 1958. (Foto: sin datos).


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Mirta Gonnet. Lascano, departamento de Rocha. 26 de junio de 1958. (Foto: Lauro Ayestarán).

Héber Aquino. Durazno. 10 de mayo de 1958. (Foto: Lauro Ayestarán).


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José Ministeri, Pepino (director de la murga Los Patos Cabreros). Montevideo. Año 1965. (Foto: Enrique Pérez Fernández). Lauro Ayestarán documentó actuaciones de murgas desde 1946. Los Patos Cabreros fueron registrados por el musicólogo ese año desde el Teatro de Verano del Parque Rodó y en otras dos oportunidades en la avenida 18 de Julio durante los desfiles de Carnaval de 1961 y 1962.

Portaestandarte de Lonjas de Cuareim en el octavo Desfile Oficial de Llamadas. Calle Ansina, Montevideo. 4 de marzo de 1965. (Foto: Enrique Pérez Fernández). Lonjas de Cuareim era el conjunto de tambores de la comparsa Morenada y estaba dirigido entonces por Juan Ángel Silva. En el octavo Desfile Oficial participaron ocho agrupaciones, que fueron registradas por un equipo técnico de imagen y sonido bajo la dirección general de Lauro Ayestarán.


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Portaestrella en el noveno Desfile Oficial de Llamadas. Calle Cuareim, Montevideo. 24 de febrero de 1966. (Foto: Enrique Pérez Fernández). El noveno Desfile Oficial fue también registrado por un completo equipo técnico dirigido por Lauro Ayestarán. En aquel desfile participaron cinco agrupaciones. Esta fotografía fue tomada frente al conventillo Mediomundo.

Escobero en el octavo Desfile Oficial de Llamadas. Calle Cuareim, Montevideo. 4 de marzo de 1965. (Foto: Enrique Pérez Fernández).


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Mama vieja y gramilleros en el noveno Desfile Oficial de Llamadas. Calle Cuareim, Montevideo. 24 de febrero de 1966. (Foto: Enrique Pérez Fernández). La fotografía fue tomada frente al conventillo Mediomundo.

Llamada del Cordón o Lonjas del Cordón en el noveno Desfile Oficial de Llamadas. Adelante: Hugo Álvarez (miembro del equipo de grabación). Montevideo. 24 de febrero de 1966. (Foto: Enrique Pérez Fernández). En el noveno Desfile Oficial participaron con la Llamada del Cordón veintiocho tamborileros.


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Músicos anónimos en llamada callejera de tambores. Feria dominical de la calle Tristán Narvaja, Montevideo. 15 de febrero de 1964. (Fotos: Lauro Ayestarán).

Músicos anónimos en llamada callejera de tambores. Feria dominical de la calle Tristán Narvaja, esquina Uruguay, Montevideo. Febrero de 1966. (Foto: Enrique Pérez Fernández).


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Waldemar Fortes (chico) y Juan Carlos Fortes (piano). Sede del Teatro del Pueblo, Montevideo. 6 de marzo de 1966. (Foto: Enrique Pérez Fernández). Lauro Ayestarán grabando a integrantes del Teatro Negro Independiente: Humberto Barbat (bajo o bombo), Nelson Soria (chico), Luis Alberto Méndez (piano) y Waldemar Fortes (repique). Sede del Teatro del Pueblo (Teatro Victoria), calle Río Negro 1483, Montevideo. 22 de enero de 1966. (Foto: Enrique Pérez Fernández).

Luis Alberto Méndez (piano), Waldemar Fortes (repique) y Humberto Barbat (chico). Sede del Teatro del Pueblo, Montevideo. 22 de enero de 1966. (Foto: Enrique Pérez Fernández).

Las fotografías en esta página registran dos situaciones de “conversación” de tambores, expresión calificada por Lauro Ayestarán como “un refinado ejercicio lúdico”.


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Eulogio Celestino, El Gitano (constructor de tambores), entrevistado por Ayestarán. Conventillo Mediomundo, calle Cuareim 1080, Montevideo. 4 de enero de 1966. (Foto: Enrique Pérez Fernández).

Eulogio Celestino. Conventillo Mediomundo, Montevideo. 4 de enero de 1966. (Foto: Enrique Pérez Fernández).

Eulogio Celestino en la puerta de su domicilio, calle Cuareim 969, Montevideo. Sin fecha. (Foto: Enrique Pérez Fernández).


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Valentín Piñeiro, El Gaucho (constructor de tambores), entrevistado por Ayestarán. Patio del conventillo de la calle Gaboto 1665, Montevideo. 21 de mayo de 1966. (Foto: Enrique Pérez Fernández).

Valentín Piñeiro. Patio del conventillo de la calle Gaboto 1665, Montevideo. Año 1966. (Foto: sin datos).

María Cristina Haedo con su hija Silvia Haedo, Norma Haedo con su hija Estela Ocampo, y Leopoldo Pintos (repique). Patio del conventillo de la calle Gaboto 1665, Montevideo. 21 de mayo de 1966. (Foto: Enrique Pérez Fernández). Con esta fotografía Ayestarán ilustraba un concepto que defendía insistentemente: “La técnica del tamboril, como todo acto de cultura, se transmite por ejercicio societario, no por la vía genética”. Al dorso de la foto impresa en papel el musicólogo escribió, irónicamente y con espíritu didáctico: “Grafodrama: ‘el negro lleva el ritmo en la sangre...’”.


documentos y objetos

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Al centro: Salvador Pereira, El Pardo, y Aquiles Pintos en llamada de tambores. Patio del conventillo de la calle Gaboto 1665, Montevideo. 15 de febrero de 1964. (Foto: Enrique Pérez Fernández). El 18 de junio de 1966, en una tercera visita al conventillo de la calle Gaboto, Ayestarán realizó la que sería su última sesión de grabaciones.


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Esquemas de Lauro Ayestarán sobre metodología de investigación, reunidos en la carpeta rotulada “Ensayo sobre la investigación folclórica”. El esquema de la derecha de la página siguiente se corresponde con la formulación del tema en su curso del año 1966 en la carrera de Musicología de la Facultad de Humanidades y Ciencias.


Cámara fotográfica de Apolo Ronchi, colaborador de Ayestarán en la tarea de documentación.

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Fichaje de negativos fotográficos realizado por Lauro Ayestarán.

Ficha-sobre de negativos fotográficos y negativo monocromo de gelatinobromuro sobre plástico (7 x 11,2 cm).

Mecanoscrito de Ayestarán con datos estadísticos de su tarea de recopilación musicológica al 7 de octubre de 1958.

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Fragmento del diario de viaje de Ayestarán, donde se documenta una de las visitas a “El Paraguay” en los alrededores de José Pedro Varela. En el registro se hace referencia a la fotografía tomada frente al rancho del entrevistado.


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Fichaje de la entrevista realizada a “El Gitano” en Montevideo. En el documento se hace referencia a la serie de fotografías tomadas por Enrique Pérez Fernández.


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Copias por contacto de los negativos de 35mm que registran la sesión del 21 de mayo de 1966 en el patio del conventillo de la calle Gaboto 1665. En la serie de fotografías, tomadas por Enrique Pérez Fernández, se documenta una secuencia completa de grabaciones realizadas por Ayestarán y su equipo.


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Copias por contacto de los negativos de formato medio (5,6 x 5,5 cm) que registran el juego infantil “A la rueda, rueda”. Las fotografías, tomadas por Ayestarán en Montevideo el 11 de diciembre de 1957, documentan distintos momentos del juego. De arriba a abajo y de izquierda a derecha: “a la rueda, rueda”, “vino la maestra”, “que viva la pipa” y “del vino carlón”. Las marcas que se observan son indicaciones para el reencuadre.

Ampliaciones en papel (24,1 x 17,6 cm), clasificadas y rotuladas por Ayestarán, del registro del juego infantil “Yo tengo una buena torre”. Las fotografías fueron tomadas por Ayestarán en Treinta y Tres, el 3 de mayo de 1958, y documentan distintos momentos del juego. De arriba a abajo y de izquierda a derecha: “yo tengo una buena torre”, “y qué oficio le pondremos…” y “la torre a destruir”.


Ampliación en papel en gran formato (53 x 50 cm) de un retrato del músico Lucio Sosa. La fotografía fue tomada por Lauro Ayestarán en Mercedes, departamento de Soriano, el 9 de noviembre de 1956.

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Fotografía anónima tomada a Lauro Ayestarán en su estudio y publicada en el diario La Mañana hacia 1963.

Ampliación en papel (30 x 30 cm) de una fotografía tomada a Jesús Penela y Nepomuceno Camejo durante una fiesta popular en homenaje al músico Ramón López. La imagen fue registrada por Lauro Ayestarán en Aguas Corrientes, departamento de Canelones, el 19 de mayo de 1957.

Clisé (14,3 x 12,8 cm) de la foto publicada en el diario La Mañana.


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Artículos de divulgación de Lauro Ayestarán con utilización de fotografías de su archivo. Artículo “La Serenata” y fragmentos de los artículos “La mazurca o ranchera” (derecha arriba) y “La cifra” (derecha abajo), publicados en el suplemento dominical de El Día. Montevideo, 2 de mayo, 18 de abril y 28 de marzo de 1948 respectivamente.

Artículo “El folklore musical del departamento”, publicado en la revista Paysandú, número especial, Exposición Industrial y Agraria 1948.


Grabadores Norton (de disco de acetato y de cinta magnética) y Butoba (de cinta magnética), utilizados por Ayestarán en distintas etapas de su labor de investigación.

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Disco de acetato de base metálica de 25 cm.

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Cinta magnética de carrete abierto.


Centro Nacional de Documentación Musical Lauro Ayestarán

Cometidos El proyecto del Centro Nacional de Documentación Musical (CDM) se basa en el espíritu de Lauro Ayestarán (1913-1966), pionero de una musicología uruguaya, abarcativa de todos los ámbitos de actividad cultural que presentan aspectos musicales, con una visión abierta a otras expresiones culturales, a otros ámbitos antropológicos, a otras manifestaciones artísticas. Quiere rescatar también el camino latinoamericanista iniciado en la década de 1930 por el musicólogo germano-uruguayo Francisco Curt Lange (1903-1997), basado fundamentalmente en la música culta, pero abriendo caminos a las expresiones indígenas, afroamericanas y populares mestizas.

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El CDM alberga documentos en diferentes soportes físicos o digitales y provenientes de todas las ramas de la música. Asume como tarea el conservar estos documentos, restaurarlos cuando corresponde y, en todos los casos, ponerlos a disposición de los investigadores y del público en general para su consulta. Desarrolla por otra parte actividades destinadas a generar conocimiento del más alto nivel posible: coloquios internacionales, jornadas de estudio, aportes a la investigación. Finalmente, busca divulgar los documentos contenidos en su acervo y hacer accesible el conocimiento generado, a través de libros, discos y videos documentales, destinados tanto a públicos especializados como no especializados. A esos materiales se suma el sitio en internet de la institución (www.cdm.gub.uy).

Breve historia institucional En junio de 2002 el Ministerio de Educación y Cultura decidió hacerse cargo del acervo que custodiaba la familia Ayestarán: valiosísimos ficheros, gran cantidad de carpetas temáticas, fotografías, libros, aparatos, y el archivo de la esposa de don Lauro, Flor de María Rodríguez Romero (1913-2001), quien lo había secundado en el área de lo coreográfico y había continuado después de 1966 trabajando en ese terreno. En setiembre de 2003

se confió el cuidado del acervo a una comisión honoraria a la que se responsabilizó por la “organización, clasificación, conservación y protección”. El Estado uruguayo asumió plenamente la responsabilidad de los materiales adquiridos con el traslado, en diciembre de 2008, de los contenedores y paquetes desde la casa de la familia Ayestarán a dependencias del Ministerio de Educación y Cultura. Sobre la base de esos materiales, el 26 de marzo de 2009 fue creado por resolución de dicho ministerio el Centro Nacional de Documentación Musical Lauro Ayestarán. El 15 de octubre de 2010 fue inaugurada su sede provisoria, cedida gentilmente por la Administración Nacional de Educación Pública. Las tareas realizadas desde entonces han incluido el inventario y ordenamiento, la correlación de los distintos materiales entre sí, la clasificación y catalogación, y el comienzo de recuperación de la valiosa documentación. Se ha iniciado la digitalización de escritos, pautaciones e imágenes y se han confeccionado bases de datos informáticas para la consulta y el acceso a numerosos contenidos. Mientras tanto, se obtuvo la cesión de un respaldo digital de las grabaciones de campo de Lauro Ayestarán que habían sido preservadas en el Museo de la Música de Suecia, y se recuperó en reprografía digital cerca de un centenar de partituras de la Colección Lauro Ayestarán de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, obtenidas en gestión oficial en colaboración con el Archivo General de la Nación. El acervo ayestaraniano se ha visto enriquecido con donaciones de otros fondos y colecciones, y una primera etapa de adquisiciones. El funcionamiento del CDM como divulgador de sus contenidos y organizador de actividades ha ido generando, por otra parte, importantes materiales para la institución, para los estudiosos de la cultura, y para la comunidad. Descripción del acervo El CDM alberga: libros relacionados con lo musical y lo dancístico, colecciones de revistas especializadas, manuscritos

y mecanoscritos de artículos y de libros, partituras de música culta y de música popular (manuscritas, impresas y también digitalizadas y fotocopiadas), grabaciones de campo en diferentes soportes, fonogramas de música culta y popular, rollos de pianola, fichas correspondientes a las grabaciones provenientes de los diversos acervos y nuevos formatos de fichas para las grabaciones que se van generando, carpetas de documentación de los distintos acervos, correspondencia de Lauro Ayestarán, de Héctor Tosar y de otras personalidades de relevancia histórica, programas de conciertos, recortes de prensa, negativos fotográficos en diferentes formatos, ampliaciones, imágenes digitalizadas y otros materiales iconográficos, material audiovisual en formatos analógicos y digitales, artefactos históricos para la reproducción de sonido.

Vínculos con otras instituciones En diversas instancias, se ha contado con el asesoramiento de las direcciones de otros organismos oficiales: el Archivo General de la Nación, la Escuela Universitaria de Bibliotecología y Ciencias Afines, y el Centro de Fotografía de Montevideo. Y se ha contado con el apoyo de la Comisión Nacional para la Unesco, del Programa de Apoyo al Desarrollo de los Archivos Iberoamericanos (ADAI), del Banco de la República, de la Dirección Nacional de Impresiones y Publicaciones Oficiales (IMPO), del Departamento de Cultura de la Intendencia de Montevideo, de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación, del Sodre a través de su auditorio y de sus emisoras de radio, del Teatro Solís, de la Sala Zitarrosa, de las inspecciones de música de los entes de enseñanza, del Plan Ceibal, de Antel, y de la Embajada de la República Argentina. Se han realizado también actividades en colaboración con otras varias instituciones: el mencionado Centro de Fotografía, el Centro de Investigación, Documentación y Difusión de las Artes Escénicas del Teatro Solís, la Sección de Archivo y Documentación del Instituto de Letras de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, y el Archivo General de la Universidad de la República.

129


Centro de Fotografía de Montevideo

El sentido del Centro de Fotografía de Montevideo (CdF) es trabajar desde la fotografía con el objetivo de incentivar la reflexión y el pensamiento crítico sobre temas de interés social, propiciando el debate sobre la formación de identidades y aportando a la construcción de ciudadanía. Sobre la base de estos principios desarrollamos diversas actividades desde enfoques y perspectivas plurales. Por esta razón, gestionamos bajo normas internacionales un acervo que contiene imágenes de los siglos XIX, XX y XXI, en permanente ampliación y con énfasis en la ciudad de Montevideo y, a la vez, promovemos la realización, el acceso y la difusión de fotografías que, por sus temas, autores o productores, sean de interés patrimonial e identitario, en especial para uruguayos y latinoamericanos. Asimismo, de acuerdo a estas definiciones, creamos un espacio para la investigación y generación de conocimiento sobre la fotografía en sus múltiples vertientes. 130

Contamos con un equipo de trabajo multidisciplinario, comprometido con su tarea, en permanente formación y profesionalización en las distintas áreas del quehacer fotográfico. Para ello promovemos el diálogo fluido y el establecimiento de vínculos con especialistas de todo el mundo y propiciamos la consolidación de un ámbito de encuentro, difusión e intercambio de conocimientos y experiencias con personas e instituciones del país y la región.

Nos proponemos ser una institución de referencia a nivel nacional y regional, generando contenidos, actividades, espacios de intercambio y desarrollo en las diversas áreas que conforman la fotografía en un sentido amplio y para un público diverso. El CdF se creó en 2002 y es una unidad de la División Información y Comunicación de la Intendencia de Montevideo. Desde julio de 2015 funciona en el que denominamos Edificio Bazar, histórico edificio situado en Av. 18 de Julio 885, inaugurado en 1932 y donde funcionara el emblemático Bazar Mitre desde 1940. La nueva sede, dotada de mayor superficie y mejor infraestructura, potencia las posibilidades de acceso a los distintos fondos fotográficos y diferentes servicios del CdF. Contamos con siete espacios destinados exclusivamente a la exhibición de fotografía: las tres salas ubicadas en el edificio sede -Planta Baja, Primer Piso y Subsuelo- y las Fotogalerías Parque Rodó, Prado, Ciudad Vieja y Villa Dolores, concebidas como espacios al aire libre de exposición permanente. Cada año realizamos convocatorias abiertas a todo público, nacional e internacional, para la presentación de propuestas de exposición. Las propuestas son seleccionadas mediante un jurado externo y se suman a las exposiciones invitadas y a las que coproducimos junto a otras instituciones, en el marco de nuestra política curatorial.

Realización

Fotografías impresas en duotono, a partir de archivos

Centro Nacional de Documentación Musical

digitales de 7100 píxeles (aprox.) en la base en escala de

Lauro Ayestarán

grises a 16 bits, generados mediante la digitalización en

Centro de Fotografía de Montevideo

un escáner Epson V700, de negativos monocromos de

Investigación, documentación y edición fotográfica

gelatinobromuro sobre plástico de diversos formatos.

Viviana Ruiz/CDM, Federico Sallés/CDM Supervisión musicológica

La mayoría de las reproducciones fueron realizadas

Coriún Aharonián

desde los negativos, respetando el encuadre original.

Edición de textos

En algunos casos, se podrán apreciar marcas sobre la

Alexandra Nóvoa/CdF

imagen. Se trata de referencias que se utilizaban como

Digitalización

indicación para el reencuadre. En aquellas ocasiones

Valeria Martínez/CdF, Sandra Rodríguez/CdF,

en las que no se encontró negativo, se recurrió a las

Federico Sallés/CDM

ampliaciones.

Fotografías de objetos y documentos Gabriel García/CdF (p.112), Federico Sallés/CDM

El presente libro fue realizado sobre la base de los

Tratamiento digital

materiales que integraron la muestra “Músicos (fotografías

Andrés Cribari/CdF, Gabriel García/CdF,

del Archivo Ayestarán)”, organizada conjuntamente por

Maite Lacava/CdF, Horacio Loriente/CdF

el CDM y el CdF entre el 1 de marzo y el 24 de abril de

Diseño

2013 en la Fotogalería del Prado, en Montevideo. Se han

Andrés Cribari/CdF

incluido también algunos materiales inéditos, y otros

Corrección

que formaron parte de la exposición documental “La

Stella Forner/IM

música en el Uruguay por Lauro Ayestarán –volumen II–”,

Impresión

organizada por el CDM y el CIDDAE entre el 7 de mayo y

Gráfica Mosca

el 7 de octubre del mismo año en la Sala de Exposiciones

D.L. 368190

del Teatro Solís. La muestra del Prado estuvo bajo la

ISBN 978-9974-36-315-1

responsabilidad de Gabriel García, Viviana Ruiz y Federico

Montevideo, Uruguay. 2016

Sallés, y la del Teatro Solís fue montada bajo la curaduría de Olga Picún, con diseño gráfico de Aldo Podestá y

Queda prohibida la reproducción total o parcial de

montaje de Osvaldo Reyno.

los contenidos de esta publicación, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa

El CDM agradece los aportes realizados por Enrique

correspondiente.

Pérez Franco, Aquiles Pintos, Apolo Ronchi hijo y los miembros de la familia Ayestarán en las distintas etapas de preparación de los materiales de este libro.

131


Ministra de Educación y Cultura

Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación

Intendente de Montevideo

María Julia Muñoz

Nelson Inda, presidente

Daniel Martínez

Renée Fernández Vittori Subsecretaria de Educación y Cultura

Domingo Gallo

Secretario General

Edith Moraes

José López Mazz

Fernando Nopitsch

Enrique Machado Director General de Secretaría

Gabriel Peluffo

Director División Información y Comunicación

Jorge Papadópulos

Ana María Rodríguez Ayçaguer

Santiago Brum

Apolo Romano Comisión honoraria del Centro Nacional de

Salvador Schelotto

Equipo CdF

Documentación Musical Lauro Ayestarán

Director: Daniel Sosa

Daniel Vidart, presidente

Asistente de Dirección: Susana Centeno

Coriún Aharonián

Curadora: Veronica Cordeiro

Leonardo Croatto

Coordinador: Gabriel García

Luis Ferreira

Coordinadora Sistema de Gestión: Gabriela Belo

Rubén Olivera

Coordinadora: Verónica Berrio

David Yudchak

Secretaría: Gissela Acosta, Natalia Castelgrande, Rodrigo Vieira

132

Director del CDM

Administración: Marcelo Mawad, Florencia Tomassini

Coriún Aharonián

Gestión: Gissela Acosta, Marcelo Mawad, Rodrigo Vieira, Gonzalo Bazerque

Equipo técnico

Producción: Mauro Martella

Fabrice Lengronne

Curaduría: Hella Spinelli

Viviana Ruiz

Fotografía: Carlos Contrera, Andrés Cribari

Federico Sallés

Expográfica: Andrés Cribari, Claudia Schiaffino, Florencia Tomassini, Nadia Terkiel

Equipo administrativo

Conservación: Sandra Rodríguez, Mariana Maidana

Verónica Bello

Documentación: Ana Laura Cirio, Mauricio Bruno,

Beatriz Ricci

Alexandra Nóvoa Digitalización: Maicor Borges, Horacio Loriente,

Contacto

Sandra Rodríguez, Paola Satragno, Mariana Maidana

Teléfono: +598 27099494

Investigación: Magdalena Broquetas, Mauricio Bruno,

Correo electrónico: info@cdm.gub.uy

Alexandra Nóvoa

Página en internet: www.cdm.gub.uy

Educativa: Lucía Nigro, Erika Núñez, Mariana Calabuig Atención al Público: Lilián Hernández, Andrea Martínez, José Martí, Marcelo Mawad, Erika Núñez, Mariana Calabuig, Noelia Echeto, Vanina Inchausti Comunicación: Francisco Landro, Elena Firpi, Laura Núñez, Nadia Terkiel, Karen Morales Técnica: Claudia Schiaffino, José Martí, Miguel Carballo Actores: Pablo Tate, Darío Campalans


músicos

Centro Nacional de Documentación Musical

fotografías del archivo Lauro Ayestarán

Lauro Ayestarán es una personalidad de gran peso en la vida cultural uruguaya de mediados del siglo XX. Nacido en Montevideo en 1913, desarrolla en su corta vida una intensísima labor como musicólogo, cubriendo las diferentes facetas posibles de tal tarea: el estudio de lo folclórico, el de las vertientes que confluyen en el mestizaje (la indígena, la africana, la europea), el de la música culta desde la colonia hasta lo contemporáneo, el de las músicas populares, el de las rondas y juegos infantiles. Más allá de la música, su labor incluye importantes ensayos en materia literaria, así como - en su etapa juvenil - valiosos trabajos de crítica de otras disciplinas culturales. Ayestarán es también un excelente docente y un empecinado divulgador del conocimiento. En 1936 pronuncia las primeras conferencias sobre temas de música, que se extenderán a lo largo de toda su vida. Durante una veintena de años es profesor en Enseñanza Secundaria y en los Institutos Normales, actividad que extenderá a la Escuela Municipal de Música y al Instituto de Profesores. Desde 1946 es profesor en la Facultad de Humanidades y Ciencias y desde 1957 en el entonces Conservatorio Nacional de Música. Fundador de la cátedra de Musicología en la Facultad de Artes y Ciencias Musicales de la Universidad Católica de Buenos Aires, la asume entre 1959 y 1963. Dicta además clases y conferencias en ámbitos universitarios en Brasil, Chile y Estados Unidos. En 1965 la Universidad de la República le concede el régimen de profesor en dedicación total. En 1941 ve la luz su primer folleto sobre Domenico Zipoli. A fines de esa década publica una serie de artículos de divulgación sobre folclore musical del Uruguay en el suplemento dominical de El Día, que serán seguidos, en la década siguiente, de varios textos conceptuales en el semanario Marcha. En 1953 edita, tras varios años de gestación, el volumen I de La música en el Uruguay, que será premiado por la Universidad de la República en 1955. Le siguen numerosos trabajos que abarcan diversos ámbitos de lo literario y de lo musical.

Lauro Ayestarán en su estudio de la calle Chuy 3208. Montevideo. 12 de noviembre de 1963. (Foto: S.d.).

Ayestarán muere tempranamente en 1966, en su ciudad natal.

fotografías del archivo Lauro Ayestarán

Centro Nacional de Documentación Musical Lauro Ayestarán


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