Número XII de Revista Cinosargo Mayo 2009 segundo año

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REVISTA CINOSARGO

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LOS PALADINES DE LA IMPRENTA A juicio de muchos, el lector gracias a Internet se beneficia con un acercamiento inicial a las obras, pues el verdadero interesado como ocurre con los CDs y DVDs., no dejará de adquirir el texto en papel, pero podrá tener un mejor pie para decidir su compra, sin tener que pagar a ciegas cerca de 20 dólares por un libro, cuyas únicas referencias son la publicidad y anticipación que nada tiene que envidiar a un blockbuster de Hollywood y los reviews de supuestos especialistas que trabajan para la editorial aún cuando, el texto ni de cerca, supera a un fanfic de cualquier cristiano apócrifo. Este cisma nos plantea por un lado a los herejes que desafían al coloso impreso, reformistas anárquicos que pretenden difundir el libro a como de lugar lanzándose a galope a la modernidad en forma de hipervínculos mientras que en la otra esquina atrincherados levantan armas los herméticos señores feudales de los grandes sellos y librerías que a ultranza abrazan su monolito sagrado de papel. La pregunta es ¿Cómo quedamos ubicados nosotros en medio de esta discusión? y ¿qué implicancias tiene esto más allá de la literatura? pues la literatura está en otra parte, y este tema más bien atañe a temas conexos y para nada intrínsecos del arte literario. Algunos de estos lugares comunes a debatir son la libertad de expresión, la piratería, los medios independientes y ciudadanos, la libertad de informarse, la economía e incluso la ecología. Por ello cuando alguien pronuncia la palabra libro, o se pasea por una feria de pulgas entre textos usados, antiguos y ajados por su manipulación u olvido, o quizá nos topamos con un luminoso anaquel de lindos mamotretos empastados que versan sobre magos, vampiros, conspiraciones iluministas o reediciones de clásicos imprescindibles en toda biblioteca que se precie, los cuales son vendidos a precios exorbitantes en proporción a otros títulos ninguneados; no esta de más preguntarse si estamos ante un “dinosaurio” Al menos podemos afirmar que el libro como lo conocemos, esta mutando. Ese objeto sacro que ha acompañado al hombre haciendo gala de todos sus tamaños, magnitudes, colores y valores, desde que Gutenberg se volviera loco con su maquinita y echara a correr la bola de nieve constituyendo uno de los pilares culturales de nuestra cosmovisión, se halla en un proceso de metamorfosis similar a un abandonado Gregorio Samsa. Ello no implica decir que el libro ha muerto, como cada cierto tiempo algún apocalíptico gurú profetiza con respecto a su arte o medio, sin embargo lo que si me atrevería sin pudor a sugerir es que el libro en papel, ha perdido debido a condiciones externas, gran cantidad de prestigio y lo único que pervive con fuerza de ese titán, es el nostálgico placer que nos produce manipularlo y transportarlo en nuestro bolsillo o mochila, camino al trabajo o de vuelta a casa a bordo de la locomoción en esos minutos perdidos.


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