Sin lugar a dudas, la unidad ha sido y será una herramienta poderosa de transformación y desarrollo. Lamentablemente a la par de esa misma construcción social, el ser humano lucha con sus deseos individualistas, que lo confrontan con el ego y la vanidad. Son esos mismos sentimientos los que provocan la ruptura del proceso de conformación, volviendo los liderazgos en una suerte de caudillos dirigidos hacia sus intereses.
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