Boletín mayo 2018

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20 de mayo 6 y 7 de octubre

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Boletín No. 4 // Mayo 2018 // Centro Internacional de la Divina Misericordia 244-82-69 // 244-24-58 // 33 Ote. No. 1625 Col. El Mirador, Puebla, Pue.

VOCES DE MISERICORDIA

DIOS MISERICORDIOSO EN LA BIBLIA, EN LA TRADICIÓN Y EN LOS ESCRITOS DE SANTA FAUSTINA Dios, que en su creación nos da pruebas de su existencia y de su amor (cfr. Rm 1, 20), ha querido revelársenos misericordioso. Toda esta revelación, que comenzó con los primeros padres y que alcanzó su culmen definitivo con Jesús, se encuentra en la Biblia y en la Tradición de la Iglesia.

En el Antiguo Testamento, el Señor dice: “Tu Dios es un Dios misericordioso: no te abandonará” (Dt 4,31). Pero es sobre todo en el Nuevo Testamento donde su misericordia ha sido plenamente revelada. “La misericordia es el núcleo central del mensaje evangélico”1, comenta el Papa Benedicto XVI, ya que Jesús, al tiempo de revelarnos que el Padre es “rico en misericordia” (Ef 2,4), nos deja ver que Él es la misericordia misma.

Comprendiéndolo, san Agustín, testigo de la Tradición de la Iglesia, aconseja: “Arrójate con confianza en los brazos del Señor”2.

Todo esto es lo que Jesús ha querido recordarnos a través de santa Faustina Kowalska, humilde religiosa polaca a quien dijo: “Apóstol de Mi misericordia, proclama al mundo entero Mi misericordia insondable... Deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en Mi misericordia... Mi amor no desilusiona a nadie”3.

LO QUE IMPLICA EXCLAMAR: “JESÚS, EN TÍ CONFÍO” Confiar en Jesús significa creer en su Palabra, contenida en la Biblia y en la Tradición de la Iglesia, que podemos comprender rectamente y anunciar legítimamente con la guía del Magisterio, que es la enseñanza del Papa y de los Obispos. Quien lo hace, es como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca, la cual no fue destruida por la lluvia, los torrentes ni los vientos (cfr. Mt 7, 24-25). Poner en práctica la palabra del Señor es cumplir los mandamientos (cfr. Jn 14,15; Ex 20, 2-17; Dt 5,6-21; Mt 5,17), que se resumen en dos: “Amarás al Señor tu Dios… Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 37-40)4.

Jesús ha venido a unirnos a Dios convocándonos en su familia la Iglesia (cfr. Mt 16, 18). Por eso, confiar en Jesús significa también fiarse de la Iglesia, dejándonos guiar por el Papa y a los Obispos.

Así se lo enseñó el Señor a santa Faustina: “…medita sobre la vida divina que se encuentra en la Iglesia para la salvación y la santificación de tu alma. Considera cómo aprovechas estos tesoros de gracias, estos esfuerzos de Mi amor”5.

La Iglesia, hasta que Cristo vuelva y sea destruida la muerte, está formada por tres grandes grupos: los que peregrinan en la tierra, los difuntos que se purifican, y los que ya están con Dios en el Cielo6. La unión entre todos ellos es tan estrecha, que los bienes de unos se comunican a los otros7. Así, los santos del Cielo, entre los que destaca la Madre de Dios, María Santísima, nos impulsan con su ejemplo y nos ayudan con su intercesión8. En cuanto a los difuntos que se purifican, nuestra oración les ayuda y hace eficaz su intercesión en nuestro favor9. Y los que peregrinamos en la tierra, podemos ayudarnos unos a otros con nuestra oración, nuestras palabras y nuestras obras.

Así, unidos al Señor en su Iglesia, somos capaces de confiar en Él, incluso en los momentos de dolor, comprendiendo que Dios no es el autor del mal, sino que éste entró en el mundo a consecuencia del pecado original, y que Él, que sólo lo permite, nos invita a unir nuestros dolores a los de la pasión de Cristo para nuestra salvación y la del mundo entero, como supo hacerlo san Pablo, quien exclamaba: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Flp 4, 13)9. ¡Dejando al Señor que nos ayude, podremos cargar nuestra Cruz de cada día, hasta llegar a la dicha eterna del Cielo! Así lo comprendió santa Faustina, quien escribió: “… solamente Dios lo arregla todo, el alma lo sabe… y comprende bien que puede haber todavía días nublados y lluviosos, pero ella debe mirar todo esto con la actitud distinta… Para ella todo tiene algún significado, aprecia mucho todo, agradece a Dios por cada cosa, de cada cosa saca provecho… dirige a Dios toda alabanza.

Confía en Él”10.

El Esplendor de La Divina Misericordia; Manual Oficial del Devoto Mons. Eugenio Lira Rugarcía; Obispo de Matamoros.

1BENEDICTO XVI, Regina caeli, Domingo de la Divina Misericordia, 2SAN AGUSTÍN, “Confesiones”, Libro VIII, Capítulo XI, n. 27.

3KOWALSKA Faustina, “Diario…”, op. cit., nn. 1142, 687, 29.

4 Ibíd., n. 435.

5KOWALSKA Faustina, “Diario…”, op. cit., n. 1758.

30 de marzo de 2008.

6 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 962.

7Ibíd., n. 947.

8Cfr. Concilio Vaticano II, Const. Dogmática “Lumen gentium”, n. 49; Catecismo de la Iglesia Católica, n. 956.

9Catecismo de la Iglesia Católica, n. 958.

10Ibíd., nn. 120, 148.