CÍRCULO TAURINO DE RONDA REVISTA 2023 PARTE 1

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Circulo

Taurino de Ronda 2023

nº 15 · AÑO 2023 CÍRCULO TAURINO DE RONDA JOSÉ ANTONIO MORANTE

junta directiva revista

Presidente

José Carlos Gómez Cañestro

Vicepresidente

José Manuel López Hidalgo

Secretario

José Carlos Gómez Cañestro

Tesorero

Daniel Vela Jiménez

Vocal de Caseta

Carlos López Hidalgo

Vocal de Feria

Jesús Mª Jiménez Carrasco

Socios

Isabel Álvarez Navas

Manuel Baena García

Javier Ballesteros García

José Luis Barea Vega

Alejandro Cañestro Torres

Manuel Elena Duarte

David Gómez Cañestro

Miguel Ángel González González

José Antonio Melgar Anaya

Juan Ocaña Molina

Juan Piñel Troyano

Miguel Retamero Porras

Miguel Ángel Sánchez Badillo

Carmen Mª Sánchez Jiménez

Andrés Suárez del Río

Álvaro Terroba Torres

Diego Tirado Serrano

Fran Troyano Muñoz

José Ricardo Vázquez Gil

círculo

Portada

Pilar Albarracín

Verónica, 2001, Fotografía color. 156X120 cm.

Dirección

Manuel Baena García

Edición y Maquetación

Miguel Ángel Sánchez Badillo

Impresión

IMPRESIÓN EDITORIAL MIC

Edita

Círculo Taurino de Ronda

José Antonio Morante

CIF G-93008894

29400 Ronda (Málaga)

e-mail

revistacirculotaurinoronda@gmail.com

Instagram @circulotaurinoronda

Twitter @CTMoranteRonda

Esta revista terminó de imprimirse, el día de La Asunción, 15 de agosto de 2023

año 2023
taurino
ronda

Saluda Presidente por José Carlos Gómez Cañestro

Saluda Alcaldesa por Mª de la Paz Fernández Lobato

Morante, la leyenda del tiempo por Manuel Grosso

Sara de la Fuente: Castella y Atenea

Una fiesta de vanguardia por Eduardo Osborne Bores

Creo que he encontrado mi religión por Oriol Pérez i Treviño

Ashley Suszczynski: Las Toras de El Fresno, Los Cucurrumachos de Navalosa

6 flashes 6 por Alex Pàmies

Marcos Bontempo: Minotauro rezando y El pase de la muerte

El número uno... y pico por Óscar Escribano

Cumbre sevillana de Antonio Ordóñez por Luis Carlos Péris

Ronda y Sevilla por Manuel Baena

El majismo y el origen del traje goyesco por Bárbara Rosillo

Nathalie de Beaumont: Fermín Bohórquez Domecq en Ronda

Entrevista a Sophie von Hanau

Carteles de la Tradicional Corrida Goyesca en la colección de la RMCR de Ronda: Un grito en la pared por Miguel Ángel Sánchez Badillo

El verdadero toro es el público por Estudio Manuel León

Con el cielo en las manos por Maríah Li

Las Musas por Víctor Luengo

Ignacio Rubiño: Gruta de los Toros

Tauromaquia y antropogénesis por Luís Pérez-Oramas

Carta de una maestra de danza a un torero por Dolóres Álvarez

Percal por Raquel de la Iglesia

Lo que pides por Ali Express por Alfredo Díaz Vaquero

La fascinación de los extranjeros por los toros: desde los viajeros románticos a los actuales aficionados por Ana Alvarado

Cúchares: Proceso de una biografía necesaria por Santiago Sánchez Traver

Proyecto de plaza de toros en Móstoles por Estudio Carme Pinós

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josé carlos gómez cañestro

Presidente del Círculo Taurino de Ronda

José Antonio Morante

§ Hace diez años, desde Londres comenzaba mi artículo escrito en la revista del círculo con las siguientes palabras:

“Este año se hace un poco difícil comenzar este artículo, ya que cómo todos sabéis, ando por tierras británicas. Escribirlo es señal de que falta poco para una fecha marcada en el calendario, es el último tirón que debo aguantar para poder disfrutar de una de las cosas que más amo, la Feria de Pedro Romero”.

En primer lugar, siento nostalgia por lo vivido en Londres, pero venir a la Feria durante los años en los que viví fuera, hacía que volviese, no solo con las energías renovadas, sino con una satisfacción enorme de poder participar de forma directa en la Feria de Pedro Romero.

El tiempo pasa rápido, miro hacia atrás y veo años de esfuerzo y mucho trabajo en el Real para obtener lo que ahora tenemos, una feria consolidada y cada vez más exigente, con más participantes, más nivel, más oferta y, sobre todo, tenemos una feria de calidad, elegante y con mucha solera.

La de Morante engloba feria y toros, tradición y arte, esencia y nobleza, humildad y saber disfrutar, y con el maestro don José Antonio Morante de la Puebla siempre sentimos algo de esto, aunque la suerte muchas veces no le acompañe.

Querría aprovechar este medio, como presidente del Círculo, para felicitarle por los cien festejos del año pasado y sus correspondientes triunfos, por el cual obtuvo, entre otros, el premio jarra tradicional británica de peltre otorgado por el Club Taurino de Londres. Durante mi estancia en la capital británica tuve la oportunidad de conocer a su presidente, Mark Rayner, un inglés enamorado de nuestras tradiciones y la tauromaquia. Enhorabuena por la labor que hacéis.

Además, este año, por supuesto, tenemos que mencionar el triunfo de Sevilla. Los morantistas llevamos muchos años aguantando ciertos comentarios no agradables en los tendidos cuando torea José Antonio. Por fin, la gente pudo sacar a relucir lo que es Morante para el toreo, un ser superior como diría don Emilio Butragueño.

Para terminar como siempre hago, me gustaría invitaros a la De Morante donde la tradición, la esencia y la amistad siempre estarán.▐

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mª de la paz fernández lobato

Alcaldesa del Excmo.

Ayuntamiento de Ronda

§ Hay figuras que se convierten en auténticas leyendas y Morante de la Puebla pasará a los libros de la historia de la tauromaquia como alguien que ha conseguido tardes de gloria en el albero. En Ronda contamos con la suerte de tener a un grupo de personas que ponen en valor su figura y la de la tauromaquia en general como parte de nuestra cultura. Por eso, es un verdadero placer trasladarle al Circulo Taurino de Ronda ‘José Antonio Morante’, mi agradecimiento en nombre de toda la ciudad por la labor que realizan todo el año y que se hace especialmente importante durante la Feria de Pedro Romero.

La revista que tienen en sus manos se convierte en un imprescindible para los interesados en conocer todo lo que rodea al arte del toreo en una ciudad referente mundial en este arte como es la nuestra. En la temporada en la que Morante ha alcanzado el hito de las cien corridas de toros y con el recuerdo de su mítica actuación en la pasada feria de abril, su figura es esencial en este número, que se completa con interesantes artículos, fotografías y obras de arte como la que encontramos en su portada.

Quiero trasladar mi felicitación a Manuel Baena, así como al presidente del círculo, José Carlos Gómez, por permitirnos disponer de una publicación que cada año se supera en calidad e interés, acentuando la importancia de la tauromaquia como tradición, arte, historia y cultura, especialmente arraigada a nuestra ciudad.

Por último, quiero aprovechar para desear a los socios del círculo una feliz Feria de Pedro Romero y agradecerles el esfuerzo por seguir defendiendo y promoviendo nuestra identidad.▐

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morante. la leyenda del tiempo

§ José Antonio Morante de la Puebla se ha convertido por méritos propios en una auténtica leyenda del toreo, ha pasado del estatus de mito al de auténtica leyenda. Todos los aficionados sabíamos desde sus inicios que José Antonio era uno de esos escasos toreros tocado por la varita del arte, esos que estaban predestinados a seguir la senda de Curro Romero o Rafael de Paula, auténticos mitos de los buscadores de belleza, lo que, al menos yo, no podíamos ni tan siquiera soñar, que se convertiría en el torero de referencia del Siglo XXI. Es cierto que en estas últimas décadas ha habido y hay lo que se ha venido en llamar “figurones del toreo”. A todos nos vienen a la memoria nombres como Enrique Ponce, El Juli… y algunos más que como en el caso actual de Roca Rey son grandes toreros que llenan las plazas y mandan en el toreo. Caso diferente es el de José Tomas que llegó a convertirse en una auténtica leyenda y además de un fenómeno sociológico y económico. Lo de Morante tiene otra dimensión, otro fondo, se ha convertido en unos de los cimientos de la historia de la tauromaquia, al nivel de Joselito el Gallo, Belmonte, Manolete, Ordoñez o Paco Ojeda y aunque algunos puedan pensar que exagero estoy seguro de que el tiempo me dará la razón.

Curiosamente ha sido la pandemia la que lo ha colocado en este estatus. Las tres últimas temporadas lo han redefinido como persona y artista, casi sin límites. Aunque es cierto que los primeros síntomas del cambio los dio ya en temporadas anteriores al 2020, no cabe duda que es a partir de los trágicos acontecimientos cuando su figura se agiganta. La temporada del 21 creo ha sido fundamental para la fiesta. La suspensión de las ferias importantes puso en peligro todo el sistema.

Fue Morante el que se echó la temporada a los hombros, con plazas poco importantes a medio aforo, con unos ganaderos que tuvieron que sacrificar muchas de sus reses y un país en pleno pánico económico y social. Fue una temporada, la del 21, terrible. El, Pablo Aguado y Juan Ortega y un poco después Roca Rey fueron los que dieron la cara de verdad, otros prefirieron esperar tiempos mejores, nunca el mundo del toro le debió tanto a tan pocos.

Afortunadamente la temporada del 22 cambió totalmente y casi rozó la normalidad y una vez más Morante se convirtió en el eje fundamental con una decisión valiente e inesperada en un torero de su corte. Para celebrar el 25 aniversario de su alternativa, decidió torear 100 corridas, decisión arriesgada y que parecía fuera de su alcance pero que nos descubrió a un gi-

gante que apenas se intuía. El reto era no solo exclusivamente personal, sino que abarcaba todo el orbe taurino. Por vez primera desde Joselito el Gallo, alguien estaba dispuesto a darle un vuelco a la totalidad del sistema. Lidiar todos los encastes, torear en todas las plazas, sin importar sus dimensiones o categorías es una tarea que se antoja titánica. La regularidad de sus resultados y la cadena de faenas memorables supera ampliamente lo que razonablemente se podía esperar.

Su progresión como artista se multiplicó, recupero suertes casi desaparecidas y las hizo suyas. Se convirtió en un torero enciclopedista, pero a la vez inesperado. La consagración de este reto se produjo ya casi al final con una inolvidable Feria de San Miguel en Sevilla. El toreo en su cenit, nunca se había toreado tanto y tan de verdad. En Ubrique se produjo su última corrida del envite y de una temporada para la historia.

Este año tras un espléndido inicio, diversas lesiones le han pasado factura, pero seguro las superará. Mención aparte merece su Feria de Abril, realmente buena y de nuevo historia viva de la tauromaquia: el rabo de Sevilla. Faena soñada y perfecta y para él la cumbre de toda una carrera. La gente que no lo vio preguntaba una y otra vez si había sido tan buena, sí lo había sido, pero ante todo era recuerdo de tantas y tantas faenas memorables, de esas dos temporadas que cambiaron el mundo y el rumbo de los toros. Morante está pidiendo a gritos a su particular Chaves Nogales o a un nuevo Benlliure que lo inmortalice en su plenitud. Morante no es solo el más importante torero artista de la historia sino la piedra filosofal que ha sabido revelarnos los arcanos de una fiesta esencial, mágica y única. Morante es la leyenda del tiempo.▐

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Morante de la Puebla y Ligerito de Garcigrande en la plaza de Toros de Sevilla en la Feria de Abril. Fotografía Juan Romero Prieto. 2023

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Sebastian Castella ceñiéndose, antes del paseíllo, con Atenea y toda su cosmología en la plaza de toros de Sevilla. Fotografía Sara de la Fuente. 2023

una fiesta de vanguardia

§ Hace unos meses tuve la oportunidad de visitar en el antiguo convento de Santa Clara de Sevilla una exposición sobre la obra de Carlos Berlanga, creador infatigable de los años revoltosos de la Movida, compañero de Alaska en sus primeros éxitos de Los Pegamoides y autor de aquellas canciones legendarias que todavía hoy suenan auténticas pese al paso del tiempo, hijo además del célebre cineasta Luis García Berlanga.

En el apartado pictórico de la muestra, bastante relevante, me sorprendió encontrarme con una obra de contenido genuinamente taurino, a modo de cartel arte pop, colorista con un toque naif, muy de su estilo, que bien podría haber servido para ilustrar la mítica película Matador de Pedro Almodóvar, u otras obras transgresoras de aquellos años locos. En la misma exposición había obras de otro imprescindible de la época, el fotógrafo Alberto García-Alix, de quien no muchos conocen su afición a los toros.

Se tiende a relacionar la fiesta de los toros con el flamenco y la copla, invocando su condición de fiesta popular vinculada sobre todo al costumbrismo de nuestras tradiciones meridionales. Así vista, a muchos le sigue interesando arrinconar todo lo que pueden el arte de torear en lo rural y castizo, impropio, dicen, de una sociedad que ha ido avanzando en una dirección bien distinta. Pero la historia demuestra que ello no es así, y que la Fiesta siempre ha tenido un vínculo muy fuerte con las vanguardias, que aún hoy perdura.

Conocida es la fascinación que aquellos literatos de principios del siglo sintieron por Juan Belmonte (“para alcanzar la gloria sólo te falta morir en la plaza” cuentan que le dijo Valle…); la amistad sincera de Picasso con Luis Miguel, cuya esbelta silueta se nos aparece esbozada en un dibujo de Andy Warhol, nada menos; o la admiración de Ernest Hemingway por la elegancia rondeña de Antonio Ordóñez. De siempre, también la tauromaquia ha tenido su influencia en una cultura de vanguardia que se ha plasmado en lienzos, en películas, en canciones.

¿Cómo es que una fiesta antigua y ancestral, casi el último rito laico de Occidente, puede interesar a tantos de tan distinta condición y origen?

¿Cómo una fiesta rural y tan española puede llevar, pongamos por caso, a la Madonna más visceral hasta llevarla a su terreno para acabar luchando toda ella de grana contra minotauros negros? ¿Qué pulsión es la que lleva a Paul Simonon, bajista de la legendaria banda británica The Clash, a salir corriendo desde Las Ventas hasta su estudio de Londres para exponer sobre el lienzo esa procesión laica que forman los subalternos llevando al torero herido hasta la enfermería? Porque todos los valores de la cultura pop (el cromatismo, la arrogancia, la subversión, el componente social, el erotismo….), por muy origen anglosajón que esta tenga, están muy presente en la fiesta de los toros.

Hoy, cuando los vientos soplan fuerte en contra de la Tauromaquia, a todos nos interesa más que nunca invocar todos esos valores que la convierten en una fiesta única. Una fiesta española, sí. Pero también, una fiesta universal, abierta, culta, transversal… Y sobre todo, una fiesta viva. ▐

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creo que he encontrado mi religión

Por Oriol Pérez i Treviño

§ Ha sido el filósofo coreano Byung-Chul Han (Seúl, 1959) quien nos ha alertado de los peligros que comporta la pérdida de los rituales en nuestra sociedad. Como acciones simbólicas que son, estos rituales acaban por crear ésto que el filósofo denomina una «comunidad sin comunicación» ya que, «sin transmitir ni comunicar nada, permiten que una colectividad reconozca en ellos unas señas de identidad». Pero todos sabemos que ahora vivimos en la era de la hipercomunicación donde, paradójicamente, ya no hay comunidad sino el solipsismo y el narcisismo característicos de los youtubers, los influencers y otras modalidades de esta caterva.

Bastante conocido para el taurófilo documentado es el artículo del escritor y filósofo William H. Desmonde (1921-1971) La corrida de toros como ritual religioso, publicado originalmente en inglés en la revista The American Imago (núm. 2, volumen 9) en 1952 y traducido por Rafael Mazarrasa en la Revista de Estudios Taurinos núm. 19-20, Sevilla, 2005. En él Desmonde cita la obra The soul of Spain (El alma de España) del psicólogo británico Ellis Havelock (1859-1939) donde se detiene en la descripción de una corrida de toros:

«Ceremonia espléndida, depurado ritual, solemnemente aceptada: lo que aquí presenciamos evoca a lo que atestiguamos cuando el Arzobispo consagró el santo óleo o cuando lavó los pies de trece hombres mayores. El proceso completo que culmina con la muerte del toro no es sino un depurado ritual...en ambos casos, la ceremonia, unida a un intenso sentimiento subyacente, proporciona el elemento más profundo de la fascinación. La corrida de toros es española, y atrae a los españoles tanto como ritual sagrado cuanto como deporte».

Dejaremos a juicio del lector si la tauromaquia y la lidia, hoy por hoy, son vividas por los aficionados o bien como un ritual sagrado o bien como un deporte. Vistas y observadas las filias y fobias que despiertan a los incondicionales seguidores de algunos matadores, me atrevería a decir que se han producido y se producen rivalidades entre matadores, a la altura de las que existen en el mundo del deporte como pueden ser entre los equipos de fútbol del Barça-Real Madrid o el Betis-Sevilla. Sin embargo, caer en dicha lectura y visión, a mi parecer, no favorece nada al hallazgo de la esencia de una expresión, la muerte del toro, que perfectamente podría encontrar sus ancestros mediterráneos en la ceremonia religiosa donde se mataba y se comía un toro

que, con el devenir del tiempo, llevaría al nacimiento de la tragedia griega.

Todos hemos oído hablar, en nuestros días, de la existencia del neoliberalismo y del animalismo. Por paradójico que nos parezca los vasos comunicantes entre estos dos ismos son mayores de lo que puede parecer a priori. ¿Por qué? Porque ambos contienen peligrosos elementos claramente de oposición a la fiesta. El animalismo y su vertiente abolicionista, siempre estructurados dentro del buenismo que caracteriza a la izquierda woke, podría conllevar, como han señalado reputados biólogos, la desaparición de una especie (Bos primigenius taurus) pensada y concebida para la tauromaquia.

Por su parte, el neoliberalismo y su característica visión del mundo como un inmenso mercado en el que todo se compra y se vende, nos hacer perder de vista la gloria del arte de la tauromaquia que, precisamente, por su intrínseco vínculo con el ritual, tiene una soberanía cada día más cuestionada por su conversión en espectáculo, visión deportiva y, sobretodo, impacto económico.

Esta soberanía se produce cuando no se está sometido a ninguna necesidad ni se subordina a un objetivo o a una utilidad. La soberanía, según el citado ByungChul Han, revelaría un alma que, en palabras de Bataille, «estaría por encima de las preocupaciones de la utilidad».

Esta sociedad de la producción y del crecimiento ilimitado parece querer exorcizar su inmenso miedo a la muerte a través del capital ilimitado e infinito como si éste nos trajera la ilusión de un tiempo ilimitado. Llegados aquí es donde no puedo dejar de recordar mi último artículo publicado en el Círculo Taurino de Ronda (2022) donde recordaba como la Tauromaquia en mayúsculas nos invita al Gran Misterio que comporta, por sí, el ritual y su anhelo de «abolir el espacio y el tiempo».

La tauromaquia se erige, así, como un desafío a la normalidad que nos quieren imponer los órdenes animalista y neoliberal en tanto que nos recuerda unas raíces históricas grecolatinas e, incluso, según Ellis Havelock, emparentadas con la religión judeocristiana. En otro orden de cosas, no tendría que extrañarnos como uno de los últimos humanistas, el escritor francés Albert Camus (1913-1969), después de ver su primera corrida de toros escribiese: Creo que he encontrado mi religión. ▐

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ashley suszczynski

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Las Toras de El Fresno, Ávila (España). Fotografía Ashley Suszczynksi. 2023
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Ox, A Veiga Municipality, Province of Ourense, Galicia. Fotografía Ashley Suszczynksi. 2023
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Los Cucurrumachos de Navalosa, Avila (España). Fotografía Ashley Suszczynksi. 2023
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Los Cucurrumachos de Navalosa, Avila (España). Fotografía Ashley Suszczynksi. 2023
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Los Cucurrumachos de Navalosa, Avila (España). Fotografía Ashley Suszczynksi. 2023

§ Verano de 1994 - Peralejos de las Truchas

Recuerdo lo mucho que me gustó el nombre de ese pueblo al escucharlo por primera vez. Peralejos de las Truchas. Yo tenía seis años, por lo que lo de "pera" y lo de "lejos" lo tenía controlado, pero lo de “las truchas” me desconcertaba. Un niño urbanita como yo, que había crecido en Madrid, cerca de la M-30, no había visto nunca una trucha. Y mucho menos un toro. En Peralejos vi muchos, y demasiado de cerca para mi gusto. Aquel verano en las fiestas del pueblo se celebraba un encierro; y recuerdo los gritos, la gente corriendo y el polvo. Pasé mucho miedo, pero no debí ser el único, porque vi a un tío subido a una cabina de teléfono. A veces pienso que aquel viaje no existió, que debí soñarlo. He buscado “Peralejos de las Truchas” en Google Imágenes para tratar de revivir algo de todo aquello. Los resultados arrojan fotos de paisajes muy verdes y de un río Tajo caudaloso. En vez de Guadalajara, parece Suiza. Pero yo no lo recuerdo así. En mi cabeza, Peralejos de las Truchas es el Far West. Un paisaje caótico de bovinos descontrolados, griterío y polvo. Y un tío subido a una cabina.

Verano de 1996 - La Caseta

Así llamábamos a la casa familiar en la que pasábamos buena parte del verano. Por las mañanas, el plan consistía en ir a la playa hasta la hora de comer. Al regresar, manguerazo y a la mesa. Olivas, patatas, vermut. Por las tardes, cuando los mayores echaban la siesta, recuerdo aburrirme bastante. La urbanización en la que estaba ubicada la caseta ofrecía escasas opciones de ocio y la bicicleta nunca fue lo mío. Lo que más me gustaba era tumbarme en una hamaca –a la sombra de los pinos y con el sonido de los grillos de fondo– a releer unos Astérix que ya me sabía de memoria. Por la noche, después de cenar, salían a pasear los juegos de mesa. Dominó, parchís, Trivial Pursuit. Me encantaba aquel trivial viejuno de tablero descolorido y en cuyas tarjetas se hablaba de la U.R.S.S. en presente. Geografía, Historia, Espectáculos, Arte y Literatura, Ciencias Naturales y Deportes. El mundo reducido a seis “quesitos” de colores. Recuerdo que se me daban muy bien las preguntas naranjas, pero entre el fútbol y el atletismo, de vez en cuando se colaba alguna de toros, y ahí me pillaban. Pero mi tía, que se las sabía todas, siempre me chivaba disimuladamente las respuestas por medio de susurros. “Manolete”, “Islero”, “Linares”.

Verano de 1999 - Algún lugar del sur de Francia

Maison d’hôtes. Así le llaman en el país vecino al tipo de alojamiento turístico en el que los huéspedes com-

parten espacios comunes en la casa del anfitrión. Quizá lo más interesante de este tipo de establecimientos sea el hecho de compartir mesa con personas a las que apenas se conoce. Cordialidad veraniega, vino, ensaladas, quesos, juegos de palabras y mucha politesse Recuerdo una maison d’hôtes en la que estuve con mi madre, en una escapada improvisada en mitad del verano. Una mañana, a la hora del desayuno, coincidí en la mesa con uno de los huéspedes más madrugadores

–Bonjour, monsieur– le dije.

–Bonjour, jeune homme – me contestó.

Encima de la mesa, junto a las tazas y la mantequilla, había un periódico. En portada, una noticia sobre la Feria de Arles. El hombre echó un vistazo al diario, y al ver la noticia, se dirigió a mí para expresarme su rechazo a los toros en un tono quejoso de tintes animalistas. Con más ganas de gresca que convicción, empecé a soltar un discurso construido en base a frases que había escuchado en casa e ideas más o menos inconexas: hablé del hacinamiento de las gallinas en las macrogranjas, de la libertad del toro en la dehesa; de la influencia de la tauromaquia en la obra de Goya y –ya muy metido en el papel de niño repelente– del tabú de la muerte en una sociedad como la nuestra.

El hombre, aturdido, asentía con la cabeza. Acorralado entre su educación y sus más que probables ganas de mandarme a la mierda, tomó la vía diplomática y me dijo que todo aquello tenía bastante sentido, dando validez a mis argumentos. Acto seguido, terminó su café con leche, se sacudió las migas de croissant de la camiseta y se dirigió a la piscina.

Otoño de 2002 - Liceo Francés de Barcelona

Al estudiar en un colegio francés, las asignaturas de castellano y catalán jugaban un papel accesorio. No llegaban al extremo de las clases de inglés, que eran un cachondeo absoluto, pero nada que ver con la dureza implacable de las clases de francés, con las que solíamos empezar el día. Las horas de castellano se repartían equitativamente entre Lengua y Literatura. Con 14 años, una de las lecturas obligatorias fue Limpieza de Sangre, la segunda parte de las aventuras del Capitán Alatriste. Como los profesores desconfiaban –con razón– de nuestra disciplina lectora fuera del aula, dedicamos bastantes horas de clase a leer el libro, por turnos y en voz alta. De la novela me quedó grabada una frase: “...Hidalgos, grandes de España y hasta personas de sangre real no tenían reparos en salir a la plaza, jinetes en sus mejores corceles, para quebrarle el rejón en la cruz a un jarameño o matarlo pie a tierra…”. “Rejón”, “cruz” y “jarameño”. Tremendo. Volví a leer en voz baja

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aquella frase, como quién lee un hechizo en una lengua ignota. De golpe, me vino una imagen a la mente. Imaginé a los posibles traductores del libro, sentados en sus casas de Liverpool, Múnich o Estocolmo, y preguntándose, como yo, de qué carajo estaría hablando el autor.

Primavera de 2004 - Camp Nou

Los días de partido, los “reventas” pululaban por los aledaños del Camp Nou horas antes del pitido inicial. Pude observar a aquellos personajes de cerca, porque con 16 años, estaba en una fase bastante hooligan de mi vida, en la que no me perdía ni un partido. El tema es que yo por aquel entonces no tenía abono de temporada, ni dinero para comprar entradas en taquilla, por lo que, cuando el Barça jugaba en casa, lo que hacía era ponerme frente al “Acceso 1” del estadio a pedir carnets, con la esperanza de que algún socio culé con abonos de sobra quisiera adoptarme durante 90 minutos. Para conseguirlo, uno tenía que insistir bastante. “Perdón, ¿le sobra un carnet?”. La misma pregunta, repetida veinte, treinta, cuarenta veces. Pero al final, siempre me salía con la mía, y al llegar a la grada, los ojos se me iluminaban. Vi muchos partidos así. Recuerdo un Barça - Celtic de aquel año que jugamos la UEFA. El día del partido, Barcelona era un mar de camisetas blanquiverdes de supporters venidos de Glasgow. Escoceses sin entrada, pero dispuestos a pagar una buena cantidad de euros por ver a su equipo enfrentarse al Barça de Ronaldinho. Un par de horas antes del partido, yo ya estaba cerca del campo, y recuerdo ver a uno de los “reventas” habituales, rodeado de un corrillo de escoceses. Hablaron un rato, pero la transacción no fructificó, por lo que aquel hombre, en un alarde de formalidad, le dio su tarjeta a los potenciales clientes por si cambiaban de opinión antes del partido. Un “reventa” con tarjeta de visita. Aquello me fascinó. Discretamente, me acerqué a él para pedirle una. La tarjeta era sobria. En letras negras sobre fondo blanco, podía leerse: “Gregorio. Entradas. Conciertos - Toros - Fútbol.”

Nunca le llamé, pero guardé la tarjeta, por si acaso.

Verano de 2019 - Ronda

“La goyesca”. Dos palabras que se repitieron sin cesar durante todo el viaje. Compramos las entradas con tiempo, porque volaban. De nuestro grupo de amigos, la mayoría no sabía demasiado del tema, pero empujados por la mística, tomamos un avión de Barcelona a Málaga. Luego en coche de alquiler llegamos hasta Ronda, un Fiat Punto voluntarioso, pero de motor justito que sufrió lo suyo en aquella carretera serpenteante. Ya en Ronda, entendimos la magnitud de la tragedia. La

gente estaba eufórica, pero también mosqueada con el cambio de fecha, porque por primera vez “la goyesca” no coincidía con las fiestas de Ronda y eso no podía ser. A última hora, Roca Rey se cayó del cartel, por lo que la emblemática corrida se reducía a un “mano a mano” entre Morante de la Puebla y Pablo Aguado. No se hablaba de otra cosa. Había nervios. Nos contagiamos del ambiente y antes de entrar a la plaza, de la emoción, compramos hasta lotería. En la plaza, se sentó a mi lado un doctor sevillano con el que hicimos buenas migas. Yo le reconocí mi condición de profano en la materia y él puso palabras a lo que sucedía en el ruedo. Verónica, chicuelina, pinchazo. El hombre tenía mucha gracia, y con grandes aspavientos, le imploraba a Morante que se esforzara “un poquito”. De mis amigos, Omar era el más taurino, y aquella tarde llevaba una camisa muy elegante. Le dije que me gustaba ese color curri. Él me respondió que de “curri”, nada, que su camisa era color albero.▐

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PLAZA DE TOROS DE LA REAL MAESTRANZA DE CABALLERÍA DE RONDA
DE
ROMERO VIERNES 30 DE AGOSTO A LAS 18.00 H EXTRAORDINARIA NOVILLADA SIN PICADORES 6 BRAVOS NOVILLOS 6 DE LA GANADERÍA TORRESTRELLA PARA LOS NOVILLEROS ANTONIO ROMERO • CAYETANO LÓPEZ • «MOLI DE RONDA» SÁBADO 31 DE AGOSTO A LAS 18.00 H 63 TRADICIONAL CORRIDA GOYESCA 6 BRAVOS TOROS 6 DE LA GANADERÍA JUAN PEDRO DOMECQ-PARLADÉ PARA LOS MATADORES MANO A MANO «MORANTE DE LA PUEBLA» • ANDRÉS ROCA REY DOMINGO 1 DE SEPTIEMBRE A LAS 18.00 H 38 CORRIDA RONDEÑA DE REJONES 6 BRAVOS TOROS 6 DE LA GANADERÍA BENÍTEZ CUBERO-PALLARÉS PARA LOS CABALLEROS REJONEADORES D. RUI FERNANDES • D. DIEGO VENTURA • D. ANDRÉS ROMERO
FERIA
PEDRO

marcos bontempo

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Sin título. Técnica Mixta (gouache, acrílico, óxido de hierro, tinta china y sal) 120 x 80 cm
año 2023 círculo taurino ronda 31
El pase de la muerte. Técnica Mixta (gouache, acrílico, óxido de hierro, tinta china y sal) 120 x 80 cm
el número uno... y pico.
Por Óscar Escribano

§ «Hemingway y yo somos los “Gallito y Belmonte“yanquis». Ya sólo con esta bravuconada Orson Welles deconstruye las dos Españas que, presumió Machado, debían helarnos el corazón. Una es la de Papá (como así motejaban a Hemingway los que astutamente le parasitaron, lo mismo allegados que gorrones) que es la España del relato: la narrativa de los excesos y los caprichos desperdigados por la piel de toro. Luego está la otra, la España del “cámara y acción”: la del ciudadano Welles, la que descorcha todos esos vicios y pecados veniales, sin privarse de ninguno de ellos. Porque, mientras Hemingway confeccionaba una Ilíada a medida de Antonio Ordóñez, Welles hizo suyo el lema existencial de Luis Miguel Dominguín, que valía tanto para los toros como para Ava Gardner: «La belleza es para mí el temple, todo lo que sea despacio y se haga con ritmo». Y es que Hemingway ostenta el dudoso honor de institucionalizar el gañote tal como lo conocemos hoy en día, deporte ibérico por antonomasia, enseñoreándose a coste cero de todos los callejones en todas las plazas de toros. Papá usaba como salvoconducto la épica literaria: aquel verano peligroso le estaba ungiendo a Antonio Ordóñez un evangelio apócrifo– David Gistau nos explicó al cabo quién era Ernst Hemingway: «un escritor magnífico del que conviene aprender la supremacía del verbo sobre el adjetivo»–, alabándole a través del menosprecio a Luis Miguel Dominguín, cuñado de Antonio y yerno de España, al tiempo que Orson el flâneur se regocijaba en una eterna primavera, intentando agotar todas las vidas que le inventaban los demás. Así, como siempre había bregado con todos los personajes que le iban endilgando, como le hicieron ser tantas otras cosas en las antípodas de sí mismo, Welles se reservó para él la manera y el lugar donde morir. Decidió ser incinerado aquí cerquita, en El Recreo de San Cayetano, asaltando por allanamiento las profundidades del pozo de la finca de Antonio Ordóñez, donde una placa reza: "Ronda, al maestro de maestros". Aún nadie ha sido capaz de despejar la incógnita de quién de los dos genios es el destinatario de tamaña lisonja. Lo que no admite duda alguna es cómo el veneno de la fiesta de los toros hizo presa en nuestros yanquis de talla extragrande. Hemingway llegó a España en 1923 después de participar como conductor de ambulancias en la Primera Guerra Mundial, y por entonces Welles ya había debutado como becerrista, anunciándose como “El Americano”, aunque no hubiese pasado ni media si se hubiese apodado “El Ponedor”, ya que terminó sufragando él mismo los gastos de las cuatro novilladas

sin picadores en las que estuvo anunciado, una de ellas en la madrileña plaza de Tetuán de las Victorias. Luego ya su fisonomía opulenta sólo le permitió anunciarse como único picador del festival que don Livinio Stuyck tuvo a bien organizar en Cubas de la Sagra, aunque por desgracia se encontraba convaleciente en Roma, y tuvo que presentar el correspondiente parte facultativo para justificar su ausencia.

Todas estas correrías, una especie de competición tácita e inofensiva entre ambos, no fueron más que un cándido mano a mano entre uno que se jactaba de iracundo, lujurioso y avaro, y el otro que era un experto en la gula, la pereza y la envidia. Entre los dos sobaron tanto los pecados capitales que sólo dejaron sin profanar la soberbia, hasta que Luis Miguel se la apropió aquella tarde del 17 de mayo de 1949, toro de Galache, cuando sentó las bases del pase en redondo completo, toreo de reunión, puro e inmortal, encajado y lento, corriendo la mano y atornillado al albero. Torero elíptico, circunferencia perfecta como nunca antes se había visto. Es ahí y entonces cuando, acabada su faena fundacional, se lleva la mano diestra al pecho, luego dirige su brazo al cielo y, sustentando sobre su dedo índice toda la soberbia que pudo acumular, sabedor de que su toreo le avalaba aquella arrogancia –«Mañana todos hablarán de mí»–, se autoproclama número uno.

Decía Gregorio Corrochano que en el toreo es modesto el que no puede ser otra cosa, y Luis Miguel, dándose por aludido, toreando poco después en la plaza de Carabanchel obligó a su picador a desmontarse del caballo, se aupó él y picó al toro tal como le vino en gana. Volvió el escándalo, hábitat natural del Dominguín pequeño, y los aficionados desde entonces empezaron a llamarle "El número uno... y pico".

Me acuerdo ahora de Roca Rey en Madrid, encarándose con los nietos de los que hace 70 años afearon a Luis Miguel su justificada insolencia. Ángel, mi vecino de abono, quiso contarme, él había estado aquel día: «Su dedo al aire nos desafió a todos. Había toreado como los ángeles, aunque luego se hubiese comportado como el mismísimo demonio. Se armó la tremolina, pero con el tiempo entendimos que su arrogancia tenía argumentos sólidos. A Roca Rey le puede el ansia risueña de triunfar, su toreo es imprudente, no porque se arrime tanto, sino porque no hay nada detrás. Su contorsionismo siempre está en el alambre, pero debajo

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no hay red que le rescate... Recuerdo lo que Luis Miguel decía que representaba para él torear puro y clásico: "Si uno echa la pierna adelante y luego cita está toreando en línea recta. Cuando ya el toro viene enganchado es cuando hay que echar la pierna adelante”. O sea, primero la verdad; luego ya, lo que te plazca. Luis Miguel toreaba. Joder, que si toreaba».

Aún hubo más y Ángel, sesudo y bisbiseando lento, quiso rematar la faena: «Dentro de veinte años se hablará de Morante, pero no de Roca Rey. Es más –ahora con una mueca socarrona en su semblante–: si me apuras, dentro de veinte años se hablará más hasta de El Lili».▐

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Orson Welles y Hernest Hemingway junto a Antonio Ordóñez en la Plaza toros de Ronda. Archivo fotográfico de la Real Maestranza de Caballería de Ronda. Archivo Aguilera:

cumbre sevillana de antonio ordóñez

§ Corría el año de gracia de 1967 y estábamos en el sábado de Feria. Sábado de la Feria de mejor toreo de cuantas hemos vivido, justo la Feria en que el gran Antonio Ordóñez volvía a Sevilla tras seis años ausente. Era un sábado luminoso y esa tarde llegaba Franco con todo su séquito, el familiar y el otro, a Sevilla, pero ir a la Maestranza iba a dejarlo para el lunes, en que se anunciaba una corrida extraordinaria a beneficio de la Cruz Roja. Digo que era sábado luminoso y que se convertiría en cegador gracias a la majeza, la marchosería, el arte, el temple y la majestad de Antonio Ordóñez Araújo. En ese tiempo, en las corridas de farolillos se solía colgar el 'no hay billetes' en las taquillas y ese sábado no podía ser de otra manera, ya que Sevilla esperaba ilusionada la aparición de Antonio tras el lío que había formado dos días antes junto al Litri y Curro Romero con una corrida de Benítez Cubero.

Se anunciaban seis toros de Carlos Urquijo de Federico, la reventa había hecho su agosto, en la plaza no cabía un alfiler y Antonio tenía que corresponder a la calurosa ovación de bienvenida que Sevilla le dedicó en memoria de su memorable actuación del jueves. Y esa ovación sólo sería el aperitivo de las muchas que cosecharía el colosal rondeño en esa penúltima tarde de Feria. Vestía Antonio de lila y oro, pero él mismo se encargaba de desmentirnos después calificándolo de heliotropo. Y desde luego no le faltaba razón, pues lila y heliotropo tienen la misma tonalidad cromática. Por cierto, que ese vestido se lo regalaría días después a la hermandad de la Soledad de San Lorenzo para que le hiciesen una saya. No olvidemos que Ordóñez, gracias a los buenos oficios de Antonio Petit y de Joaquín Romero Murube, fue soleano antes que hermano de la Esperanza de Triana.

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Era tremendo el tirón de Antonio en aquella Feria, que fue la de su reaparición sevillana tras seis años sin venir. No se había anunciado en el 62, se retiró a final de ese año en Lima y volvió en el 65 en La Malagueta. Sin embargo, no se puso de acuerdo con Diodoro Canorea hasta este año de 1967. Reapareció en la renombrada tarde del jueves y en la que salió a hombros por la puerta de cuadrillas con Litri y Romero a causa del mal funcionamiento de las espadas. Y llegamos a este sábado que va a convertirse en sabatina de gloria al conjuro de un torero indudablemente irrepetible.

El primer toro fue un gran toro para un grandioso torero. Atendía por Zapatillero, era negro como la noche y dio en la báscula 535 kilos. Fueron buenas las verónicas de recibo y excelsas las del quite. A ese toro lo banderillearon, trasero y con brevedad, Antonio Galisteo y Curro Puya. Era lo de banderillear trasero y ser breve condiciones indispensables para figurar en la cuadrilla de Antonio. No era muy partidario el de Ronda del lucimiento y sí de la efectividad bajo la premisa de que el mejor capotazo es el que no se da. Tras pedirle permiso al presidente, que esa tarde era el policía Manuel Zambrano, Antonio se dobló con el toro por bajo, lo sacó al tercio y ahí formó el alboroto. Los redondos majestuosos, los sedosos naturales, los larguísimos pases de pitón a rabo dándole el pecho, un trincherazo para la historia y ese peculiar desplante con abaniqueo y marchosería de muleta plegada. Una estocada arriba, las dos orejas y la vuelta al ruedo de Zapatillero, colaborador providencial para una faena inenarrable.

Pero no quedaba ahí la cosa, pues quedaba el cuarto en los chiqueros y todo era cuestión de esperar a que Diego Puerta y José Fuentes pasaportasen a los primeros de sus lotes. No pasó nada en estos dos toros, mitad porque los toros y los toreros apenas se entendieron. Tampoco pasó nada de mención en quinto y sexto si no fuese porque Fuentes, sin duda atolondrado por la que había formado Ordóñez, le entró a matar con el estoque simulado con nula eficiencia, claro.

Y sonaron los clarines para que soltasen al cuarto toro de la tarde, negro como todos sus hermanos murubeños, con 555 kilos de peso y de nombre Baboso. En el toreo hay veces que no se sabe si el toro es bueno por la predisposición del torero o si llega esa predisposición

por la bondad del animal. Lo cierto es que fue muy bueno el segundo del lote de Antonio Ordóñez, aunque bien podría afirmarse que lo único que hizo fue estar acorde con la torería y el temple del matador que le cupo en suerte.

Se caía la Maestranza con las verónicas de Antonio, esos lances con el capote grande y las palmas de las manos mostrándole al toro el camino a seguir. Se preveía que el éxito obtenido con el que abrió plaza iba a repetirse. Diego Puerta no quiso ser menos en el quite y el público se lo agradeció aun mostrando prisas por ver al de Ronda muleta en mano. Banderillearon Alfonso Ordóñez y Curro Puya también traseros y breves para que de inmediato apareciera Antonio imperial para un inicio por alto mayestático. Luego, la disertación más brillante, la explicación de una tauromaquia eterna, indescriptible. Otra vez esos redondos made in Antonio Ordóñez, el pase de pecho o la trinchera para el remate, los abaniqueos que hacían enloquecer a esa legión de partidarios que no se sabía qué admiraban más, si al torero o al hombre. Tenía el rabo en el esportón, pero quiso matar en la suerte de recibir y se eternizó antes de la estocada definitiva. Aun así, hubo muchos pañuelos en petición de la oreja y se vio obligado a dar dos apoteósicas, lentas, majestuosas vueltas al ruedo en las que se reflejaba en el rostro de Antonio la alegría por esa forma de triunfar en su Sevilla del alma.

En aquel tiempo era muy subjetiva la salida por la Puerta del Príncipe. No se había institucionalizado aún la obligatoriedad de cortar tres orejas para lograrlo, sino que se abría la puerta por aclamación y el consiguiente permiso de la presidencia. Y hubo aclamación, cómo no iba a haberla. Y Antonio Ordóñez salió por la puerta mayor del toreo a hombros de Sevilla sin que Sevilla supiese entonces que jamás iba volver a ver a Antonio en esa plenitud mostrada en la Feria del 67, la Feria del mejor toreo que anida en nuestra memoria.▐

Fotografía: Antonio Ordóñez en la Plaza de toros de Sevilla. Archivo privado M. Baena

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ronda y sevilla

§ Cuenta Curro Romero que en una ocasión le dijo Antonio Ordóñez: «Curro, entre tú y yo, no hay nadie»; y, a continuación, apostilla el Faraón de Camas: «Eso me gustó».

De la primera gran rivalidad de la historia del toreo —en el mismo año, 1754, vino al mundo Pedro Romero en Ronda y José Delgado “Pepe Hillo” en Sevilla— Cañabate escribe lo siguiente: «Dos hombres de temperamentos dispares, pero dos grandes toreros que honran su arte, rudimentario si queréis, más ya magnífico. El uno, Romero, con su destreza; el otro con su valor. Y luchan juntos con los toros y lucha el público por ellos»; y, se pringa: «A mí, esta competencia de Romero y Pepe Hillo me apasiona como si hubiera sido espectador de ella, y me declaro romerista acérrimo. ¿Por razones de preferencia artística? ¡Qué sé yo! Quizá no. La simpatía personal entra por mucho en esto de las competencias. A mí, Pedro Romero me es más simpático que Pepe Hillo. Este era fachendoso, vanidoso e ignorante. Romero era serio, equilibrado, conocedor de todo lo que en su tiempo se sabía de toros».

De estos dos contrincantes surge lo que se ha dado en llamar las escuelas de Ronda y de Sevilla. Cuyas características se aprecian en estas seguidillas de Juan Ortiz:

Desde la cuna a la cima, el toreo es un milagro que hicieron Ronda y Sevilla.

Ronda, con su Tajo, le dio la hondura, Sevilla y la Giralda, alas y altura.

Ronda y Sevilla, una sola verdad y dos sentimientos del arte de torear.

Cuando en 1830 se crea la Real Escuela de Tauromaquia de Sevilla nombran a Jerónimo José de Cándido como Maestro, tras lo cual, Pedro Romero escribe a Fernando VII solicitando el puesto y éste lo nombra mediante Real Orden de fecha 19 de junio de 1830: «….D. Jerónimo José de Cándido se hará a sí mismo un honor en reconocer esta debida preeminencia de Romero...».

«Ronda había contribuido de forma sobresaliente a la creación del actual toreo, y Pedro Romero aseguró la supremacía rondeña con sus enseñanzas en la Real

Escuela de Tauromaquia de Sevilla, transmitidas a los ruedos por sus alumnos. De los alumnos destacados de la Escuela cabe reseñar a Curro “Cúchares”; tuvo especial relevancia Francisco Montes, “Paquiro”» (Baena Lozano, 1995).

Pepe Luis, que Ordóñez —a algún paisano rondeño se lo comentó— lo consideraba su maestro —a buen seguro el Sócrates de San Bernardo aseveraría aquello de «el alumno ha superado al maestro»—, mantenía sobre las escuelas, ya en tiempos cercanos, lo siguiente: «Yo nunca he creído en las escuelas, en el toreo sevillano, en el toreo rondeño. Yo creo que la escuela es única» (Zumbiehl, 2002).

Allá por 1977, Joaquín Vidal escribió: «Existe con Ordóñez, en Ronda, la misma confusión que con Curro Romero, en Sevilla. Ni aquél es de la escuela rondeña, en sentido estricto, ni éste de la sevillana. Antes bien, Curro Romero es esencialmente rondeño, como lo es Rafael Ortega, pese a su origen gaditano. Diríamos, incluso que uno de los toreros más auténticamente rondeños de las últimas décadas ha sido precisamente Rafael Ortega, y quizá deberíamos añadir a El Viti de los mejores tiempos. Todo lo demás, con muy pocas excepciones, es una amalgama de ambas escuelas —la rondeña y la sevillana— y no es exagerar si añadimos que en muchos casos los toreros de hoy se han salido de ellas y sus normas, no para crear una tercera escuela, sino para ejecutar el toreo incoherente de la suma de pases que el toro acepte, y por supuesto no porque hayan superado el toreo de escuela, sino porque lo desconocen o porque no tienen capacidad para sujetarse a sus reglas».

Antonio Ordóñez dejó dicho que no hay escuelas sino «los que torean muy bien, los que torean bien y los que torean mal» (Zumbiehl, 2002). Sería interesante, también, no olvidar las palabras de Federico: «Los grandes artistas del sur de España saben que no es posible ninguna emoción sin la llegada del duende». ▐

Bibliografía:

BAENA LOZANO, Manuel. (1995).Toros en Ronda. Ronda: Cuadernos Rondeños nº22, Colectivo Cultural Giner de los Ríos.

DE COSSIO, José María. (1943). Los Toros. Madrid: Espasa Calpe.

DÍAZ-CAÑABATE, Antonio. (1970). Paseillo por el planeta de los toros.

Madrid: Salvat.

GARCÍA LORCA, Federico. (2018). Teoría y juego del duende. Sevilla: Athenaica Ediciones Universitarias.

VIDAL, Joaquín. (18 junio de 1977). Ordóñez estudia la creación de una escuela de tauromaquia. El País. https://elpais.com/diario/1977/06/18/ cultura/235432804_850215.html

ZUMBIEHL, François. (2002). La voz del toreo. Madrid: Alianza Editorial.

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Antonio Ordóñez en la Plaza de toros de Ronda. Fotografía Cuso. Archivo privado M. Baena

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