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Los imprescindibles
Tom Duijsens:
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De origen holandés y con nº de socio 1.187, Tom llegó a Altea en 1986 y al cabo de unos años se instaló en el Club Náutico de Altea, donde convivió muchos años junto a su mujer a bordo del PopArt. Lo cual le ha dotado de una visión bastante cercana y amplia acerca del club, llegando así a conocer a toda la marinería, al personal y la propia evolución del club en estos años.
Hoy en día sigue teniendo su barco y sigue viviendo a bordo de él.
¿Qué te llevó a venir a Altea? Cuando salía a navegar en Holanda siempre estaba lloviendo. Holanda es Holanda. Cuando hace sol es precioso, pero casi siempre hace mal tiempo. Entonces, cuando cumplí 30 años, estaba tan harto del clima que dije: ¡yo me voy! Mi sueño era ir a Costa Rica pero no tenia suficiente dinero, entonces pensé “podría ir a Grecia, pero era difícil irse allí, los italianos son muy machos y me voy a pelear allí…”, entonces me decidí por España. Me puse a mirar el clima de España y me di cuenta de que, en esta zona, en Altea y Benidorm, había un microclima, entonces vine aquí de vacaciones para ver cómo era la zona y en diciembre del 1986 volví con un coche lleno de cosas, una tabla de surf en el techo y algo de dinero. Así fue como llegué a Altea.
¿Y cómo te integraste en el mundo de la vela en Altea? Un amigo me habló de un chico que tenía un barco grande de regatas en el Club Náutico de Altea, era Daniël Campagne, que por desgracia nos dejó el pasado mes de abril (D.E.P. 18/4/2021). Tenía un barco de 12 metros, el Sweetie. Fui al club y le pregunté si podía navegar con él. Daniel me contesto: ¿que sabes de navegación? ¿y de español?, yo de aquella no hablaba muy bien español asi que me hizo hacer una lista con todas las partes del barco que conocía en holandés y la fue completando en español para que las aprendiera. Y así empecé a navegar en Altea, como tripulante del Sweetie. También salimos un día en otro crucero que tenía, con Roberto Sevilla y Tiste, que fueron de las primeras personas que conocí aquí en el club. Después Daniel se compró otro barco, el Platón, que era un 50 pies. Con el regateamos mucho, ganamos el Campeonato de España varias veces y participamos en la Copa del Rey. Fue muy fácil embarcarme aquí porque siempre hacían falta tripulantes.
¿Como empezó tu vinculación a la navegación? A los 6 años empecé a navegar en Holanda en un lago cerca de donde vivía, con un barco de madera. Era mi afición favorita, asi que mi padre me regaló un Europa Moth, aquel fue mi primer barco de regatas. Después acabé viviendo en un lago, en una casa flotante que tenía un amarre enorme de 22 metros, entonces mis amigos podían dejar ahí sus barcos y a cambio yo los usaba.
¿Por qué decidiste vivir en un barco dentro del club? Yo vivía con mi mujer en la zona de l’Olla cuando decidimos compraros un barco. Años después de que hicieran la autopista el tráfico empezó a aumentar tanto que era casi imposible vivir, entonces decidimos vender la casa y buscar otra cosa. Cuando la vendimos hacia poco que habíamos comprado el barco, esto fue en 2001, y mientras buscábamos un nuevo sitio nos fuimos a vivir en él. Hoy en día sigo viviendo ahí.
¿Cómo ha cambiado el club desde que llegaste? La verdad es que sigue casi igual. Se ha mantenido todo muy bien, pero como en esa época estaba pendiente la renovación de la concesión en el año 2000 y al final no la concedieron, no se han podido hacer grandes cambios.
¿Cuál fue tu primer barco en Altea? El Sun Viking, que lo compramos juntos mi mujer y yo. Mi sueño era dar la vuelta al mundo con ese barco, pero mi mujer no quería porque decía que era muy pequeño. Entonces lo vendimos y a los dos años compramos otro más grande, que es el barco que tengo hoy en día. Tiene ya 30 años. PopArt, es el nombre que tenía, pero no lo cambie porque da mala suerte cambiar el nombre de los barcos. Cuando lo compramos y lo trajimos a Altea, nos dimos cuenta de que el barco era muy ancho para el amarre que ya teníamos y no entraba. Menos mal que mi vecino, que tenía un barco más pequeño, me cedió parte de su amarre para que el PopArt pudiera entrar.
¿Has participado en muchas regatas desde que viniste a Altea?
Si, en Holanda también participe en alguna regata, pero no tantas como aquí. Aquí se organizan regatas casi todas las semanas. He participado varias veces en el Trofeo 5 Clubes, en la regata Diana de Oro del RCN Denia y tres veces en las 200 millas a2.
¿Recuerdas alguna experiencia significante de las 200 millas a2?
La primera vez que participé fue con el Avatar, en aquella famosa edición en la que solo volvió un barco. Recuerdo que salimos dirección a Benidorm, donde estaba la primera baliza, y cuando salimos de la bahía de Altea marcaba 63 nudos y, como éramos de los pocos participantes que aún no habíamos roto nada del barco, decidimos dar la vuelta y volver al puerto.
Empezaste en España un proyecto de barcos radio control, ¿En qué consistía? Ah sí, con los famosos Micro Magic. Hace años mi hermana me envío un artículo de Holanda en el que salía gente mayor jugando con barquitos de vela por radio control, al verlo me pareció un juego de niños, pero en una visita a Holanda vi uno de esos barcos en un escaparate y me entró la curiosidad por ver que era, asi qué me compré uno y lo traje a España. Cuando lo eché al agua tenía miedo de perderlo porque no sabía muy bien cómo funcionaba, pero la verdad es que navegaba muy bien. Tras sacarlo varias veces, les envíe un correo a la empresa holandesa que los fabricaba para preguntarles si había más MicroMagic en España para organizar pequeñas regatas. Su respuesta fue: “No, no hay, pero queremos que empieces a organizarlas”. Asi que me enviaron un barco más y nos hicieron una web con un foro para empezar a promoverlo. Los sábados y domingos sacábamos los MicroMagic para atraer a la gente, y poco a poco mas gente del club se animó y empezamos a organizar regatas con unos 10 barcos y la ayuda del club. El gran “boom” de los MicroMagic fue cuando Ginés Romero participó en una de las regatas y ganó, llevándose uno de los barcos, ahí se enganchó y gracias a el se empezó a unir más gente, incluido su amigo Guillermo Beltri que fue subcampeón del mundo en la clase de radiocontrol IOM.
A raíz de esto, se empezaron a formar en España flotas muy potentes de estos barcos, hasta el punto de llegar a ganar campeonatos europeos y formarse un comité de la clase en España, del que yo era presidente.
Tras vivir varios años en el barco dentro del club, habrás pasado por varias experiencias, ¿alguna destacable? Bueno, creo que lo más impactante ha sido vivir los incendios. En algunos me ha tocado avisar a marinería y en otros me han tenido que salvar a mí. He vivido 3 o 4 incendios en el puerto, algunos de ellos muy cerca de mi amarre. Una mañana me levante, abrí el tambucho y vi que había gente con cascos, eran los bomberos y me acerque para ver que pasaba. El problema no era tanto el barco que se estaba incendiando, si no que había gente en el velero de al lado y, del calor, el plástico de los tambuchos se había derretido y no podían salir. Al final pudieron salir por el tambucho de proa ya que no recibía tanto calor. Después de vivir esa experiencia instalé un tambucho más grande en proa, porque el mío era muy pequeño para poder salir. También llené el barco de extintores.
El último incendio que viví de cerca fue una lancha que estaba repostando en la gasolinera y empezó a arder, el fuego se expandió al barco más cercano, un 40 pies. Para frenar el fuego, sacaron el barco del amarre, pero yo veía como este se me acercaba y no sabía que hacer porque cada vez se notaba mas el calor y yo solo tenía una manguera pequeña en el barco. Al final lo sacaron del puerto con la zodiac y lo dejaron en la bahía hasta que llegaron los bomberos.