Camaguey 2013 03

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Mario Norman

Rumbo a las 250 de peso

Mario Norman, banquero retirado y colaborador de la revista.

Y

o recuerdo que en nuestros “buenos tiempos” en Cuba, cuando uno aumentaba unas libritas alguien siempre te decía: “Oye, que bien te ves, se nota que gozas de buena salud…!”, o algo por el estilo. Sin embargo, cuando lograbas bajar unas cuantas libras de peso, nunca faltaba quien se te acercara y muy discretamente te dijera en voz baja: “Te veo flaco. Estas enfermo?”. En ambos casos la persona que te hablaba relacionaba el aumento o la pérdida de peso no solamente con tu apariencia, sino también tu estado de salud. Llegué de Cuba en 1960 pesando unas 140 libras. Al responder al Servicio Selectivo Americano fui rechazado porque de acuerdo con el ejército estaba muy flaco. Me dieron un plazo de 6 meses para que engordara un poco y aprendiera Inglés para entonces reclutarme. Nunca mas me llamaron. Con el tiempo, aun temiendo la llamada del ejército, no pude evitar llegar a las 170 libras. Después de casado, en 1963, la “buena vida” me llevó a las 180. Mi preocupación ya no era el servicio militar obligatorio sino el hecho que no cabía en mi ropa. El aumento de peso continuó su marcha lenta pero implacable y decidí que el dia que me retirara empezaría un régimen de ejercicios y dieta que evitarían llegar o pasar las temidas 200 libras de peso. Ya iba por la entonces horrible talla 38 de pantalones. Comencé a jugar tenis y a trotear en un parque cerca de casa tres veces por semana. Cambié mis desayunos de huevos, bacon y tostadas por frutas de temporada. Los almuerzon pasaron de emparedados, postres caseros, mas una Materva fria (que dicen saber a sidra) a simples ensaladas. De noche, toda carne era horneada, poca cantidad de arroz, plátanos hervidos y solo una copa de vino, no media botella como acostumbraba tomar. Con esa “dieta” y haciendo ejercicios estaba seguro que lograría mi meta sin problemas. Desgraciadamente hasta ahora no ha sido así. Al cumplir los horripilantes 70.com de edad, me retiré. Sigo corriendo como un tonto en el parque, he remplazado el tenis (convencido que nunca le voy a ganar ni un set a Benedico) por ejercicios

14 • El Camagüeyano Libre • Setiembre - Diciembre 2013

con pesas ligeras y una bicicleta estática en mi casa. A pesar de todo eso, hace dos semanas me compré mis primeros pantalones talla 42. Casi me echo a llorar en la tienda del Mall de Sawgrass. Al parque donde troteo van todas las maňanas dos viejitos que dan unas 3 o 4 vueltas y de allí se van a desayunar. El otro dia oi que uno le decia al otro: “Oye, Pepe, descubrí una cafetería en la calle 29 que por 99 kilos te dan café con leche y todo el pan chorreando mantequilla que tu quieras. Vamos hoy pa’llá”. Un poco mas alante iban tres seňoras mucho más pasadas de peso que yo. La mas gordita contaba a las otras: “Ayer domingo mi marido hizo unas masas de puerco, un congrí y unos tostones rellenos que eran una maravilla. Qué pena me dá!, me comí casi la bandeja entera de tostones yo sola, con par de Budweisers y después me serví pudín dos veces. Creo que aumenté todo lo que he bajado desde que caminamos en el parque!”. Estuve tentado de reunir a los dos viejitos con las tres gordas y preguntarles para qué rayos ellos venían al parque a sufrir cuando después hacian tales barbaridades. Pero no lo hice, porque creo que todos ellos son mas felices que yo. Les importa poco estar gordos, les importa aun menos usar talla 42 de pantalones y si en Cuba no podían conseguir cosas buenas de comer, ya eso lo han olvidado. De regreso a casa mirándome al espejo recordé aquella poesia que tantas veces oí en Camaguey: “Razón tenía Villaverde, al salir del platanal……..” (ustedes saben el resto). Semanas mas tarde, sentado, mirando pasar la gente que llenaba el parque Epcot Center en Orlando, no pude evitar comparar mi sobrepeso con la obesidad que hoy dia reina en el pais. Conté por unos quince minutos cuantas personas pasaditas de peso desfilaban y llegué a la conclusión que 3 de cada 5 una de ellas eran gordas. Noté también que a pesar de su gordura lucían felices, no sé si era por estar en tan bello lugar, o porque la gordura no les preocupaba. De repente decidí olvidarme de mi peso y mi talla 42 y ser otro gordo feliz mas.


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