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ESTRENOS

Brujer A

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Ambientada en 1880 en la isla chilena de Chiloé, Brujería inicia con un sencillo pero espeluznante episodio en el que Rosa, una niña huilliche de 13 años que trabaja en una casa de alemanes, ve cómo los perros de la familia asesinan a su padre tras ser acusado de matar a los corderos de los colonos. Sin ningún lugar a donde ir, se refugia con Mateo Coñuecar, un forastero del pueblo huilliche. Pronto descubre que Mateo se involucra en actividades sobrenaturales, y lo incita a buscar venganza contra los europeos con misteriosas y arduas consecuencias.

En Brujería suceden muchas cosas que la hacen inclasificable. Es una historia de la necesidad de venganza de Rosa, pero también se muestra el conflicto entre los colonos alemanes y el pueblo huilliche, además de la propia historia de la isla de Chiloé. Por eso la película no sólo es un drama de venganza, sino que también explora aspectos de la historia, la política y la identidad cultural y espiritual de un país al tiempo que se presenta como un relato de horror sobrenatural. Hay una cierta ambigüedad que se cierne sobre la identidad de Mateo, teniendo en cuenta su carácter taciturno y reservado. Así que cuando Rosa descubre su relación con la brujería, el tinte ambivalente deja al público adivinando los objetivos de Recta Provincia, la organización de brujos de la isla, frente a los colonos. Es un primer acercamiento a la historia real de los brujos de Chiloé pese a no profundizar tanto sobre la historia del pueblo huilliche. La atmosférica y escalofriante dirección de Christopher Murray impulsa la narración que se sostiene con la debutante Valentina Véliz Caileo, quien ofrece una notable interpretación cuyo brillo en los ojos y una compasión subyacente le proporcionan un resquicio de salvación a su personaje.

Clara Sola

En un pueblecito de montaña en la campiña de Costa Rica conocemos a Clara, con una personalidad algo distante y sin duda más cómoda entre la fauna y la flora que entre los humanos. Su apariencia encaja perfectamente con la fama que tiene entre sus vecinos de ser alguien especial, alguien a quien recurren los que necesitan un remedio o aplacar un dolor. Los servicios religiosos trufados de boato católico son algo habitual, y en ellos Clara se erige como la pieza clave.

También es su única tarea, como queda meridianamente claro, en este entorno predominantemente femenino, dirigido por la madre de Clara y matriarca, Doña Fresia. «Dios me la mandó así, así yo me la voy a dejar», afirma tajantemente ante un doctor que observa con preocupación cómo la columna vertebral con escoliosis de Clara se va retorciendo cada vez más, ocasionando problemas de pulmón en algo que se podría resolver fácilmente con una operación. Parte del dilema de Clara también tiene que ver con la cuestión del espectro autista, otro tema no resuelto, en armonía con su inviolable perfil santo. Cuando Santiago, un joven agricultor, se presenta en el trabajo, todo parece empezar a fluir y a alterarse. Harta y hambrienta, Clara está lista para una rezagada mayoría de edad.

Si bien una fuerte dosis de realismo mágico parece adecuada en este hábitat, también se deja notar un cándido rayo de luz nórdica en Clara Sola, iluminando los avances y subrayando los movimientos de la naturaleza (que en Costa Rica alcanza una de sus expresiones más excelsas en el mundo). A través de la cámara itinerante de Sophie Winqvist y el instintivo guion escrito por la directora Nathalie Álvarez Mesén y Maria Camila Arias, se convierte en un personaje principal y en un verdadero compañero de Clara.

La manera en que se comunican los cuerpos desnudos de Mundo y Marisol, la sensualidad y la violencia con que estos personajes se entregan a la satisfacción de sus deseos, son la expresión física que mejor explica la ardiente aventura en que se adentra Kokoloko, la nueva película del director mexicano Gerardo Naranjo.

Kokoloko se adentra en el hábitat de un pueblo costero de Oaxaca, donde Marisol se encuentra atenazada entre un rabioso deseo por Mundo –su amante– y el control posesivo e incestuoso que su primo Mauro ejerce sobre ella. El color local del lugar, la belleza del paisaje marino y la furia con que continuamente las olas se avalanchan contra las costas rocosas, además de las disímiles expresiones de violencia (física, verbal, psicológica, sexual) que se suceden allí, sumergen esta historia en un tono entre íntimo y salvaje que rezuma la lucha de esta mujer por conquistar su libertad.

Se debe destacar el criterio fílmico escogido por el director para rodar esta tormentosa historia. Gerardo Naranjo rodó Kokoloko en 16 mm, lo cual, además de extrañar los códigos del melodrama, dota al relato de un enrarecido lirismo en el plano visual, gracias a la textura de la imagen y al contraste de colores conseguidos. Por otra parte, este formato apuntala considerablemente el tono de la narración, resuelta en una trama que articula fragmentos no siempre relacionados, que parecen emanados de la memoria de alguno de los personajes.

Con Drama/Mex (2006), Voy a explotar (2008) y, sobre todo, Miss Bala (2011), Gerardo Naranjo se colocó a la vanguardia de la creación cinematográfica latinoamericana. Kokoloko, con su desborde de ingenio visual y su implacable manejo de los códigos en que se manifiesta la violenta relación del triángulo amoroso, confirma la voluntad de riesgo estético y la inteligente autoría de este director.

Transici N

Transition

D: Alejandro Torres Kennedy.

2021 · 86 min. · B/N y Color México

Dist: Alfhaville Cinema.

Israel Ruiz Arreola, “Wachito” Cineteca Nacional ag. 15, 2022 Ciudad de México

A pocos años del inicio de la pandemia por COVID-19, hoy existe toda una corriente de obras que giran entorno o están contextualizadas en este periodo. El internet y el streaming vieron en tiempo real el nacimiento y proliferación del llamado “cine de pandemia”: diarios personales, ficciones, documentales y otros formatos que intentaban navegar la incertidumbre que la enfermedad iba dejando a su paso. Dentro de esta categoría podemos ubicar a Transición, ópera prima espontánea del cineasta mexicano Alejandro Torres Kennedy. Espontánea porque lo que iba a ser un registro del viaje personal del director a través del océano Atlántico, se convirtió repentinamente en una ficción en tercera persona que ahonda en el viaje interno de una mujer francesa. Realizado y ambientado durante el confinamiento en una marina de Sudáfrica, el primer largometraje de Torres Kennedy captura la experiencia de María (Marie Boutonnet) mientras debe permanecer aislada en ese lugar rodeada de agua, naturaleza y embarcaciones. Lo que vemos en un principio es la recreación de esa rutina solitaria y silenciosa con la que algunos se podrán sentir identificados, pero es la presencia de un elemento sobrenatural lo que hace que este debut trascienda la convención temática para alcanzar una dimensión más espiritual. No hacen falta muchos artificios para que lo fantástico se instale en la historia; de hecho, es desde la austeridad y sencillez narrativa donde Transición consigue un efecto certero. Película y realidad corren en paralelo, pues mientras las noticias llegaban anunciando la muerte durante el rodaje, en la trama tienen su eco correspondiente. Es así como Transición termina siendo una metáfora de la resiliencia en un momento muy difícil para el mundo en el que debimos permanecer solos con nosotros mismos.

Pacifiction

Tras varias revisiones a la historia europea de los siglos XVIII, XIX y XX, el cineasta español Albert Serra aborda en Pacifiction una historia ambientada en el mundo contemporáneo.

Luego de descubrir que Francia quiere usar la isla de Tahití en la Polinesia Francesa como lugar de prueba de bombas atómicas, los locales se unen en resistencia para desterrar a los colonizadores. En medio queda atrapado el Alto Comisario de la República Francesa, De Roller (interpretado por Benoît Magimel), en un conflicto que se siente tan anacrónico como su protagonista mismo, un intrigante y excéntrico político que recuerda a la aristocracia francesa que Serra ya ha estudiado en Luis XIV y otras figuras históricas.

En esta cinta que formó parte de la Selección Oficial del Festival de Cannes en 2022 y fue seleccionada por Cahiers du Cinéma como el mejor filme del año pasado, el director español mezcla escenas llenas de conversaciones transitorias y huecas con momentos de introspección casi hipnótica, que marcan no sólo el estilo visual de la película, sino las verdaderas intenciones discursivas del cineasta.

Lo abigarrado de las escenas muestra a un personaje desconcertado por la ambigüedad de sus supuestas relaciones políticas: aquellos que han sido sus aliados incondicionales hoy le dan la espalda, y el gobierno de su país, que lo designó como un representante de él mismo, lo ha usado como un chivo expiatorio para un acto cruel. De Roller ahora debe buscar respuestas mientras continúa gobernando más como un agente de Relaciones Públicas que como un tajante líder político.

Serra nos brinda una pesadilla poéticamente filmada que nos llena tanto de fascinación como de inquietud y nos habla del colonialismo operante en la actualidad, de los paraísos fabricados a expensas del saqueo y del poder como un aliado traicionero.

No Odiar S

El pasado continúa siendo el presente cuando las heridas emocionales se mantienen vivas por la cercanía del entorno. Como ese lago al que acudieron un padre y su hijo, con varios cachorros de gatos, para sacrificarlos a todos menos uno. Una lección capaz de alejar a personas de la misma sangre, unidas sólo por unos enemigos fantasmales: el holocausto sufrido por el progenitor en un campo de concentración, un superviviente gracias a su profesión como dentista en el infierno. Y el nazismo resurgido en Italia, un odio enquistado que permanece amenazador para Simone Segre, un cirujano en Trieste.

Non odiare D: Mauro Mancini. 2020 · 96 min. · Color lItalia-Polonia Dist: Mirada

La ópera prima del italiano Mauro Mancini se presenta con una caligrafía audiovisual muy cuidada, tanto en la forma como en la narrativa. Se nota la contención emotiva que palpita en el metraje y el tono que juega con la contradicción emocional de sus personajes. Sin embargo, evita lanzarse a la indignación, la venganza o el delirio. El punto de vista que guía es el de Simone, veloz en el impulso de salvar a un hombre accidentado en su coche. Sagaz y reflexivo en el segundo que decide la suerte del herido, cuando ve los tatuajes de una esvástica.

A la fuerza de este punto de vista, se le suman los tres hermanos huérfanos a los que pasa a proteger el doctor motivado por su sentimiento de culpabilidad. Simone no deja de ser un samurái que se redime por una misión fortuita que lo encauza en su madurez vital. La gramática ágil de Mancini muestra que se pueden desarrollar nuevas historias a partir de un material tan visitado como los campos de concentración o la culpabilidad, pero matizarlo todo con la mirada que crea en sus personajes. En la capacidad de evolucionar para bien, en el caso de los mayores. Para la incertidumbre, por la perpetuación de la irracionalidad, en el caso de los pequeños.

Trigal

En su ópera prima Trigal, Anabel Caso recurre a sus recuerdos de adolescencia y desde ahí construye una historia tan sugestiva como dolorosa. Sofía, la prima de la ciudad, visita a Cristina y su familia en el campo. Miran fotos de hombres semidesnudos, ensayan pintarse los labios, le coquetean a rancheros, excavan en sus deseos y sus miedos. Su directora nos cuenta cómo construyó esta historia sobre las indagaciones y los dolores de crecer.

¿Cómo surgió la idea de Trigal?

Surgió a partir de una serie de memorias personales. Crecí en el campo argentino con mis abuelos y mis primos. No tenía ni idea de que estaba escribiendo sobre mi prima, sobre el campo, los chicos, la familia; después me di cuenta de que hablaba de cómo había hecho ese pasaje de convertirme de niña en mujer, que había sido de una manera traumática por el desconocimiento y un sentimiento de culpa mezclado con un profundo deseo.

Lo primero que destaca en Trigal es la diferencia entre Sofía, la prima de la ciudad, que visita a Cristina, la prima del campo.

A diferencia de la ciudad, donde hay una rapidez distinta, en el campo están los instintos, un poco más animales. Las cosas se hablan menos pero se sienten más. Eso pasa con Cristina, una niña que está más conectada con su cuerpo, con la naturaleza, por eso es más sexual que Sofía, que viene de la ciudad y está más reprimida. Una tiene una relación con el cuerpo más profunda que la otra.

Es una película sobre el deseo femenino, pero también lo desmontas.

El deseo en la adolescencia es una pulsión que está ahí y es muy peligroso cruzarla; es una edad muy compleja porque estamos llenos de confusión. Ese deseo aparece en cosas que tienen que ver con el consentimiento: un adolescente puede estar en las mismas circunstancias de deseo que un adulto, pero no en equidad de procesarlo.

PLAYGROUND:

En este impresionante drama belga, una niña y su hermano van a la escuela, leen, escriben, se pelean y aprenden algunas lecciones brutales sobre la vida. En una hora y 12 minutos perfectos, Playground: Un mundo cuenta la historia arrolladora e íntima de la toma de conciencia de una niña. Ambientada casi por completo en los confines de una escuela primaria y su recinto, tiene lugar en un barrio belga no identificado, en una institución tan incolora y poco acogedora.

D: Laura Wandel. 2020 · 72 min. · Color

Bélgica Dist: FDR.

Es el primer día de clase cuando conocemos a Nora, una quejumbrosa niña de siete años con pelo corto y ojos preocupados. Está abrazando a su hermano Abel, que es ligeramente mayor. «No te preocupes», le dice suavemente a Nora, justo antes de que un supervisor los separe. «Te veré en el descanso».

Este reencuentro nunca se produce. En su lugar, como ocurre de forma recurrente en esta feroz e inteligente película, los adultos se interponen, cegados por su obediencia a las normas, los reglamentos y los imperativos pedagógicos. Obligada a almorzar separada de Abel, Nora se sienta con otras niñas; con el tiempo, también se adapta a la escuela. Pero esto también trae consigo problemas angustiosos cuando Abel se convierte en el blanco del acoso escolar.

Este es el primer largometraje de la guionista y directora Laura Wandel, y es un golpe fulminante, impecablemente construido como desgarrador. La imagen de los niños angustiados no puede evitar captar la atención, pero la ternura de la escena también atrapa.

Wandel traza un despertar moral y se centra en las cuestiones que muchas películas rara vez abordan. ¿Cómo amamos y por qué? ¿Cómo nos convertimos, en quién nos convertimos? Wandel cuenta la historia de una niña, un diminuto planeta que gira en un universo misterioso, a menudo confuso y desordenado.

Ara A Sagrada

En 2017, en Cannes se presentó la animación Tehran Taboo, que mostraba la existencia de un submundo oscuro en la capital iraní. La película nunca se exhibió en Irán, como tampoco Araña sagrada, producida fuera del país y articulada como una denuncia contra los efectos ideológicos de la política de la moralidad. Ali Abassi construye un thriller contundente, una denuncia política sobre un régimen donde la religión decreta cuál es la moral pública y cómo toda alteración de esta moral crea extrañas cruzadas que acaban protegiendo a la más despiadada y feroz sociedad patriarcal.

Holy Spider

D: Ali Abbasi. 2022 · 117 min. · Color

Dinamarca-AlemaniaSuecia-Francia

Dist: Cine Caníbal.

En la primera parte, nos encontramos ante un thriller que podría estar filmado por cualquier realizador estadounidense. Un asesino en serie se dedica a estrangular trabajadoras sexuales mientras teje su propia tela de araña criminal. La identidad del asesino es rápidamente desvelada. Sin embargo, el asesino mata trabajadoras que encuentra cerca del mausoleo de la ciudad santa de Mashhad y en un régimen en el que la policía de la moralidad controla el velo de las mujeres, que viajan por separado de los hombres en el metro.

Extractos de un texto de Ángel Quintana

Caimán

Cuadernos de Cine may. 23, 2022

Cannes

Una parte de la sociedad considera al hombre como un héroe que, en nombre de la religión, comete sus actos. El criminal puede convertirse en un justiciero de la moral. Abassi remueve los cimientos de las estructuras políticas de su país de origen, en una película que no abandona nunca los modos del thriller y que lleva a las últimas consecuencias la sinrazón política. Los personajes positivos de la historia que investigan el caso consideran la pena de muerte como un acto de justicia peligroso ante la barbaridad de los que quieren convertir al criminal en héroe. Y Ali Abassi trata el tema desde la ambigüedad: la moral pretende liberar al asesino, la justicia instaura la pena de muerte. ¿Dónde está realmente la justicia?

Los Plebes

Los cineastas Eduardo Giralt y Emmanuel Massú decidieron acercarse a unos jóvenes narcos, apodados en la zona como “los plebes”, que actualmente trabajan para la organización que controla el estado de Sinaloa con la fuerza del crimen y la violencia.

«Como mensajeros, guardias o sicarios, los plebes son la carne de cañón del crimen organizado; trabajos que, a pesar de proyectar una corta expectativa de vida, reúnen en sus filas a casi medio millón de jóvenes», expresaron los directores en una entrevista, en la cual también hablaron de cómo buscaron separarse del amarillismo mostrado en series o películas como Narcos (2015-2017) o Heli (2013), de Amat Escalante. Los sueños rotos, las pérdidas familiares, cuestionar su existencia, el dolor y el miedo están siempre presentes en la vida diaria de estos personajes. Su trabajo no los acerca al estereotipo del narco trillonario e imparable. El peligro y la muerte los esperan “a la vuelta de la esquina”.

El material provino de grabaciones con celulares, los píxeles le dan una cercanía natural a los personajes. La apuesta no es la de un reportaje o un documental informativo, sino mostrar la intimidad entre cineastas y narcollennials

Una máscara digital cubre los rostros de los personajes ocultando su identidad. Los familiares y personas externas portan una máscara blanca, mientras que los plebes son marcados por un rojo parpadeante, como si observáramos el flujo de su sangre.

Estos jóvenes sicarios viven en un ambiente humilde, una vida común dividida entre ver a las novias, la familia y jugar videojuegos. Con estas viñetas de cotidianidad, el documental es un acercamiento distinto a las organizaciones criminales; su intimidad refleja los miedos y desesperación constante que padecen estos jóvenes, hundidos en un ambiente violento e indeseable.

Cenote

Ojos de agua perforados por meteoritos en un México premaya que luego fue maya. Ojos de agua que hablan lenguas indígenas, que se mezclan con un español rural, sencillo, para recordar sus leyendas, para narrarlas, para inmortalizarlas. Ojos de agua que lloraron sacrificios humanos, que alimentaron dioses con ahogados. Ojos de agua que se conectan entre túneles y cavidades subterráneas, laberínticas.

[La cineasta] Kaori Oda, que ya en Aragane (2015) se había metido en las profundidades minerales de las montañas y minas bosnias, supo de estos ojos y los entuerta con su cámara y edición: manipula imágenes, fotogramas, tintes, focos, colores, matices. Manipula la belleza simple de estos ojos y la sublima induciéndola. Deja en claro con diferentes voces en off (habladas en castellano a veces, en lengua indígena otras) que recuerdan el poder milenario de los cenotes, que reavivan los miedos ancestrales de los cenotes.

Kaori Oda entiende, entonces, quizás, entre los múltiples rostros, facciones, miradas y voces en off que multiplica paulatinamente intercalando entre los cenotes que filma, que si ya no hay nada misterioso en ellos, nada divino, pues que haya, al menos, un atisbo de belleza perturbadora conjurando… y, repitiendo de modo estético y conceptual ciertos procesos de edición y montaje a lo Leviatán (2012) de Verena Paravel y Lucien Castaing-Taylor y de Mundo remoto salvaje y azul (2005) del gran Werner Herzog, deja que lo inexpresivo se transforme en simbólico; que lo parco, se estalle en colores inexplicables, ficcionales, acuáticos, sumamente hipnóticos.

Pues Cenote de Kaori Oda es eso: un documental que recuerda leyendas, que coquetea con simbolizar sublimaciones misteriosas induciendo a ellas, aunque siempre opte por quedarse con la poética perseverancia del agua.

KING: REGRESO A CASA

Un cachorro de león, presa del tráfico de animales, consigue escapar del aeropuerto para refugiarse en casa de Inés y Alex. Los dos adolescentes tienen entonces la descabellada idea de llevar al animal de vuelta a África. Y en esta odisea, podrán contar con la ayuda de su fantástico abuelo… Esta es la premisa de King: Regreso a casa. Y si bien David Moreau, director del filme de suspenso Ellos (2006) y la comedia romántica 20 años no importan (2013), nunca antes había hecho una historia familiar de aventuras, sí ya había trabajado con adolescentes como el grupo que protagonizó su última película, Solos (2017). Aunque aquí sólo son dos: Inés y Alex, desconsolados por la muerte de su madre.

Justo cuando pensaban que tenían un día normal, la pequeña Inés descubre al cachorro de león en su habitación. Un descubrimiento muy raro, hay que admitirlo. El cachorro escapó de esa operación de tráfico que le hubiera valido un destino dramático, así que los dos pequeños tienen la idea igual de excéntrica de regresarlo a África con la ayuda de su divertido y loco abuelo porque todo es posible cuando se tienen doce y quince años. Relato con influencias del cine de Steven Spielberg, de forma especial E.T., el extraterrestre (1982), King: Regreso a casa es una película simpática, con una buena ración de aventuras y buenos sentimientos, y una intriga que no es más que un pretexto para evocar emociones más profundas, que van de la muerte a la ausencia de figuras paternales. Mucho más agradable y controlada que la mayoría de las recientes epopeyas sobre animales, King sobresale cuando abraza la ingenuidad y el ímpetu de sus jóvenes protagonistas. En ese sentido, Lou Lambrecht y Léo Lorléac'h ofrecen una bonita interpretación para una obra que merece su lugar en el universo infantil del reciente cine francés.