2. Ser ciudadanos una cuestión de humanidad para asegurar la vida en convivencia La ciudadanía, como un modo de vivir que acepta que la condición humana se vive en comunidad, parte de la visión de que si somos mejores seres humanos, lograremos establecer formas de convivencia que hagan viable la vida sobre la tierra. Esta ciudadanía afirma que es indispensable legitimar a los diferentes para la convivencia, que el amor es la pasión que nos constituye humanos y nos permite ser solidarios, pacíficos, justos, honestos, responsables. Los asuntos colectivos son complejos y hemos construido estructuras, leyes, conceptos para entender, organizar gestionar eso que llamamos la sociedad. Los ciudadanos somos todos los que constituimos una sociedad. Y hay muchas formas de entender esa organización de la convivencia dentro de un territorio: estructuras, instituciones, reglas, leyes, responsabilidades, posibilidades de participación, maneras de ejercer la autoridad, de legislar, de sancionar las conductas que se desvían de las normas acordadas, de regular la vida económica, de proteger a los individuos y de integrar a los miembros de esa sociedad. Esa colectividad y sus instituciones y reglamentos suponen unos seres humanos que viven y se relacionan. El gran reto siempre ha sido la educación, o bien para integrar al sistema, o para desarrollar seres humanos conscientes, responsables, creativos, que sean capaces de tejer esas complejas relaciones teniendo principios fundamentales para establecer la convivencia, uno de los cuales es el respeto a la vida y la dignidad de todos los que integran la sociedad, la creatividad y la libertad.
3.
El camino para desarrollar la condición humana Los caminos espirituales, más allá de las estructuras religiosas que no son otra cosa que la forma de “institucionalizar los carismas”, nos conducen a esa realidad interior que nos constituye verdaderamente humanos. Y es indispensable aprender la manera creativa y libre de transitarlos. Y en ese aprendizaje se logra ir haciendo contacto con ese Dios íntimo, con esa naturaleza de Buda, con esa fuente de la Eterna Juventud. Son dos las tareas: aprender a hacer contacto con esa intimidad y aprender a ser transparentes a su presencia y acción. Y cada una de esas tareas se puede aprender con el fin de hacer el viaje “sin salir de casa” y para transformarse poco a poco, con paciencia, constancia inquebrantable y esperanza.
4.
Un enemigo interior En un solo ser humano hay muchos otros seres, todos con sus propios valores, motivos y estratagemas. Muchos de estos seres interiores están locos y algunos siembran la destrucción. Es que hay dentro un ser sarcástico y antagonista, contrario al desarrollo y a la armonía. Es un depredador que puede acabar con los planes más espirituales y significativos.
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