IMPERIO DE LAS SOMBRAS 2

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Su padre se sentaba cerca de donde Abraxos se había enroscado a lo largo de la proa, vigilando y observando al dragón. Aprendiendo cómo matarlos, dónde atacar. No importaba si el dragón no era más grande que un sabueso gigante, lo suficientemente dócil como para no molestarse en encadenarlo. No tenían una cadena tan grande de todas formas, y la bestia reusaría a irse hasta que Manon lo hiciera también. Abraxos solo se movía para cazar peces o jugar, Lyssandra lo escoltaba en forma de dragón marino por debajo de las olas. Y cuando la bestia estaba tumbada en la cubierta…El León le hacía compañía. Aedion apenas le había hablado a Gavriel desde la Bahía de la Calavera. —No lo estoy evadiendo —dijo Aedion— Solo no tengo interés en hablar con él. Lyssandra cambió su mojado cabello hacia un hombro, frunciendo el ceño ante las manchas húmedas de su blanca camiseta. —Yo, por una vez, me gustaría escuchar la historia sobre cómo él cruzó caminos con tu madre. Él es amable para ser uno del ejército de Maeve. Mejor que Fenrys. En efecto, Fenrys provocaba en Aedion las ganas de romper cosas. Esa cara risueña, el fanfarroneo, la oscura arrogancia…era otro espejo, concluyó. Pero uno que seguía a Aelin a cualquier parte como un perro. O un lobo, supuso. Aedion no se había deshuesado frente al hombre en el campo de pelea, pero observó cuidadosamente cómo Fenrys se enfrentó a Rowan y a Gavriel, dos de los cuales había entrenado al hombre. Fenrys peleaba como Aedion se lo había esperado. Un guerrero con siglos de entrenamiento contra dos asesinos letales con los que pelear. Pero no había podido presenciar un indicio de la magia que le permitía a Fenrys saltar entre lugares cómo si atravesara una puerta invisible. Como si sus pensamientos invocaran al guerrero inmortal, Fenrys se sacudió de las sombras bajo la cubierta y le sonrió a todos antes de tomar su posición de guardia cerca del palo de trinquete. Estaban todos en un horario de vigilancias y patrullas, Lyssandra y Rowan usualmente tomaban la tarea de volar lejos de la vista para sondear por delante o detrás de la nave, o para comunicarse con las dos naves escoltas. Aedion no se había atrevido a decirle a la Cambiaformas que él contaba los minutos hasta que ella volviera, que su pecho se sentía insoportablemente apretado hasta que presenciaba cualquier figura alada o de pez volador que ella utilizara para volver hacia ellos. Al igual que su prima, él no tenía duda de que la Cambiaformas no tomaría bien sus preocupaciones menores. Lyssandra observaba minuciosamente a Aelin y Rowan, sus espadas imprevisibles mientras se enfrentaban golpe a golpe. —Lo has estado haciendo bien con tus lecciones. —Aedion le dijo a la Cambiaformas. Los verdes ojos de Lyssandra se entrecerraron. Todos habían tomado turnos para acompañar a la Cambiaformas a través de la dominación de varias armas y combate cuerpo a cuerpo. Lyssandra conocía un poco de ello por su tiempo con Arobynn; él le había enseñado porque era una manera de proteger a su inversión, le contó ella.


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