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VIERNES 27 DE AGOSTO DE 2010 / CIUDAD CCS / ÉPALE CCS

Ella lleva entre sus palabras el agradecimiento al Gobierno revolucionario, pues sin él estaría pasando muchas necesidades. Continúa con sus oraciones, le reza para que sus muchachos no se enfermen, estén siempre bien, por tener el dinero completo para los útiles escolares, los uniformes, y sobre todo, le suplica a Dios tener un techo propio. Por eso, explicó, “siempre es bueno tener lo de uno y al morirme dejarle cosas a mis hijos; que más que una casa. Por eso he ido a varias instituciones para anotarme en las listas para el otorgamiento de viviendas”. Mientras narraba su historia, la voz de Grecia no se resquebrajó, al contrario, sonreía porque hasta ahora ha aprendido que “la vida es muy fuerte y las mujeres deben estudiar pa’ no pasar por estos inconvenientes. Sin embargo le agradezco a todos los que me han ayudado para sacar a mis hijos adelante”. INSTINTO DE MADRE Para llegar a la vivienda de Cristina Montilla hay que pasar varios callejones del Barrio Andrés Eloy Blanco, del sector Las Laderas de la parroquia 23 de Enero. Desde su casa se observan las líneas del Metro de Caracas que llegan hasta Propatria y los sectores de Catia. Montilla tiene cinco hijos, nueve nietos y la misma cantidad de bisnie-

Son 10 mil en toda Venezuela La Misión Madres del Barrio tiene el objetivo de apoyar a las amas de casa que se encuentren en estado de necesidad, a fin de que logren, junto con sus familias, superar la situación de pobreza extrema y prepararse para salir de la pobreza en su comunidad, mediante la incorporación de programas sociales, misiones, el acompañamiento comunitario y el otorgamiento de una asignación económica. Los procesos de inclusión de madres en condición de extrema pobreza se

tos. Llegó al 23 de Enero hace algunos años pues vendió su casa de Caricuao para comprar, con la ayuda de su hija, esta morada en el 23. Llena de amabilidad y gestos de timidez hace una explosión de relatos de su vida. “Mis hijos tienen sus obligaciones y yo me ayudaba con lo que podía. Estaba al punto de ponerme a pedir en la calle, porque estoy enferma de osteoporosis, la tensión alta y otras cosas más. También debo ayudar a mi hija que tiene problemas mentales”. Ella nunca había leído, por lo que al llegar la Misión Robinson ingresó para culminar el sexto grado, sin embargo

Grecia Bullón lleva entre sus palabras el agradecimiento al Gobierno revolucionario.

realizan a través del trabajo del poder popular expresado en las diferentes formas organizativas como los consejos comunales, comités de salud, mesas técnicas de agua, red de usuarias de Banmujer, puntos de encuentro de Inamujer, comités de protección social, comités de madres del barrio, entre otros. Este programa social que surgió en el 2006, lleva cuatro años recorriendo todo el país para seleccionar a sus beneficiadas y apoyar a más de 10 mil mujeres.

por no tener retentiva de las tareas y problemas en la vista dejó sus estudios. Al rememorar esos momentos mencionó cómo logró ser una madre del barrio: “Mientras estudiaba en la misión en la Escuela Núcleo 4 conocí a la maestra Xiomara que no recuerdo su apellido, ella me ayudó y me dieron este beneficio que tanto me ayuda. Me censaron y ahora tengo esta gran bendición”. Mientras hablaba se reía y sus nietos sentados en la escalera observaban a la abuela cómo narraba sentirse orgullosa de ser una madre del barrio. “Qué bien me siento ser una mujer luchadora y que desea “echar pa’ lante”. Fíjate, con

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esos cobritos que me dan todos los meses y recibo desde hace cuatro años los estiro lo que más pueda, porque me compro las medicinas, ayudo a mis hijas y lo que me queda lo meto en el banco porque ‘mija’ uno tiene que pensar en las enfermedades, en la muerte que se presenta de momento”. A pesar de sus 74 años, Cristina está llena de vitalidad y energía, desea tener más tiempo para disfrutar de sus familiares. “Deseo vivir mucho más para conocer a los hijos de mis bisnietos, ver más cosas y ayudar a mis hijos en lo que puedo”. Entre tantos relatos esta dama destacó que “me gusta observar por la ventana de la sala porque desde allí puedo orarle a Dios y siento que rezo por todos los que viven en todas esas casas”. Esta madre del barrio narró que “muchas cosas han cambiado desde que me llegan estos cobritos, que me los entregan fijos, no hay retrasos. Esto sólo se logra cuando el pueblo y gobierno hacen las cosas y trabajan con honestidad”. La sonrisa de Montilla se expande en su rostro al decir, “le agradezco a Dios por ser una de las miles madres del barrio. En esta misión hay muchachitas con hijos, madres que deben atender a enfermos o como yo, abuelitas que todavía criamos con cariño, dedicación y moral”.


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